Capítulo 3 —La Sorpresa en la Galería
Narrador:
El eco de sus pasos resonaba en el piso de mármol brillante mientras Mickaela cruzaba las puertas de cristal de la galería. Era su primer día de trabajo, y aunque había tratado de mantener la calma, no podía evitar sentir un nudo de ansiedad en el estómago. Su madre había mencionado que sería un buen sitio para empezar, pero nada la había preparado para el lujo y la elegancia del lugar.
—Buenos días, tú debes ser Mickaela —dijo una voz femenina, dulce pero con un toque de altivez.
Mickaela levantó la vista y se encontró con una mujer alta y espectacularmente arreglada. Llevaba un vestido entallado, maquillaje impecable y unos tacones que resonaban con cada paso que daba.
—Soy Naomi, la secretaria del señor Donovan. Encantada de conocerte —dijo con una sonrisa perfecta, aunque ligeramente condescendiente —Sígueme, te llevaré a su oficina.
Mickaela asintió y la siguió en silencio, recorriendo los pasillos decorados con obras de arte que parecían inalcanzables. El aroma de café recién hecho y madera pulida flotaba en el aire. Naomi se movía con gracia, como si flotara sobre los tacones.
—¿Qué tal llevas tu primera impresión? —preguntó Naomi, lanzando una mirada por encima del hombro, su tono amable pero distante.
—Recién empiezo, pero... bien, creo —respondió Mickaela con una sonrisa tensa.
Naomi sonrió de nuevo, esta vez con una pizca de diversión.
—No te preocupes, estoy segura de que te irá bien. El jefe... es bastante particular, pero ya lo verás.
Llegaron frente a una puerta de madera maciza al final del pasillo. Naomi la abrió con un gesto elegante y se hizo a un lado para dejar pasar a Mickaela.
—Adelante, aquí te espera.
Mickaela entró con paso firme, aunque su corazón latía con fuerza. Y entonces lo vio. Sentado detrás de un escritorio amplio, con una expresión relajada y una taza de café en la mano, estaba Kael. Al verla, arqueó una ceja, claramente sorprendido pero sin perder la compostura.
—Vaya, vaya... —dijo él, dejando la taza sobre la mesa con un leve sonido a lozas —Parece que el destino tiene sentido del humor.
Mickaela se quedó helada, la boca entreabierta, sin poder creer lo que veía.
—¿Tú...?
Kael se levantó de la silla lentamente, como un depredador que acaba de encontrar a su presa. Mickaela seguía inmóvil en la puerta de la oficina, procesando lo que veía. Ahí estaba Kael, parado tras su escritorio de madera oscura, mirándola con esa mezcla de arrogancia y tranquilidad. Su sonrisa ladeada no presagiaba nada bueno.
—Bienvenida a la galería —dijo con un tono pausado, casi divertido —Parece que ahora trabajas para mí. Y eres la nueva galerista —Mientras hablaba, Kael bajó la vista hacia el currículum que tenía sobre el escritorio. Mickaela sintió un escalofrío recorrerle la columna al ver la ligera curva de sus labios —Mickaela Frost... —leyó en voz alta, como si saboreara cada sílaba. Luego levantó la vista hacia ella, con una chispa juguetona en los ojos —Encantado —Entonces, con una calma exasperante, rodeó el escritorio. Sus pasos eran lentos, seguros, como si el momento le perteneciera por completo —Yo soy... —hizo una breve pausa, como si disfrutara alargar la tensión—Kael Donovan
Al llegar a su lado, extendió la mano hacia ella, esperando que se la estrechara. Mickaela lo miró con los ojos entrecerrados. Ella cruzó sus manos al frete del cuerpo en lugar de tomarle la mano, dejando en claro que no pensaba hacer las cosas fáciles.
—Bueno, jefe... —dijo, enfatizando la palabra con una pizca de ironía —¿Algo más que deba saber para empezar mi “gloriosa” jornada laboral?
Kael sonrió aún más, disfrutando de su actitud desafiante.
—Por ahora no. Solo... intenta no desaparecer esta vez, Mickaela —Ella frunció el ceño, sintiendo cómo esa última frase llevaba más peso del que parecía. Sin esperar una respuesta, Kael se dio la vuelta y regresó a su silla, dejando el aire entre ellos cargado de tensión. —Naomi te dará un recorrido por la galería. Bienvenida a bordo, Frost —Mickaela se quedó unos segundos más, sintiendo su corazón tamborilear en sus oídos. Cuando ella dio media vuelta para irse, la voz de Kael la detuvo —Me alegra poder ponerle nombre por fin a la chica de las lunas.
