Julius, de pie en la frontera, observaba el horizonte con una mezcla de cansancio y esperanza. El paisaje árido y desolado se extendía ante él, marcado por los estragos de la lucha contra las aberraciones que amenazaban el Imperio. Los escombros y ruinas eran testigos mudos de su sacrificio diario, para ser concretos 20 años de sacrificio. – ¿Cómo estás hoy, Julius? – preguntó una voz a su espalda.Se giró para ver a su compañero de batalla, Mateo con la mirada cargada de preocupación. Mateo era uno de los pocos que entendían el peso que Julius llevaba sobre sus hombros.– Cansado, pero seguimos adelante – respondió Julius con un suspiro.La conversación era breve, pero el entendimiento entre ambos era profundo. Ambos compartían el peso de la responsabilidad de proteger al reino, aunque cada día parecía más difícil mantener la esperanza.Mientras observaban el paisaje desolado, Julius no pudo evitar que su mente vagara hacia el pasado. Los recuerdos de aquellos días oscuros, cuando
Eleanor quería saber más sobre la madre de Raymond, pero él parecía sumido en sus propios recuerdos y pensamientos, tal vez en un tiempo lejano. Sus ojos miraban al horizonte, como si buscara respuestas en el pasado. Finalmente, con voz serena pero distante, dijo – Mis padres siempre demostraron amor el uno por el otro, y honestamente, pese a que mi madre era humana, ella nunca habló solo del imperio, ni de su vida antes de llegar a conocer a mi padre. No lo entendí, porque solo era un niño, así que no conozco más allá de lo que pasó antes de que nuestra familia se formara. Pero sí sé que mi madre fue una persona amada por todos, y que mi padre la amó profundamente.Ella escuchaba atentamente, tratando de captar cada matiz en las palabras de Raymond. El ambiente estaba cargado de una mezcla de nostalgia y tristeza, reflejada en el susurro del viento que acariciaba las hojas de los árboles cercanos. La verdad es que ella esperaba una historia más extensa respecto a la mujer llamada Lui
Cinco años después.El Imperio Humano había florecido de una manera que nadie se había imaginado. Las calles de la capital eran un bullicio constante de actividad y color. Los edificios, antes grises y austeros, ahora estaban adornados con banderines y estandartes de diferentes colores, representando la diversidad de reinos con los que ahora comerciaban. Los mercados estaban rebosantes de productos exóticos: frutas tropicales de las islas del sur, especias picantes de los desiertos orientales, y artesanías intrincadas de los bosques élficos. La mezcla de aromas y sonidos creaba una atmósfera vibrante y cosmopolita.Viajeros de diversas razas caminaban por las calles, sus ropas y acentos agregando una capa más de riqueza cultural a la ciudad. Incluso algunos humanos, impulsados por la nueva era de exploración, se habían aventurado fuera del imperio. Regresaban con historias y descubrimientos qu
Durante este periodo, Valeria, la hija de Constantino, intentó acercarse a Eleanor en varias ocasiones. Los jardines del palacio, llenos de flores de colores brillantes y fuentes de mármol que emitían un suave murmullo de agua, eran testigos silenciosos de estos intentos, Valeria solía buscar a Eleanor en los rincones tranquilos del templo y del palacio.– Eleanor, ¿podemos hablar? – preguntaba Valeria con suavidad, su voz cargada de esperanza y cariño.Eleanor, sin embargo, siempre encontraba una excusa para rehuir estos encuentros. Sus ojos, que antes brillaban con calidez, ahora estaban apagados, reflejando un vacío interno. Sentía que su vida había perdido el propósito, que cada día se deslizaba en una monotonía sin fin. Su corazón, antes lleno de amor y compasión, ahora se sentía pesado y adormecido.—Lo siento, princesa estoy ocupada &
– Gracias, Rose. No sé qué habría hecho sin tu ayuda – dijo Eleanor, su voz temblando ligeramente por la emoción.– No hay de qué, mi señora – respondió Rose, con una mezcla de preocupación y alivio en su mirada.Eleanor apretó los labios, conteniendo las lágrimas que amenazaban con brotar. Con la cabeza gacha y sorprendida de que Rose la reconociera en su estado tan lamentable, se disculpó tímidamente:– Rose, lamento llegar sin avisar, pero el rey Maximus me envió una carta urgente, así que vine a toda prisa. Lamento si mi visita es inoportuna.Rose, con expresión comprensiva, se inclinó respetuosamente ante la santa y respondió con humildad – Lamentamos mucho este trato, santa. Nosotros, como humildes sirvientes, debemos tratar con cuidado a nuestros nobles invitados, y realmente me disculpo.
Maximiliano cerró los ojos por un momento, intentando procesar sus sentimientos – Las cosas no siempre salen como uno espera – dijo finalmente, abriendo los ojos para mirarla directamente – He cometido errores, y... nunca dejé de pensar en ti, Eleanor.Pero Maximiliano no se quedó ahí y dijo – pero no he sabido nada de ti, y nunca me mandaste una carta desde hace mucho – Sus palabras resonaron en la habitación, cargadas de un dolor acumulado que apenas podía contener.Eleanor, aún con la cabeza gacha y apretando un poco las manos, respondió en voz baja – No sería correcto mandarle cartas a alguien que acababa de casarse – Sus palabras estaban llenas de una mezcla de tristeza y resignación. Recordaba claramente los días en los que había escrito y vuelto a guardar cartas que nunca envió, temiendo las repercusiones.Maximiliano, con tono de reproche, replicó – ¿Y por eso cortaste cualquier tipo de comunicación conmigo? El lazo que antes tuvimos... pensé que m
Eleanor, al ver la escena, se sintió tan fuera de lugar que, reprimiendo cualquier otra palabra, dijo – Yo creo que vine en un mal momento, lo siento mucho, no debería haber venido – Su voz sonó ahogada y trémula. Dio un paso hacia atrás, y sin esperar nada más, salió corriendo por el pasillo.La mansión, con sus largos corredores decorados con alfombras de terciopelo rojo y cuadros antiguos que parecían observarla con cada paso, se volvía una prisión de recuerdos y emociones no resueltas. Las lágrimas se deslizaban por su rostro mientras corría, cada gota un reflejo del dolor que había tratado de ocultar durante tanto tiempo.No sabía por qué, pero ahora solo quería tomar un caballo de la caballeriza y volver al templo del imperio. Tal vez, todo lo que hizo al ir a la casa de Maximiliano de forma tan intempestiva fue demasiado. Sentía que había abierto viejas heridas sin saber cómo sanarlas.Mientras casi corría por el pasillo, el eco de sus pasos resonab
Más tarde, cuando Maximiliano abrió lentamente los ojos, por un momento pensó que todo había sido un sueño. Sin embargo, la visión de Eleanor sentada a su lado, sollozando, rompió esa ilusión. Su corazón se encogió al ver sus lágrimas.– Yo, yo, lo siento – balbuceó Eleanor al verlo despertar – Estaba tan preocupada, no sabía si ibas a despertar. Intenté usar mi poder sagrado, pero no funcionó. Lo siento mucho – Su voz estaba llena de desesperación y arrepentimiento, y cada palabra era como un cuchillo en el corazón de Maximiliano.La realidad lo golpeó como agua fría. Todo había sido real. Las confesiones, los sentimientos expuestos, la angustia... todo. Su corazón se hundió bajo el peso de esa realidad – Eleanor, perdóname – susurró Maximiliano, su voz quebrada por l