—Ve y descansa, Antonella. Ponte hermosa para esta noche y demuéstrale a Fabiano que no es más fuerte que tú. —Esto no se trata de Fabiano, mamá. Se trata de mí. Yo… Nuevamente los golpes en la puerta, la obligan a callar.—Alguien toca, hija. Ve tú, yo sólo vine a buscar un vaso con agua. —Sí, mamma. Yo me encargo… Ve y descansa. Antonella va hasta la entrada, abre la puerta y se sorprende con la llegada de un paquete que no esperaba. La enorme caja plateada, medía cerca de un metro de ancho por cincuenta de largo y era plana. —Esto lo envía el Sr Miller. —dice entregándole el recibo—firme aquí señorita. Aún con dudas y llena de asombro, Antonella firma el papel, con un poco de nervio. —Gracias —Le devuelve el lapicero y la factura al repartidor. —Feliz Navidad, señorita. —Le entrega la caja. Ella la recibe con dificultad, aunque no era pesada, el tamaño le incomoda un poco. —Igualmente para ti —Antonella sonríe con melancolía. Lleva la caja hasta la habitación,
Blas, sintiendo la tristeza de su amiga, trata de animarla.—Por Dios geme, no te pongas así. Tú también estás viviendo algo especial.—Lo sé, pero… —Antonella duda. Las expectativas que tiene para esa noche le provocan, cada vez, mayor ansiedad— No quiero que esto se convierta en algo complicado y ya va pintando muy mal. Ya casi todo Nápoles sabe que “voy a casarme” incluso él… —¿Te refieres al imbécil de tu ex? —cuestiona.—Sí, a él. Hoy lo vi en el mercado, mientras comprábamos algunas cosas y… —guarda silencio. —¿No me digas que sigues amando a ese tonto, animal rastrero, adefesio mal hecho y rata de tres patas? —dice y toma aliento. —No lo sé, no digo que no me importe. Pero es difícil recordar lo que pasó. Creo que fue eso lo que me ha puesto melancólica, añorar lo que pudo ser y no fue.—Yo espero que sí, geme. No puede volver, después de dejarte la noche de tu compromiso para casarse con su ex y aparecer cinco años después pensando en recuperarte. ¡Que eso no existe
—Iré a cambiarme, mamma. —Sí, hija. Antonella sale de la habitación de su madre y se dirige hasta su dormitorio. Al llegar, Albert no está dentro. ¿A dónde se había metido? Se pregunta, pero apurada por la hora, ya que tardó más de lo imaginado, ayudando a Isabella, la pelirrubia comienza a desvestirse para ducharse y luego arreglarse para la cena. Albert, quien se encontraba en la sala dándole algunas instrucciones a sus empleados de guardia para los vuelos de esa noche, escucha los pasos detrás de él. Voltea y se encuentra con Isabella. Viendo lo aletargado de sus pasos se aproxima para ayudarla. —Déjeme ayudarla, Isabella. —No se preocupe, Albert estoy bien. La verdad estaba esperando que Antonella fuese a su habitación para conversar con usted. —Sí, dígame. ¿Pasa algo? ¿Se siente mal? —pregunta visiblemente ansioso por la seriedad de la mujer. —No, todo está bien. Debe estarlo. El tono de su voz es preocupante. ¿Qué deseaba hablar con él? Se pregunta el CEO. Con
Sus cuerpos comienzan a arder a medida que sus labios danzan en un mismo y sinuoso compás. Con su lengua fálica, Albert hurga dentro de sus labios, entra y sale simulando lo que tanto desea, poseerla y que ella pueda sentirlo dentro. Una de sus manos se pasea por su espalda, mientras la otra desciende por la curvatura de su cintura hasta detenerse en su trasero. Aquel deseo contenido desde hace algunos días atrás, comienza a desatarse con intensidad y lujuria. Antonella, al igual que él, explora con sus manos su cuerpo, sus dedos se enredan en su cabello y luego bajan por su cuello hasta su ancha espalda. Mientras el CEO presiona su pelvis con fuerza mostrando su virilidad, siente como su polla comienza a palpitar y a endurecerse. La pelirrubia, gime al sentir como sus mieles y fluidos descienden por su tibia caverna. Los labios de Albert, inician la aventura, descienden por su cuello hasta llegar a sus pechos turgentes y con la punta de su lengua acaricia, lame y juega con sus
