Emireth no pudo evitar sentir la misma atracción de antes; verlo fornido y apuesto echó por la borda su intento de olvidarlo. Maximiliano estaba de regreso, después de tantos años, volvía a mirar esos ojos azules, un mar en calma, a veces embravecido que echó de menos. También su boca que en el pasado le robó el aliento y la cordura.Solo con recordarlo, se sonrojó hasta la médula. La luna, el lago, ellos y los besos…—Emi, creo que al menos merezco un abrazo —su voz grave y profunda, aunque excesivamente dulce, esfumó el silencio. Pero no pudo traerla de vuelta a la realidad.Él no es real, pensó consternada.Soñó tantas veces con su regreso que verlo allí le pareció otro de esos sueños. Tenía la mirada desorbitada y el cuerpo tenso como si hubiera visto un fantasma.Pero Maximiliano era real, lo supo en cuanto se acercó estrechándola entre sus brazos, cuando percibió su esencia magnética, esa extraña virilidad que la absorbió por completo. Él acarició su cabello, aspiró con ansias e
Verano…Solía ser nuestra estación favorita, porque las hojas de los árboles caían; disfrutábamos verlas alzarse en vuelo o sentirlas crujir bajo nuestros pies descalzos. Reíamos, vivíamos al máximo cada día, como si fuera el último. Quizás nos confundimos en el decurso que a veces pareció detenerse en esos momentos en los que tus ojos se fijaron en mis labios, yo sonreía nerviosa intentando descifrar tus intenciones; pero sólo llegaba tu dulce caricia a mi mejilla, tu voz que hacía de lo demás superfluo. El tiempo se convirtió en monotonía, lento y veloz con tu ausencia. Aún lloraba por las noches, durante el día; el transcurso era demasiado difícil sin ti. Pensé tirar la toalla, pero… ¿Cómo hacerlo, si después de todo tenía motivos para seguir?Era difícil verlo y escucharlo decir mamá, llamar papá a quien realmente era su abuelo, doloroso tenerlo cerca y no poder expresarle lo mucho que lo amo. Siempre que tenía la oportunidad lo traía a éste lugar, y sentados en el columpio lanz
Volví a mis quehaceres antes de que la señora Copperfield notara mi ausencia. En la sala, el pequeño Matthew dibujaba trazos sin sentidos, tumbado sobre la alfombra. En cuanto se percató de mi presencia soltó las crayolas y corrió a mis brazos. —¡Emi! ¡Emi! ¿Quieres ayudarme a terminarlo? —preguntó aferrándose a mi pierna.Sonreí. Eran esos instantes los que daban color a mi opaca vida. ¿Cómo podría negarme ante esos ojitos azules?, Era tan perfecto, no había nada más hermoso sobre la faz de la tierra que él. Nuestro hijo…—A ver, enséñame lo que haces ¿De acuerdo? —dije revolviendo su cabello marrón. Enseguida tomó mi mano y me llevó hasta sus dibujos. Miré de cerca el montón de rayas incomprensibles, bueno tan sólo tenía cinco años, no podía esperar una obra de arte; aunque para mí todo lo que hiciera era tan valioso como una pintura de Picasso o Da Vinci. —Quisiera dibujar como tú, por favor por favor enséñame, Emi —rogó juntando sus manitas.Sus facciones me lo recordaban, e
Las lágrimas lucharon por salir, me esforcé por no hacerlo en presencia de Matt. No era mi intención confundirlo, más de lo que ya estaba en realidad. Acabé dibujando nuestro lugar favorito, sus ojitos brillaron encantado de verse en el dibujo.—¿Somos nosotros? —inquirió señalando nuestras siluetas dando la espalda sobre aquel viejo columpio de madera. Faltaba colorearlo, pero se lo dejaría a él.Asentí acariciando su mejilla. Sonrió y se colgó a mi cuello bastante agradecido. —Te quiero Emi, gracias por ser tan buena conmigo. Se sintió bien y doloroso a la vez. Lo apreté más a mí, necesitaba sentirlo de ésa manera, urgía a mi corazón una dosis de su ternura. El nudo se atoró en mi garganta, las emociones colapsaron dejándome transida al tiempo que retrospectiva. Debí huir cuando pude, al menos debí intentarlo y no optar por quedarme con la incertidumbre de lo que pudo ser. Ya era demasiado tarde; sólo el retorno de Max podía cambiar el desenlace sombrío que se palpaba en esa ca
