Capítulo
2 —La lunasNarrador:
Kael le extendió una mano y aunque a regañadientes, ella la tomó. Mickaela emergió de la piscina con el cabello empapado y las gotas de agua cayendo en cascada por su piel. Su respiración era agitada, no solo por el frío del agua, sino también por la mezcla de humillación y furia que sentía. Se plantó frente a Kael, quien estaba de pie bajo la luz de la luna, completamente inmóvil, observándola. Por un momento, creyó que la estaba mirando a los ojos, pero pronto notó que su mirada se dirigía más abajo. Siguió la línea de sus ojos y su corazón dio un vuelco: su camisola mojada se había pegado completamente a su cuerpo, dejando poco a la imaginación. La tela traslúcida revelaba cada curva, cada detalle, como si no llevara nada puesto. El rubor subió por su rostro como un incendio, y un calor incómodo se extendió por todo su cuerpo. Cruzó los brazos sobre su pecho con brusquedad y le lanzó una mirada fulminante.
—Eres un idiota —soltó con la voz temblorosa, aunque no estaba segura si era por el frío o por la ira.
Kael no respondió de inmediato. Su sonrisa torcida, esa que parecía disfrutar de cada instante de su incomodidad, permaneció intacta. Finalmente, inclinó ligeramente la cabeza y dijo con una voz tranquila:
—¿Siempre eres tan agradecida con la gente que te saca de problemas?
Mickaela apretó los dientes. No iba a darle el gusto de una respuesta. En cambio, se giró sobre sus talones y comenzó a caminar apresuradamente hacia la casa de huéspedes. Sentía la humedad del césped bajo sus pies descalzos, y el aire fresco de la noche hacía que su camisola mojada se pegara aún más a su piel.
Kael la observó irse, sus ojos nunca abandonando su figura hasta que la oscuridad la envolvió por completo. Su sonrisa se amplió, llena de un interés que no se molestó en ocultarr. Cuando Mickaela llegó a la casa de huéspedes, jaló con fuerza la manija de la puerta. Nada. Probó de nuevo, pero la puerta permaneció firmemente cerrada. Un nudo de frustración se formó en su garganta. Revisó frenéticamente el suelo para ver si se le habían caído al salir con el apuro, pero no encontró nada.
—¡Mier*da! —gritó, pateando la puerta con fuerza.
Desde la distancia, Kael escuchó el sonido de su grito. Con las manos aún en los bolsillos, comenzó a caminar tranquilamente hacia ella, disfrutando de la situación como si fuera un espectador en un espectáculo especialmente entretenido.
—¿Y ahora qué te pasó? —preguntó cuando llegó a su lado, con un tono que estaba a medio camino entre la burla y la curiosidad.
Mickaela giró hacia él con el rostro aún más encendido, esta vez de pura frustración.
—Dejé las llaves dentro, y esta m*****a puerta no se abre desde afuera.
Kael la miró por un momento, evaluando la situación. Luego, encogiéndose de hombros, respondió:
—Hay un juego de llaves en la casa principal. Acompáñame. Y de paso, te doy algo seco para que te pongas. —Hizo una pausa y agregó con una sonrisa —Antes de que te congeles.
Mickaela lo fulminó con la mirada, pero no tenía otra opción. La noche estaba demasiado fría y la camisola mojada comenzaba a ser insoportablemente incómoda. Sin decir nada, lo siguió a regañadientes. El interior de la mansión estaba en penumbra, pero Kael se movía con una facilidad que indicaba que conocía cada rincón. La guio hasta su habitación, abriendo la puerta con un gesto despreocupado.
—Aquí —dijo, sacando una sudadera amplia y una toalla de un cajón— Cámbiate mientras voy por las llaves. —Sin esperar respuesta, salió, cerrando la puerta detrás de él.
