El restaurante privado en el último piso del hotel más exclusivo de la ciudad estaba diseñado para impresionar. Luces tenues, una vista panorámica de la metrópoli iluminada y un ambiente tan refinado que parecía sofocante. Nelly se ajustó el escote de su vestido rojo, cruzando las piernas con despreocupación mientras tamborileaba los dedos contra la mesa de madera oscura.
No estaba nerviosa. Estaba furiosa. La habían obligado a estar allí, a encontrarse con un hombre que solo conocía por los medios y que, según su madre, era “una oportunidad que no podía desaprovechar”. Como si ella fuera un negocio. Levantó la copa de vino blanco y bebió un sorbo justo cuando la puerta de la sala privada se abrió. Adrián Cisneros entró sin prisa, con la seguridad de alguien que está acostumbrado a que el mundo se acomode a su voluntad. Su traje negro impecable parecía hecho para complementar su porte rígido y su expresión impasible. Nelly lo escaneó sin ninguna vergüenza, se podía decir que sería muy envidiado por muchas mujeres. Adrián caminó y cuando sus ojos la encontraron, apenas si mostró una reacción. Un vistazo rápido. Un juicio silencioso. Nelly conocía esa mirada. La había visto demasiadas veces antes frente a las cámaras. “No eres lo que esperaba”. La diferencia era que a ella no le importaba. —Llegas tarde —dijo Nelly, inclinando la cabeza con una sonrisa que no le llegó a los ojos. Adrián se sentó frente a ella con movimientos calculados, deslizándose en su asiento sin prisa. Fijó su mirada en ella y pudo apreciar mejor esa mirada inteligente y calculadora. —No suelo hacer esperar a la gente... —Entonces debo ser especial —interrumpió con sarcasmo—. Ya llevo casi una hora aquí. Un silencio tenso se instaló entre los dos mientras el mesero servía el vino en la copa de Adrián. Él lo tomó con elegancia, pero no bebió de inmediato. Sus ojos la recorrieron con una precisión casi quirúrgica. —¿Cuánto sabes de mí? —preguntó con voz baja, firme. Nelly se apoyó en el respaldo de la silla, jugando con el tallo de su copa. —Lo suficiente para saber que esto no es tu idea —respondió, con una sonrisa ladeada—. Y que tampoco eres mi tipo. Adrián alzó una ceja. Rebelde era poco, Nelly demostraba que era de armas tomar. —No veo por qué eso, importe. No estamos aquí por atracción, sino por conveniencia. —Qué romántico —Nelly rodó los ojos—. Me alegra ver que no eres del tipo que endulza las cosas. —No veo el sentido de perder el tiempo con falsedades. —Vaya, pues déjame ahorrártelo, entonces —se inclinó ligeramente hacia él—. No pienso convertirme en la esposa decorativa que esperas. Adrián la observó en silencio por un momento antes de apoyar los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos. —Y yo no pienso ceder un solo centímetro de mi vida para acomodarme a tus ideas de libertad o alguna exigencia. El aire se volvió denso entre ellos. Dos voluntades opuestas, chocando como espadas afiladas. Nelly sonrió primero, pero esta vez fue un gesto genuino. Un destello de desafío en sus ojos. —Entonces esto va a ser muy interesante. Adrián tomó un sorbo de su vino, imperturbable. —Sin duda —dijo Adrián viéndola directamente a los ojos, con gran interés de verla tan segura. Ninguno de los dos era capaz de decir en voz alta la verdad, ya se habían dado cuenta en esa primera reunión: que se subestimaron mutuamente. Y eso solo haría el juego aún más peligroso. Mientras que en la elegante sala de estar de la mansión, Cisneros irradiaba un aire de opulencia y poder. Los muebles de caoba pulida brillaban bajo la luz de los candelabros de cristal, y la chimenea de mármol crepitaba suavemente, llenando el ambiente con un calor reconfortante. Eduardo Cisneros, un hombre de negocios imponente y de mirada penetrante, estaba sentado en un sillón de cuero, sosteniendo una copa de whisky en su mano. Frente a él se encontraban los padres de Nelly, Doris y Roberto, visiblemente nerviosos ante la presencia del patriarca. —Agradezco que hayan aceptado mi invitación —comenzó Eduardo con voz grave, rompiendo el