Capítulo 4—Advertencia
Narrador:
Kael cerró la puerta de la oficina tras ellos, y el ambiente se llenó de una ligera tensión, la misma que siempre flotaba entre ambos cuando se trataba de mujeres. Sin perder tiempo, Kael se dejó caer en su silla de cuero con un suspiro, mientras Ryan se tiraba en el sillón más cercano, estirando las piernas por encima del apoyabrazos y reclinándose como si estuviera en su casa.
—Uff... —exhaló Ryan con una sonrisa ladina —La verdad que es preciosa. Es una monada de chica. Tiene unos ojos... —Dejó la frase en el aire, como si ya pudiera visualizarlo todo en su mente —Me la imagino de rodillas mirándome con ellos... —y se mordió el labio inferior.
Kael se echó a reír, pero había un matiz oscuro en su risa, como si esa imagen fuera demasiado cercana a algo que él mismo había estado pensando.
—Sí, yo también... —admitió, con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos —No he dejado de imaginármela así en toda la noche —Ryan levantó una ceja, divertido por la confesión, pero antes de que pudiera comentar algo más, Kael levantó un dedo, marcando el límite —Pero no te metas con ella.
Ryan lo miró, intrigado por el tono en la voz de su amigo.
—¿Desde cuándo nosotros tenemos problemas por las mujeres? —preguntó Ryan, con un tono medio en broma —Ya hasta las intercambiamos... a menos que sean familia, claro.
Kael rodó los ojos, pero su expresión se endureció ligeramente.
—Esta es diferente.
Ryan se incorporó un poco en el sillón, ahora más interesado.
—¿Diferente cómo? ¿Te cuesta porque es tu empleada? —preguntó, con una sonrisa burlona —¿Qué hay con lo de tu secretaria? —y rió
Kael bufó, cruzando los brazos.
—Esto es distinto.
—¿Por qué?
—Porque es diferente, ¿vale? —replicó Kael, su tono un poco más cortante —Y contigo no, Ryan. No te metas con Mickaela.
Ryan lo observó unos segundos, como si buscara algo en los ojos de Kael, una explicación más profunda que las palabras apresuradas que había soltado.
—¿Y eso? ¿Es que ahora nos controlamos entre nosotros? —preguntó Ryan, todavía con una sonrisa burlona.
Kael negó con la cabeza y dejó escapar un suspiro, masajeándose las sienes.
—Mira, ella es hija de una empleada de la casa, ¿vale? Mi padre la adora. Y no quiero problemas con eso.
Ryan se recostó de nuevo, pero su sonrisa se mantuvo, ahora más maliciosa que nunca.
—Está bien, está bien... —dijo, alzando las manos en un gesto de rendición —Me mantendré lejos de ella.
Pero la chispa en sus ojos traicionaba sus palabras. Kael lo miró de reojo, sabiendo perfectamente que su amigo rara vez se tomaba en serio esas promesas.
—Ryan... en serio —advirtió Kael, con un tono que no admitía discusión.
Ryan asintió, pero no del todo convencido.
—Como quieras, hermano —Sonrió con picardía y cerró los ojos, acomodándose más en el sillón —Pero, con una chica como esa, con esos ojos mirándome así como diciéndome, ”déjame chuparte todo”, sinceramente... será difícil.
Kael apretó la mandíbula, sintiendo una incomodidad inesperada asentarse en su estómago. Sabía que la presencia de Ryan era como jugar con fuego. Pero por alguna razón que no entendía del todo, la idea de que su amigo se acercara a Mickaela le molestaba más de lo que debería. Tamborileó los dedos sobre el escritorio, inquieto. La presencia de Ryan siempre le había parecido una compañía divertida y ligera, pero esta vez algo en la conversación lo había dejado intranquilo. Lo conocía demasiado bien, si algo le interesaba, Ryan iba tras ello sin importar las consecuencias. Y esa chispa en su mirada cuando habló de Mickaela... no le gustó nada.
—¿Sabes qué? —Kael se levantó de golpe —Vamos.
Ryan abrió los ojos, intrigado.
—¿A dónde?
