—¿Qué haces en mi habitación? —pregunta Antonella, quien sale con la toalla cubriendo su torso y la cual asegura con fuerza, al encontrar a Angelo cerca de la cómoda. —Vine a ver como sigue, mi hija. —enfatiza.—Ya está mejor, te lo dije en el hospital. —responde en tono hostil.—Me hablas como si fuese mi culpa lo que está pasando con Isabella. ¿Qué es lo que pasa contigo? —increpa. —Déjame sola por favor, necesito descansar un poco. —¿Descansar o hablar con tu ex? —dice lanzando sobre la cama el móvil que sostenía en su mano. —¿De qué estás hablando? —pregunta confundida. —De tu ex Albert Miller. —¿Estuviste revisando mi móvil? —dice tomando su teléfono con rapidez. —¿Cuál es el problema que lo revise? Eres mi esposa. —Tú esposa, no tu propiedad. No tienes derecho a revisar mis cosas personales. —dice, llevando su mano hacia su espalda y escondiendo el celular. Repentinamente, Angelo avanza hacia Antonella, acorralándola contra la pared. Su presencia es imponente
Una vez que su hija se queda dormida, Antonella la coloca en su cuna, recoge la toalla del piso, se cubre y se dirige a la puerta para cerrarla con llave. En ese instante de lucidez, toma su móvil y ve la llamada de Albert, lleva su celular hasta su pecho, mientras las lágrimas brotan de sus ojos. Antonella desahoga su dolor en silencio; si en algún momento tuvo dudas de si debía divorciarse de Angelo, en ese momento está segura de que ya no puede seguir al lado de un hombre como él. Durante esa noche no consigue pegar un ojo, entre la preocupación de que la fiebre volviera a aparecer en su hija, y la angustia de que Angelo intentase a entrar a su habitación, se mantiene despierta mirando como el tiempo transcurre en el reloj de pared. La mañana siguiente, Albert se reúne con la junta directiva de la empresa para informar sobre su nuevo socio, además de nombrarlo como CEO permanente de la empresa, mientras él se mantiene como presidente de AVEMiller. La noticia llena a Blas de
Después de aquella conversación, Antonella piensa en las palabras de su amigo. Toma su móvil para llamar a Albert y decirle que aún lo ama. Marca su contacto, aguarda a que atienda, pero repica varias veces sin recibir respuesta. Aún así, insiste un par de veces más hasta que finalmente su llamada va directo al buzón de voz. Permanece pensativa por algunos segundos y luego desiste de llamarlo. Seguramente Albert no deseaba atenderla, ni hablar con ella. En el registro de llamada de su móvil pudo ver que hubo algunos segundos de conversación, por lo que no imagina que pudo haberle dicho Angelo para que él no quiera responderle. Estando aún en la penitenciaria, Albert se despide de su hermano:—Espero que estés bien, debo irme a Martinica hoy mismo. —Adiós Albert. —responde con una actitud distante. Se levanta del asiento mientras el custodio se acerca a él y lo lleva de regreso a su celda. Albert se dirige a la entrada principal de aquel recinto. Allí uno de los oficiales, le
La conexión entre la pareja es instantánea, Eva no quiere perder a aquel hombre y está dispuesta a todo por estar con él, así tenga que enfrentar a sus padres. —Quiero quedarme contigo, Albert. No quiero volver a casa esta noche. —¿Estás segura? —pregunta él, considerando las palabras que ella mencionó algunas horas atrás. —Sí, quiero ser tu mujer ahora y siempre. —Eva besa sus labios con ternura y se refugia en su pecho. Aunque para Robert el comentario de Eva es algo precipitado, lo que han experimentado juntos, es lo mejor que ha vivido hasta ese momento. Eva provocaba en él, no sólo deseo sino algo especial, una necesidad de protegerla y de cuidar de ella. Mas, antes de responderle debía decirle cuál era su verdadera identidad. Decirle que había usurpado el lugar de su hermano gemelo. Al amanecer, tocan a la puerta de la posada. Robert se levanta de la cama cubierto apenas por la sábana, abre la puerta siendo sorprendido con un puñetazo en el rostro, que lo hace tastab
