—Regresé a los Estados Unidos, con el anhelo de poder verte, mirarte otra vez y cerciorarme de que estabas bien. No sabía que mis padres te tenían terminantemente prohibido que me contactaras. Yo pensé que no querías saber nada de mí. ¿Sabes cuántas veces le pedí a mamá que te pusiera al teléfono, frente a la pantalla de la Mac y poder sentirte más cerca? Eso nunca sucedió. Necesitaba volver a verte, sentirme vivo —confesó de espaldas. Y un nudo se atascó en mi garganta —. Odio que casi pude perderte, creí que no iba a jalar el gatillo. Somos tan iguales y diferentes a la vez…—¿P-por qué dices eso? —quise saber, sin embargo, Maximiliano Cooperfields me ignoró.—Temí perderte. Y la verdad no soportaría pasar por la misma situación —me miró, clavó sus ojos invadidos de dolor en los míos —. Dos malditas semanas se convirtió en eternidad, el doctor me decía que pronto despertarías, así fue. Mientras papá arreglaba el asunto con las policías, me encargué del papeleo legal para sacarlos de
Tres meses en la ciudad Parisina me ayudó a cerrar heridas y nos dio la oportunidad a Max y a mí de volver a empezar. Al principio quería respuestas, ahora sé que llegaría el momento idóneo para que Maximiliano me confiara su pasado.Él no estaba listo y yo no lo presionaría. Lo importante era nuestro hijo, el bonito amor que me daba y que yo correspondía con la misma intensidad y vehemencia.…La fascinante ciudad de París, era un verdadero espectáculo de luces por la noche; la torre Eiffel se podía mirar desde el balcón de nuestro acogedor piso.Me recogí el cabello en una coleta baja. En este punto de mi vida podía decir que las cosas iban por un buen rumbo, ignorando el hecho que seguían incógnitas. No sabía cuánto lo cambiaría en un futuro, desconocía que tan oscuro era el tema de Máximo Cavalcanti. Su nombre seguía en mi cabeza, los últimos tres meses se clavó en mi mente, como el recordatorio de pendientes o de un misterio sin resolver. —Mamá Emi, papá dice que la cena está l
Sollocé contra sus labios. Entonces dejó de besarme, se apartó y buscó mis ojos. Solo asentí escondiendo el rostro en su pecho.Lo oí suspirar. —*Merde Emireth, comme je déteste que tu reviennes, je sais que je ne peux pas m’en empêcher, j’aimerais bien, mais ne m’en souviens plus, essaie-le. ( *Mierda Emireth, como odio que vuelvas pasado, sé que no puedo evitarlo, quisiera, pero ya no lo recuerdes, tan solo inténtalo)—No hables como si supieras todo, tú también tienes tormentos y sigues recordando —susurré y me alejé. Retrocedí dos pasos, cruzada de brazos. Eran esos momentos que nos alejaban, abriendo una brecha entre los dos. —Tienes razón y no me digas nada, es mejor que no lo hagas si te incomoda. Además no merezco que me cuentes si yo aún no te digo.—Bien, me voy a dormir. —Tienes esa mirada de molestia, lo siento amor no quise hacerte enfadar. Ven aquí preciosa —apremió con dulzura. —Hoy dormiré en el sofá —avisé ignorando sus palabras.No siempre iba a permitir que
—Marie, la torre Eiffel es gigantesca, pude ver toda la ciudad y fue increíble. También fuimos al zoológico —solté enérgico —Oh, hijito, me alegra que la pasaras genial, ¿tienes hambre? —No, he comido mucho, ¿verdad papá? —lo miró. Max sonrió revolviendo su cabello.—Cuatro hog dog, dos salchichas y un helado.Lo miré sorprendida. —Pues ojalá que no te de una indigestión, hijo. Ve a darte un ducha y luego a la cama. —Está bien mami. Te espero para que me leas un cuento ¿si? —juntó sus manitas y le sonreí.—Nunca he dejado de serlo, Matt. Entonces se fue. Me acerqué a Max y le di un beso corto en los labios. —Gracias por hacerlo feliz. Eres un papá grandioso, Max —mencioné sin soltarla. Besó mi coronilla. —Gracias a ti, Matt tiene la mejor mamá del mundo. —Te amo. —Y yo a ti, Emi. Me besó. …Después de contarle dos cuentos, mi niño se quedó dormido. Parecía un angelito plácido sobre la cama. Dejé los libros en la cómoda. —Descansa, cielo. Apagué la lámpara y le di un bes