Mickaela dejó escapar un suspiro de alivio al estar sola. Sin perder tiempo, comenzó a deshacerse de la camisola mojada. La tela cayó al suelo con un sonido sordo, y el frío de la noche la hizo estremecerse mientras secaba su piel rápidamente con la toalla. Cuando estaba deslizándose la sudadera por los brazos, la puerta se abrió de repente. Mickaela se quedó congelada. Kael estaba ahí, de pie, observándola. Su espalda estaba descubierta, y el tatuaje de la luna en todas sus fases se extendía a lo largo de su columna como una obra de arte. Kael se quedó inmóvil por un segundo, sus ojos recorriendo cada detalle del tatuaje.
—Hermoso —murmuró sin pensar.
Mickaela se dio la vuelta rápidamente, sorprendida y furiosa al verlo. Cruzó los brazos sobre su pecho, aunque la sudadera ya cubría casi todo.
—¡Ahora también eres un pervertido, además de un ruidoso! —le espetó, con el rostro ardiendo de rabia.
Kael no pareció afectado. Su sonrisa despreocupada volvió a aparecer mientras la miraba a los ojos.
—Solo observaba los tatuajes. La luna... es magnífico. —Hizo una pausa, como si estuviera considerando algo —He pensado hacerme uno igual.
Mickaela lo miró con desdén, aunque sus palabras la habían tomado por sorpresa. El descaro de Kael parecía no tener límites, y eso la frustraba aún más.
—¿Dónde? —preguntó, con una sonrisa cargada de sarcasmo mientras cruzaba los brazos sobre el pecho —Si tu cuerpo ya es todo un lienzo. ¿Qué más puedes agregar? ¿Un mapa para no perderte?
Kael soltó una risa suave, ese tipo de risa que hacía que todo pareciera un juego para él. Se encogió de hombros, como si el comentario de ella solo lo hubiera entretenido más.
—Veo que lo has observado —replicó, con un destello travieso en los ojos. Su tono era ligero, pero había algo en la forma en que lo dijo, una especie de desafío implícito que hizo que Mickaela sintiera un nudo en el estómago —Me gusta, es interesante...
Ella abrió la boca para replicar, pero no encontró palabras que fueran lo suficientemente mordaces. Las mejillas le ardían, y no sabía si era por la ira o por otra cosa que no quería admitir. En vez de responder, dio un paso hacia él y extendió la mano.
—Dame las pu*as llaves de una buena vez —exigió, pero su tono sonó menos firme de lo que pretendía.
Kael levantó una ceja, haciéndola esperar a propósito, con esa sonrisa de medio lado que parecía diseñada para sacarla de quicio. Finalmente, alargó la mano lentamente, como si estuviera entregando algo más valioso que un simple juego de llaves. Cuando las llaves estuvieron al alcance de Mickaela, ella se las arrancó de un tirón. Su gesto fue tan brusco que casi perdió el equilibrio, pero logró recuperar la compostura.
—¿Sabes algo? —dijo, clavándole la mirada —Eres un imbécil.
Kael, lejos de ofenderse, sonrió con aún más satisfacción, como si las palabras de Mickaela fueran un cumplido disfrazado.
—Lo tomaré como un cumplido —dijo con un guiño.
Ella apretó los dientes, intentando contener la explosión de emociones que bullía dentro de ella. Sin decir nada más, giró sobre sus talones y salió de la habitación con pasos rápidos. Kael la observó mientras se iba, el movimiento de su cabello húmedo y el leve temblor de sus hombros atrapando su atención. Cuando Mickaela desapareció tras la puerta, él se quedó allí un momento más, la sonrisa todavía en sus labios, como si acabara de ganar un pequeño triunfo. Kael se quedó en la puerta, viéndola desaparecer una vez más en la oscuridad. Su sonrisa, más amplia que nunca, era un reflejo de algo que ni siquiera él estaba seguro de entender del todo.
