Un día a la vez

Blas, sintiendo la tristeza de su amiga, trata de animarla.

—Por Dios geme, no te pongas así. Tú también estás viviendo algo especial.

—Lo sé, pero… —Antonella duda. Las expectativas que tiene para esa noche le provocan, cada vez, mayor ansiedad— No quiero que esto se convierta en algo complicado y ya va pintando muy mal. Ya casi todo Nápoles sabe que “voy a casarme” incluso él…

—¿Te refieres al imbécil de tu ex? —cuestiona.

—Sí, a él. Hoy lo vi en el mercado, mientras comprábamos algunas cosas y… —guarda silencio.

—¿No me digas que sigues amando a ese tonto, animal rastrero, adefesio mal hecho y rata de tres patas? —dice y toma aliento.

—No lo sé, no digo que no me importe. Pero es difícil recordar lo que pasó. Creo que fue eso lo que me ha puesto melancólica, añorar lo que pudo ser y no fue.

—Yo espero que sí, geme. No puede volver, después de dejarte la noche de tu compromiso para casarse con su ex y aparecer cinco años después pensando en recuperarte. ¡Que eso no existe
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