silencio que reinaba en la sala—. Mi hijo Adrián y su hija Nelly están destinados a unirse en matrimonio. Doris asintió con la cabeza, mientras que Roberto permanecía en silencio, con la mirada fija en él. —Mi hijo es un hombre ocupado, pero estoy seguro de que sabrá cumplir con sus obligaciones conyugales —continuó Eduardo—. Sin embargo, deseo que este matrimonio sea más que una simple unión de conveniencia. Quiero que mis nietos crezcan en un hogar estable y lleno de amor. Doris sonrió tímidamente, buscando apoyo en su esposo. —Nelly es una mujer rebelde, pero estoy seguro de que sabrá comportarse como una esposa, debe hacerlo —añadió Roberto, con un tono de voz controlado. Eduardo frunció el ceño. —No me interesa una esposa sumisa —replicó con firmeza—. Quiero una mujer fuerte, que tenga sus propias opiniones y que no tenga miedo de enfrentarse a nadie. No por nada elegí a Nelly. Doris y Roberto se miraron sorprendidos. No esperaban esa reacción por parte de Eduardo. —Nelly es una mujer inteligente y con carácter, muy difícil de controlar... —dijo Doris—. Pero estoy segura de que sabrá ser una buena compañera para su hijo. —Eso espero —respondió Eduardo—. Porque no toleraré ninguna falta de respeto hacia mi hijo. Un silencio incómodo se instaló en la sala. Doris y Roberto no sabían qué decir. —Confío en que este matrimonio será beneficioso para ambas familias —dijo Eduardo finalmente, levantándose de su sillón—. Ahora, si me disculpan, tengo asuntos que atender. Doris y Roberto se levantaron también y se despidieron de Eduardo con una reverencia. Al salir de la mansión Cisneros, ambos suspiraron aliviados. —¿Crees que Nelly cumpla con lo que Cisneros quiere? —preguntó Doris, nerviosa. —No me confío, pero me interesa que Nelly esté casada por un año o la herencia pasará a manos de mi hermano —respondió Roberto—. Eduardo Cisneros es un hombre impredecible, necesitaremos hablar con Nelly. Doris asintió con la cabeza. —Sí, pero me preocupa su rebeldía —dijo Roberto—. No quiero que arruine este matrimonio por su comportamiento. —No te preocupes —replicó Doris—. Yo me encargaré de que Nelly se comporte como debe ser. Roberto suspiró. —Espero que tengas razón. Mientras tanto, la cena entre Nelly y Adrián transcurría con una tensión palpable. A pesar de la elegancia del lugar y la exquisitez de la comida, ambos se sentían incómodos, como si estuvieran representando un papel que no les correspondía. —No entiendo por qué aceptaste este matrimonio —dijo Nelly, rompiendo el silencio—. Se nota que no te hace feliz. Adrián la miró con frialdad. —No te metas en mis asuntos —respondió—. Tú tampoco estás muy contenta, ¿verdad? Nelly sonrió con ironía. —No me casaría contigo, ni aunque fueras el último hombre en la Tierra. —El sentimiento es mutuo —replicó Adrián—. Pero ambos sabemos que no tenemos opción. Un silencio incómodo volvió a instalarse entre ellos. Nelly jugueteaba con su copa de vino, mientras que Adrián observaba la ciudad a través del ventanal. —¿Qué vas a hacer después de la boda? —preguntó Nelly, tratando de romper el hielo. —Seguir con mi vida —respondió Adrián—. No pienso cambiar nada. —¿Y yo? —preguntó Nelly—. ¿También seguiré con mi vida? —Por supuesto —respondió Adrián—. Pero cada uno por su lado. Nelly negó con la cabeza. —No me parece —dijo—. Te seguiré a donde quieras que vayas. Adrián se carcajeó, veía en Nelly una mujer difícil de controlar. —Yo no espero que seas la mujer ideal —replicó Adrián—. Solo quiero que cumplas con tu papel. —¿Y cuál es mi papel? —preguntó Nelly con sarcasmo. —Ser la señora de Cisneros —respondió Adrián—. Y no meterte en mis asuntos. Nelly soltó una carcajada. —Eso no va a pasar —dijo—. No voy a ser tu florero, no me dejaré menospreciar y mucho menos humillar. —Ya lo veremos —replicó Adrián—. Pero no te confíes. La cena continuó en silencio, con ambos sumidos en sus pensamientos. Al terminar, Adrián se levantó y le ofreció su mano a Nelly. —Te llevaré a casa —dijo. Nelly aceptó su mano y ambos salieron del restaurante, Nelly no paraba