La mañana después de la cena en Buenos Aires, Nelly se despertó con energía. La niebla matutina se deslizaba suavemente por las calles de la ciudad, mientras las primeras luces del día iluminaban las altas torres del hotel. Se sentó en la cama, mirando por la ventana, sumida en sus pensamientos. No era solo el viaje de negocios lo que la tenía distraída, sino lo difícil que estaba siendo ignorarlo. Algo había roto la barrera de su frialdad, y aunque no sabía qué era exactamente, Nelly sentía que había algo en él que se resistía a mostrar.Después de un desayuno silencioso, donde Adrián permaneció absorto en sus pensamientos mientras Nelly intentaba descifrar lo que pasaba por su mente, ambos se dirigieron a la última reunión del día. No obstante, al terminar, Nelly estaba determinada a descubrir más sobre el hombre que había aprendido a tratar con distancia. En su mente, un pensamiento persistía: ¿Qué le había pasado a Adrián para volverse tan cerrado? Su frialdad no era solo un capar
El amanecer en Buenos Aires se filtraba con timidez a través de las cortinas de la habitación de Adrián. La luz tenue iluminaba la piel perlada de sudor de su frente mientras fruncía el ceño, sintiendo una punzada aguda en la sien. Un latido constante le palpitaba en la cabeza, un recordatorio inequívoco de la noche anterior.Se removió en la cama con un gruñido, cubriéndose los ojos con el antebrazo en un intento de huir del resplandor matutino. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si hubiera sido arrastrado por la resaca de un oleaje inclemente. Cuando el inconfundible sonido del vaso posándose sobre la mesilla de noche llegó a sus oídos, un suspiro exasperado escapó de sus labios.—Bebe —ordenó Nelly con voz neutra, colocándole una pastilla en la mano.Adrián entreabrió los ojos y la vio, de pie junto a su cama con los brazos cruzados, observándolo con una mezcla de diversión y resignación. Su cabello estaba recogido en un moño desordenado, y su expresión era inescrutable. Sin dis
El amanecer se colaba con pereza entre las gruesas cortinas de la habitación. La luz dorada se extendía por el suelo de madera pulida, acariciando los muebles con un resplandor tenue. Adrián permanecía recostado sobre la cama, con un brazo apoyado sobre la frente y la mirada perdida en el techo. A pesar del descanso, el agotamiento pesaba en su cuerpo como si hubiera corrido kilómetros sin detenerse.La noche anterior se había quedado hasta tarde en su despacho revisando unos documentos y en ese momento recordó lo que realmente había pasado en Buenos Aires mientras estuvo ebrio. La conversación con su padre la noche anterior sobre tener un nieto, aún rondaba su mente, pero no era eso lo que le molestaba. Había algo más, un detalle incómodo que se abrió paso entre la niebla del alcohol: había hablado demasiado con Nelly. Fragmentos de la noche en buenos aires volvían en ráfagas confusas… su voz confundiéndose con la brisa en la terraza, la forma en que sus emociones afloraron sin filt
La tarde comenzaba a disiparse, dejando un resplandor dorado que bañaba las calles de la ciudad. Nelly caminaba con paso firme por las calles, disfrutando de la libertad y del aire fresco que comenzaba a hacerse más cálido. Todo parecía tranquilo, y ella disfrutaba caminar sola, con su mente ligeramente distraída entre pensamientos que vagaban entre Adrián y todo lo que había sucedido desde que se casaron. Como poco a poco dejaba de ser esa mujer altanera buscando encajar en la vida de Adrián y las exigencias del matrimonio.Aunque Adrián y ella no se conocían lo suficiente como para considerarse amigos, había algo en él que la mantenía alerta, esperando que un día fuera capaz de despojarse de su armadura de CEO inflexible y dejar ver al hombre detrás de la fachada. Sin embargo, sabía que ese día estaba muy lejos de llegar, o tal vez no lo estaría, pero había algo en su relación que, aunque tensa y distante, parecía estar creciendo lentamente.A pesar de la insistencia de Lucía para
