El policía había lanzado a Esther en la celda más honda que encontró, y en el camino la empujó y le dijo de varias formas que era una sucia vagabunda y no lo entendió hasta que estuvo dentro de la celda y frente a una pared con un escudo tan bien pulido que funcionaba como espejo.
Estaba sucia, con la ropa rota y el pelo enmarañado, en serio parecía una completa mujer de la calle y se sintió avergonzada por ello. ¿Cómo su padre había permitido que le sucediera eso?
«Es tu culpa» se dijo a sí misma en un pensamiento intrusivo «Si no hubiera contratado al vagabundo estarías planeando la boda más costosa y llamativa de la ciudad. Pero con un violad0r…»
— ¡Tengo hambre! — gritó por entre los barrotes a quien pudiera oírla, pero nadie llegó, así que se acostó en la cama estrecha de colchón duro y se aseguró de no volver a llorar.
Intentó dormir, pero el frío que entraba por los barrotes estrechos que daban a la calle y que acarreaban un par de copos de nieve de vez en cuando era insoportable.
Horas después escuchó unos pasos que se detuvieron frente a su celda y ella se quedó ahí, quieta, con la frente recostada en la fría pared. Se sentía humillada de que la vieran sucia y olorosa.
— Un día y ya te meten a la cárcel — dijo la voz grave y Esther se volvió — la calle te va a devorar.
— León — murmuró, no entendió por qué se alegró de verlo — esto no es para mí, este lugar y la calle — él lanzó un gran suspiro.
— No llegas a imaginar cómo la calle y la gente pueden ser uno mismo. Tambien me costó aceptarlo al principio, pero tendrás que hacerlo. No me puedo deshacer de ti, tu padre no me lo permitirá. No podemos deshacernos el uno del otro.
— ¿A qué te refieres? — León se paseó por la celda mientras la miraba.
— Uno de sus hombres me buscó para decirme que estabas aquí.
— ¿Significa que mi papá me está vigilando?
— No, me dijo que tenía que resolverlo antes de que él se diera cuenta, creo que el hombre era uno de tus guardaespaldas — Esther pensó era Joel, siempre había dado muy amable con ella.
— No creo que puedas hacer mucho — le dijo ella y se acostó de nuevo, ya se había hecho a la idea de que pasaría la noche en la celda, era mejor que el cartón bajo el puente.
— Saquen a esta niña mimada — dijo León y un policía apreció.
— Si señor — dijo el oficial y Esther observó como el oficial abrió la puerta.
Cuando estaba abierta el vagabundo le tendió una bolsa de Starbucks y Esther se puso de pie.
— ¿Eso es para mí? — León meneó la mano en el aire.
— Sí, niña tonta. Esto hubieras conseguido si hubieras pedido limosna en el semáforo en vez de romper los vidrios de un establecimiento. Con lo que me dieron por tu ropa pagué el daño y los dueños levantaron los cargos, así que esta noche habrá cartón como colchón, otra vez — Esther Salió de la celda y le arrebató la bolsa, tenía tanta hambre que estaba mareada.
— No pediré limosna, jamás, ¿Me oyes? Todo menos que me regalen dinero.
— ¿Acaso no era lo que hacía tu papá cada mes? Porque, ¿si no trabajabas como más conseguías tu dinero si eras una mantenida?
— Pues es diferente, no mendigaré dinero.
— Entonces espero que cuentes buenos chistes.
— Hasta luego, señor León — le dijo el policía.
— Hasta luego Félix — le dijo el vagabundo y a Esther se le hizo extraño el trato del policía hacia él, más aun después de ver como la trataron a ella, era como si… como si lo respetaran.
No le dio vueltas al asunto, imaginó que León ya había pasado por esa cárcel varias veces y por eso lo conocían. Cuando salió a la calle el frío la acometió como una ola espesa, pero lo ignoró. Buscó una banca cercana y le dio un largo trago al café. Estaba horroroso, con azúcar y leche, pero caliente.
El ponqué era húmedo y se le quedó prendido en los dedos, y cuando terminó miró al hombre de pie a su lado. ¿si él aún no había desayunado? No le importó, era un grosero, se merecía pasar hambre un rato por joderle la vida.
