7| La forma de la calle.

Esther llegó al menos una hora más tarde al puente, tenía los dedos rasguñados de la ardilla, pero había logrado atraparla cuando se metió a un bote de la basura huyendo de ella y Esther la agarró con las manos desnudas y la apretó del cuello hasta que el pobre animalito se quedó quieto.

Cuando entró al túnel León ya estaba ahí, tenía un libro sucio en las manos que estaba leyendo y Esther le lanzó la ardilla muerta que cayó en el libro abierto y él la miró raro.

— ¿Ves? Conseguí la cena — se mofó. Ya no le daba lástima ni asco de la ardilla, tenía tanta hambre que podía desollarla ella misma. León le tendió la ardilla a Dora, la anciana vagabunda, que sacó un cuchillo y comenzó a arreglarla.

A pesar del desprecio de su hermano, Esther sintió un poco de energía renovada, más por el orgullo que por otra cosa, les demostraría que ella podía con eso, le demostraría a su padre que ella podía y cuando la perdonara todo eso sería nomás un mal recuerdo.

— Mira tus manos — le dijo León y Esth
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