Daniel.-
El sonido de la alarma atronaba en mis oídos como el estruendo de un tambor descontrolado, cada tono agudo perforaba mi tranquilidad sacudiéndome de mi letargo con su insistente llamado, desperté con una punzada en la cabeza que parecía empeñada en abrirse paso a través de mi cráneo, estiré el brazo tirando al piso al endemoniado aparato, cada rayo de luz que se filtraba por la ventana se convertía en un martilleo constante y el simple acto de abrir los ojos era como enfrentarse a un vendaval de sensaciones desagradables, me restregué el rostro con ambas manos hasta que sentí una presencia a mi lado, una rubia con trasero voluptuoso que de inmediato trajo a mi mente los recuerdos de la noche anterior, rodé mis ojos con fastidio, salí de la cama colocándome el bóxer que se encontraba tirado en el suelo.
— ¡Ey despierta! –No recordaba su nombre, aunque siendo sincero no me enfoco en prestar atención a ese detalle. –Despierta, tienes que irte.
La mujer se gira con mi sabana de color gris plomo cubriendo su desnudez, me sonríe coqueta estirando sus brazos.
— ¡Buen día muñeco!
— Arriba debes irte –Le digo apoyando mi brazo en la puerta abierta esperando a que se vista y se marche.
— ¿No te divertiste anoche? ¿Por qué de mal humor? –Sale de la cama completamente desnuda creyendo que con eso voy a ceder, pero solo la ignoro, al ver que no resulta su jugada comienza a buscar su ropa.
— Porque no me gusta despertar acompañado, hace dos horas que debiste haberte ido. –La verdad no me interesa herir sus sentimientos, ella sabía que venía solo por sexo nada más, recuerdo habérselo repetido más de una vez mientras nos besábamos en aquel callejón detrás del bar donde la conocí.
— Sabes, he salido con hombres patanes, pero tú te llevas la corona –camina descalza con los tacones en la mano pasándome por un lado.
— Te prometí sexo, no un desayuno romántico –Solté mientras la seguía hacía la salida ambos nos detenemos cuando el ascensor timbra, no suelo recibir muchas visitas últimamente así que asumo que deber ser Derek, cuando las puertas metálicas se abren dejan ver la imponente imagen de mi mejor amigo que se detiene en seco al ver a la rubia de vestido rojo brillante. – ¡Adiós! –Le recuerdo a la chica pasándole casi por encima, de reojo noté como veía embelesada a mi amigo.
— De haber sabido que Daniel tenía un amigo tan guapo le habría hecho una propuesta diferente anoche –Le dijo acercándose de manera seductora, rodé mis ojos con fastidio nuevamente, con el pasar de los años y aun con dos cicatrices en el rostro Derek seguía siendo admirado con fascinación por el género femenino.
Ante el comentario sugestivo de la mujer, mi amigo enarcó sus cejas y de inmediato alzó muy orgulloso su mano izquierda adornada por la gruesa argolla de oro blanco.
— Lo siento, hombre felizmente casado, con mi mujer me basta y me sobra –Derek le pasó por un lado a la rubia ignorándola.
— Par de patanes –La mujer salió batiendo su melena dorada metiéndose en el ascensor, no veía la hora en que se terminara de ir.
— Veo que sigues por el mismo camino –Dice mirándome con esa mirada que ya reconozco la misma que me echa desde hace cinco años.
— No quiero sermones me duele mucho la cabeza –Le doy la espalda girándome hacia la nevera, mi boca seca y pastosa clama por un sorbo de agua.
— Solo intento ayudarte, estás irreconocible, estás como yo antes de Anna.
Y ahí estaba, consideraba a Derek como un hermano, pero ya me hartaba que cada que tuviera la oportunidad sacara a relucir su vida perfecta, su matrimonio perfecto, su esposa perfecta; una esposa que a mi parecer no se merece, pero bueno, la vida es así, entendí al ser testigo de todo lo que le aconteció que en esta vida hay que ser un hijo de puta para que te vaya bien.
