Capítulo 3 "Campo de guerra"

Me desperté de repente, tenía una mala sensación en todo el cuerpo, ayer en la noche había estado a punto de besar a mi asistente personal, eso me había hecho reflexionar de que no estoy en un estado mental cuerdo.

Es decir, mi asistente siempre ha sido un poco callada, incluso podría decir qué retraída, es el tipo de mujer que viste bastante discretamente, que no socializa con las personas de la empresa y que se dedica gran parte de su tiempo a estar pegada al iPod.

No es mi tipo de mujer, nunca me fijaría en alguien como ella, lo que me hace pensar que perdí por completo la cordura, sobre todo porque cuando la miré directo a los ojos sentí algo que nunca antes me había pasado, un cosquilleo extraño en el cuerpo, tiene unos ojos, una mirada que te obliga a detenerte a mirarla.

¿Lo ven? Yo no soy el tipo de hombre que pensaría de ese modo. Me dispuse a levantarme de la cama, no podía quedarme ni un momento más pensando en esa mujer, así que me paré, de repente sentí algo peludo que pasó entre mis pies y solté un grito, un gran grito que se debe haber escuchado por todo el apartamento.

Salté nuevamente encima de la cama, cuando de repente la puerta se abrió, mi corazón latía desbocado, vi a Dahlia, estaba con una camiseta enorme que solamente dejaba a la vista sus piernas al descubierto.

¿Se había atrevido a dormir solamente con la camiseta que traía por debajo de aquella enorme sudadera? Es probable que sí.

—¿¡Qué es lo que le sucede!? ¿¡Pretende matarme!? —gritó cruzada de brazos.

—Le juro que algo me pasó entre los pies mientras me intentaba levantar, esto es una locura, mi apartamento jamás ha tenido una plaga de ratas —negué con la voz temblorosa.

Dahlia se adentró en mi apartamento, caminó hasta las cortinas para abrirlas, pero antes de que pudiera hacerlo soltó un chirrido y corrió para lanzarse encima de mi cama. Se apegó a mi brazo, tenía los ojos cerrados con fuerza, ¿había perdido la cordura? ¿Por qué no había salido de mi habitación?

—Algo pasó por mis pies, no pienso salir de este sitio hasta que alguien se encargue de sacar esa cosa —chilló.

Estaba a punto de enloquecer, esto no podía ser cierto, si una plaga de esas había invadido mi apartamento, tendríamos que ir a la casa de mi hermana por un par de días, esto me iba a matar.

De repente vi dos cabezas asomarse, los miré como hacían muecas en su rostro, había dos posibilidades, la primera era que esto fuera obra de ellos, lo cual era demasiado probable, pero existía una leve posibilidad de que lo que estuviera ocurriendo es que se rieran de que Dahlia estuviera abrazada a mí.

—Hay un ratón por ahí suelta, no se atrevan a entrar —advirtió ella antes de que los niños se detuvieran en seco e hicieran un intercambio de miradas.

—Oh, es que Josh se nos ha escapado —dice la niña que se pone de rodillas.

De repente esa cosa peluda empieza a caminar hacia ellos, ¿en qué momento habían metido esa cosa en mi apartamento sin que me diera cuenta? ¿En qué momento mi hermana las había permitido tener de mascota una rata?

—¿Esa rata es de ustedes? —pregunté con molestia.

—No es una rata, es un hámster —sentenció Abbie con molestia— Josh es nuestra mascota, no podíamos dejarlo solo en la casa, así que la trajimos, porque a donde vamos nosotros también él va.

—De acuerdo cielo, por favor, lleva a Josh a su casita, no queremos que se pierda o que le pueda suceder algo, ¿verdad? —dijo con calma y amabilidad Dahlia.

Le lancé una mirada de desaprobación, ¿cómo es que podía darle esas libertades y hablarle de ese modo luego de que casi nos matara del susto?, un castigo, se merecía un enorme castigo.

—Deberías castigarla —susurré y me dio un pequeño codazo.

—¿Qué fue lo que dijo? —preguntó Lucius cuando se estaba por marchar detrás de su hermana.

—Nada, que son muy bonitos, anda, ve con tu hermana a ayudarla, no sea cosa que se le escape —sonrío levemente y la imité.

Esperé a que cerrara la puerta tras marcharse, giré el rostro hacia ella y la fulminé con la mirada, no podía creer que estuviera actuando como si un par de mocosos como ellos realmente dieran miedo, esto era una guerra, no volverían de mi casa un infierno.

—Escucha Dahlia, no voy a permitir que hagan lo que quiera, joder, son un par de niños mal educados, veo que mi hermana les ha dado una pésima educación, les hace falta una corrección —sentencié.

—¿A si? ¿Crees que si les tratas de forma rigurosa vas a conseguir que hagan lo que tú quieres? Son niños, Isaac, no razonan como un adulto, es su mascota, si te pones en contra de esto van a volver tu vida un infierno, están fuera de su casa, lejos de sus padres y se tienen que quedar contigo, que sin ofender no eres la mejor compañía.

—No sabes nada de mí, no me conoces para nada, puedo ser una persona muy divertida si se me permite, solamente que hay reglas, reglas que tienen que seguirse —me cruzo de brazos— Ahora verás.

Me levanté de la cama de una vez por todas, esto iba a terminarse, si realmente mi hermana quería que me siguiera haciendo cargo de ellos tendría que tener una conversación seria con ellos, tal vez ni siquiera necesitaba de Dahlia.

Le marqué y mientras lo hacía caminé en dirección a la habitación de los niños, en cuanto respondió, me di cuenta de que estaba acostada y que soltó un bostezo, me daba igual si estaba dormida.