Capítulo 3 —La Sorpresa en la Galería Narrador: El eco de sus pasos resonaba en el piso de mármol brillante mientras Mickaela cruzaba las puertas de cristal de la galería. Era su primer día de trabajo, y aunque había tratado de mantener la calma, no podía evitar sentir un nudo de ansiedad en el estómago. Su madre había mencionado que sería un buen sitio para empezar, pero nada la había preparado para el lujo y la elegancia del lugar.—Buenos días, tú debes ser Mickaela —dijo una voz femenina, dulce pero con un toque de altivez. Mickaela levantó la vista y se encontró con una mujer alta y espectacularmente arreglada. Llevaba un vestido entallado, maquillaje impecable y unos tacones que resonaban con cada paso que daba. —Soy Naomi, la secretaria del señor Donovan. Encantada de conocerte —dijo con una sonrisa perfecta, aunque ligeramente condescendiente —Sígueme, te llevaré a su oficina. Mickaela asintió y la siguió en silencio, recorriendo los pasillos decorados con obras de arte
Capítulo 4—Advertencia Narrador: Kael cerró la puerta de la oficina tras ellos, y el ambiente se llenó de una ligera tensión, la misma que siempre flotaba entre ambos cuando se trataba de mujeres. Sin perder tiempo, Kael se dejó caer en su silla de cuero con un suspiro, mientras Ryan se tiraba en el sillón más cercano, estirando las piernas por encima del apoyabrazos y reclinándose como si estuviera en su casa. —Uff... —exhaló Ryan con una sonrisa ladina —La verdad que es preciosa. Es una monada de chica. Tiene unos ojos... —Dejó la frase en el aire, como si ya pudiera visualizarlo todo en su mente —Me la imagino de rodillas mirándome con ellos... —y se mordió el labio inferior.Kael se echó a reír, pero había un matiz oscuro en su risa, como si esa imagen fuera demasiado cercana a algo que él mismo había estado pensando. —Sí, yo también... —admitió, con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos —No he dejado de imaginármela así en toda la noche —Ryan levantó una ceja, divertido po
Capítulo 5 —La primera provocaciónNarrador:La galería de arte estaba abarrotada esa noche. Mickaela Frost ajustó el borde de su blusa negra y exhaló. Odiaba los eventos sociales como este, pero trabajar aquí significaba cumplir con cada apertura importante. Entre sonrisas educadas y copas de champaña, Mickaela se sentía atrapada, como si llevara una máscara que le quedaba demasiado ajustada. Todo era falso, brillante en la superficie, vacío por dentro. Y, por supuesto, él tenía que estar allí. Alto, con una chaqueta sobre una camisa blanca abierta en el cuello, Kael caminaba con esa facilidad arrogante de alguien que jamás había escuchado la palabra “no” como respuesta. La multitud pareció abrirse para dejarlo pasar, y la forma en que algunas mujeres lo miraban dejaba claro que no sería difícil encontrar compañía para la noche. Mickaela lo vio antes de que él la notara, pero no fue suficiente para escapar. Se giró hacia una de las mesas, buscando esconderse entre los catálogos de la
Capítulo 6 —Juego peligrosoNarrador:Mickaela salió tambaleándose del pasillo, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo a toda velocidad. El murmullo de la galería la envolvió como un recordatorio de que estaba de vuelta en la realidad, pero su mente seguía atrapada en ese rincón oscuro. La forma en que Kael la había mirado, como si todo hubiera sido por ella, como si su simple presencia lo hubiera impulsado a llevar las cosas hasta ese extremo… no podía sacárselo de la cabeza. Cruzó la galería con pasos rápidos, intentando que nadie notara su turbación. Necesitaba salir de allí antes de que cometiera la estupidez de buscarlo de nuevo. El aire afuera era fresco y limpio en comparación con el ambiente sofocante de adentro, pero no le ofreció el alivio que esperaba. Su piel seguía ardiendo, y no era por la temperatura. Se apoyó contra una de las columnas del patio trasero, tratando de poner en orden sus pensamientos. No podía creer lo que había hecho. Seguirlos había sido
