10| La mansión.

A Esther le dolió la cabeza, un mareo hizo que se tuviera que agarrar de la pared para no caer al suelo. con la mirada buscó la bacinica, pero se había escapado de su mano.

León se estaba acariciando el chichón que comenzaba a formarse en su cabeza y Esther parpadeó para poder entender lo que estaba viendo.

Era él, el vagabundo. Tenía unos pantalones cortos que le llegaban a la mitad de la pierna y que dejaba ver unos muslos portentosos, una camisa sin magas que exhibía unos brazos tan fuertes que no le costó nada de esfuerzo agarrarla cuando se fue de lado.

— Perdiste mucha sangre — le dijo León, la tomó de la cadera y la sostuvo — mira, te abriste la herida —Esther bajó la mirada, una mancha de sangre cubría la blusa blanca y sintió más mareo.

— ¿Qué está pasando? — León la cargó como la noche en que casi abusan de ella y la metió dentro de la casa. Esther, presa del mareo, dejó la cabeza sobre el hombro de él y aspiró su olor. Olía a él, a ese olor extraño pero limpio, que le parec
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