A veces le tengo envidia, Anna es una mujer admirable se superó así misma logrando domar al engendro del diablo que tengo parado en el centro de mi cocina, domarlo y domesticarlo además convenciéndolo de trabajar desde casa y así atender a sus cuatro hijos… ¡Sí! Cuatro Diana de doce años, Bianca de cinco, el pequeño Damián de tres y Clara la más pequeña que solo tiene seis meses, mi amigo estuvo muy ocupado.
Así que Derek me cedió su lugar como presidente de nuestra empresa de seguridad privada que ahora es una de las más importantes del país, mientras él se dedicaba a ser padre y esposo, sin embargo supervisa desde su lujosa oficina en su mansión las aplicaciones de seguridad que hemos creado y que nos ha dejado muy buenos dividendos en los últimos años.
Sí, el éxito profesional estaba garantizado con lo que gano en mi empresa podría retirarme y vivir como un rey gracias al ingenio de mi mejor amigo. Pero solo eso después de ver por última vez a la mujer que me destruyó, mi vida la enfoqué solo en el trabajo, pero eso también me hacía pensar en ella así que opté por salir de fiesta casi todas las noches conseguí en el alcohol y en el sexo una manera de desahogar mi desgracia amorosa, me he convertido en un playboy como dice mi sobrina Diana por mi cama han pasado no sé cuántas mujeres no importa el físico castañas, rubias, pelirrojas, modelos, zorras, empresarias, actrices cualquiera con tal de terminar de matar las secuelas de ese amor que entregué de manera incondicional y que fue pisoteado como una cucaracha por Emily.
— Derek estoy bien, ocúpate de tus asuntos. –Le respondí después del delicioso trago de agua que hidrataba mi boca y mi garganta.
— Pensé que con Stella podrías aliviar tu dolor –Stella nuestra socia, recuerdo que en la boda de Anna y Derek intenté follarmela, pero se resistió ella buscaba algo más, buscaba que yo olvidara a Emily y en mis ojos se dio cuenta que no lo lograría, desde entonces solo he buscado pasar noches calientes, satisfaciendo una necesidad nada más, sin sentimientos solo una candente liberación de oxitocina para sobrellevar mi día a día.
— Te lo voy a decir por última vez, metete en tus asuntos, tienes bastante con que lidiar y sí, estoy siendo como tú porque fuiste un hijo de puta desde que tengo memoria y ahora tienes la vida que yo… –Hice silencio al ver la expresión llena de sorpresa y decepción de mi mejor amigo.
— La vida que tú siempre quisiste tener, puedes decirlo yo también lo he pensado y sé que no me merezco todo lo que tengo, Daniel esta vida no te va a llevar a nada bueno ¿Por qué no la buscas? –Lo miré casi fulminándolo.
— ¡Lárgate! –Lo dejé parado en la cocina mientras regresaba a mi habitación.
— Intento ayudarte –Me detengo a la mitad del pasillo y me regreso para darle la cara.
— Mucho ayuda el que no estorba, ya sabes dónde queda la salida. –Entré a mi habitación azotando la puerta, me tumbé en mi cama.
Cinco años han pasado ella simplemente desapareció, dejando todo atrás a mí, a nuestro amor, su trabajo, su apartamento, hasta a Anna quien nunca más supo de ella, por un tiempo supe que se comunicaban por video llamadas que luego se convirtieron en llamadas, mensajes de texto, mails y luego… nada y es mejor así no sé qué pasaría o cómo reaccionaría si volviera a verla, la odio yo era un buen hombre y ella destruyó todo eso convirtiéndome en… esto.