«Tú te la jodiste solita»
— ¿Vendiste mi abrigo también? — él asintió, luego se quitó el abrigó de él y se lo puso en los hombros: Bajo el abrigo tenía un saco ajustado y un poco manchado que le deja ver un cuerpo, al parecer, musculado, pero Esther no pensó mucho en como un vagabundo tenía músculos, la prenda fue la que le llamó la atención — ¿Eso es Armani? — le preguntó ella y dejó escapar el aliento cuando él le puso el cálido abrigo sobre los hombros. Olía fuerte, pero estaba calentito — cuesta una millonada.
— Se lo quité al cadáver de un tipo que flotaba en el rio — le dijo él y le enseñó un agujero que tenía la prenda al lado del ombligo, como el de un disparo y Esther se alejó.
— Eres un desgraciado — le dijo y él blanqueó lo ojos.
— Y tú una estúpida niña mimada, mejor dame mi abrigo — pero Esther se aferró a él y metió las manos en las mangas que también estaban cálidas.
— ¿Y ahora qué? —el hombre miró alrededor y se pasó los dedos por el cabello enredado.
— Parece que no te puedo dejar sola, al parecer eres una inútil para cuidarte por ti misma — Esther, con el estómago medio lleno, se sintió un poco mejor, pero no menos malgeniada.
— Idiota — murmuro ella — ¿Cómo te llamas?
— León.
— La anciana dijo que ese no era tu nombre.
— ¿Y crees que te has ganado el derecho a saber mi nombre? — la miró con rabia — tú no eres más que un estorbo que llegó a mi vida.
— ¡Pues yo no te obligué! — le gritó Esther y le lanzó el vaso vacío a la cara — ¿Acaso no vez que a mí también me están obligando? Por mi voluntad jamás pasaría un minuto al lado de un hombre tan desagradable — León dio un paso al frente.
— ¿Ah no? ¿Entonces por qué ayer pagaste muy cara mi compañía?
— Es el peor error que he cometido en la vida.
— Al fin estamos de acuerdo en algo, conocernos fue el peor error que hemos cometido en nuestras vidas — Esther levantó el mentón orgullosa y él también.
— ¿Y ahora qué? — preguntó de nuevo y él pasó por su lado golpeándole el hombro.
— Si te metes en problemas de daré una muenda.
— ¿Acaso crees que yo no tengo manos para defenderme? Tócame y te mato mientras duermes.
— Entonces dormiré con un ojo abierto, no vaya a ser que me mates y robes mis cosas — Esther se rio.
— ¿Tus cosas? ¿Hablas del cartón bajo el puente y este abrigo oloroso? — León se volvió hacia ella y la miró a la cara.
— Es más de lo que tú tienes — Esther sintió que las mejillas se le pusieron calientes.
— ¿Crees que no puedo conseguir cosas para mí? No me importa que mi papá ya no me dé dinero, me gradué de administración de empresas y negocios internacionales, conseguiré trabajo y lo primero que haré será divorciarme de ti.
— Si te echan de un café internet, ¿Crees que conseguirás trabajo? — Esther asintió y caminó a su lado con paso rápido.
— Lo haré, y estoy así porque tú me ensuciaste, aminal.
— Eres de la calle ahora, ¿Crees que sobrevivirías un segundo con tu aspecto de ricachona? Esta noche hubiéramos podido dormir en la posada con la venta de tu ropa si no hubiera tenido que pagar el vidrio que rompiste — se detuvo y la agarró de la mano con fuerza — la primera lección que aprenderás es que en la calle cualquier decisión que tomes puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte — Esther trató de soltarse, pero el hombre la tenía bien agarrada — has todo lo que te diga cuando te lo diga.
— No tengo por qué obedecerte — bufó ella y entonces él la soltó. Esther cayó sentada en la acera.
— Obedéceme o muérete de hambre, inútil — Esther tomó un puñado de nieve y se lo tiró a la cara. León se sacudió la nieve de la barba y caminó dejándola sola y Esther no tuvo más remedio que ponerse de pie y seguirlo. Estaba sola, su hermano no podría ayudarla y no tenía a nadie más, así que si quería sobrevivir debería seguir al hombre, pero nunca se sometería ante él. Jamás.