5 años después…—La señora Copperfield ha ordenado que sirvas la cena.—¿Qué? Eso debe hacerlo Emma, ya yo acabé mi turno.En mi boca se formó una perfecta “O”.—Quiere que tú lo hagas —continuó sin mirarme. Fruncí el ceño. —¿Qué sucede Rebeka? ¿Qué, ha enfermado Emma y Ava sigue indispuesta? —quise saber rodando los ojos.No me apetecía verle la cara a esos dos, en realidad nunca. —Emireth…Dos toques secos en la puerta la interrumpieron. —Emireth ¿Estás ahí? —preguntó Emma. Miré mal a Rebeka, aunque no tuviese la culpa de que la bruja hubiera ordenado que sirviera la cena. Los últimos años me había limitado a hacer todo lo que decían, así evitaba problemas y nada en vano. Continué estando con Matthew, pero menos que antes; cuando Marie iba al tonto spa, a las tertulias con sus amigas, entonces aprovechaba de llevarlo al lago. Mi niño estaba creciendo, ya tenía diez años y me alegraba verlo feliz.Era tan travieso a veces. Sin duda la copia de su padre. —¡Sólo quedan veinte mi
Eternidad…Nunca se sintió así, servir la cena bajo la atenta mirada de Maximiliano fue incómodo, eterno. Marie, por supuesto se encargó de que estuviera más de lo debido, con la intención de humillarme. Las manos me temblaban y fue todo un desafío no derramar una sola gota del vino blanco que servía. -¿Ya conoces a Matthew? -comenzó André echándome una mirada furtiva. Era el más flexible de los dos pero se dejaba convencer por su esposa fácilmente.Y Max me miró inquisitivo. Desde que se sentó en esa silla no sonrió, su rostro era inexpresivo; Estaba conteniéndose. -Lo adoptamos muy chiquito, lo dejaron en un orfanato y pensamos que sería bueno darle una vida mejor a ese niño -continuó ella como si fuese la mujer más buena de la tierra.No era más que una bruja mentirosa y manipuladora. Y si Maximiliano no se daba cuenta sería por ciego. -Quiero que me expliquen por qué Emireth está sirviendo, ¿Qué está pasando? ¡¿Por qué se quedan callados?! -explotó golpeando la mesa con la mano
Recorrí la amplia habitación, aturdida, con un dolor punzante en su pecho. Los ojos me ardían, la garganta estaba seca. No reconocí mi entorno, no supe la hora, no dónde rayos estaba postrada. —Max… ¿dónde estás? —susurré, mi voz ahogó el silencio por unos segundos. Nadie emitió respuestas, Max no estaba en la habitación. Intenté deslizarme sobre las almohadas pero en el acto la puerta que se mantuvo cerrada emitió ese estridente chirriar siendo abierta, en cuanto nuestras miradas conectaron yo me estremecí y mi corazón aumentó su ritmo cardíaco. Su mirada me recordó cada minuto antes y después de que Marie, su madre y la que por unos años lo fue para mí también, me disparara. Antes de sumergirme en una oscuridad de la que creí no poder escapar, descubrí que él guardaba secretos torno al tema de Máximo y sé qué no era el momento para exigir explicaciones sin embargo no iba a permitir que continuara mintiéndome en mis narices. Maximiliano tenía el deber de decírmelo todo sin impor
—Regresé a los Estados Unidos, con el anhelo de poder verte, mirarte otra vez y cerciorarme de que estabas bien. No sabía que mis padres te tenían terminantemente prohibido que me contactaras. Yo pensé que no querías saber nada de mí. ¿Sabes cuántas veces le pedí a mamá que te pusiera al teléfono, frente a la pantalla de la Mac y poder sentirte más cerca? Eso nunca sucedió. Necesitaba volver a verte, sentirme vivo —confesó de espaldas. Y un nudo se atascó en mi garganta —. Odio que casi pude perderte, creí que no iba a jalar el gatillo. Somos tan iguales y diferentes a la vez…—¿P-por qué dices eso? —quise saber, sin embargo, Maximiliano Cooperfields me ignoró.—Temí perderte. Y la verdad no soportaría pasar por la misma situación —me miró, clavó sus ojos invadidos de dolor en los míos —. Dos malditas semanas se convirtió en eternidad, el doctor me decía que pronto despertarías, así fue. Mientras papá arreglaba el asunto con las policías, me encargué del papeleo legal para sacarlos de