—Iré a cambiarme, mamma. —Sí, hija. Antonella sale de la habitación de su madre y se dirige hasta su dormitorio. Al llegar, Albert no está dentro. ¿A dónde se había metido? Se pregunta, pero apurada por la hora, ya que tardó más de lo imaginado, ayudando a Isabella, la pelirrubia comienza a desvestirse para ducharse y luego arreglarse para la cena. Albert, quien se encontraba en la sala dándole algunas instrucciones a sus empleados de guardia para los vuelos de esa noche, escucha los pasos detrás de él. Voltea y se encuentra con Isabella. Viendo lo aletargado de sus pasos se aproxima para ayudarla. —Déjeme ayudarla, Isabella. —No se preocupe, Albert estoy bien. La verdad estaba esperando que Antonella fuese a su habitación para conversar con usted. —Sí, dígame. ¿Pasa algo? ¿Se siente mal? —pregunta visiblemente ansioso por la seriedad de la mujer. —No, todo está bien. Debe estarlo. El tono de su voz es preocupante. ¿Qué deseaba hablar con él? Se pregunta el CEO. Con
Sus cuerpos comienzan a arder a medida que sus labios danzan en un mismo y sinuoso compás. Con su lengua fálica, Albert hurga dentro de sus labios, entra y sale simulando lo que tanto desea, poseerla y que ella pueda sentirlo dentro. Una de sus manos se pasea por su espalda, mientras la otra desciende por la curvatura de su cintura hasta detenerse en su trasero. Aquel deseo contenido desde hace algunos días atrás, comienza a desatarse con intensidad y lujuria. Antonella, al igual que él, explora con sus manos su cuerpo, sus dedos se enredan en su cabello y luego bajan por su cuello hasta su ancha espalda. Mientras el CEO presiona su pelvis con fuerza mostrando su virilidad, siente como su polla comienza a palpitar y a endurecerse. La pelirrubia, gime al sentir como sus mieles y fluidos descienden por su tibia caverna. Los labios de Albert, inician la aventura, descienden por su cuello hasta llegar a sus pechos turgentes y con la punta de su lengua acaricia, lame y juega con sus
Al entrar a la habitación, Albert comienza a desvestir a Antonella, mientras también va deshaciéndose poco a poco de su ropa. Una vez que sus cuerpos quedan desnudos, él la abraza y la vuelve a besar. La pelirrubia siente en sus labios, el sabor de su propia intimidad y con un gesto perverso, le devuelve un beso con igual pasión e intensidad. Antonella rodea con ambos brazos su cuello, dejando que sus pechos firmes se amoldan al suyo. Albert la abraza por la cintura y la dirige hasta la cama; ella se deja caer, separando ligeramente sus piernas para que su pelvis encaje perfectamente entre ellas y así sentir su dureza. Ansioso y un poco más libre de acción, él sujeta su polla con la mano y la coloca en su hendidura. Sus labios se encuentran, al igual que sus sexos que parecen hechos a la medida. Sus cuerpos cabalgan uno sobre el otro. Como un par de olas ondeantes se mueven y danzan de forma simétrica. Antonella y Albert se poseen, se aman, se entregan a aquel deseo inhóspito. L
Blas deja su móvil a un lado, aún no puede creer que le esté pasando algo similar. —¿Por qué no me atiendes, geme? —solloza en silencio mientras bebe otro trago de licor en la habitación del hotel.Su noche de navidad había sido un absoluto caos. Horas atrás… Desde que llegó a la elegante casa donde se supone conocería a sus suegros, Blas notó a su pareja un tanto nervioso.—¿Te ocurre algo, mi amor? —pregunta Blas, besando su espalda desnuda, luego de aquel encuentro íntimo en la habitación de su amante. —No, no, todo está bien. —Pues, te siento un poco tenso. Creo que necesitas relajarte. —Te dije que estoy bien, Blas —contesta con cierta hostilidad. —Bien, iré a ducharme entonces para la cena con tus padres.Sin recibir respuestas de su pareja, el moreno se dirige hasta el baño. Aunque Marcos le dijese lo contrario, él sabía que su pareja se veía y estaba actuando, algo nervioso. “Quizás es porque tendrá que presentarme a sus padres” piensa, mientras se introduce e