Al entrar a la habitación, Albert comienza a desvestir a Antonella, mientras también va deshaciéndose poco a poco de su ropa. Una vez que sus cuerpos quedan desnudos, él la abraza y la vuelve a besar. La pelirrubia siente en sus labios, el sabor de su propia intimidad y con un gesto perverso, le devuelve un beso con igual pasión e intensidad. Antonella rodea con ambos brazos su cuello, dejando que sus pechos firmes se amoldan al suyo. Albert la abraza por la cintura y la dirige hasta la cama; ella se deja caer, separando ligeramente sus piernas para que su pelvis encaje perfectamente entre ellas y así sentir su dureza. Ansioso y un poco más libre de acción, él sujeta su polla con la mano y la coloca en su hendidura. Sus labios se encuentran, al igual que sus sexos que parecen hechos a la medida. Sus cuerpos cabalgan uno sobre el otro. Como un par de olas ondeantes se mueven y danzan de forma simétrica. Antonella y Albert se poseen, se aman, se entregan a aquel deseo inhóspito. L
Blas deja su móvil a un lado, aún no puede creer que le esté pasando algo similar. —¿Por qué no me atiendes, geme? —solloza en silencio mientras bebe otro trago de licor en la habitación del hotel.Su noche de navidad había sido un absoluto caos. Horas atrás… Desde que llegó a la elegante casa donde se supone conocería a sus suegros, Blas notó a su pareja un tanto nervioso.—¿Te ocurre algo, mi amor? —pregunta Blas, besando su espalda desnuda, luego de aquel encuentro íntimo en la habitación de su amante. —No, no, todo está bien. —Pues, te siento un poco tenso. Creo que necesitas relajarte. —Te dije que estoy bien, Blas —contesta con cierta hostilidad. —Bien, iré a ducharme entonces para la cena con tus padres.Sin recibir respuestas de su pareja, el moreno se dirige hasta el baño. Aunque Marcos le dijese lo contrario, él sabía que su pareja se veía y estaba actuando, algo nervioso. “Quizás es porque tendrá que presentarme a sus padres” piensa, mientras se introduce e
No sólo, Blas se llevó una sorpresa en su noche de navidad, sino también Macarena. Su prometido, Miguel la había invitado a cenar con la intención de decirle algo muy importante.Para una chica como Macarena plus-size, recibir la propuesta de su novio, con quien lleva cinco años saliendo, es su mayor sueño. Por ello, cuando él se negó a ofrecerle matrimonio días atrás, ella sintió que el mundo a su alrededor se caía en pedazos. Mas esa noche su corazón late con fuerza, aguarda con ansias que aquel sueño se haga realidad. —¿Qué es eso que tanto deseas decirme, Miguel? —Maca, sé que llevamos cinco años juntos, que hemos pasado por situaciones difíciles, y que a pesar de eso, tú has estado conmigo —dice, y mete la mano en el bolsillo interno de su chaqueta. Macarena traga en seco, mientras imagina lo que está por suceder, su corazón retumba como los tambores, y su yo interno grita “Me lo va a pedir, me lo va a pedir”. Sin embargo, Miguel saca su pañuelo y seca su rostro, dejando
Antonella amanece por primera vez, en brazos de un hombre. Un hombre maravilloso como el que siempre soñó. Albert despierta y besa su frente con ternura. —Es hora de levantarnos. Mi madre debe estar por tocar la puerta. —murmura ella entre suspiros. —Bien, aunque desearía quedarme acostado aquí a tu lado. —dice y sonríe.—Yo también deseo estar así, entre tus brazos. —Ella se refugia en su pecho. Minutos más tarde, salen de la habitación, sus rostros reflejan alegría y plenitud. Al verlos entrar a la cocina, Isabella sonríe, pero esta vez no quiere ser indiscreta, se siente cansada. —Siéntate mamma, yo me hago cargo. —Grazie, bambina. Albert también se ofrece s ayudar en la elaboración del desayuno, que Isabella ya lleva un poco avanzado. Mientras preparan el resto de la comida, las miradas cómplices, los roces, los gestos de picardía entre ellos, son notorios. Mientras desayunan, Albert propone dar un paseo por la ciudad juntos. —¿Le gustaría ir con nosotros, Isabell