—A tomar algo—Kael tomó su chaqueta del respaldo de la silla, pero su tono dejaba claro que quería sacarlo de la galería y, sobre todo, alejarlo de Mickaela.
Ryan soltó una carcajada, incorporándose lentamente.
—¿Me estás echando, Bro? Qué raro en ti. —Sonrió mientras se estiraba —¿Estás nervioso por la chica, eh?
Kael lo ignoró, sabiendo que cualquier intento de explicarse solo alimentaría más las bromas de su amigo.
—Vamos ya —Le lanzó una mirada severa y abrió la puerta de la oficina.
Al cruzarla, Kael vio a Mickaela en su escritorio, terminando su almuerzo. Estaba inclinada sobre una libreta, haciendo anotaciones distraídamente mientras mordía el borde de su sándwich. Algo en su postura relajada, en la manera en que un mechón de su cabello caía sobre sus ojos, lo descolocó. Por un instante, se quedó mirándola sin darse cuenta.
—¿Bro? —Ryan lo empujó con el hombro al pasar por su lado —Te estás quedando atrás.
Kael parpadeó, irritado consigo mismo por haberse distraído. Pero antes de irse, no pudo evitar hacer una advertencia final
—Micka... —dijo, llamando su atención —¿Puedo llamarte Micka?
Ella levantó la vista, con el ceño ligeramente fruncido y levantó los hombros en señal de indiferencia ante la pregunta.
—¿Sí?
—Si necesitas algo... cualquier cosa... me llamas.
La mirada de Mickaela se volvió desconfiada. No estaba acostumbrada a ese tono protector, especialmente viniendo de él.
—Estoy bien, gracias. —Le sonrió, pero era una sonrisa pequeña, casi cortante.
Ryan, apoyado contra el marco de la puerta, observó la interacción con una sonrisa de satisfacción.
—Nos vemos y espero que sea pronto, Micka, ha sido un verdadero placer conocerte —dijo él con una inclinación de cabeza juguetona.
Ella no respondió, volviendo la vista rápidamente a su libreta, como si quisiera cortar cualquier vínculo que pudiera formarse en ese instante. Kael suspiró. Sabía que ese iba a ser un problema. Un problema con nombre propio y tatuajes de luna. Cuando finalmente salieron de la galería, Kael caminó en silencio durante varios minutos, sintiendo la presión de la mirada burlona de Ryan a su lado.
—¿Sabes qué es lo peor de todo esto, Bro? —dijo Ryan finalmente, con esa sonrisa que siempre precedía al caos —Cuanto más me dices que no me acerque a ella, más ganas me dan de intentarlo.
Kael se detuvo, girando hacia su amigo con una seriedad que rara vez mostraba.
—Te lo advierto, Ryan. No la jodas. Esta vez, no.
Ryan alzó las manos, como si quisiera calmar las aguas. Pero la sonrisa traviesa permanecía en su rostro, tan presente como siempre.
—Tranquilo, hermano. —Le guiñó un ojo —Solo estoy disfrutando el espectáculo.
Kael apretó los dientes. El problema era que el espectáculo apenas había comenzado... y algo le decía que no sería fácil mantener a Ryan alejado. Y lo peor de todo, ni siquiera estaba seguro de querer mantenerse alejado él mismo. Mickaela se quedó en la galería, con los brazos cruzados, como si eso pudiera contener la extraña sensación que se enroscaba en su pecho. Soltó un suspiro pesado, mirando hacia la puerta de la oficina donde Kael y Ryan habían desaparecido entre risas y murmullos.
—Idiota... —susurró, más para sí misma que para nadie. Se frotó la frente con frustración. No sabía qué la irritaba más, si la arrogancia descarada de Kael, la sonrisa socarrona de Ryan, o el hecho de que, por un instante, había sentido una punzada incómoda al estar cerca de Kael. Agarró su sándwich medio comido y suspiró —Solo es un trabajo... solo es un trabajo —se repitió en voz baja, como si necesitara convencerse. Pero la presión en su pecho no cedía.