El vagabundo compró un café con pan y una sopa y Esther pensó era para él, pero lo guardó en una bolsa mientras se abrazaba a sí mismo.Esther pudo sentir algún tipo de culpa por que ella tenía el abrigo de él y por eso pasaba frío, pero el hombre se le hacía tan desagradable que se sintió menos culpable.Cuando llegaron bajo el puente la tarde comenzaba a caer y la temperatura cayó considerablemente, su respiración hacía vaho en el aire.Cuando llegaron bajo el puente todos los presentes miraron a León con respeto y lo saludaron con alegría, como si fuera una persona importante o especial y eso la hizo sentir incómoda. Luego lo pensó detenidamente.El hombre era grande y parecía sano y fuerte, joven, hasta parecía que pensaba, ¿Por qué era una vagabundo? Podía conseguir trabajo de albañil o de cualquier otra cosa física. Era un mantenido que le daba pereza trabajar y por eso pedía limosna y eso hizo que el hombre le cayera aún peor.El lugar tenía un fuerte olor a carne frita que le
Esther sintió un vuelco en el estómago, León estaba de pie frente al auto con el gesto tan apretado que parecía irreconocible y Carlo apretó con fuerza el volante.— Es él — dijo aterrada, aunque sabía que su hermano ya lo conocía. Carlo comenzó a quitarse el cinturón de seguridad y ella se le colgó del brazo — ¿A dónde vas?— A hablar de cuñado a cuñado — pero Esther no lo soltó, sintió que si lo dejaba ir el vagabundo terminaría por convencerlo de que la dejara y ella ya no quería, no le importaban las consecuencias, solo quería salir de ahí y alejarse de todo aquello — Esther, suéltame, todo va a estar bien — ella lo soltó y su hermano bajó del auto y caminó hacia donde estaba el vagabundo.Esther bajó el vidrio de la puerta para escuchar lo que estaban diciendo, pero los hombres se alejaron unos metros.Comenzaron a discutir acaloradamente y ella se mordió las uñas hasta que llegó a la piel. De un momento Carlo se pasó los dedos por el rubio cabello. Su hermano era muy alto, y a p
Esther llegó al menos una hora más tarde al puente, tenía los dedos rasguñados de la ardilla, pero había logrado atraparla cuando se metió a un bote de la basura huyendo de ella y Esther la agarró con las manos desnudas y la apretó del cuello hasta que el pobre animalito se quedó quieto.Cuando entró al túnel León ya estaba ahí, tenía un libro sucio en las manos que estaba leyendo y Esther le lanzó la ardilla muerta que cayó en el libro abierto y él la miró raro.— ¿Ves? Conseguí la cena — se mofó. Ya no le daba lástima ni asco de la ardilla, tenía tanta hambre que podía desollarla ella misma. León le tendió la ardilla a Dora, la anciana vagabunda, que sacó un cuchillo y comenzó a arreglarla.A pesar del desprecio de su hermano, Esther sintió un poco de energía renovada, más por el orgullo que por otra cosa, les demostraría que ella podía con eso, le demostraría a su padre que ella podía y cuando la perdonara todo eso sería nomás un mal recuerdo.— Mira tus manos — le dijo León y Esth
Esther sintió miedo, no: Terror, un terror profundo que impidió que dejara de gritar.Se removió y trató de golpear a los hombres, pero eran mucho más fuertes que ella y no pudo librarse.— ¡León! — gritó de nuevo, sabía que el hombre estaba muy lejos para ayudarla, pero tenía que pedir ayuda — ¡Auxilio!— ¡Cállate! — le gritó uno de los hombres dándole un puño en el estómago que le arrancó el aliento.Comenzaron a quitarle la blusa y en el proceso la rasgaron bastante. Esther sintió como el frio del ambiente se le coló por la ropa y pensó que ya no habría marcha atrás, que esos hombres la tomarían a la fuerza y luego la matarían, pero no lo haría sin luchar.En un descuido del que le quitaba la blusa Esther lo mordió, sintió como los dientes entraron en la carne y la boca se le llenó de sangre.— Voy a matar a esta sucia… estúpida — sacó un pistola y le apuntó a Esther a la cabeza y ella cerró los ojos, era mejor morir en ese momento que tomada por ambos hombres, pero algo pasó, se e
