Carlo entró al edificio con paso acelerado, ¿hacía cuanto no entraba en su propia editorial? Llevaba varios meses revoloteando por todo el país con firmas de libros y decenas de pendientes.El trabajo de Portia le había ayudado demasiado, pero les había dado más trabajo todavía y él comenzaba a sentirse un poco turbado por tanto estrés.Se subió al elevador, aunque hubiese preferido subir por las escaleras, pero últimamente se había sentido muy cansado, desde que fue el hotel Las Cumbres por Esther.Carlo y Esther tenían un tío y un primo en otra ciudad, y cuando su padre comprometió a Esther con ese empresario, ella le pidió un mes de descanso allá con su tío, pero los planes de la rubia nunca fueron regresar, así que él se vio obligado por su padre a dejar todo su trabajo para ir hasta el dichoso hotel a traerla de vuelta y allá conoció a mucha gente.Lia era la dueña del hotel, su esposo Oliver y las hermanas de él: Portia y Helene.Carlo se preguntó cómo es que las dos eran las ge
a Esther le tomó un minuto en entender como funcionaba el elevador, y los dos guardaespaldas que le había dado Leonel solo estaban ahí parados a un lado suyo sin hacer nada. No era la primera vez que Esther tenía seguridad, de echo estaba más que acostumbrada, pero los hombres que le había dado su esposo eran demasiado grandes y evidentes y eso la preocupó. por suerte en el edificio de su hermano sabía que estaba a salvo, así que cuando llego al último piso dejó a los gorilas en la entrada y caminó por el lugar. tenía el vestido que Leonel le había comprado para la cena con los inversionistas, ya que no tenía nada más, e imagino que tarde o temprano si tendría que utilizar la tarjera que él le había dado. Esther nunca se había sentido tan… libre, no sabía si esa era la palabra correcta, pero por primera vez en su vida notó que su celular, su ropa y sus carteras no eran tan importantes. el edificio era grande, y uno que otro trabajador de ahí la reconoció, ya sea porque la hubiese
Esther se quedó de pie frente a su padre, estaba segura que sería complicado convencerlo, era un hombre orgulloso, complicado y terco, pero Esther sabía que estaba en una situación desesperada y haría acopio de eso para convencerlo.Tomó asiento en medio de los dos hombres que la acompañaban y su padre se quitó los lentes para mirar a Leonel.— Señor Luna — le dijo — Parece que ya pudo encontrar su atractivo rostro, espero que así mismo pueda encontrar la solución a sus problemas.— Tú eres la solución a sus problemas, y él a los tuyos — le dijo Esther. Fernando se puso de nuevo los lentes con lentitud.— Ay, mi niña, parece que la calle te afectó más de lo que imaginé — abrió la boca para decir algo, pero se fijó en la mano vendada de Esther — ¿Qué te pasó? — Esther asintió. Si así tenía que ser pues así lo haría.Se quitó a venda de la mano y le enseñó la herida que comenzaba a sanar. El hombre abrió los ojos y le apuntó con el dedo a Leonel.— ¡Te dije que tenías que cuidar a mi hi
Esther apretó los ojos cuando sintió el impacto del auto en uno de sus costados. El cinturón de seguridad se tensó contra su cadera y pecho al punto de que creyó se le abriría la herida y los brazos de Leonel se enredaron en su torso y la apretó.La sensación le recordó cuando saltó de un puente a un rio cristalino una vez, como un vacío en el pecho que le bajó al estómago y le apretó todas las tripas.Cuando el auto golpeó el pavimento el golpe le arrancó el aliento y sintió como el cuerpo de Leonel se llevó todos los golpes contra el techo.El auto se arrastró por la calle y el sonido del metal contra el pavimento los aturdió. Chispas volaron y llenaron todo el interior como luciérnagas en medio de la noche y cuando tocaron el cuerpo de Esther le produjo pequeños escozores.Cuando el auto se quedó quieto al fin, la cabeza de Esther siguió girando, se sentía aturdida y mareada y no lograba ver nada, era como si tuviera los ojos cerrados.La luz comenzó a volver poco a poco y la oscur