Capítulo 5 —La primera provocaciónNarrador:La galería de arte estaba abarrotada esa noche. Mickaela Frost ajustó el borde de su blusa negra y exhaló. Odiaba los eventos sociales como este, pero trabajar aquí significaba cumplir con cada apertura importante. Entre sonrisas educadas y copas de champaña, Mickaela se sentía atrapada, como si llevara una máscara que le quedaba demasiado ajustada. Todo era falso, brillante en la superficie, vacío por dentro. Y, por supuesto, él tenía que estar allí. Alto, con una chaqueta sobre una camisa blanca abierta en el cuello, Kael caminaba con esa facilidad arrogante de alguien que jamás había escuchado la palabra “no” como respuesta. La multitud pareció abrirse para dejarlo pasar, y la forma en que algunas mujeres lo miraban dejaba claro que no sería difícil encontrar compañía para la noche. Mickaela lo vio antes de que él la notara, pero no fue suficiente para escapar. Se giró hacia una de las mesas, buscando esconderse entre los catálogos de la
Capítulo 6 —Juego peligrosoNarrador:Mickaela salió tambaleándose del pasillo, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo a toda velocidad. El murmullo de la galería la envolvió como un recordatorio de que estaba de vuelta en la realidad, pero su mente seguía atrapada en ese rincón oscuro. La forma en que Kael la había mirado, como si todo hubiera sido por ella, como si su simple presencia lo hubiera impulsado a llevar las cosas hasta ese extremo… no podía sacárselo de la cabeza. Cruzó la galería con pasos rápidos, intentando que nadie notara su turbación. Necesitaba salir de allí antes de que cometiera la estupidez de buscarlo de nuevo. El aire afuera era fresco y limpio en comparación con el ambiente sofocante de adentro, pero no le ofreció el alivio que esperaba. Su piel seguía ardiendo, y no era por la temperatura. Se apoyó contra una de las columnas del patio trasero, tratando de poner en orden sus pensamientos. No podía creer lo que había hecho. Seguirlos había sido
Capítulo 7 —Al filo del descontrolRECUERDOS Narrador: Mickaela llegó al dormitorio con el cuerpo tenso y la mente agitada. Cerró la puerta de golpe, como si con ese gesto pudiera aislar todo lo ocurrido en la fiesta. Pero el peso de lo que había visto seguía aplastándola, negándose a desaparecer. Había sido un error ir a esa fiesta. Y lo peor de todo, ella lo sabía. Ver a Kael con otra chica, una rubia insignificante, riéndose y tocándolo como si le perteneciera, había sido demasiado. Pero lo que más la enfurecía era el modo en que él la había mirado mientras lo hacía, como si supiera que la estaba destrozando. Avanzó a tientas por la habitación oscura, sus pies descalzos sobre el suelo frío, buscando refugio en la tranquilidad habitual del lugar. Pero ni siquiera allí podía escapar. Todo el camino de regreso, la imagen de Kael y esa chica. Encendió la luz y arrojó su chaqueta sobre la cama con frustración. Caminó hacia la ventana y la abrió de par en par, esperando que el aire fres
Capítulo 8 —Una Tormenta SilenciosaRECUERDOSNarrador:Mickaela despertó temprano al día siguiente con una resaca emocional que dolía más que cualquier bebida. La habitación estaba tranquila, y la luz del amanecer se colaba por la ventana, demasiado brillante para su gusto. La sensación del cuerpo de Kael tan cerca la noche anterior seguía quemando su piel, como una herida que se negaba a sanar. Su compañera de cuarto, Sophie, la miró desde su escritorio con los brazos cruzados, claramente esperando una explicación.—¿Qué demonios pasó anoche? —preguntó con un tono entre curioso y crítico.Mickaela se llevó las manos a la cabeza, masajeándose las sienes, tratando de poner en orden sus pensamientos. Sabía que no tenía nada lógico que decir. ¿Cómo explicarle a Sophie que Kael era como una droga peligrosa de la que no podía apartarse, sin sonar completamente patética?—Fue… solo una mala noche —mintió, sin mucha convicción.Sophie no respondió de inmediato, pero la forma en que la mirab
