El Corazón Roto Del CEO
El Corazón Roto Del CEO
Por: MONICAGHC
Muñeco

Daniel.-

El sonido de la alarma atronaba en mis oídos como el estruendo de un tambor descontrolado, cada tono agudo perforaba mi tranquilidad sacudiéndome de mi letargo con su insistente llamado, desperté con una punzada en la cabeza que parecía empeñada en abrirse paso a través de mi cráneo, estiré el brazo tirando al piso al endemoniado aparato, cada rayo de luz que se filtraba por la ventana se convertía en un martilleo constante y el simple acto de abrir los ojos era como enfrentarse a un vendaval de sensaciones desagradables, me restregué el rostro con ambas manos hasta que sentí una presencia a mi lado, una rubia con trasero voluptuoso que de inmediato trajo a mi mente los recuerdos de la noche anterior, rodé mis ojos con fastidio, salí de la cama colocándome el bóxer que se encontraba tirado en el suelo.

— ¡Ey despierta! –No recordaba su nombre, aunque siendo sincero no me enfoco en prestar atención a ese detalle. –Despierta, tienes que irte.

La mujer se gira con mi sabana de color gris plomo cubriendo su desnudez, me sonríe coqueta estirando sus brazos.

— ¡Buen día muñeco!

— Arriba debes irte –Le digo apoyando mi brazo en la puerta abierta esperando a que se vista y se marche.

— ¿No te divertiste anoche? ¿Por qué de mal humor? –Sale de la cama completamente desnuda creyendo que con eso voy a ceder, pero solo la ignoro, al ver que no resulta su jugada comienza a buscar su ropa.

— Porque no me gusta despertar acompañado, hace dos horas que debiste haberte ido. –La verdad no me interesa herir sus sentimientos, ella sabía que venía solo por sexo nada más, recuerdo habérselo repetido más de una vez mientras nos besábamos en aquel callejón detrás del bar donde la conocí.

— Sabes, he salido con hombres patanes, pero tú te llevas la corona –camina descalza con los tacones en la mano pasándome por un lado.

— Te prometí sexo, no un desayuno romántico –Solté mientras la seguía hacía la salida ambos nos detenemos cuando el ascensor timbra, no suelo recibir muchas visitas últimamente así que asumo que deber ser Derek, cuando las puertas metálicas se abren dejan ver la imponente imagen de mi mejor amigo que se detiene en seco al ver a la rubia de vestido rojo brillante. – ¡Adiós! –Le recuerdo a la chica pasándole casi por encima, de reojo noté como veía embelesada a mi amigo.

— De haber sabido que Daniel tenía un amigo tan guapo le habría hecho una propuesta diferente anoche –Le dijo acercándose de manera seductora, rodé mis ojos con fastidio nuevamente, con el pasar de los años y aun con dos cicatrices en el rostro Derek seguía siendo admirado con fascinación por el género femenino.

Ante el comentario sugestivo de la mujer, mi amigo enarcó sus cejas y de inmediato alzó muy orgulloso su mano izquierda adornada por la gruesa argolla de oro blanco.

— Lo siento, hombre felizmente casado, con mi mujer me basta y me sobra –Derek le pasó por un lado a la rubia ignorándola.

— Par de patanes –La mujer salió batiendo su melena dorada metiéndose en el ascensor, no veía la hora en que se terminara de ir.

— Veo que sigues por el mismo camino –Dice mirándome con esa mirada que ya reconozco la misma que me echa desde hace cinco años.

— No quiero sermones me duele mucho la cabeza –Le doy la espalda girándome hacia la nevera, mi boca seca y pastosa clama por un sorbo de agua.

— Solo intento ayudarte, estás irreconocible, estás como yo antes de Anna.

Y ahí estaba, consideraba a Derek como un hermano, pero ya me hartaba que cada que tuviera la oportunidad sacara a relucir su vida perfecta, su matrimonio perfecto, su esposa perfecta; una esposa que a mi parecer no se merece, pero bueno, la vida es así, entendí al ser testigo de todo lo que le aconteció que en esta vida hay que ser un hijo de puta para que te vaya bien.

A veces le tengo envidia, Anna es una mujer admirable se superó así misma logrando domar al engendro del diablo que tengo parado en el centro de mi cocina, domarlo y domesticarlo además convenciéndolo de trabajar desde casa y así atender a sus cuatro hijos… ¡Sí! Cuatro Diana de doce años, Bianca de cinco, el pequeño Damián de tres y Clara la más pequeña que solo tiene seis meses, mi amigo estuvo muy ocupado.

Así que Derek me cedió su lugar como presidente de nuestra empresa de seguridad privada que ahora es una de las más importantes del país, mientras él se dedicaba a ser padre y esposo, sin embargo supervisa desde su lujosa oficina en su mansión las aplicaciones de seguridad que hemos creado y que nos ha dejado muy buenos dividendos en los últimos años.

Sí, el éxito profesional estaba garantizado con lo que gano en mi empresa podría retirarme y vivir como un rey gracias al ingenio de mi mejor amigo. Pero solo eso después de ver por última vez a la mujer que me destruyó, mi vida la enfoqué solo en el trabajo, pero eso también me hacía pensar en ella así que opté por salir de fiesta casi todas las noches conseguí en el alcohol y en el sexo una manera de desahogar mi desgracia amorosa, me he convertido en un playboy como dice mi sobrina Diana por mi cama han pasado no sé cuántas mujeres no importa el físico castañas, rubias, pelirrojas, modelos, zorras, empresarias, actrices cualquiera con tal de terminar de matar las secuelas de ese amor que entregué de manera incondicional y que fue pisoteado como una cucaracha por Emily.

— Derek estoy bien, ocúpate de tus asuntos. –Le respondí después del delicioso trago de agua que hidrataba mi boca y mi garganta.

— Pensé que con Stella podrías aliviar tu dolor –Stella nuestra socia, recuerdo que en la boda de Anna y Derek intenté follarmela, pero se resistió ella buscaba algo más, buscaba que yo olvidara a Emily y en mis ojos se dio cuenta que no lo lograría, desde entonces solo he buscado pasar noches calientes, satisfaciendo una necesidad nada más, sin sentimientos solo una candente liberación de oxitocina para sobrellevar mi día a día.

— Te lo voy a decir por última vez, metete en tus asuntos, tienes bastante con que lidiar y sí, estoy siendo como tú porque fuiste un hijo de puta desde que tengo memoria y ahora tienes la vida que yo… –Hice silencio al ver la expresión llena de sorpresa y decepción de mi mejor amigo.

— La vida que tú siempre quisiste tener, puedes decirlo yo también lo he pensado y sé que no me merezco todo lo que tengo, Daniel esta vida no te va a llevar a nada bueno ¿Por qué no la buscas? –Lo miré casi fulminándolo.

— ¡Lárgate! –Lo dejé parado en la cocina mientras regresaba a mi habitación.

— Intento ayudarte –Me detengo a la mitad del pasillo y me regreso para darle la cara.

— Mucho ayuda el que no estorba, ya sabes dónde queda la salida. –Entré a mi habitación azotando la puerta, me tumbé en mi cama.

Cinco años han pasado ella simplemente desapareció, dejando todo atrás a mí, a nuestro amor, su trabajo, su apartamento, hasta a Anna quien nunca más supo de ella, por un tiempo supe que se comunicaban por video llamadas que luego se convirtieron en llamadas, mensajes de texto, mails y luego… nada y es mejor así no sé qué pasaría o cómo reaccionaría si volviera a verla, la odio yo era un buen hombre y ella destruyó todo eso convirtiéndome en… esto.

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