Adrián salió del salón, casi sin hacer ruido, como si no quisiera enfrentarse a más. La puerta de la entrada se cerró con un golpe seco, resonando en la casa vacía. Nelly, sin embargo, no se movió. La rabia que había sentido antes se transformó en una angustia profunda, y una sensación de impotencia se apoderó de su pecho. ¿Por qué siempre había sido tan difícil? ¿Por qué nadie parecía ver lo que ella sentía?Finalmente, las lágrimas se desbordaron. El llanto se apoderó de ella, suave al principio, como si fuera un río lento, pero pronto se convirtió en un torrente incontrolable. La frustración, la desesperación de no ser vista, la angustia de sentirse atrapada en una vida que no le pertenecía, todo eso salía de su cuerpo en forma de sollozos ahogados.Se desplomó sobre el sofá, abrazándose a sí misma, buscando alguna forma de consuelo en su propio ser, pero lo único que sentía era vacío. Vacío porque Adrián nunca iba a cambiar, porque él se había convencido de que lo único que podía
El amanecer llegó con una luz tenue, filtrándose a través de las cortinas gruesas de la mansión. La casa, fría y silenciosa, parecía contener aún los ecos de la discusión de la noche anterior. El reloj marcaba las siete, y Adrián, con un leve dolor de cabeza por los tragos de whisky, se dirigió a la cocina.El aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el sonido del chisporroteo de los huevos en la sartén. Carmen, la empleada, le dedicó una mirada rápida antes de seguir preparando el desayuno. Adrián se pasó una mano por el rostro, tratando de sacudirse el cansancio, pero más que físico, el agotamiento era mental.Los recuerdos de la noche anterior seguían golpeando su mente como una marea insistente. Las palabras de Nelly, su mirada herida, la forma en que sus labios temblaron antes de soltar aquel último reproche… Todo eso lo tenía atrapado en una sensación incómoda, como un peso en el pecho que no lograba sacudirse.El sonido de pasos bajando por la escalera lo sa
La mañana del viaje a Buenos Aires comenzó con un aire fresco y cargado de expectativas. Nelly se encontraba frente al espejo, vistiéndose para el vuelo, su mente aún atrapada entre las palabras de la noche anterior y las maneras de Adrián de hacer las pases. Un viaje de negocios, era suficiente después del conflicto, algo había cambiado en el aire, pero el ambiente seguía siendo tenso y distante porque así ella lo había decidido. Sabía que este viaje de negocios no haría más que aumentar su deseo de alejarse de él, pero no podía evitar preguntarse si, tal vez, en algún momento las cosas serían diferentes.El día había comenzado temprano. Mientras terminaba de ajustar su blusa blanca de seda, vio desde la ventana la limusina de Adrián estacionada frente a la casa, un recordatorio de que su vida, por más que intentara huir, siempre estaba marcada por esa frialdad que él emanaba.La carencia de un verdadero “nosotros” seguía pesando entre ambos, pero Nelly no podía dejar de sentir que
La mañana después de la cena en Buenos Aires, Nelly se despertó con energía. La niebla matutina se deslizaba suavemente por las calles de la ciudad, mientras las primeras luces del día iluminaban las altas torres del hotel. Se sentó en la cama, mirando por la ventana, sumida en sus pensamientos. No era solo el viaje de negocios lo que la tenía distraída, sino lo difícil que estaba siendo ignorarlo. Algo había roto la barrera de su frialdad, y aunque no sabía qué era exactamente, Nelly sentía que había algo en él que se resistía a mostrar.Después de un desayuno silencioso, donde Adrián permaneció absorto en sus pensamientos mientras Nelly intentaba descifrar lo que pasaba por su mente, ambos se dirigieron a la última reunión del día. No obstante, al terminar, Nelly estaba determinada a descubrir más sobre el hombre que había aprendido a tratar con distancia. En su mente, un pensamiento persistía: ¿Qué le había pasado a Adrián para volverse tan cerrado? Su frialdad no era solo un capar
