El sol apenas comenzaba a asomarse por las colinas cuando la mansión Cisneros despertó con un murmullo extraño. No era el trinar habitual de las aves, ni el crujido de la madera antigua al calentarse con los primeros rayos. Era algo más… como una electricidad contenida en el aire, un preludio del caos.En la sala principal, el mármol relucía con el reflejo dorado del amanecer que se colaba entre las cortinas abiertas. El aroma a café recién hecho competía con la tensión que flotaba en el ambiente. Y en medio de todo, Alan sentado con una pierna cruzada, revisaba su celular con una sonrisa burlona.—Mmm… bueno, esto sí que es una portada de infarto —murmuró mientras deslizaba el dedo por la pantalla, claramente se apreciaba Nelly golpeado a un hombre, en otra donde Alan lo golpeaba y seguida Nelly, siendo cargada como costal de papas.El portón se cerró con un leve rechinar a lo lejos. Alan supo que se venía algo grande con esas noticias.Desde la cocina llegaban sonidos de tazas coloc
El motor del auto negro ya estaba encendido, vibrando con un ronroneo elegante en la cochera techada de la mansión Cisneros. El chofer esperaba, serio, junto a la puerta trasera abierta. Adrián avanzaba hacia él con pasos firmes, pero pesados, como quien arrastra más que el cansancio de una noche sin dormir. Llevaba un traje gris oscuro, impecable, aunque aún sin corbata; la camisa blanca apenas abotonada dejaba ver la tensión en su cuello, y los puños de las mangas colgaban desordenadamente. Iba revisando el teléfono, los dedos inquietos sobre la pantalla, hasta que una voz lo hizo detenerse en seco.—¿Tan temprano y ya con esa cara de funeral?Alan apareció desde el lateral, con un café en la mano y unas gafas oscuras que ocultaban sus ojeras pero no su sonrisa socarrona. Sin pedir permiso, se adelantó y se metió en el auto, pero no en el asiento trasero: ocupó el lugar del pasajero delantero, girándose para mirar a su hermano con descaro.—Vamos, súbete. Yo te llevo.Adrián lo miró
Adrián soltó el aire que no se había dado cuenta de que retenía, un suspiro pesado que se perdió en el silencio tenso de la habitación. El reloj antiguo colgado en la pared marcaba las once con su tic-tac insistente, como una cuenta regresiva que solo añadía presión a sus pensamientos ya desordenados.Alan, sin mirarlo, cruzó la estancia con pasos pausados, casi felinos, y se dejó caer en una de las butacas de piel junto a la gran ventana de cristal templado. El sol de la mañana se filtraba perezosamente por entre las cortinas, tiñendo el cuero oscuro de un tono cálido y suave. Su expresión, sin embargo, desentonaba con la atmósfera tranquila: una media sonrisa ladeada y ojos entrecerrados como si estuviera disfrutando de un mal chiste.—¿No crees que todo esto es como muy extraño? —preguntó Alan con voz baja, casi casual, pero cargada de intención.Adrián frunció el ceño, aún de pie, como si su cuerpo se negara a relajarse. Tenía la camisa desabotonada en el cuello, las mangas arrema
En un mundo donde las expectativas de la belleza parecen dictar la dirección de la vida de una mujer, Nelly Arriaga siempre se sintió fuera de lugar. Su figura curvilínea, lejos de ser un estigma, era su sello de identidad. Creció rodeada de prejuicios, de miradas furtivas y susurros detrás de su espalda, todo porque no encajaba en el molde de lo que la sociedad consideraba “hermoso”. A pesar de la presión constante para encajar, Nelly nunca dejó que las críticas socavaran su confianza. Sabía que su fuerza residía en lo que era, no en lo que los demás querían que fuera.El aroma del café recién hecho impregnaba la estancia cuando Nelly dejó la taza sobre la mesa con un golpe seco. El líquido oscuro tembló en la porcelana, igual que su corazón en el pecho. Su madre la observaba con una expresión tensa, los labios presionados en una línea delgada, como si estuviera a punto de pronunciar una sentencia inapelable.Nelly ya tenía una idea de lo que su madre estaba por decir, no era una ton