—¿Qué es lo que pasa Isaac? Es muy tarde, podrías haberme llamado en la noche de allí —me reclamó soltando otro jodido bostezo.

—Sucede que tus hijos son unos pequeños demonios, que no me obedecen en lo absoluto, que me rompieron mi colección de tazas, que estuve coleccionando desde que empecé en la empresa y que también despedazaron mis almohadones —hago una pausa para tomar aire y levanto mi dedo— Pero no conformes con eso trajeron a su rata mascota y la dejaron por mi casa, casi me morí de un susto Jules.

—Es un Hámster Isaac, no le llames de ese modo, vas a herir sus sentimientos, es importante para los niños —comentó frotando sus ojos y me quedó mirando— Tienes que volverte un poco más comprensivo, si no lo haces no vas a llevarte bien con ellos y no es por asustarte, pero tus sobrinos pueden ser muy crueles si lo desean.

—Quiero que hables con ellos —le volteo el celular.

Ellos lo habían estado escuchando todo y estaban parados de brazos cruzados, como si el hecho de que los hubiera acusado con mi hermana fuera lo más bajo que como adulto pudiera haber hecho.

—No puedo creer que nos haya acusado, mamá de verdad que el tío Isaac es de lo peor, ¿cuándo regresas? —preguntó Abbie con un gesto de tristeza.

—Niños, sé que les hace falta estar en casa, yo y su padre, pero les pido por favor que sean un poco más maduro que el tío Isaac, él no tiene hijos, así que le cuesta entender lo que es ser un niño, no le hagan salir canas o nos podremos olvidar de verlo casado algún día, lo único que tiene es ese hermoso atractivo —bromeó a lo que ambos soltaron una risa.

No se me hacía gracioso, por supuesto que yo contaba con un montón de cualidades, por ejemplo mi gran inteligencia y mi gran sentido del humor y ser bueno en casi todo, son cosas que no cualquier persona tiene, pero Jules no lo entendería.

—Volveré en cuanto la abuela se sienta mejor, ahora prometan que van a comportarse un poco mejor con el tío Isaac —les pidió a lo que a regañadientes ambos asintieron.

Luego de que mi hermana cortara a la llamada, me disponía a darme la vuelta y marcharme, pero Lucius se paró delante de la puerta, lo que me obligó a detenerme.

—¿Qué piensas que estás haciendo? —pregunté arrugando el ceño.

—Te diré una cosa, te metiste con Josh, además nos acusaste con nuestra madre, estamos en guerra, tío Isaac, ese es un código familiar, nunca debes de acusar a un niño con sus padres —sentenció con furia— Ve con cuidado, no avisaremos a la hora de atacar.

Se veía que hablaba en serio, pero eso me daba exactamente igual, había hecho lo justo y necesario, no había nada que pudieran hacer que me hiciera sentir el arrepentimiento.

Cuando salí de la habitación me encontré con que Dahlia estaba apoyada contra la pared, llevaba una pequeña sonrisa burlona sobre los labios.

—Voy a ir ahora mismo a preparar el contrato que tienes que firmar, estoy segura ahora más que nunca que acabas de cavar tu propia tumba Isaac, vas a necesitar de mi ayuda y voy a aprovecharme de la situación —dijo antes de lanzar una especie de disparo imaginario e irse riéndose.

No pude evitar apoyarme contra la pared siguiendo su especie de juego, me desplomé hacia el suelo y me empecé a reír. Ella terminó de marcharse, no tenía la menor idea de qué era lo que le había dado la certeza para decir aquellas palabras, pero ahora esto se había vuelto un poco más personal, quería demostrar que un par de niños no podrían conmigo, no permitiría que volvieran de mi vida un infierno.

Me dirigí a la cocina, allí estaba ya todo limpio, al parecer la empleada ya se había encargado de sacar los restos de mis tazas favoritas, lo cual agradecía por qué no quería tener nada que me recordara aquel triste incidente. El desayuno estaba servido, claro que faltaba un plato y un vaso para Dahlia, me había olvidado de especificarle en un mensaje a la empleada que ella estaría también allí.

Al menos por ahora, sería como un plan B en caso de que todo se salga de las manos. Me senté dispuesto a disfrutar de un maravilloso comienzo de semana, tendría un día difícil en la oficina, así que me serví un poco de jugo en un vaso, estaba a punto de beber el primer trago cuando escuché un grito.

—¡Catapulta! —gritó Lucius.

Cuando me giré, un huevo se estrelló contra mi camiseta blanca, ambos cruzaron miradas, Lucius me lanzó otro huevo y sin permitirme reaccionar, Abbie hizo exactamente lo mismo. Un gruñido salió de mis labios, presioné mis puños y salí caminando detrás de ellos que no dudaron en correr.

Mocosos, esto solamente me confirmaba que no quería tener hijos, esto se estaba volviendo un verdadero infierno, mi cabello, mi camisa, incluso mi rostro, tenía pedazos de huevos, esos niños…

Los perdí de vista en el pasillo, entonces Lucius dio un brinco, no sabía de donde había salido, me sobresalté y me tambaleé, estuve a punto de caerme al piso, entonces Abbie me lanzó un recipiente con Harina. 

Esto era perfecto, faltaba solamente que me metieran a un horno y me volvería un gran pastel, un hermoso y gran pastel…

—Un pastelito —escuché el susurro detrás de mí.

Me di la vuelta para encontrarme a Dahlia que ya estaba vestida y al parecer lista para marcharse a su casa, quizá no estaba preparado para esto.

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