Mickaela sintió que el mundo se detenía por un instante. Giró lentamente para mirarlo, pero él ya había vuelto a sumirse en su computadora, con una expresión que mezclaba satisfacción y desafío. Sin decir nada, ella salió rápidamente de la oficina, con el sonido de su corazón retumbando en sus oídos. A cada paso, la sensación de que este encuentro marcaría el comienzo de algo inevitable se hacía más fuerte. Mickaela aprovechó su hora de almuerzo para pedir un sándwich a la rotisería cercana. Estaba sentada en un pequeño rincón de la galería, disfrutando de unos minutos de tranquilidad, cuando vio a Kael salir de su oficina, acompañado de Naomi. La forma en que él colocó una mano en la espalda de su secretaria mientras ella sonreía coquetamente dejaba poco a la imaginación. No era difícil notar que entre ellos había algo más que una simple relación profesional.
Kael la miró un momento desde la distancia, una sonrisa ladeada jugando en sus labios.
—Voy a almorzar —dijo con tono despreocupado, como si le estuviera avisando por pura cortesía.
Mickaela levantó la vista de su sándwich, conteniéndose para no rodar los ojos.
—Buen provecho —respondió con indiferencia, volviendo a concentrarse en su comida.
Él rió suavemente, disfrutando de su actitud desafiante, y se fue junto con Naomi sin agregar nada más. Mickaela respiró profundo, decidida a ignorarlo. La hora del almuerzo era suya, y no pensaba desperdiciarla pensando en el arrogante de su jefe. Mientras mordía el sándwich, un joven entró a la galería, llamando su atención. Era alto y sus ojos parecían brillar con curiosidad. Vestía con una elegancia casual, como alguien que estaba acostumbrado a moverse en lugares como ese. Se detuvo frente a uno de los cuadros más grandes, observándolo en silencio. Mickaela se limpió las manos con una servilleta y se acercó.
—Es una obra interesante, ¿no? —dijo, intentando iniciar una conversación mientras se colocaba junto a él.
—Sí, tiene algo hipnótico —respondió el joven sin apartar la mirada del lienzo.
—El artista juega mucho con los contrastes —añadió ella —La forma en que utiliza la luz hace que la escena parezca viva…
Hablaron un rato más sobre la obra, disfrutando del intercambio. Mickaela encontró la conversación sorprendentemente agradable. Había algo encantador en la manera relajada y segura del joven, que hacía que el tiempo pasara más rápido de lo que esperaba. En ese momento, la puerta principal se abrió, y Kael regresó. Al ver al joven, su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y diversión.
—Ryan —lo saludó, caminando hacia ellos —Te esperaba más tarde.
Ryan sonrió y se encogió de hombros.
—Andaba por la zona y pensé en pasar a visitarte. Quería conocer a tu nueva galerista también.
Ryan volvió su mirada hacia Mickaela, y una sonrisa traviesa apareció en su rostro.
—Por cierto, no me habías dicho que era tan bonita.
Mickaela sintió el calor subirle al rostro ante el comentario, pero antes de que pudiera responder, Kael habló, interponiéndose entre ellos con una sonrisa afilada.
—O más bien, tan hermosa —añadió, como si quisiera tener la última palabra. La tensión en el ambiente era evidente. Kael y Ryan intercambiaron una mirada cargada de significados, mientras Mickaela intentaba decidir si ese momento era una broma privada entre dos amigos o parte de algún juego más complejo que no terminaba de entender. Kael dio un paso adelante, con una sonrisa perezosa y satisfecha, como si estuviera disfrutando más de lo que debería del momento incómodo. —Mickaela Frost —dijo él, inclinando ligeramente la cabeza hacia ella —Y este es Ryan Hale.
Ryan extendió su mano hacia ella, una sonrisa encantadora pintada en su rostro.
—Un placer conocerte, Mickaela —dijo con voz suave y cálida.
Mickaela le tomó la mano, pero antes de soltarla, Ryan la giró y depositó un beso ligero en el dorso, como si fuera un caballero sacado de otro tiempo. Ella parpadeó, sorprendida, mientras él le dedicaba una sonrisa galante. Kael resopló, con una expresión divertida en su rostro, y cruzó los brazos.
—Ah, ya veo cómo es esto. A él le das la mano y dejas que te la bese, ¿pero a mí ni siquiera me la quisiste extender? —protestó Ryan, fingiendo estar ofendido.
Mickaela, incómoda con la atención de ambos hombres, le soltó la mano de golpe a Ryan. Este dejó escapar una breve risa, encantado por su reacción.
—Kael, no la asustes —bromeó Ryan, mirando a su amigo —No todavía, al menos.
Ambos se miraron, compartiendo una sonrisa cómplice, como si ese intercambio fuera solo uno de los muchos juegos que entendían sin palabras. Kael le pasó el brazo por los hombros a Ryan, dándole una palmada amistosa mientras ambos se encaminaban hacia la oficina.
