Turbulencia

Albert sale de su habitación topándose de frente y en medio del pasillo con Eva.

—Albert ¿Podemos hablar?—dice interponiéndose en su camino—. Sé que el comportamiento de Sáhara fue cruel, pero… —Antes de que ella termine de ‘disculparse’ Albert la interrumpe.

—No te preocupes, Eva. —responde, agitado mientras la sostiene de los brazos— Sólo son cosas de niños ¿Vale?

—¿Qué te sucede? Te ves nervioso. ¿A dónde vas? —pregunta al ver que él trata de echarla a un lado.

—Debo volver a Madrid —asevera— Se me presentó una emergencia y necesito resolver lo de mis hijos.

—¿Te los llevarás? —cuestiona.

—No lo sé, no tengo muchas opciones. No puedo dejar a Briggitte a cargo de nuestra madre y aparte con la responsabilidad de tener que hacerse cargo de Sam y Shirley. Tendré que llevarlos conmigo.

Aquella situación es una puerta que se abre frente a ella, es el momento perfecto para acercarse inteligentemente a él y a sus hijos.

—Yo puedo cuidarlos, si quieres. —propone.

—¿Tú? ¿Pero
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