Los días seguían pasando, Nelly ya estaba recuperada de su mano, aunque aún tenía una venda. Adrián ya había vuelto a ser amable, pero Nelly trataba de no hacerse falsas ilusiones y terminar herida.Lucía estaba en su mejor momento abriendo una pequeña tienda, y Nelly tenía estar ahí con ella, celebrando sus triunfos. Aunque primero decidió pasar a la oficina de Adrián para invitarlo a una cena entre amigos.—Que hace mi señora esposa aquí, ¿Desea algo?—Que bello suena eso, pero mejor no lo digas más, a veces suelo creerme las mentiras de hombres guapos como tú. —Dijo Nelly sentada en el sofá de piernas cruzadas. Sacando una sonrisa de Adrián, una que estaba logrando sacarle muy a menudo.—¿Entonces que quieres Nelly? —Cambió su expresión a una dura.—Vine a invitarte a una cena de amigos, con Lucía, está celebrando la apertura de su tienda. Dime si quieres o puedes —hablo de brazos cruzados.—Nelly, deja de ser tan altanera conmigo, trato de ser buen esposo, ¿puedes hacerlo tú conmi
Nelly se sentó en el borde de la cama, ajustando el broche de su vestido rojo con dedos inquietos. Miró el reloj sobre la cómoda: Adrián ya debía haber llegado. Pero el tiempo seguía avanzando y él no aparecía.Soltó un suspiro entre frustrado y resignado. "Seguramente está ocupado en la empresa", se dijo, aunque no pudo evitar el nudo que se formó en su pecho. Había esperado con ansias esta noche, la celebración con Lucía era importante, pero más allá de eso, deseaba compartirla con Adrián. La idea de asistir sola le pesaba más de lo que quería admitir.La habitación estaba en silencio, roto solo por el suave tic-tac del reloj y el murmullo lejano de los autos en la calle. El aire olía a su perfume floral mezclado con la ligera brisa nocturna que se filtraba por la ventana entreabierta. Se levantó y caminó hacia el espejo de cuerpo entero, donde su reflejo le devolvió la imagen de una mujer radiante. Su vestido abrazaba sus curvas con elegancia, y su cabello caía en suaves ondas sobr
El sol filtraba su luz a través de las cortinas, proyectando sombras alargadas sobre las paredes del dormitorio. La mañana avanzaba lentamente, impregnada del aroma a café recién hecho y el sonido lejano del tráfico en la calle. Sin embargo, para Nelly, el amanecer no traía promesas de un nuevo día, sino una resaca feroz que le taladraba el cráneo con cada latido de su corazón.Gruñó, enterrando la cara en la almohada, tratando de escapar de la punzada de dolor que le recorría la cabeza. Su boca estaba seca, su estómago revuelto y su cuerpo se sentía pesado, como si hubiera corrido un maratón la noche anterior. Abrió los ojos con dificultad y parpadeó varias veces, tratando de enfocar la habitación.El aroma a café se intensificó y, con un esfuerzo titánico, giró la cabeza hacia la puerta. Allí estaba Adrián, apoyado contra el marco con una taza en la mano y una expresión inescrutable en su rostro.—Te traje café —dijo simplemente, con ese tono bajo y controlado que siempre usaba.Nel
Adrián giró con una mezcla de sorpresa y reconocimiento. Frente a él estaba Marcos, su mejor amigo desde la universidad. Su rostro reflejaba la misma confianza de siempre, aunque con algunas líneas de madurez que el tiempo le había regalado.—Marcos… —La sorpresa se transformó en una sonrisa genuina. Se acercó y lo abrazó con fuerza—. ¿Qué haces aquí?—Pasaba por la ciudad y pensé que sería un crimen no verte. ¿Tienes prisa o tienes tiempo para un trago? Tenemos años de conversación pendiente —dijo Marcos con una sonrisa ladeada.Adrián miró su reloj y luego pensó en Nelly. Había estado dándole largas al asunto, evitando enfrentar lo que sentía. Quizás hablar con Marcos le ayudaría a poner en orden su cabeza.—Vamos —asintió, indicándole que lo siguiera.Se dirigieron a un bar discreto en el centro de la ciudad, donde el ambiente cálido y la tenue iluminación los envolvieron en una burbuja de recuerdos y confidencias. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, y Marcos pidió dos whis