—Que nadie me moleste en un rato rato —le dijo Kael a Mickaela sin volverse, su tono casual, como si no fuera consciente del pequeño torbellino de emociones que acababa de dejar atrás.
—Yo no soy tu secretaria, díselo a ella —rezongó
—Ella se tomará la tarde libre, es que la he dejado muy exhausta… —y le guiño un ojo, mientras Ryan reía.
Ella soltó un bufido y se quedó quieta, observando cómo los dos amigos se internaban en la oficina entre murmullos y risas que no alcanzaba a descifrar. Mickaela apretó los labios, incómoda y confundida por lo ocurrido. No sabía exactamente qué hacer o cómo sentirse al respecto. Decidió volver a su lugar y terminar el almuerzo, aunque la comida ahora le supiera insípida. El ambiente seguía cargado, como si la energía de Kael y Ryan hubiera dejado una huella en la galería que era imposible ignorar. La sensación de que estaba en medio de un juego peligroso, en el que no entendía todas las reglas, la perseguía incluso mientras intentaba concentrarse en su trabajo.
Capítulo 4—Advertencia Narrador: Kael cerró la puerta de la oficina tras ellos, y el ambiente se llenó de una ligera tensión, la misma que siempre flotaba entre ambos cuando se trataba de mujeres. Sin perder tiempo, Kael se dejó caer en su silla de cuero con un suspiro, mientras Ryan se tiraba en el sillón más cercano, estirando las piernas por encima del apoyabrazos y reclinándose como si estuviera en su casa. —Uff... —exhaló Ryan con una sonrisa ladina —La verdad que es preciosa. Es una monada de chica. Tiene unos ojos... —Dejó la frase en el aire, como si ya pudiera visualizarlo todo en su mente —Me la imagino de rodillas mirándome con ellos... —y se mordió el labio inferior.Kael se echó a reír, pero había un matiz oscuro en su risa, como si esa imagen fuera demasiado cercana a algo que él mismo había estado pensando. —Sí, yo también... —admitió, con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos —No he dejado de imaginármela así en toda la noche —Ryan levantó una ceja, divertido po
Capítulo 5 —La primera provocaciónNarrador:La galería de arte estaba abarrotada esa noche. Mickaela Frost ajustó el borde de su blusa negra y exhaló. Odiaba los eventos sociales como este, pero trabajar aquí significaba cumplir con cada apertura importante. Entre sonrisas educadas y copas de champaña, Mickaela se sentía atrapada, como si llevara una máscara que le quedaba demasiado ajustada. Todo era falso, brillante en la superficie, vacío por dentro. Y, por supuesto, él tenía que estar allí. Alto, con una chaqueta sobre una camisa blanca abierta en el cuello, Kael caminaba con esa facilidad arrogante de alguien que jamás había escuchado la palabra “no” como respuesta. La multitud pareció abrirse para dejarlo pasar, y la forma en que algunas mujeres lo miraban dejaba claro que no sería difícil encontrar compañía para la noche. Mickaela lo vio antes de que él la notara, pero no fue suficiente para escapar. Se giró hacia una de las mesas, buscando esconderse entre los catálogos de la
Capítulo 6 —Juego peligrosoNarrador:Mickaela salió tambaleándose del pasillo, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo a toda velocidad. El murmullo de la galería la envolvió como un recordatorio de que estaba de vuelta en la realidad, pero su mente seguía atrapada en ese rincón oscuro. La forma en que Kael la había mirado, como si todo hubiera sido por ella, como si su simple presencia lo hubiera impulsado a llevar las cosas hasta ese extremo… no podía sacárselo de la cabeza. Cruzó la galería con pasos rápidos, intentando que nadie notara su turbación. Necesitaba salir de allí antes de que cometiera la estupidez de buscarlo de nuevo. El aire afuera era fresco y limpio en comparación con el ambiente sofocante de adentro, pero no le ofreció el alivio que esperaba. Su piel seguía ardiendo, y no era por la temperatura. Se apoyó contra una de las columnas del patio trasero, tratando de poner en orden sus pensamientos. No podía creer lo que había hecho. Seguirlos había sido