No sólo, Blas se llevó una sorpresa en su noche de navidad, sino también Macarena. Su prometido, Miguel la había invitado a cenar con la intención de decirle algo muy importante.Para una chica como Macarena plus-size, recibir la propuesta de su novio, con quien lleva cinco años saliendo, es su mayor sueño. Por ello, cuando él se negó a ofrecerle matrimonio días atrás, ella sintió que el mundo a su alrededor se caía en pedazos. Mas esa noche su corazón late con fuerza, aguarda con ansias que aquel sueño se haga realidad. —¿Qué es eso que tanto deseas decirme, Miguel? —Maca, sé que llevamos cinco años juntos, que hemos pasado por situaciones difíciles, y que a pesar de eso, tú has estado conmigo —dice, y mete la mano en el bolsillo interno de su chaqueta. Macarena traga en seco, mientras imagina lo que está por suceder, su corazón retumba como los tambores, y su yo interno grita “Me lo va a pedir, me lo va a pedir”. Sin embargo, Miguel saca su pañuelo y seca su rostro, dejando
Antonella amanece por primera vez, en brazos de un hombre. Un hombre maravilloso como el que siempre soñó. Albert despierta y besa su frente con ternura. —Es hora de levantarnos. Mi madre debe estar por tocar la puerta. —murmura ella entre suspiros. —Bien, aunque desearía quedarme acostado aquí a tu lado. —dice y sonríe.—Yo también deseo estar así, entre tus brazos. —Ella se refugia en su pecho. Minutos más tarde, salen de la habitación, sus rostros reflejan alegría y plenitud. Al verlos entrar a la cocina, Isabella sonríe, pero esta vez no quiere ser indiscreta, se siente cansada. —Siéntate mamma, yo me hago cargo. —Grazie, bambina. Albert también se ofrece s ayudar en la elaboración del desayuno, que Isabella ya lleva un poco avanzado. Mientras preparan el resto de la comida, las miradas cómplices, los roces, los gestos de picardía entre ellos, son notorios. Mientras desayunan, Albert propone dar un paseo por la ciudad juntos. —¿Le gustaría ir con nosotros, Isabell
Esa noche, Antonella no hizo más que pensar en Albert y en todo lo que había vivido durante esa semana. Rápidamente comienza a extrañarlo, a necesitarlo, a querer estar con él. Sin embargo, no tiene otra opción que quedarse en Nápoles y cuidar de su madre. Tal como lo prometió, al llegar a Madrid, la primera llamada que Albert realiza es para Antonella. Emocionada al ver aquel nombre en la pantalla de su móvil, atiende sin dudarlo. Oír la calidez de su voz, le devuelven la calma. —Acabo de llegar, mi amor. Voy a descansar un poco, mañana será un día algo largo. —Me imagino. Quisiera poder estar allí contigo y apoyarte. —Lo sé, y de verdad agradezco todo lo que has hecho por mí en estos días. No pensé que encontraría en ti, a alguien tan especial. O sea, a lo que me refiero es a que no planeé esto y ha resultado la experiencia más maravillosa de mi vida, Antonella. Y quizás suene un tanto apresurado de mi parte, pero sólo deseo estar a tu lado. —¿Eso que significa? —pregunta
—¿Qué haces aquí? —pregunta sorprendida. —Vine a verte, Antonella. Sabes cuanto me importas. Sé que estás comprometida, pero no puedo quedarme de brazos cruzados y ver como te pierdo. —¿Te has vuelto loco? Tú me perdiste desde el momento que te casaste con tu novia de siempre. No tienes nada que venir a buscar, vete de mi casa, Fabiano. —dice entre dientes evitando que su madre sepa sobre la presencia de su ex. Isabella, al ver que su hija se tarda, se levanta del asiento y se dirige por el largo pasillo hasta la entrada principal. —¿Hija, ocurre algo? —Vete, vete —Antonella lo empuja con la mano.— Mi madre no está bien.—Me iré con la condición de que aceptes verme después del mediodía, te estaré esperando en el restaurante de Fillipo a la 1:00 de la tarde.Antonella responde con un OK para zafarse de aquella incómoda situación. —¿Hija? —Nada mamma, era un vendedor. —contesta un tanto nerviosa. La puerta vuelve a sonar y Antonella abre abruptamente, mostrando enojo.