de preguntar o comentar cosas que, más que molestarle a Adrián, le hacían reír. No entendía la decisión de su padre en escoger a Nelly.La fiesta de compromiso había sido todo un éxito, aunque Nelly tuvo que soportar las críticas sobre su cuerpo. Como siempre, decidió ser una mujer segura de sí misma y no prestar atención a nada.Y justo en ese momento, ya habían pasado los días y la gran boda, preparada en poco tiempo, estaba llevándose a cabo.El sonido del tacón de Nelly resonó en el lujoso pasillo de mármol mientras su madre le arreglaba el velo con manos temblorosas. No era una boda soñada, no había emoción en su corazón, solo una fría sensación de resignación. La tela del vestido, suave y fría contra su piel, se sentía como un sudario. El aroma a flores, dulce e intrusivo, la mareaba.Al otro lado de la puerta, Adrián Cisneros se ajustaba el reloj con su habitual gesto indiferente. Para él, este matrimonio no era más que un contrato que le permitiría mantener la empresa en pie y en sus manos, como se lo prometió a su madre. No tenía intención de enamorarse, ni de ceder un solo espacio de su vida para alguien com
La suite nupcial era un espectáculo de lujo. Alfombras gruesas, muebles elegantes, una cama demasiado grande con sábanas de satén color marfil. Cada rincón destilaba opulencia, como si el dinero pudiera disfrazar la realidad de lo que era: una jaula dorada. Un perfume tenue, mezclado de lavanda y madera pulida, flotaba en el aire, impregnando el espacio con una sensación de calma artificial.Nelly entró primera, sus tacones resonando sobre el suelo de mármol, un sonido que contrastaba con el pesado silencio que se cernía sobre ellos. Su vestido de novia pesaba como si llevara encima el peso de cada expectativa que su familia había puesto sobre ella.Como un manto invisible de obligaciones que no había pedido. Se detuvo en medio de la habitación y, sin mirar a Adrián, comenzó a quitarse los alfileres del cabello. Las horquillas cayeron una a una sobre la cómoda de madera oscura con un tintineo sordo, como gotas de lluvia, estrellándose contra el suelo.Adrián cerró la puerta detrás de
El amanecer trajo consigo una luz dorada que se filtraba por los ventanales de la mansión Cisneros. Un lugar que, pese a su grandiosidad, se sentía gélido, impersonal. Cada mueble, cada alfombra, cada obra de arte estaba colocado con precisión matemática, sin rastro alguno de calidez.Nelly se despertó con el sonido del silencio.Se estiró en la enorme cama, sintiendo la frialdad de las sábanas de seda. Miró hacia el lado vacío del colchón y rodó los ojos. Por supuesto que Adrián no había dormido allí.El único día que durmieron juntos, fue en su noche de boda y por supuesto que no paso nada. Nelly nunca entendió porque al día siguiente Adrián estaba de mal humor y aunque Nelly se disculpo varias veces de haber sido culpa de ella, el no dejarlo dormir, él seguía sin querer tocar ese tema.Con un suspiro, se levantó, descalza, y caminó hasta el armario. Al abrirlo, se encontró con filas de trajes perfectamente alineados, zapatos lustrados y camisas blancas inmaculadas. Casi parecía qu
El primer rayo de sol se filtró entre las cortinas de la habitación, despertando a Adrián de un sueño profundo y reparador. Se sintió cálido y cómodo, como si hubiera dormido plácidamente por primera vez en mucho tiempo.Abrió los ojos lentamente, encontrándose con una imagen que lo sorprendió y lo descolocó al instante. Nelly dormía plácidamente a su lado, su cuerpo curvilíneo y sensual, estaba acurrucado contra el de él. Su cabello rubio y sedoso se extendía sobre la almohada, y su rostro angelical reflejaba una tranquilidad que rara vez veía en ella. Una de sus manos descansaba sobre el pecho de Adrián, y su respiración suave y acompasada le producía una extraña sensación de paz.Un recuerdo fugaz de la noche anterior cruzó su mente: la extraña sensación cuando escuchó que ella iría a un club, la calidez de sus cuerpos cuando la llevó en brazos hasta la habitación. No recordaba cómo había terminado abrazándola, pero la sensación era agradable, demasiado agradable.Adrián recordó la
