Esther trató de quitar un poco la goma de mascar, pero León no se quedaba quieto.— No te muevas — le dijo ella y el hombre bufó.— No puedo creer que hicieras eso, ¿Tienes diez años? — Esther no podía dejar de reírse.— Lo siento, no creí que se enredaría tanto — intentó quitar la barba, pero no sabía dónde comenzaba el cabello y donde la barba, así que jalaba sin ningún sentido hasta que él mismo la apartó empujándola.— No puede ser, hoy tenía que… Ush, niña tonta — Esther se sentó en el borde del lavabo y lo miró.— No soy una niña.— Entonces comportate como tal.— ¿Entonces tú qué eres que mira cómo te comportas? — le enseñó el brazo donde una mano pintada a moretones marcaba su antebrazo donde él la había agarrado.León le tomó la mano con delicadeza y acarició los cardenales con las yemas de los dedos.— ¿Yo te hice esto? — le preguntó con la voz neutra y muy suave, como un susurro.— Si, anoche se te fue la mano — él la miró a los ojos, y entre el cabello y la barba Esther no
Esther contuvo el aluvión de llanto de su hermanastra mientras trataba de cerrar la puerta, pero le era complicado, la herida le dolió en el costado y la palma de la mano estaba palpitando, pero sostuvo a la muchacha.— ¿Qué pasó? — le preguntó Esther, pero la muchacha lloraba y lloraba sin control, hasta que Esther la tomó por los hombros y la sacudió con fuerza.— Mamá me echó de la casa — repitió y Esther la sentó en el mueble más cercano. Gabriel apareció y Esther le pidió al mayordomo un vaso con agua y el hombre apareció un minuto después con él.— ¿Por qué te echó de casa tu madre? — le preguntó Esther y se sentó junto a ella. Gabriel se sentó cómodamente al otro lado y le agarró la mano a la muchacha.— Tú viste lo que pasó con… con tu ex — Esther no quiso corregirle que ese hombre no era ni su ex, pero la dejó hablar — me dijo que todo había sido mi culpa, que yo fui a esa empresa para provocarlo y por eso arruiné tu compromiso — la miró con los ojos abiertos — pero tú sabes
— Leonel — murmuró de nuevo Esther, pero él se volvió hacia arriba mirando hacia el techo.— Hace mucho nadie me llama de esa manera — comentó y se cubrió con las sábanas hasta el cuello. Esther lo vio tan frágil en ese momento que se le hizo absurdo, un hombre de su porte, con su carácter, estaba ahí sufriendo en silencio y ella no pudo hacer más que acercarse y apoyar la mano en su pecho.Imaginó que eso lo ayudaría a calmar y cuando él la miró a Esther se le cortó la respiración.Leonel se volvió de nuevo hacia ella y Esther fue incapaz de apartar la mano de su piel, le acarició con las yemas de los dedos los pelitos y sintió como su corazón se aceleró.— No eres lo que pensaba, ¿sabes? — comenzó a contarle — sí eres mimada y arrogante, y grosera y testaruda y desobediente — ella le dio una palmada en el hombro — pero eres más… decidida, valiente — Esther sintió que se le sonrojó la cara.— Tú tampoco eres un vagabundo desagradable… eres desagradable, pero sin ser vagabundo — fue a
Esther sintió como el calor de su estómago se extendió por todo su cuerpo cuando los labios del hombre se posaron en los suyos.La besó y Esther se dejó besar, la lengua del hombre exploró su boca y cuando hizo contacto con la suya le atravesó una corriente eléctrica.Leonel la tomó de las caderas y la acomodó a horcajadas sobre él y el gemido grabe que soltó el hombre cuando la sintió apretada contra la rección que comenzaba a formársele la humedeció.Cada parte de su piel que tocaba la de Leonel estaba ardiendo, como si tuviera brazas al rojo vivo. Leonel la aparto y la miró a los ojos, tenía el iris azul oscurecido por la excitación.— Quiero hacerte mía — le dijo él y Esther asintió, como dándole todo el permiso.Se apartó de todos los problemas que tenía, de las dudas o del miedo. Leonel le apartó la blusa con la que pretendía dormir y le dio una repasada a sus senos desnudos, luego le acarició el vientre con cuidado de no tocar el parche con la herida y cuando llegó a los senos