Emily.-Podía escuchar el ruido que se oía en toda mi casa abrí un ojo en dirección al despertador eran las seis de la mañana, apenas volví a cerrarlo la puerta de mi habitación se abrió de golpe, intenté hacerme la dormida, pero no funcionó para la personita que saltó a mi cama colocándose sobre mí y gritando a todo pulmón.— ¡Mami, mami, mami despiertaaaa! –Me gritó en toda la pata de la oreja, sonreí y me giré tumbándolo a un lado castigándolo con una carga de cosquillas, el espacio se invadió con las risas de Diogo. – ¡Basta mami, basta!— Pequeño demonio, no dejas dormir a tu madre –Le dije mientras seguía haciéndole cosquillas.— ¡Ay aquí está! –Ligia la niñera de Diogo entró suspirando. –Lo lamento le dije que usted estaba descansando, pero ya sabe cómo es.— No te preocupes, me encanta despertar y ver esta hermosa y traviesa carita –Acuné su rostro en mis manos y dejé un sonoro beso en su mejilla regordeta.— ¡Mami, hoy es mi cumpleaños! –Ligia y yo reímos al escucharlo.— Lo
Daniel.-Mi día comenzó con un escritorio lleno de papeles para revisar, mi rutina prácticamente diaria, era lo que necesitaba tener la mente ocupada, las ganancias con el último lanzamiento de la aplicación que creó Derek van de maravilla muchos clientes nos han solicitado instalarlas en sus empresas.— ¿Señor? –Escucho la voz de Marco mi asistente entrando a mi oficina con la mirada fija en su Ipad. –Sé que pidió no tener citas hoy, pero afuera hay una señorita que desea hablar con usted, ya ha llamado en otras ocasiones, pero no me da mucha información y hoy se presentó.— ¿Cuál es su nombre? –Pregunto sin levantar la mirada de los documentos.— Vanessa Lorusso, puedo decirle que está en una reunión…— No, la conozco hazla pasar, por favor –Marco asiente y abre la puerta mientras yo me pongo de pie para recibirla a mi oficina entra una rubia de cabello ondulado y ojos verdes con un cuerpo exquisito a decir verdad, pero Vanessa fue una mis mejores amigas en la universidad, habíamos
Emily.-El día ha sido ajetreado metida en los juzgados supervisando casos, buscando sentencias, agradecía que mi madre estuviera en casa ayudándome con Diogo, tengo una niñera y un buen equipo en mi bufete, pero tengo la necesidad de supervisarlo todo yo misma, es una manera de cubrirme las espaldas.— ¿Emily Doman? –Doy un respingo al escuchar mi nombre, al girar una mujer joven de cabello negro corto y ojos color café me aborda en la salida del juzgado.— ¿Quién la solicita? –Pregunto con desconfianza.— Disculpe que la tome por sorpresa así mi nombre es Eugenia Suarez necesito de su ayuda –Dice con la voz entrecortada al borde del llanto.— Ok, Uhm… ¿En qué puedo ayudarte? –Aunque la joven se ve afectada yo debo ser muy precavida, soy muy desconfiada con quien se acerca a mí, pero por lo que veo es una chica humilde viste unos jeans gastados, con una sudadera rasgada y una chaqueta negra que está a punto de deshilacharse por completo. –Vamos por aquí cerca hay una cafetería, te in
Daniel.-Navidad, una época que en los últimos años comencé a odiar, me he convertido en un grinch, la ciudad estaba adornada con una ligera capa de nieve mientras que el centro se alzaba con la majestuosidad del enorme árbol de la ciudad, el correteo de la gente de un lado a otro por obtener las últimas compras navideñas ocasionaban un colapso en las calles que me daba fastidio. He estado obligado a formar parte de la cena navideña de los Morgan sin derecho a réplica.Conduzco dejando atrás el caos de la ciudad y me adentro en la soledad de carretera a las afueras donde se encuentra la mansión de los Morgan, acelero a 90 sintiendo la necesidad de un poco de adrenalina corriendo por mis venas.(…)Observo la enorme mansión adornada con luces brillantes y coloridas, las figuras navideñas dando la bienvenida en la entrada, suspiré intentando pensar en una excusa para no entrar allí, pero amaba ver el rostro de mis ahijados cuando les entregaba sus obsequios solo eso me motivaba a bajarm