Albert despierta con el sonido de las risas de sus hijos, en el pasillo. Se levanta de la cama, estira los brazos y deja escapar un bostezo. Mira la hora en su reloj, ya pronto serían las ocho, se asea en el baño y minutos después sale del dormitorio. Antes de bajar las escaleras, va hasta la habitación de su madre. La noche anterior había preferido no incomodarla, además de sentirse exhausto por el viaje, no deseaba alterarla emocionalmente. La mañana en el jardín fue bastante fuerte para él.Toca a la puerta antes de entrar, luego con lentitud mueve el picaporte, abre la puerta y entra. Bernardette, aún está en su cama, se incorpora y sonríe, tiene un semblante diferente esa mañana, risueño y lúcido, extiende sus brazos y muestra una cálida sonrisa:—Albert, ven hijo, te estaba esperando. —Hola mamá —Albert se acerca a ella y la toma de las manos, se sienta en la orilla de la cama y besa la frente de su madre. —Que bueno que regresaste pronto. Ya te extrañaba. —Y yo a ti,
El grito de Briggitte provoca un escalofrío en Albert, quien sale corriendo del agua luchando contra las olas que se regresan, mientras Eva le pide que espere por ella. Sin embargo, en la cabeza de Albert sólo hay un pensamiento: su madre. —¿Dónde está, Briggittte? —pregunta, aterrado.— ¿Dónde está mi madre?,—No lo sé, Al. Estaba hace unos minutos aquí —contesta con voz trémula— pero de pronto desapareció. —Cuida de los niños —Le ordena— Yo iré a buscarla. Albert sube la pequeña colina y busca desesperadamente con su mirada a su madre; mas, no la halla. El lugar comienza a llenarse de turistas que vienen acercándose a la playa, lo cual dificulta su visibilidad. Como puede, se abre paso entre las personas, mientras siente su corazón latiendo con fuerza y la garganta seca. Traga saliva y avanza.De repente, ve una mujer de espaldas que viste igual a Bernardette, pero que lleva un sombrero sobre su cabeza. —Mamá —dice sujetándola del brazo, la mujer voltea y sacude su mano.
Después de la horrible situación que Antonella vivió con Angelo, y pensando en los consejos de su amigo Blas, ha decidido ponerle un punto final a su relación con él. Esa tarde, luego de acostar a su niña, escucha el auto detenerse. Se arregla el cabello, recogiéndose una coleta alta y sale de la habitación. Baja las escaleras hasta la sala principal y antes de que Miguel se disponga a llevarlo a su habitación, le ordena:—Aguarde, Miguel. El Sr Angelo y yo tenemos que conversar un asunto. La firmeza en la voz de Antonella, indica que aquello es algo no sólo importante sino delicado, por lo que el guardaespaldas asiente y se retira de la sala. Angelo en tanto, acaricia su mentón mientras sigue con la vista a la pelirrubia, ella se vira de espaldas a él, observa por la ventana, respira profundamente como tomando fuerzas para lo que tiene que decirle, y luego se voltea de frente a él. —Quiero el divorcio —dice de forma categórica sin dejar espacio a la menor duda de su petición
Mientras Antonella y Albert enfrentan un difícil desafío, Blas y Marcos organizan su boda. El entusiasmo de la pareja es contagiante. —¿A ver, dime que te parecen este modelo para la invitaciones de nuestra boda? —pregunta Marcos mostrándole el diseño que acaba de crear. —No lo sé, siendo muy sincero, creo que tiene muchos colores. —responde.—Pensé que querías para nuestra boda un diseño más arcoíris. —El hecho de que seamos homosexuales, no significa que un arcoíris nos identifique, Marc. El amor no tiene que señalarse con otros colores que no sea en rojo intenso. No me amas, ni te amo por lo que somos físicamente, sino por lo que sentimos el uno por el otro. —Las palabras de Blas, dejan a Marcos sin argumentos con los cuales pueda rebatir su opinión.—Bien, entonces elijamos juntos los colores. —Muy bien, a mí particularmente, me gusta rojo y dorado. —dice Blas. —A mí, rojo y blanco. —contesta Marcos. —Entonces, combinemos esos tres ¿Qué opinas?. —Blas propone.—Me p