Capítulo 9 — Un Encuentro Inconcluso RECUERDOSNarrador: Kael despertó con el sonido de su teléfono vibrando en la mesita de noche. Aún era temprano, el sol apenas asomaba en el horizonte. Desorientado, entrecerró los ojos al ver el nombre de su padrastro en la pantalla. Contestó, sintiendo que algo estaba mal. —¿Xavier? —Kael… —la voz del otro lado sonaba rota—. Tienes que venir. Es tu madre. No va a pasar de hoy. El mundo de Kael se detuvo por un segundo. Una sensación fría recorrió su espalda. —Voy para allá —respondió rápidamente, levantándose de la cama. De inmediato, empezó a vestirse apresuradamente. El plan que tenía para ese día quedó en segundo plano, borrado de su mente por la gravedad de la situación. Mickaela esperaba verlo en la celebración del campus, pero no había tiempo ni forma de avisarle. Salió del dormitorio con el teléfono en la mano, yendo a bucar el coche para llegar a su casa lo antes posible. Mientras tanto, Mickaela se preparaba para la celebración,
Capítulo 10 —El pasado la alcanzabaNarrador:Mickaela llegó a su casa con el cuerpo tenso y la mente agitada. Cerró la puerta de golpe, como si con ese gesto pudiera sellar todo lo que había ocurrido esa noche. Pero el peso de lo que acababa de pasar seguía aplastándola, negándose a desaparecer. Caminó a tientas por el pasillo en la oscuridad, sus pies descalzos sobre el suelo frío, buscando algún refugio en la tranquilidad familiar de su hogar. Quería alejarse de todo lo que Kael representaba, de esa sensación inquietante que no podía sacudirse. Subió las escaleras hacia su habitación y encendió la luz. El suave resplandor llenó el espacio, pero no la calmó. Arrojó su chaqueta sobre la cama y caminó hasta la ventana, abriéndola para dejar entrar el aire nocturno. Afuera, todo estaba tranquilo, como si el mundo entero hubiera decidido detenerse mientras ella luchaba por respirar normalmente. Apoyó las manos en el borde de la ventana, cerrando los ojos por un momento. Pero incluso así
Capítulo 11 —Entre la rabia y la tentaciónNarrador:Mickaela se despertó sobresaltada, aún con el eco de la noche anterior retumbando en su cabeza. La luz del amanecer se filtraba por las cortinas, pero no era suficiente para borrar la sensación de lo que había ocurrido entre ella y Kael. Su piel aún recordaba su toque, y la culpa se instalaba en su pecho como un peso insoportable. Se levantó con brusquedad, intentando ahogar las imágenes: la pared fría, su mano debajo de su ropa, el peligroso deseo que aún latía en su interior. Bajó las escaleras rápidamente, esperando escapar de su propio caos interno. Pero apenas llegó al recibidor, escuchó voces. Al abrir la puerta, se encontró con Ryan, el amigo más cercano de Kael, que hablaba por teléfono. Estaba apoyado contra el marco con su sonrisa fácil. Al verla, terminó la charla.—¿Ya despierta, Micka? —preguntó Ryan, sus ojos vagando por su cuerpo sin disimulo.—¿Qué haces aquí, en mi casa, Ryan? —replicó ella con brusquedad, cruzándos
Capítulo 12 — La Revelación y la Calma Antes del TorbellinoNarrador:Mickaela se quedó inmóvil, la mano en el pomo de la puerta, mientras trataba de calmar el torbellino de emociones que se arremolinaba en su pecho. Finalmente, giró la llave y abrió con fuerza. Kael estaba allí, apoyado contra el marco, su figura bañada por la luz tenue de la tarde. Llevaba una chaqueta de cuero que acentuaba su actitud despreocupada, pero sus ojos traicionaban algo más: una intensidad que la hizo estremecer.—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, cruzándose de brazos para protegerse de lo que sabía que vendría.Kael alzó una ceja y sonrió con ironía.—Lo sabes bien, Mickaela. No puedo quedarme lejos, aunque me esfuerce. Eres como un pu*to imán, aunque trate de alejarme, tu me jalas hacia tí. Y te juro que lo intento...Ella bufó, sin molestarse en disimular su molestia.—¿Intentarlo? ¿Eso es lo que llamas acosarme con mensajes tan… tan...? —Su voz se quebró, pero rápidamente recobró la compostura —¿Tan a