El sol filtraba su luz a través de las cortinas, proyectando sombras alargadas sobre las paredes del dormitorio. La mañana avanzaba lentamente, impregnada del aroma a café recién hecho y el sonido lejano del tráfico en la calle. Sin embargo, para Nelly, el amanecer no traía promesas de un nuevo día, sino una resaca feroz que le taladraba el cráneo con cada latido de su corazón.Gruñó, enterrando la cara en la almohada, tratando de escapar de la punzada de dolor que le recorría la cabeza. Su boca estaba seca, su estómago revuelto y su cuerpo se sentía pesado, como si hubiera corrido un maratón la noche anterior. Abrió los ojos con dificultad y parpadeó varias veces, tratando de enfocar la habitación.El aroma a café se intensificó y, con un esfuerzo titánico, giró la cabeza hacia la puerta. Allí estaba Adrián, apoyado contra el marco con una taza en la mano y una expresión inescrutable en su rostro.—Te traje café —dijo simplemente, con ese tono bajo y controlado que siempre usaba.Nel
Adrián giró con una mezcla de sorpresa y reconocimiento. Frente a él estaba Marcos, su mejor amigo desde la universidad. Su rostro reflejaba la misma confianza de siempre, aunque con algunas líneas de madurez que el tiempo le había regalado.—Marcos… —La sorpresa se transformó en una sonrisa genuina. Se acercó y lo abrazó con fuerza—. ¿Qué haces aquí?—Pasaba por la ciudad y pensé que sería un crimen no verte. ¿Tienes prisa o tienes tiempo para un trago? Tenemos años de conversación pendiente —dijo Marcos con una sonrisa ladeada.Adrián miró su reloj y luego pensó en Nelly. Había estado dándole largas al asunto, evitando enfrentar lo que sentía. Quizás hablar con Marcos le ayudaría a poner en orden su cabeza.—Vamos —asintió, indicándole que lo siguiera.Se dirigieron a un bar discreto en el centro de la ciudad, donde el ambiente cálido y la tenue iluminación los envolvieron en una burbuja de recuerdos y confidencias. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, y Marcos pidió dos whis
Un par de días después. Con su mente más clara, Adrián se dirigió a casa, donde estaba seguro, Nelly ardía de rabia por seguir llegando tarde solo por ignorarla. Después de una cena que parecía casi una cita.La casa parecía estar envuelta en una pesada quietud. El sonido del viento afuera hacía que las persianas se movieran ligeramente, pero el silencio dentro de la mansión era más profundo, más pesado, como si todos los sentimientos no dichos estuvieran tomando forma en el aire. La sala de estar estaba sumida en una penumbra cálida, solo iluminada por las luces suaves que iluminaban el mobiliario elegante. Nelly estaba sentada en el sofá, con los dedos entrelazados nerviosamente en su regazo, observando cómo las sombras jugaban sobre las paredes. Adrián había llegado tarde esa noche, y ella había esperado hasta que su paciencia comenzara a agotarse.Finalmente, la puerta se abrió con el crujir familiar de la madera, y Adrián apareció, su figura alta y esbelta, con los hombros tenso
La luna estaba alta en el cielo, una esfera plateada que iluminaba tenuemente la habitación, colándose por las grandes ventanas que dominaban el dormitorio de Adrián y Nelly.Las cortinas blancas se movían suavemente con la brisa nocturna, creando sombras que danzaban en las paredes. La casa, tranquila y silenciosa, parecía contener la respiración en este momento. Adrián notó que Nelly se había ido a dormir a otra habitación, eso indicaba que estaba huyendo de lo que apenas comenzaba entre ellos. Ese deseo ardiente que crecía con cada día que pasaba, con cada discusión que llevaba dentro un sin fin de emociones cometidas.—Nelly... —Susurró Adrián con una sonrisa antes de salir de la habitación matrimonial y dirigirse a la otra, donde se encontraba su esposa nerviosa.Nelly estaba sentada al borde de la cama, su mirada fija en el suelo mientras sus manos jugaban nerviosas con los pliegues de su vestido. La sensación de estar atrapada, entre el deseo y el miedo la había invadido por co