Esther lanzó un grito de terror cuando la fría hoja se le hundió en la carne. Emily se acercó a ella y le habló de cerca.— He esperado mucho tiempo por León y no dejaré que cualquier arrimada me lo quite — su aliento era hediondo y pútrido, pero Esther la empujó y el dolor del cuchillo al salir fue más fuerte que al entrar.Cayó sentada sobre la nieve fría, pero tenía las manos entumecidas y no logró arrastrarse bien. Emily vio el cuchillo y pareció consternada.— Fue muy hondo — murmuró, como si se hubiera arrepentido de haberla herido, pero luego una sonrisa tonta se pintó en su cara — bueno, otra vagabunda sin nombre muerta por ahí.— ¡León! — le gritó Esther al hombre, pero la voz le salió ahogada. Sintió como la sangre se deslizó por dentro de su ropa y manchó el abrigo de León. Emily se abalanzó hacia ella y Esther trató de pararse y correr, pero las piernas no le funcionaron.La mujer la tomó por el cabello y le puso la hoja del cuchillo en la mejilla.— Te voy a dejar tan fea
A Esther le dolió la cabeza, un mareo hizo que se tuviera que agarrar de la pared para no caer al suelo. con la mirada buscó la bacinica, pero se había escapado de su mano.León se estaba acariciando el chichón que comenzaba a formarse en su cabeza y Esther parpadeó para poder entender lo que estaba viendo.Era él, el vagabundo. Tenía unos pantalones cortos que le llegaban a la mitad de la pierna y que dejaba ver unos muslos portentosos, una camisa sin magas que exhibía unos brazos tan fuertes que no le costó nada de esfuerzo agarrarla cuando se fue de lado.— Perdiste mucha sangre — le dijo León, la tomó de la cadera y la sostuvo — mira, te abriste la herida —Esther bajó la mirada, una mancha de sangre cubría la blusa blanca y sintió más mareo.— ¿Qué está pasando? — León la cargó como la noche en que casi abusan de ella y la metió dentro de la casa. Esther, presa del mareo, dejó la cabeza sobre el hombro de él y aspiró su olor. Olía a él, a ese olor extraño pero limpio, que le parec
Esther tenía muchas preguntas, pero sabía que León no le diría nada, y eso comenzó a hartarla.El día que despertó se sintió terriblemente cansada y se negó a salir de nuevo de la habitación, así que el hombre que antes acompañaba al doctor, el amo de llaves que se llamaba Gabriel, era la única persona de la casa que Esther había conocido.— No somos muchos — le dijo al día siguiente — el señor no le gusta contratar mucha gente para su casa, así que los pocos que somos trabajamos más, pero el pago es el triple que en cualquier otra casa así que es muy razonable, de todas formas, él no es un hombre que confía con facilidad, por eso tienen que seguir fingiendo que son esposos, tenemos sospechas de que hay enemigos que se han logrado infiltrar en la mansión — Esther le ayudó a desatarse la venda de la mano.— No tiene sentido, primero se enoja porque lo obligan a casarse conmigo, ¿Y ahora dice que le sirve tener una esposa?— Él ya estaba en busca de una mujer, una tal Martha creo, no s
Esther se levantó apoyada en la mano buena, era una de las mejores noches de su vida, había dormido al calor del cuerpo de León, sin pesadillas y en tranquilidad.Se levantó de la cama, sentía que la alimentación y el descanso le habían renovado la energía. Comprobó la herida en el vientre y notó que estaba mucho mejor. La mano aun le dolía bastante, pero la herida se veía bastante bien así que imaginó que sobreviviría.En una caja sobre el mueble de la esquina Esther vio una nota que decía: “Usalo, te necesito a bajo a las diez” Esther miró la hora en el reloj de la pared, eran las ocho y media, así que se dio tiempo de darse un largo baño con agua caliente y asegurarse de su higiene.Comprobó que en el baño el hombre tenía varias cuchillas de afeitar, máquinas eléctricas y en general herramientas de aseo personal, así que se preguntó por qué tendría ese aspecto, y por qué se disfrazaba de vagabundo.El vestido que había en la caja era hermoso, una mescla entre elegancia y frescura q