Todos nos miraban, desde que llegamos al cementerio la atención de muchas personas se posó en nosotros. Max apretó mi mano, sé que le resultaba molesto la curiosidad de terceros. Unas mujeres murmuraban y cuando las miré disimularon. —¿No es Emireth? Entonces es cierto que tuvo un hijo con su hermano —susurró una señora bastante dramática. —Sí, que horror —le respondió la otra en el mismo tono bajo.Luego se alejaron.En vez de guardar silencio y respetar el dolor ajeno, criticaban en un momento tan triste. No tenían vergüenza. Ellos no sabían nada, nada en absoluto de nuestras vidas.—No les prestes atención, Emi —me dijo al oído y asentí sin soltarlo. El padre de Max se acercó. Llevaba unas gafas oscuras. No supe qué hacer en ese momento.—Maximiliano —lo saludó.—Padre —correspondió abrazándolo. Así permanecieron unos segundos. —Mamá no quiero estar aquí —se quejó Matt con lágrimas en los ojos. Mientras Padre e hijo hablaban, me puse a la altura de Matt y acuné su rostro. S
—Maganta —susurró a mi oído y di un respingo.—¿Qué?No comprendía a lo que se refería con emitir esa palabra, es que jamás había escuchado hablar de esa palabra tan extraña, puede que la estuviera inventando en ese momento, o era yo la tonta que no sabía de la existencia, menos del significado. Me le quedé mirando frunciendo el ceño mientras trataba de cierta manera averiguar por mi parte lo que quería decir esa palabra. —Así se le llama a ese camino de luz que deja la luna al reflejarse en el agua —explicó reflexivo. Abrí la boca comprendiendo todo al escucharlo, era bueno aprender nuevas palabras, de algún modo se adquiría más conocimiento y se empleaba el vocabulario que uno normalmente usaba para comunicarse con los demás. Además de que mangata era una palabra rara pero a la vez tenía esa significado bonito, nunca me lo habría imaginado para ser sincera. —¿En qué piensas tanto? —quise saber mirándolo a los ojos y él también hizo contacto visual conmigo, antes de acercar su man
Apreté los párpados y dejé escapar un respiro. Luego empujé la puerta y me adentré. La misma habitación deteriorada por el tiempo. El viejo azul abandonaba su intensidad. Los muebles y las puertas que conducía al balcón, desgastados. Recordé que nunca había abierto las puertas corredizas hacía el balcón. Por primera vez me atreví a caminar hacia ese lugar. Encontré pinceles, pinturas y un caballete delante de un banco pequeño. Tragué grueso, segura de que todo eso perteneció al difunto hermano de Max. Entonces caí en cuenta de que las tantas veces que vi a Marie hablando sola, se trataba de alucinaciones. Ella seguía atada a su hijo, a lo que un día fue. Los Copperfield quisieron llenar el vacío que dejó Máximo, así que me adoptaron. Ahora la pregunta era ¿Por qué murió Máximo? O… ¿Quién mató a Máximo?¿Tendría la culpa de lo que pasó, Marie?—Te lo diré en su momento, Emireth.Las palabras de Max resonaron en mi cabeza.Bufé y abandoné con rapidez la recámara en penumbras. No c
Creí que André diría algo respecto a la noche anterior, pero no, no mencionó la imprudencia de mi parte. Sin embargo, su atención en demasía no pasaba desapercibida. No debí ser entrometida.Aparté la mirada casi con inapetencia. De no ser porque Max estaba en otro planeta, se habría dado cuenta de la atención sin disimulo de su padre sobre mí. Desde las horribles pesadillas en la madrugada estaba un poco absorto. No le pregunté, no quise volver a hincar el dedo en la herida porque quedamos en hablarlo en su momento. Presionarlo solo empeoraría las cosas y yo no quería estar mal con Max. Ya habíamos retrocedido lo suficiente como para volver al punto de inicio. —Te voy a decir abuelito ¿Puedo? —soltó de pronto nuestro hijo. Ya lo había visto indeciso con ponerle un nuevo título a André. Abuelo…Después de todo eso era.—Es que soy tu abuelo, Matt. Creí que nunca me llamarías así —revolvió su cabello con cariño —. Claro que puedes decirme así, pequeño.—De acuerdo pero ya no so