Al entrar a la habitación, Albert comienza a desvestir a Antonella, mientras también va deshaciéndose poco a poco de su ropa. Una vez que sus cuerpos quedan desnudos, él la abraza y la vuelve a besar. La pelirrubia siente en sus labios, el sabor de su propia intimidad y con un gesto perverso, le devuelve un beso con igual pasión e intensidad. Antonella rodea con ambos brazos su cuello, dejando que sus pechos firmes se amoldan al suyo. Albert la abraza por la cintura y la dirige hasta la cama; ella se deja caer, separando ligeramente sus piernas para que su pelvis encaje perfectamente entre ellas y asà sentir su dureza. Ansioso y un poco más libre de acción, él sujeta su polla con la mano y la coloca en su hendidura. Sus labios se encuentran, al igual que sus sexos que parecen hechos a la medida. Sus cuerpos cabalgan uno sobre el otro. Como un par de olas ondeantes se mueven y danzan de forma simétrica. Antonella y Albert se poseen, se aman, se entregan a aquel deseo inhóspito. L
Blas deja su mĂłvil a un lado, aĂşn no puede creer que le estĂ© pasando algo similar. —¿Por quĂ© no me atiendes, geme? —solloza en silencio mientras bebe otro trago de licor en la habitaciĂłn del hotel.Su noche de navidad habĂa sido un absoluto caos. Horas atrás… Desde que llegĂł a la elegante casa donde se supone conocerĂa a sus suegros, Blas notĂł a su pareja un tanto nervioso.—¿Te ocurre algo, mi amor? —pregunta Blas, besando su espalda desnuda, luego de aquel encuentro Ăntimo en la habitaciĂłn de su amante. —No, no, todo está bien. —Pues, te siento un poco tenso. Creo que necesitas relajarte. —Te dije que estoy bien, Blas —contesta con cierta hostilidad. —Bien, irĂ© a ducharme entonces para la cena con tus padres.Sin recibir respuestas de su pareja, el moreno se dirige hasta el baño. Aunque Marcos le dijese lo contrario, Ă©l sabĂa que su pareja se veĂa y estaba actuando, algo nervioso. “Quizás es porque tendrá que presentarme a sus padres” piensa, mientras se introduce e
No sĂłlo, Blas se llevĂł una sorpresa en su noche de navidad, sino tambiĂ©n Macarena. Su prometido, Miguel la habĂa invitado a cenar con la intenciĂłn de decirle algo muy importante.Para una chica como Macarena plus-size, recibir la propuesta de su novio, con quien lleva cinco años saliendo, es su mayor sueño. Por ello, cuando Ă©l se negĂł a ofrecerle matrimonio dĂas atrás, ella sintiĂł que el mundo a su alrededor se caĂa en pedazos. Mas esa noche su corazĂłn late con fuerza, aguarda con ansias que aquel sueño se haga realidad. —¿QuĂ© es eso que tanto deseas decirme, Miguel? —Maca, sĂ© que llevamos cinco años juntos, que hemos pasado por situaciones difĂciles, y que a pesar de eso, tĂş has estado conmigo —dice, y mete la mano en el bolsillo interno de su chaqueta. Macarena traga en seco, mientras imagina lo que está por suceder, su corazĂłn retumba como los tambores, y su yo interno grita “Me lo va a pedir, me lo va a pedir”. Sin embargo, Miguel saca su pañuelo y seca su rostro, dejando
Antonella amanece por primera vez, en brazos de un hombre. Un hombre maravilloso como el que siempre soñó. Albert despierta y besa su frente con ternura. —Es hora de levantarnos. Mi madre debe estar por tocar la puerta. —murmura ella entre suspiros. —Bien, aunque desearĂa quedarme acostado aquĂ a tu lado. —dice y sonrĂe.—Yo tambiĂ©n deseo estar asĂ, entre tus brazos. —Ella se refugia en su pecho. Minutos más tarde, salen de la habitaciĂłn, sus rostros reflejan alegrĂa y plenitud. Al verlos entrar a la cocina, Isabella sonrĂe, pero esta vez no quiere ser indiscreta, se siente cansada. —SiĂ©ntate mamma, yo me hago cargo. —Grazie, bambina. Albert tambiĂ©n se ofrece s ayudar en la elaboraciĂłn del desayuno, que Isabella ya lleva un poco avanzado. Mientras preparan el resto de la comida, las miradas cĂłmplices, los roces, los gestos de picardĂa entre ellos, son notorios. Mientras desayunan, Albert propone dar un paseo por la ciudad juntos. —¿Le gustarĂa ir con nosotros, Isabell