Capítulo 7 —Al filo del descontrolRECUERDOS Narrador: Mickaela llegó al dormitorio con el cuerpo tenso y la mente agitada. Cerró la puerta de golpe, como si con ese gesto pudiera aislar todo lo ocurrido en la fiesta. Pero el peso de lo que había visto seguía aplastándola, negándose a desaparecer. Había sido un error ir a esa fiesta. Y lo peor de todo, ella lo sabía. Ver a Kael con otra chica, una rubia insignificante, riéndose y tocándolo como si le perteneciera, había sido demasiado. Pero lo que más la enfurecía era el modo en que él la había mirado mientras lo hacía, como si supiera que la estaba destrozando. Avanzó a tientas por la habitación oscura, sus pies descalzos sobre el suelo frío, buscando refugio en la tranquilidad habitual del lugar. Pero ni siquiera allí podía escapar. Todo el camino de regreso, la imagen de Kael y esa chica. Encendió la luz y arrojó su chaqueta sobre la cama con frustración. Caminó hacia la ventana y la abrió de par en par, esperando que el aire fres
Capítulo 8 —Una Tormenta SilenciosaRECUERDOSNarrador:Mickaela despertó temprano al día siguiente con una resaca emocional que dolía más que cualquier bebida. La habitación estaba tranquila, y la luz del amanecer se colaba por la ventana, demasiado brillante para su gusto. La sensación del cuerpo de Kael tan cerca la noche anterior seguía quemando su piel, como una herida que se negaba a sanar. Su compañera de cuarto, Sophie, la miró desde su escritorio con los brazos cruzados, claramente esperando una explicación.—¿Qué demonios pasó anoche? —preguntó con un tono entre curioso y crítico.Mickaela se llevó las manos a la cabeza, masajeándose las sienes, tratando de poner en orden sus pensamientos. Sabía que no tenía nada lógico que decir. ¿Cómo explicarle a Sophie que Kael era como una droga peligrosa de la que no podía apartarse, sin sonar completamente patética?—Fue… solo una mala noche —mintió, sin mucha convicción.Sophie no respondió de inmediato, pero la forma en que la mirab
Capítulo 9 — Un Encuentro Inconcluso RECUERDOSNarrador: Kael despertó con el sonido de su teléfono vibrando en la mesita de noche. Aún era temprano, el sol apenas asomaba en el horizonte. Desorientado, entrecerró los ojos al ver el nombre de su padrastro en la pantalla. Contestó, sintiendo que algo estaba mal. —¿Xavier? —Kael… —la voz del otro lado sonaba rota—. Tienes que venir. Es tu madre. No va a pasar de hoy. El mundo de Kael se detuvo por un segundo. Una sensación fría recorrió su espalda. —Voy para allá —respondió rápidamente, levantándose de la cama. De inmediato, empezó a vestirse apresuradamente. El plan que tenía para ese día quedó en segundo plano, borrado de su mente por la gravedad de la situación. Mickaela esperaba verlo en la celebración del campus, pero no había tiempo ni forma de avisarle. Salió del dormitorio con el teléfono en la mano, yendo a bucar el coche para llegar a su casa lo antes posible. Mientras tanto, Mickaela se preparaba para la celebración,
Capítulo 10 —El pasado la alcanzabaNarrador:Mickaela llegó a su casa con el cuerpo tenso y la mente agitada. Cerró la puerta de golpe, como si con ese gesto pudiera sellar todo lo que había ocurrido esa noche. Pero el peso de lo que acababa de pasar seguía aplastándola, negándose a desaparecer. Caminó a tientas por el pasillo en la oscuridad, sus pies descalzos sobre el suelo frío, buscando algún refugio en la tranquilidad familiar de su hogar. Quería alejarse de todo lo que Kael representaba, de esa sensación inquietante que no podía sacudirse. Subió las escaleras hacia su habitación y encendió la luz. El suave resplandor llenó el espacio, pero no la calmó. Arrojó su chaqueta sobre la cama y caminó hasta la ventana, abriéndola para dejar entrar el aire nocturno. Afuera, todo estaba tranquilo, como si el mundo entero hubiera decidido detenerse mientras ella luchaba por respirar normalmente. Apoyó las manos en el borde de la ventana, cerrando los ojos por un momento. Pero incluso así
Capítulo 11 —Entre la rabia y la tentaciónNarrador:Mickaela se despertó sobresaltada, aún con el eco de la noche anterior retumbando en su cabeza. La luz del amanecer se filtraba por las cortinas, pero no era suficiente para borrar la sensación de lo que había ocurrido entre ella y Kael. Su piel aún recordaba su toque, y la culpa se instalaba en su pecho como un peso insoportable. Se levantó con brusquedad, intentando ahogar las imágenes: la pared fría, su mano debajo de su ropa, el peligroso deseo que aún latía en su interior. Bajó las escaleras rápidamente, esperando escapar de su propio caos interno. Pero apenas llegó al recibidor, escuchó voces. Al abrir la puerta, se encontró con Ryan, el amigo más cercano de Kael, que hablaba por teléfono. Estaba apoyado contra el marco con su sonrisa fácil. Al verla, terminó la charla.—¿Ya despierta, Micka? —preguntó Ryan, sus ojos vagando por su cuerpo sin disimulo.—¿Qué haces aquí, en mi casa, Ryan? —replicó ella con brusquedad, cruzándos