El amanecer en Buenos Aires se filtraba con timidez a través de las cortinas de la habitación de Adrián. La luz tenue iluminaba la piel perlada de sudor de su frente mientras fruncía el ceño, sintiendo una punzada aguda en la sien. Un latido constante le palpitaba en la cabeza, un recordatorio inequívoco de la noche anterior.Se removió en la cama con un gruñido, cubriéndose los ojos con el antebrazo en un intento de huir del resplandor matutino. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si hubiera sido arrastrado por la resaca de un oleaje inclemente. Cuando el inconfundible sonido del vaso posándose sobre la mesilla de noche llegó a sus oídos, un suspiro exasperado escapó de sus labios.—Bebe —ordenó Nelly con voz neutra, colocándole una pastilla en la mano.Adrián entreabrió los ojos y la vio, de pie junto a su cama con los brazos cruzados, observándolo con una mezcla de diversión y resignación. Su cabello estaba recogido en un moño desordenado, y su expresión era inescrutable. Sin dis
El amanecer se colaba con pereza entre las gruesas cortinas de la habitación. La luz dorada se extendía por el suelo de madera pulida, acariciando los muebles con un resplandor tenue. Adrián permanecía recostado sobre la cama, con un brazo apoyado sobre la frente y la mirada perdida en el techo. A pesar del descanso, el agotamiento pesaba en su cuerpo como si hubiera corrido kilómetros sin detenerse.La noche anterior se había quedado hasta tarde en su despacho revisando unos documentos y en ese momento recordó lo que realmente había pasado en Buenos Aires mientras estuvo ebrio. La conversación con su padre la noche anterior sobre tener un nieto, aún rondaba su mente, pero no era eso lo que le molestaba. Había algo más, un detalle incómodo que se abrió paso entre la niebla del alcohol: había hablado demasiado con Nelly. Fragmentos de la noche en buenos aires volvían en ráfagas confusas… su voz confundiéndose con la brisa en la terraza, la forma en que sus emociones afloraron sin filt
La tarde comenzaba a disiparse, dejando un resplandor dorado que bañaba las calles de la ciudad. Nelly caminaba con paso firme por las calles, disfrutando de la libertad y del aire fresco que comenzaba a hacerse más cálido. Todo parecía tranquilo, y ella disfrutaba caminar sola, con su mente ligeramente distraída entre pensamientos que vagaban entre Adrián y todo lo que había sucedido desde que se casaron. Como poco a poco dejaba de ser esa mujer altanera buscando encajar en la vida de Adrián y las exigencias del matrimonio.Aunque Adrián y ella no se conocían lo suficiente como para considerarse amigos, había algo en él que la mantenía alerta, esperando que un día fuera capaz de despojarse de su armadura de CEO inflexible y dejar ver al hombre detrás de la fachada. Sin embargo, sabía que ese día estaba muy lejos de llegar, o tal vez no lo estaría, pero había algo en su relación que, aunque tensa y distante, parecía estar creciendo lentamente.A pesar de la insistencia de Lucía para
Los días seguían pasando, Nelly ya estaba recuperada de su mano, aunque aún tenía una venda. Adrián ya había vuelto a ser amable, pero Nelly trataba de no hacerse falsas ilusiones y terminar herida.Lucía estaba en su mejor momento abriendo una pequeña tienda, y Nelly tenía estar ahí con ella, celebrando sus triunfos. Aunque primero decidió pasar a la oficina de Adrián para invitarlo a una cena entre amigos.—Que hace mi señora esposa aquí, ¿Desea algo?—Que bello suena eso, pero mejor no lo digas más, a veces suelo creerme las mentiras de hombres guapos como tú. —Dijo Nelly sentada en el sofá de piernas cruzadas. Sacando una sonrisa de Adrián, una que estaba logrando sacarle muy a menudo.—¿Entonces que quieres Nelly? —Cambió su expresión a una dura.—Vine a invitarte a una cena de amigos, con Lucía, está celebrando la apertura de su tienda. Dime si quieres o puedes —hablo de brazos cruzados.—Nelly, deja de ser tan altanera conmigo, trato de ser buen esposo, ¿puedes hacerlo tú conmi