Emily.- Los días siguientes a navidad han sido caóticos Remi Jones un abogado excelente que conocí en España acudió a mi llamado, confío en mi personal, pero no deseo ponerlos en la mira de nadie ni siquiera de mi bufete. He supervisado cada detalle del caso junto a Remi, Eugenia sigue oculta en la casa donde la envié, los Lavoie no asistirán tampoco esta es solo una audiencia para llegar un acuerdo aunque su abogado no nos ha contactado y eso me da mala espina.— ¿Lista? –La mano de Remi sobre mi espalda me saca de mis pensamientos, es un hombre apuesto con el cabello castaño, pero lleva un corte estilo militar, sus ojos son de color café y su piel es morena, su rostro varonil y marcado hacía suspirar a las pasantes en España y por lo que veo aquí también, nos hicimos amigos, pero sé que espera que pase algo más aunque no ha sido tan valiente para confesármelo y siendo sincera deseo que no lo haga, no me gustaría rechazarlo y perder a un gran amigo y colega.— Sí, adelántate iré a t
Daniel.- No puedo creer lo perra que ha sido mi suerte, cuando decido alejarme de todo de su recuerdo que me consume a diario ella aparece hecha una hermosura que me removió cada fibra de mi ser y verla en brazos de ese imbécil, ella siguió su camino y encontró a otro hombre mientras que yo vivía en un infierno todos estos años.— ¿Quién es esa mujer para ti Daniel? –Me bebí el trago de whisky de un solo sorbo.— ¿Cómo entraste Vanessa? –Pregunto sin darle la cara.— Tengo la llave, suelo quedarme aquí cuando vengo a Vancouver— Claro –Sonreí de medio lado con ironía. –Ella no es nadie, solo alguien del pasado con quien trabajé nada más y si no te molesta me gustaría quedarme solo –No me obedeció sentí sus manos recorrer mi pecho y sus labios lamiendo el lóbulo de mi oreja, tal vez esto era lo que necesitaba contacto, para olvidarme del vendaval de emociones que Emily había dejado sobre mí, me giré tomando por el cuello a Vanessa, soltó un gemido lleno de excitación la besé sin ningú
Daniel.- El primer lugar que me mostraron fue el que escogí se ajustaba a mis gustos y necesidades, no sé cuánto tiempo me quedare en esta ciudad, pero pronto no me iría, salí a caminar por la cuidad un rato para despejar la mente el abogado de la contraparte me contactó rechazando mi propuesta de manera contundente y por el tono de voz del tipo ya Emily le habría confesado quien había sido yo.Lo que me complace que ese imbécil sepa quien realmente conquistó el corazón de la que ahora es su mujer, vagaba por la acera en busca de una tienda de comestibles en el centro cuando escuché el grito de un hombre.— ¡Niño cuidado! –Giré para ver hacía la avenida y un pequeño de unos seis años corría detrás de una pelota, sin dudarlo me abalancé sobre él tomándolo por la chaqueta alzándolo en el aire y retrocediendo mientras que el coche frenaba con fuerza.— ¿Estás bien? –Me agaché verificando que el niño no estuviera herido, su pequeño rostro estaba completamente asustado. ¡Tranquilo, no pas
Daniel.-El sonido del timbre me despertó sobresaltándome observé la hora las ocho de la noche, me levanté de inmediato nadie sabía mi dirección y mi apartamento era el único del piso así que un vecino no era. Con cautela caminé hacia la puerta con mi arma, una glock de 9mm que adquirí después de lo sucedido con Derek y líder de la mafia rusa.— ¿Quién? –Pregunté esperando respuesta, con mi arma lista apuntando la puerta.— Daniel soy yo Emily –Esperaba que fuera cualquier persona menos ella, pero era un alivio.— Dame un momento –Regresé a mi habitación guardando en la cabecera de la cama la glock y regresé metiendo los documentos del caso en una caja, miré mi atuendo un pantalón de chándal solamente, me encogí de hombros. –Ella vino sin avisar y estoy en mi casa –Abrí la puerta sus ojos me escanearon de arriba abajo. – ¿Pasas o quieres que hablemos en la puerta? –Pregunté divertido.— No demoraré mucho –Me paso por el lado y el aroma de su fragancia con olor a vainilla inundó mi olf