El salón de eventos de la familia Álvarez de la Torre era impresionante. Un techo altísimo con una araña de cristal, paredes adornadas con arte clásico, mesas dispuestas con una pulcritud obsesiva. Todo estaba perfectamente calculado para irradiar exclusividad.Cuando Nelly cruzó la puerta con Adrián a su lado, los murmullos comenzaron de inmediato.—Es más… Exuberante de lo que esperaba.—¿Viste su vestido? ¡Qué audaz…!—Definitivamente, no es el tipo de mujer para Adrián.Las palabras se deslizaron por la sala como serpientes venenosas. Nelly se obligó a mantener la barbilla en alto, su espalda recta y su sonrisa firme. No iba a darles el placer de verla afectada.Adrián, en cambio, parecía completamente indiferente. Caminaba con su aura de superioridad natural, saludando con un leve asentimiento de cabeza a quienes se acercaban. Como si estuviera por encima de todo. Como si no notara los cuchicheos dirigidos a su esposa.O peor aún… como si los notara y no le importara.Nelly sinti
El eco de los murmullos aún persistía en la mente de Nelly. Aunque había mantenido la compostura durante la cena, la sensación de ser examinada, juzgada y descartada como una intrusa seguía pegada a su piel como un vestido demasiado ajustado.Esa mañana, despertó con una extraña inquietud en el pecho. No era miedo ni tristeza. Era un enojo.Enojo porque Adrián la había dejado a merced de esas arpías. Enojo porque, aunque su respuesta a Susana Montenegro había sido perfecta, no debía haber estado sola en esa batalla. ¿Para qué tenía a su lado a un hombre que no la cuidaba como a su joya más preciada?Por supuesto, eso era algo que no podía esperar de Adrián, él jamás sería alguien tan romántico y caballeroso con ella. Eso le traería ciertos problemas a él y el principal, era ser juzgado y criticado por la esposa que tenía.Cuando bajó a la cocina, la encontraban esperándola un café negro y un croissant sobre un plato de porcelana. No preguntó quién lo había preparado, pero una parte de
Era una de esas noches en las que la ciudad se sentía tranquila, casi suspirando, como si el mundo hubiera hecho una pausa. Desde la ventana del estudio, Nelly observaba las luces dispersas entre las sombras, sin preocuparse por el mundo que se encontraba a miles de kilómetros de allí. Las preocupaciones de la alta sociedad, las miradas curiosas, y el constante estrés de estar atrapada en un matrimonio donde tenía que aparentar estar enamorada y aguantarse las críticas.Después de gastar tanto dinero para molestar a Adrián, decidió ignorarlo por esos días, dedicándose a leer y escribir, lo que tanto amaba. Estaba sentada en el sillón, leyendo un libro que había encontrado en una de las estanterías de la biblioteca. Era un libro sobre administración, nada que la fascinara, pero algo la mantenía ahí, entretenida, mientras trataba de encontrar un poco de paz en medio del caos que era su vida.Ya hasta había olvidado sus propios problemas. Mientras leía el libro, donde hablaba de grandes
Días después La gala anual de Cisneros Corp. estaba en pleno apogeo. Las luces suaves y cálidas iluminaban el salón de baile, creando una atmósfera que combinaba lujo y sofisticación a partes iguales. Las mujeres deslumbraban con vestidos de alta costura y los hombres, impecablemente vestidos con los mejores trajes diseñados a la medida, todos se desplazaban por el salón con una confianza que desbordaba.Todo en el evento era una obra maestra de perfección, una especie de escaparate del poder y el éxito de la empresa. Y, sin embargo, en el aire flotaba algo diferente esa noche, una tensión que Nelly no podía ignorar.La pareja del año, bajaba por las escaleras, recibiendo halagos y críticas también, y todo por Nelly. Ninguna mujer aceptaba que una mujer que no representara a la mujer hermosa y de buen cuerpo, estuviese al lado de Adrián Cisneros.Nelly sonreía con burla frente a las que ya tenía en la mira por hablar mal de ella, muy agarra del brazo de Adrián.Su vestido, una pieza