Mientras Nelly permanecía en el centro de la pista, sintiendo el eco de lo que acababa de ocurrir entre ella y Adrián, un murmullo se fue esparciendo por el salón. Los murmullos que antes parecían vacíos comenzaron a adquirir una nueva tonalidad, una mezcla de curiosidad y fascinación. Las mujeres, que hasta hacía unos minutos se habían mantenido absortas en sus propias conversaciones, ahora no podían evitar lanzarse miradas furtivas hacia ella y Adrián.Y aunque el resto de los invitados seguían disfrutando de la gala, otro pequeño grupo de mujeres se agrupó cerca del borde de la pista, sus ojos fijos en la pareja que acababa de bailar.—¿Viste eso? —dijo una de ellas, Isabel, con una expresión de incredulidad. Su tono estaba cargado de asombro, como si acabara de presenciar un acontecimiento histórico. —¡Adrián Cisneros! Bailando… ¿Y con esa gorda?—¡Lo sé! —respondió Teresa, otra mujer del grupo, con una sonrisa que reflejaba algo entre la sorpresa y la envidia. —Nadie, absolutamen
La mañana después de la gala, Adrián despertó con una sensación inusual en el cuerpo. La luz matutina se colaba entre las rendijas de las pesadas cortinas de su dormitorio, y la habitación, impecablemente ordenada, reflejaba la fría perfección que siempre había sido su refugio. Sin embargo,. Había algo que lo inquietaba, algo que no lograba identificar y que, al mismo tiempo, no podía dejar de pensar.Nelly.¿Donde estaba? Se sorprendió no verla, y era ese vacío que sintió al no tener encima de él, un brazo o una pierna de ella. Creyendo que ya se había levantado, decido cerrar los ojos unos minutos más.El recuerdo del baile de la noche anterior seguía fresco en su mente. No era la música lo que lo había marcado, ni siquiera la fragorosa atmósfera de la gala. Fue ella, su cercanía, su risa espontánea, su humor negro, esa chispa en su mirada que parecía desafiarlo, romper el orden que él tanto apreciaba. Autenticidad.Nunca había conocido a alguien como Nelly. Siempre había estado r
Era un atardecer cálido, pero la casa parecía estar sumida en una atmósfera gélida. El sonido del viento rozando las ventanas de la mansión se mezclaba con el murmullo de las hojas en los árboles del jardín. El salón, con su decoración sobria y elegante, reflejaba una calma inquietante. Pero dentro de él, el aire estaba cargado de tensión.Nelly caminaba de un lado a otro, su paciencia agotada, su cuerpo vibrante de ira contenida. Había esperado demasiado, había intentado adaptarse, había intentado ser la esposa que su familia quería que fuera, la mujer que Adrián pensaba que era. Pero algo dentro de ella, algo feroz y rebelde, le decía que ya no podía más.Ya eran tres meses de casada y no había logrado nada con Adrián, su coraza seguía intacta y la paciencia de Nelly se había agotado.Finalmente, no pudo resistir más. Su mirada fija en la figura de Adrián, sentado con los ojos fijos en su laptop, completando alguna tarea corporativa, fue suficiente para que decidiera enfrentarse a é
Adrián salió del salón, casi sin hacer ruido, como si no quisiera enfrentarse a más. La puerta de la entrada se cerró con un golpe seco, resonando en la casa vacía. Nelly, sin embargo, no se movió. La rabia que había sentido antes se transformó en una angustia profunda, y una sensación de impotencia se apoderó de su pecho. ¿Por qué siempre había sido tan difícil? ¿Por qué nadie parecía ver lo que ella sentía?Finalmente, las lágrimas se desbordaron. El llanto se apoderó de ella, suave al principio, como si fuera un río lento, pero pronto se convirtió en un torrente incontrolable. La frustración, la desesperación de no ser vista, la angustia de sentirse atrapada en una vida que no le pertenecía, todo eso salía de su cuerpo en forma de sollozos ahogados.Se desplomó sobre el sofá, abrazándose a sí misma, buscando alguna forma de consuelo en su propio ser, pero lo único que sentía era vacío. Vacío porque Adrián nunca iba a cambiar, porque él se había convencido de que lo único que podía