Capítulo 7 —Al filo del descontrolRECUERDOS Narrador: Mickaela llegó al dormitorio con el cuerpo tenso y la mente agitada. Cerró la puerta de golpe, como si con ese gesto pudiera aislar todo lo ocurrido en la fiesta. Pero el peso de lo que había visto seguía aplastándola, negándose a desaparecer. Había sido un error ir a esa fiesta. Y lo peor de todo, ella lo sabía. Ver a Kael con otra chica, una rubia insignificante, riéndose y tocándolo como si le perteneciera, había sido demasiado. Pero lo que más la enfurecía era el modo en que él la había mirado mientras lo hacía, como si supiera que la estaba destrozando. Avanzó a tientas por la habitación oscura, sus pies descalzos sobre el suelo frío, buscando refugio en la tranquilidad habitual del lugar. Pero ni siquiera allí podía escapar. Todo el camino de regreso, la imagen de Kael y esa chica. Encendió la luz y arrojó su chaqueta sobre la cama con frustración. Caminó hacia la ventana y la abrió de par en par, esperando que el aire fres
Capítulo 8 —Una Tormenta SilenciosaRECUERDOSNarrador:Mickaela despertó temprano al día siguiente con una resaca emocional que dolía más que cualquier bebida. La habitación estaba tranquila, y la luz del amanecer se colaba por la ventana, demasiado brillante para su gusto. La sensación del cuerpo de Kael tan cerca la noche anterior seguía quemando su piel, como una herida que se negaba a sanar. Su compañera de cuarto, Sophie, la miró desde su escritorio con los brazos cruzados, claramente esperando una explicación.—¿Qué demonios pasó anoche? —preguntó con un tono entre curioso y crítico.Mickaela se llevó las manos a la cabeza, masajeándose las sienes, tratando de poner en orden sus pensamientos. Sabía que no tenía nada lógico que decir. ¿Cómo explicarle a Sophie que Kael era como una droga peligrosa de la que no podía apartarse, sin sonar completamente patética?—Fue… solo una mala noche —mintió, sin mucha convicción.Sophie no respondió de inmediato, pero la forma en que la mirab
Capítulo 9 — Un Encuentro Inconcluso RECUERDOSNarrador: Kael despertó con el sonido de su teléfono vibrando en la mesita de noche. Aún era temprano, el sol apenas asomaba en el horizonte. Desorientado, entrecerró los ojos al ver el nombre de su padrastro en la pantalla. Contestó, sintiendo que algo estaba mal. —¿Xavier? —Kael… —la voz del otro lado sonaba rota—. Tienes que venir. Es tu madre. No va a pasar de hoy. El mundo de Kael se detuvo por un segundo. Una sensación fría recorrió su espalda. —Voy para allá —respondió rápidamente, levantándose de la cama. De inmediato, empezó a vestirse apresuradamente. El plan que tenía para ese día quedó en segundo plano, borrado de su mente por la gravedad de la situación. Mickaela esperaba verlo en la celebración del campus, pero no había tiempo ni forma de avisarle. Salió del dormitorio con el teléfono en la mano, yendo a bucar el coche para llegar a su casa lo antes posible. Mientras tanto, Mickaela se preparaba para la celebración,
Capítulo 10 —El pasado la alcanzabaNarrador:Mickaela llegó a su casa con el cuerpo tenso y la mente agitada. Cerró la puerta de golpe, como si con ese gesto pudiera sellar todo lo que había ocurrido esa noche. Pero el peso de lo que acababa de pasar seguía aplastándola, negándose a desaparecer. Caminó a tientas por el pasillo en la oscuridad, sus pies descalzos sobre el suelo frío, buscando algún refugio en la tranquilidad familiar de su hogar. Quería alejarse de todo lo que Kael representaba, de esa sensación inquietante que no podía sacudirse. Subió las escaleras hacia su habitación y encendió la luz. El suave resplandor llenó el espacio, pero no la calmó. Arrojó su chaqueta sobre la cama y caminó hasta la ventana, abriéndola para dejar entrar el aire nocturno. Afuera, todo estaba tranquilo, como si el mundo entero hubiera decidido detenerse mientras ella luchaba por respirar normalmente. Apoyó las manos en el borde de la ventana, cerrando los ojos por un momento. Pero incluso así