Las manos de Nelly buscaron el cuello de Adrián, sus dedos enredándose en su camisa, tirando de él hacia ella con una necesidad que la sorprendió. Adrián, por su parte, la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia sí, como si no pudiera resistir el deseo que crecía entre ellos. El mundo a su alrededor se desvaneció por un momento. Ya no había reglas, ya no había fronteras.La habitación se llenó de la electricidad de sus cuerpos, sus corazones latiendo al unísono, como si ambos hubieran sido arrastrados a este lugar sin quererlo, pero incapaces de detenerse. Los besos se hicieron más intensos, más urgentes, como si todo el dolor, la frustración y el deseo reprimido fueran liberados con cada roce de sus labios.Nelly se separó un momento, sus respiraciones entrecortadas llenando el espacio entre ellos. Miró a Adrián, su pecho subiendo y bajando con rapidez, y vio en sus ojos algo que no había visto nunca antes: una rendición silenciosa.El aire dentro de la habitación se sentía denso, pe
La mañana siguiente llegó tan rápidamente como la noche se desvaneció, pero todo había cambiado. Nelly despertó entre sábanas blancas, aún sintiendo el calor de la piel de Adrián en la suya, y el recuerdo de la pasión que había compartido con él la noche anterior. Sin embargo, había algo más, una sensación extraña que se había instalado en su pecho: confusión. El roce de sus cuerpos, el beso inesperado, todo parecía estar envuelto en una niebla de emociones que no sabía cómo ordenar.Se sentó en la cama, la luz del sol entrando a través de las ventanas, calentando la habitación con suavidad. Miró hacia el lado vacío de la cama, donde Adrián había estado. El espacio donde él había dormido parecía aún marcado por su presencia, como una sombra persistente. Y sin embargo, el silencio que llenaba la casa le indicaba que, de alguna manera, las cosas entre ellos ya no eran lo mismo.Nelly se levantó, sintiendo la frescura del suelo de madera bajo sus pies descalzos, y caminó hasta la ventana
Adrián bajó del coche con impaciencia, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. El sonido seco resonó en el silencio de la entrada de la mansión, pero no le importó. Su corazón latía rápido, una mezcla de ansiedad y urgencia corriendo por sus venas.Entró en la casa y recorrió los pasillos con pasos firmes. La luz de la tarde se filtraba por los ventanales, proyectando sombras suaves sobre el suelo de mármol. Cada rincón estaba impregnado de la fragancia familiar de Nelly, un aroma dulce y embriagador que se negaba a disiparse. Pero ella no estaba.Frunció el ceño, buscando con la mirada alguna señal de su presencia. Nada. Subió las escaleras de dos en dos y se dirigió a la habitación. La cama estaba intacta, como si nadie la hubiera tocado desde que él se marchó. Sintiendo un leve nudo formarse en su estómago, sacó su teléfono y marcó su número.Después de un par de tonos, la voz de Nelly llegó clara y serena al otro lado de la línea.—¿Quién habla? —preguntó, aunque en su
Días después El sol del mediodía se filtraba a través de los amplios ventanales de la empresa. El murmullo de las conversaciones entre empleados y el repiqueteo de tacones sobre el suelo se mezclaban con el zumbido de la cafetera en la sala de descanso. Nelly caminaba junto a Adrián, manteniendo el paso con él, como lo había hecho en los últimos días. Su presencia en la empresa se había convertido en algo natural, un apoyo silencioso pero constante en la vida de Adrián.Desde que había llegado a la vida de Adrián, todo parecía moverse a una velocidad vertiginosa. Primero el matrimonio de conveniencia, luego las chispas de atracción y el conflicto emocional. Ahora, sus corazones parecían estar entrelazados, a medio camino entre el amor. Pero todo eso había quedado en segundo plano en ese preciso instante.La tranquilidad de la rutina se rompió en cuanto ingresaron a la sala de juntas. Cisneros, el padre de Adrián, ya los esperaba, con su habitual porte imponente y una leve sonrisa que