El amanecer llegó con una luz tenue, filtrándose a través de las cortinas gruesas de la mansión. La casa, fría y silenciosa, parecía contener aún los ecos de la discusión de la noche anterior. El reloj marcaba las siete, y Adrián, con un leve dolor de cabeza por los tragos de whisky, se dirigió a la cocina.El aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el sonido del chisporroteo de los huevos en la sartén. Carmen, la empleada, le dedicó una mirada rápida antes de seguir preparando el desayuno. Adrián se pasó una mano por el rostro, tratando de sacudirse el cansancio, pero más que físico, el agotamiento era mental.Los recuerdos de la noche anterior seguían golpeando su mente como una marea insistente. Las palabras de Nelly, su mirada herida, la forma en que sus labios temblaron antes de soltar aquel último reproche… Todo eso lo tenía atrapado en una sensación incómoda, como un peso en el pecho que no lograba sacudirse.El sonido de pasos bajando por la escalera lo sa
La mañana del viaje a Buenos Aires comenzó con un aire fresco y cargado de expectativas. Nelly se encontraba frente al espejo, vistiéndose para el vuelo, su mente aún atrapada entre las palabras de la noche anterior y las maneras de Adrián de hacer las pases. Un viaje de negocios, era suficiente después del conflicto, algo había cambiado en el aire, pero el ambiente seguía siendo tenso y distante porque así ella lo había decidido. Sabía que este viaje de negocios no haría más que aumentar su deseo de alejarse de él, pero no podía evitar preguntarse si, tal vez, en algún momento las cosas serían diferentes.El día había comenzado temprano. Mientras terminaba de ajustar su blusa blanca de seda, vio desde la ventana la limusina de Adrián estacionada frente a la casa, un recordatorio de que su vida, por más que intentara huir, siempre estaba marcada por esa frialdad que él emanaba.La carencia de un verdadero “nosotros” seguía pesando entre ambos, pero Nelly no podía dejar de sentir que
La mañana después de la cena en Buenos Aires, Nelly se despertó con energía. La niebla matutina se deslizaba suavemente por las calles de la ciudad, mientras las primeras luces del día iluminaban las altas torres del hotel. Se sentó en la cama, mirando por la ventana, sumida en sus pensamientos. No era solo el viaje de negocios lo que la tenía distraída, sino lo difícil que estaba siendo ignorarlo. Algo había roto la barrera de su frialdad, y aunque no sabía qué era exactamente, Nelly sentía que había algo en él que se resistía a mostrar.Después de un desayuno silencioso, donde Adrián permaneció absorto en sus pensamientos mientras Nelly intentaba descifrar lo que pasaba por su mente, ambos se dirigieron a la última reunión del día. No obstante, al terminar, Nelly estaba determinada a descubrir más sobre el hombre que había aprendido a tratar con distancia. En su mente, un pensamiento persistía: ¿Qué le había pasado a Adrián para volverse tan cerrado? Su frialdad no era solo un capar
El amanecer en Buenos Aires se filtraba con timidez a través de las cortinas de la habitación de Adrián. La luz tenue iluminaba la piel perlada de sudor de su frente mientras fruncía el ceño, sintiendo una punzada aguda en la sien. Un latido constante le palpitaba en la cabeza, un recordatorio inequívoco de la noche anterior.Se removió en la cama con un gruñido, cubriéndose los ojos con el antebrazo en un intento de huir del resplandor matutino. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si hubiera sido arrastrado por la resaca de un oleaje inclemente. Cuando el inconfundible sonido del vaso posándose sobre la mesilla de noche llegó a sus oídos, un suspiro exasperado escapó de sus labios.—Bebe —ordenó Nelly con voz neutra, colocándole una pastilla en la mano.Adrián entreabrió los ojos y la vio, de pie junto a su cama con los brazos cruzados, observándolo con una mezcla de diversión y resignación. Su cabello estaba recogido en un moño desordenado, y su expresión era inescrutable. Sin dis