—¿Adivina quién está de regreso en la empresa? —pregunta con entusiasmo Blas, a su amiga. Antes de que ella le responda, él se le adelanta— Albert Miller. Acaba de llegar de Francia. —¿Eso por qué? —cuestiona con asombro— No se supone que su madre estaba muy enferma. —Sí, geme. Exactamente, pero es que cuando te cuentes te vas a quedar sin habla… —dice y comienza a relatar la corta pero impactante historia de Marta y su viudo. —No puedo creer que haya hecho eso. ¿Por qué interponerse entre Albert y yo, si nunca lo quiso?—Vamos geme que debió estar mal de la cabeza, que era una narcisista y manipuladora. ¿Te parece poco haber fingido un embarazo? —¿Y cómo está él? —Pues imagínate, frustrado, iracundo. No ha sido fácil para él aceptar que luego de todo lo que ha trabajado ahora deba compartir la empresa con alguien que no tiene no puñetera idea de lo que es un negocio como este, es un simple fotógrafo. —El aspaviento en el rostro de Antonella es notorio— y te dejo porque au
André se dispone a salir de la empresa cuando ve al elegante hombre que le sonríe. —André Dupont —Marcos lo rodea con sus brazos y le da un par de palmadas en la espalda. —Marcos Moretti, el hijo del multimillonario Mauro Moretti. ¿Qué haces en Madrid? —Vine a pasar unos días con mi prometido. —¿Tu prometido? —pregunta con curiosidad— No me digas que es Albert Miller. —No, Albert Miller es el jefe de mi prometido, es su asistente. —Veo que sigues teniendo buenos gustos. —Marcos frunce el ceño— Si es el moreno que me ha recibido, pienso que tu prometido podría ser un excelente modelo. —saca una tarjeta de su bolsillo y se la entrega.— Quizás puedas convencerlo, yo podría convertirlo en uno de los modelos más importantes en la industria del modelaje. —Lo tendré en cuenta, pero no creo que eso le interese mucho. —dice tomando la tarjeta— ¿Y tú que haces en AVEMiller? —Es una historia un poco complicada, estaba reunido con el CEO de la empresa. —Mira su reloj.— ¿Tienes tie
Al llegar al restaurante, Albert detiene su auto, baja, entrega las llaves al valet parking y se dirige a la entrada principal. Es recibido por el anfitrión del lujoso restaurante Coque y llevado hasta la zona VIP donde Marcos Moretti hizo la reservación.Movido por la curiosidad, y también con intenciones de relajarse un poco, Albert decide aceptar la invitación de Marcos. Quizás podría saber algo sobre Antonella o tal vez, Marcos podría sacarlo de algunas dudas sobre la paternidad de Isabella, que de vez en cuando llegan a su mente. —Bienvenido Sr Miller —Blas se levanta al ver a su jefe entrar a la zona exclusiva del Coque. —Gracias, Blas. —dice extendiendo y estrechando su mano, luego se vuelve hacia Marcos y lo saluda con la misma gentileza.— Gracias por la invitación, Marcos. —Es un placer para mí que haya aceptado venir, Albert. —Marcos levanta la mano para llamar al camarero, quien rápidamente se acerca a la mesa. —Una botella de Champagne, por favor —dice Marcos con
—Buenos noche, mi amor —Sonríe Antonella mientras toma a la pequeña Isabella entre sus brazos para amamantarla, coloca su pecho entre sus labios pero la niña no succiona como habitualmente lo hace. La pelirrubia, como toda madre primeriza, se preocupa e insiste pero la bebé continúa rechazando su pecho. Al tocarle el rostro, siente que está más caliente de lo normal. En seguida toma el termómetro digital, lo coloca en su boquita y la niña comienza a llorar. Camina de un lado a otro, intentando calmar el llanto de su pequeña. La acuesta en la cama, recordando algunos consejos de su madre, toma una toalla, la humedece y envuelve los piecitos de la bebé para bajarle la temperatura. Angustiada, llama a Angelo a su móvil, pero éste no le atiende. Mira la hora, ya debería estar en casa. Decide llamar a la empresa, aguarda algunos segundos y nadie contesta. “Quizás ya viene en camino” piensa. Deja entonces un mensaje de voz, informándole sobre la situación de su hija. Ansiosa, nervio