El sonido de la lluvia golpeando los ventanales era lo único que rompía el silencio en la lujosa oficina de Adrián Cisneros. La luz tenue de la lámpara de escritorio proyectaba sombras alargadas en las paredes, dándole a la habitación un aire sombrío, casi lúgubre. Él estaba sentado en su imponente silla de cuero, la mirada fija en la pantalla del ordenador, pero su mente estaba lejos… atrapada en un pasado que nunca lo soltaba del todo.Creció en una casa grande, pero fría. No fría por el clima, sino por la ausencia de calidez. Su padre, Eduardo Cisneros, era un hombre de negocios duro, implacable. Un hombre que medía el valor de las personas por su utilidad. Su madre, Patricia, había sido una presencia casi fantasmagórica, sumisa a los deseos de su esposo, siempre con la mirada perdida y las palabras atrapadas en la garganta.Una cena cualquiera, años atrás…—Los hombres no se quiebran, Adrián —gruñó Eduardo, dejando su copa de vino sobre la mesa con un golpe seco.Adrián, de apenas
El restaurante privado en el último piso del hotel más exclusivo de la ciudad estaba diseñado para impresionar. Luces tenues, una vista panorámica de la metrópoli iluminada y un ambiente tan refinado que parecía sofocante. Nelly se ajustó el escote de su vestido rojo, cruzando las piernas con despreocupación mientras tamborileaba los dedos contra la mesa de madera oscura.No estaba nerviosa. Estaba furiosa.La habían obligado a estar allí, a encontrarse con un hombre que solo conocía por los medios y que, según su madre, era “una oportunidad que no podía desaprovechar”.Como si ella fuera un negocio.Levantó la copa de vino blanco y bebió un sorbo justo cuando la puerta de la sala privada se abrió.Adrián Cisneros entró sin prisa, con la seguridad de alguien que está acostumbrado a que el mundo se acomode a su voluntad. Su traje negro impecable parecía hecho para complementar su porte rígido y su expresión impasible. Nelly lo escaneó sin ninguna vergüenza, se podía decir que sería muy
La fiesta de compromiso había sido todo un éxito, aunque Nelly tuvo que soportar las críticas sobre su cuerpo. Como siempre, decidió ser una mujer segura de sí misma y no prestar atención a nada.Y justo en ese momento, ya habían pasado los días y la gran boda, preparada en poco tiempo, estaba llevándose a cabo.El sonido del tacón de Nelly resonó en el lujoso pasillo de mármol mientras su madre le arreglaba el velo con manos temblorosas. No era una boda soñada, no había emoción en su corazón, solo una fría sensación de resignación. La tela del vestido, suave y fría contra su piel, se sentía como un sudario. El aroma a flores, dulce e intrusivo, la mareaba.Al otro lado de la puerta, Adrián Cisneros se ajustaba el reloj con su habitual gesto indiferente. Para él, este matrimonio no era más que un contrato que le permitiría mantener la empresa en pie y en sus manos, como se lo prometió a su madre. No tenía intención de enamorarse, ni de ceder un solo espacio de su vida para alguien com
La suite nupcial era un espectáculo de lujo. Alfombras gruesas, muebles elegantes, una cama demasiado grande con sábanas de satén color marfil. Cada rincón destilaba opulencia, como si el dinero pudiera disfrazar la realidad de lo que era: una jaula dorada. Un perfume tenue, mezclado de lavanda y madera pulida, flotaba en el aire, impregnando el espacio con una sensación de calma artificial.Nelly entró primera, sus tacones resonando sobre el suelo de mármol, un sonido que contrastaba con el pesado silencio que se cernía sobre ellos. Su vestido de novia pesaba como si llevara encima el peso de cada expectativa que su familia había puesto sobre ella.Como un manto invisible de obligaciones que no había pedido. Se detuvo en medio de la habitación y, sin mirar a Adrián, comenzó a quitarse los alfileres del cabello. Las horquillas cayeron una a una sobre la cómoda de madera oscura con un tintineo sordo, como gotas de lluvia, estrellándose contra el suelo.Adrián cerró la puerta detrás de