A diferencia de la otra vez, cuando Esther despertó, aún tenía el cuerpo de Leonel pegado al suyo, tan cálido y grande que cerró los ojos y se quedó ahí por un rato.Nunca imaginó que pudiera llegar a tener ese tipo de contacto con el hombre. Cuando lo conoció y después de todo lo que pasó ella pensó que lo odiaba, pero esa anoche no solo se dejó llevar por su calentura, sino también por algo más.Desde que llegaron al pequeño palacio Esther no había hecho otra cosa que morbosearlo constantemente, y no logró controlar su pelvis cuando sintió la presión de su erección, pero sí logró ser consciente de que había algo más profundo. El hombre le gustaba, sí, le gustaba ese carácter serio y fuerte, le gustaba sentirse protegida en sus brazos y le gustaba tambien la forma en que la miraba.Cuando Leonel despertó la miró y dejó escapar una sonrisa, enredó sus piernas con las de Esther con más ímpetu y ella sintió como el miembro comenzó a endurecerse junto a su muslo.— ¿Solo despiertas y ya
Carlo entró al edificio con paso acelerado, ¿hacía cuanto no entraba en su propia editorial? Llevaba varios meses revoloteando por todo el país con firmas de libros y decenas de pendientes.El trabajo de Portia le había ayudado demasiado, pero les había dado más trabajo todavía y él comenzaba a sentirse un poco turbado por tanto estrés.Se subió al elevador, aunque hubiese preferido subir por las escaleras, pero últimamente se había sentido muy cansado, desde que fue el hotel Las Cumbres por Esther.Carlo y Esther tenían un tío y un primo en otra ciudad, y cuando su padre comprometió a Esther con ese empresario, ella le pidió un mes de descanso allá con su tío, pero los planes de la rubia nunca fueron regresar, así que él se vio obligado por su padre a dejar todo su trabajo para ir hasta el dichoso hotel a traerla de vuelta y allá conoció a mucha gente.Lia era la dueña del hotel, su esposo Oliver y las hermanas de él: Portia y Helene.Carlo se preguntó cómo es que las dos eran las ge
a Esther le tomó un minuto en entender como funcionaba el elevador, y los dos guardaespaldas que le había dado Leonel solo estaban ahí parados a un lado suyo sin hacer nada. No era la primera vez que Esther tenía seguridad, de echo estaba más que acostumbrada, pero los hombres que le había dado su esposo eran demasiado grandes y evidentes y eso la preocupó. por suerte en el edificio de su hermano sabía que estaba a salvo, así que cuando llego al último piso dejó a los gorilas en la entrada y caminó por el lugar. tenía el vestido que Leonel le había comprado para la cena con los inversionistas, ya que no tenía nada más, e imagino que tarde o temprano si tendría que utilizar la tarjera que él le había dado. Esther nunca se había sentido tan… libre, no sabía si esa era la palabra correcta, pero por primera vez en su vida notó que su celular, su ropa y sus carteras no eran tan importantes. el edificio era grande, y uno que otro trabajador de ahí la reconoció, ya sea porque la hubiese
Esther se quedó de pie frente a su padre, estaba segura que sería complicado convencerlo, era un hombre orgulloso, complicado y terco, pero Esther sabía que estaba en una situación desesperada y haría acopio de eso para convencerlo.Tomó asiento en medio de los dos hombres que la acompañaban y su padre se quitó los lentes para mirar a Leonel.— Señor Luna — le dijo — Parece que ya pudo encontrar su atractivo rostro, espero que así mismo pueda encontrar la solución a sus problemas.— Tú eres la solución a sus problemas, y él a los tuyos — le dijo Esther. Fernando se puso de nuevo los lentes con lentitud.— Ay, mi niña, parece que la calle te afectó más de lo que imaginé — abrió la boca para decir algo, pero se fijó en la mano vendada de Esther — ¿Qué te pasó? — Esther asintió. Si así tenía que ser pues así lo haría.Se quitó a venda de la mano y le enseñó la herida que comenzaba a sanar. El hombre abrió los ojos y le apuntó con el dedo a Leonel.— ¡Te dije que tenías que cuidar a mi hi