Esta vez, no...

—Iré a cambiarme, mamma.

—Sí, hija.

Antonella sale de la habitación de su madre y se dirige hasta su dormitorio. Al llegar, Albert no está dentro. ¿A dónde se había metido? Se pregunta, pero apurada por la hora, ya que tardó más de lo imaginado, ayudando a Isabella, la pelirrubia comienza a desvestirse para ducharse y luego arreglarse para la cena.

Albert, quien se encontraba en la sala dándole algunas instrucciones a sus empleados de guardia para los vuelos de esa noche, escucha los pasos detrás de él. Voltea y se encuentra con Isabella. Viendo lo aletargado de sus pasos se aproxima para ayudarla.

—Déjeme ayudarla, Isabella.

—No se preocupe, Albert estoy bien. La verdad estaba esperando que Antonella fuese a su habitación para conversar con usted.

—Sí, dígame. ¿Pasa algo? ¿Se siente mal? —pregunta visiblemente ansioso por la seriedad de la mujer.

—No, todo está bien. Debe estarlo.

El tono de su voz es preocupante. ¿Qué deseaba hablar con él? Se pregunta el CEO.

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