Portia comprobó la hora en su reloj, hacía más de cuarenta minutos había recibido la llamada de Esther y aun no podía llegar al departamento de Carlo, el tráfico estaba al límite en plena hora pico y por más que le insistía al taxista el pobre hombre no encontraba forma de pasar.— Me voy a bajar — le dijo a su hermana Portia a través del celular, le lanzó un par de billetes al taxista y se bajó.El frio se le coló por debajo del vestido y la hizo tiritar. Extrañaba el bosque que rodeaba su casa, al hotel y a su hermano, nunca había sido especialmente amable al frio y en aquella ciudad el invierno estaba golpeando con violencia.Casi que corrió, más por conservar el calo que por querer llegar rápido, sabía que Carlo no estaba mal, pero la urgencia en la voz de Esther la había preocupado y prefirió ayudarla.— ¿Aun quieres que vaya a recogerte en un rato? — le preguntó Helene, pero Portia negó.— Creo que me tardaré más. Duerme, hermana, después hablamos — y cortó la llamada.Le costó
Esther se estaba quedando dormida en la silla de la sala de espera, tenía el cuerpo entumecido y el sueño comenzó a acarrearla.Estaba cómoda y tranquila, Leonel había acabado de salir de cirugía y todo estaba bien, el hombre al que ella le había disparado estaba vivió y estable y listo para interrogar y Carlo ya estaba con Portia, así que con todos esos detalles controlados la adrenalina de su cuerpo bajó a tal punto que creyó no sería capaz de levantar la cabeza.Un enfermero le dio una patadita en el talón y Esther dio un salto, buscó su arma entre el pantalón, pero no la encontró y cuando vio la cara confundida del enfermero recordó que el peligro ya había pasado.— Ya puede ver a su esposo, señora — le comentó el hombre y cuando Esther se puso de pie el cuerpo entero el dolió. Un doctor la había revisado de los pies a la cabeza y cuando le preguntó por las anteriores heridas Esther no contestó, no podía permitir que iniciaran una investigación por eso, su padre ya estaba metido e
Cuando Portia despertó le dolía el cuello, se había quedado dormida en el mueble y la luz del sol entraba por la ventana.La televisión estaba apagada y Carlo no estaba sobre su regazo donde se había dormido así que se levantó y movió el cuello para los lados intentado quitarse el dolor, pero eso antes lo empeoró.Toda la casa tenía un increíble olor a huevos revueltos y pan caliente, así que se puso de pie y caminó hacia la ventana.La nieve había caído con fuerza en la noche y ahora toda la ciudad estaba cubierta por una capa de nieve gruesa que obstaculizaba el camino, el viento azotaba la ventana y el aire parecía tan frio que Portia imaginó se congelaría no más salir.— La tormenta empeoró — dijo alguien a su espalda y ella se volvió para encontrarse con Carlo, el hombre estaba en la cocina y batía algo en la sartén — creo que no podremos ir a trabajar hoy — Portia trató de peinarse, pero parecía que su cabello fuera paja.— Tengo que ir con Helene.— Ya hablé con ella, llamó est
Cuando Esther despertó, la luz del sol entraba por los cristales de la ventana, todo el cuerpo le dolía como si el día anterior hubiese hecho una terrible rutina de ejercicio.Las pesadillas la habían atormentado durante toda la noche, el sonido de la bala al entrar al cuerpo del hombre que quería matar a Leonel se unió al ataque de Emily, al dolor en su cuerpo y a las manos de los hombres que intentaron abusar de ella.Esa noche no había dormido en los brazos de Leonel, por eso las pesadillas la envolvieron con fuerza. El hombre dormitaba a su lado con la expresión firme, como si estuviera teniendo sus propias pesadillas y Esther consideró si despertarlo o no, pero prefirió dejarlo dormir, sea cual fuese su pesadilla era mejor que la realidad que le esperaba cuando despertara, con una pierna herida un enemigo que le quiere muerto.Se dio una ducha larga con agua muy caliente y se vistió con una camisa ancha de Leonel y unos pantalones que encontró por ahí, debía comprar más ropa.Baj