17 Quíen soy.

— Leonel — murmuró de nuevo Esther, pero él se volvió hacia arriba mirando hacia el techo.

— Hace mucho nadie me llama de esa manera — comentó y se cubrió con las sábanas hasta el cuello. Esther lo vio tan frágil en ese momento que se le hizo absurdo, un hombre de su porte, con su carácter, estaba ahí sufriendo en silencio y ella no pudo hacer más que acercarse y apoyar la mano en su pecho.

Imaginó que eso lo ayudaría a calmar y cuando él la miró a Esther se le cortó la respiración.

Leonel se volvió de nuevo hacia ella y Esther fue incapaz de apartar la mano de su piel, le acarició con las yemas de los dedos los pelitos y sintió como su corazón se aceleró.

— No eres lo que pensaba, ¿sabes? — comenzó a contarle — sí eres mimada y arrogante, y grosera y testaruda y desobediente — ella le dio una palmada en el hombro — pero eres más… decidida, valiente — Esther sintió que se le sonrojó la cara.

— Tú tampoco eres un vagabundo desagradable… eres desagradable, pero sin ser vagabundo — fue a
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