Esa noche, Antonella no hizo más que pensar en Albert y en todo lo que habĂa vivido durante esa semana. Rápidamente comienza a extrañarlo, a necesitarlo, a querer estar con Ă©l. Sin embargo, no tiene otra opciĂłn que quedarse en Nápoles y cuidar de su madre. Tal como lo prometiĂł, al llegar a Madrid, la primera llamada que Albert realiza es para Antonella. Emocionada al ver aquel nombre en la pantalla de su mĂłvil, atiende sin dudarlo. OĂr la calidez de su voz, le devuelven la calma. —Acabo de llegar, mi amor. Voy a descansar un poco, mañana será un dĂa algo largo. —Me imagino. Quisiera poder estar allĂ contigo y apoyarte. —Lo sĂ©, y de verdad agradezco todo lo que has hecho por mĂ en estos dĂas. No pensĂ© que encontrarĂa en ti, a alguien tan especial. O sea, a lo que me refiero es a que no planeĂ© esto y ha resultado la experiencia más maravillosa de mi vida, Antonella. Y quizás suene un tanto apresurado de mi parte, pero sĂłlo deseo estar a tu lado. —¿Eso que significa? —pregunta
—¿QuĂ© haces aquĂ? —pregunta sorprendida. —Vine a verte, Antonella. Sabes cuanto me importas. SĂ© que estás comprometida, pero no puedo quedarme de brazos cruzados y ver como te pierdo. —¿Te has vuelto loco? TĂş me perdiste desde el momento que te casaste con tu novia de siempre. No tienes nada que venir a buscar, vete de mi casa, Fabiano. —dice entre dientes evitando que su madre sepa sobre la presencia de su ex. Isabella, al ver que su hija se tarda, se levanta del asiento y se dirige por el largo pasillo hasta la entrada principal. —¿Hija, ocurre algo? —Vete, vete —Antonella lo empuja con la mano.— Mi madre no está bien.—Me irĂ© con la condiciĂłn de que aceptes verme despuĂ©s del mediodĂa, te estarĂ© esperando en el restaurante de Fillipo a la 1:00 de la tarde.Antonella responde con un OK para zafarse de aquella incĂłmoda situaciĂłn. —¿Hija? —Nada mamma, era un vendedor. —contesta un tanto nerviosa. La puerta vuelve a sonar y Antonella abre abruptamente, mostrando enojo.
Albert entra a su oficina desde muy temprano, y hasta ahora sĂłlo ha tenido trabajo por hacer. Realmente la presencia de Antonella era necesaria en su oficina; aĂşn asĂ, el CEO trata de resolver con lo que tiene a mano. Su mĂłvil no para de sonar, sin embargo para Ă©l, nada tiene tanta importancia como resolver aquel asunto. La insistencia de aquella llamada, lo obliga a dejar a un lado su labor, toma el mĂłvil y ve que se trata de su ex cuñada Raquel. Lo primero que le viene a la mente es pensar que a su hermano Robert le ha pasado algo. —¡Raquel! ÂżCĂłmo estás? ÂżQuĂ© ocurre? —pregunta ansioso al escuchar su voz trĂ©mula.—¡Albert, estoy en Madrid! Necesito hablar contigo, por favor. ÂżPodemos vernos ahora? Albert mira su reloj, ya es mediodĂa y aĂşn no ha almorzado, ni hablado con Antonella. —SĂ, claro. ÂżDĂłnde nos vemos? —Estoy hospedada en un hotel, te paso la ubicaciĂłn por GPS. —¡Vale! Recibe el mensaje de su ex cuñada, cierra su PC, toma su billetera, las llaves del coche y s
Albert sabe que su hermano siempre ha querido tener un hijo, y está seguro que de saber que Raquel está embarazada, volverá a su lado. Pero, si eso ocurrĂa, la relaciĂłn entre Marta y su hermano terminarĂa definitivamente. ÂżEso lo beneficiaba? Se pregunta a sĂ mismo.Posiblemente no.Conociendo a Marta, ella harĂa todo lo posible por meterse en su vida. Y si algo no desea Albert, es que Antonella y su ex mujer deban enfrentarse y sobre todo que sus hijos estĂ©n en medio de una situaciĂłn como esa. —No sĂ© quĂ© decirte, Raquel. Un hijo es lo más maravilloso que podemos tener en la vida. Sin importar lo que haya pasado entre tĂş y Robert, tambiĂ©n es su hijo. —Un hijo que no tendrá a su padre al lado porque prefiere follarse a su cuñada, joder. —esgrime.—Marta y yo nos divorciamos hace algunos meses. En ese momento, pensĂ© que yo era el culpable; claro eso, antes de que mi propio hermano me echara en cara que mi mujer era una cualquiera y que Ă©l era su amante. —¿Quieres decir que el