—¿Me estás chantajeando, Sandra? —cuestiona con severidad. —No, Angelo, te estoy advirtiendo. —increpa— No es justo que yo haya rechazado al padre de mi hijo por estar a tu lado y que tú, sigas prefiriendo a una mujer que no te ama. Angelo frunce el entrecejo, guarda silencio pues sabe que su amante tiene toda la razón. En tanto, en el hospital, mientras el médico conversa con Antonella sobre la condición de salud de Isabella, Inés observa con detenimiento a la pelirrubia. Aquella mujer parece ser buena, y no la bruja del cuento como le ha contado su hija. —Es apenas una virosis, la paciente estará mejor dentro de un par de días, si la fiebre persiste u observa algún otro síntoma de cuidado, no dude en traerla. —¿Seguro que está bien, doctor? —insiste aún preocupada. —Sí, se lo aseguro. Sólo siga las indicaciones y cumpla con el tratamiento tal como le dije, Isabella va a estar bien. —La voz suave y amable, provocan sosiego en la alterada madre.— Una vez que le suministren
Antonella, mira el almanaque digital sobre su escritorio. Ver la proximidad de aquella fecha, era un poco estresante para ella. Su madre, no hacía otra cosa que esperar ansiosa la noche de navidad sólo con la esperanza de ver a su hija llegar acompañada de algún pretendiente. Sin embargo, el sueño de su madre de verla frente al altar, no es el sueño de Antonella. Ella es una mujer liberal, con convicciones diferentes, segura e independiente. Decir que no creía en el amor es exagerar un poco; mas, si de ella dependía, jamás se casaría por complacer a los demás. Blas entra en la oficina, coloca sobre el escritorio el lote de carpetas, dejándolos caer abruptamente para que su amiga volviese a la realidad. Antonella dio un brinco sobre la silla al escuchar el estrépito cerca de ella:—¿A ver, qué tiene mi geme, que está fuera de cobertura y sin señal satelital? —dice, cruzándose de brazos y elevando su ceja izquierda. —¡Qué me has asustado, tío! —exclama.—Es que entro a tu ofic
Antonella toma su agenda electrónica y se dirige a la oficina de su jefe. Toca la puerta y entra sólo cuando escucha que este aprueba su entrada. —¡Adelante! —ella entra y se aproxima al escritorio. —Dígame Sr Miller ¿En qué puedo servirle? —¡Siéntese por favor! —ella obedece y lo mira nerviosa, agitando su pierna izquierda.— ¿Podría dejar de mover su pierna? —le ordena y ella coloca la mano sobre su rodilla para evitar aquel movimiento que como una especie de TIC nervioso se activa cuando se encuentra ansiosa. —Sí, señor. Disculpe. —Necesito que agende para después de la celebración de navidad, un vuelo para Francia, con un pasaje de ida y tres de regreso. —¿Cómo dijo? Disculpe no entiendo. —Qué debe reservarme un boleto de ida —hace una señal con su mano— para Francia y tres boletos de regreso. ¿Entendió? —¡Ah! Viajará con dos personas más desde Francia. —¿Está segura que no se le cayó a la enfermera de los brazos cuando estaba recién nacida? —Antonella eleva sus h
Albert baja del auto, camina hacia la entrada, marca la contraseña y la puerta se abre. Escuchar la dulce voz de su hija y ver sus hermosos y grandes ojos azules, es la única razón por la que vale la pena para él, regresar a aquel lugar. Un lugar que pasó de ser el más importante en su vida para convertirse –desde hace dos meses– en su infierno.—Papá, llegaste —Shirley corre hacia su padre.—Hola mi princesa —la levanta entre sus brazos.— ¡Qué grande estás! —la niña sonríe y besa su mejilla.— ¿Y Sam, dónde está? —En su cuarto, viendo video juegos. ¡No se aburre! —refunfuña la pequeña.—Vamos a verlo, necesito que también me dé un abrazo así tan rico como el tuyo. Albert sube las escaleras con Shirley en brazos. Toca la puerta de la habitación de su hijo, quien está tan entretenido en el computador que no escucha cuando suena la puerta. El padre abrie lentamente, coloca a su pequeña en el piso y ella corre hacia su hermano.—¡Llegó papá, Sam! Vino a vernos. —El chico se quita