Todos nos miraban, desde que llegamos al cementerio la atención de muchas personas se posó en nosotros. Max apretó mi mano, sé que le resultaba molesto la curiosidad de terceros. Unas mujeres murmuraban y cuando las miré disimularon. —¿No es Emireth? Entonces es cierto que tuvo un hijo con su hermano —susurró una señora bastante dramática. —Sí, que horror —le respondió la otra en el mismo tono bajo.Luego se alejaron.En vez de guardar silencio y respetar el dolor ajeno, criticaban en un momento tan triste. No tenían vergüenza. Ellos no sabían nada, nada en absoluto de nuestras vidas.—No les prestes atención, Emi —me dijo al oído y asentí sin soltarlo. El padre de Max se acercó. Llevaba unas gafas oscuras. No supe qué hacer en ese momento.—Maximiliano —lo saludó.—Padre —correspondió abrazándolo. Así permanecieron unos segundos. —Mamá no quiero estar aquí —se quejó Matt con lágrimas en los ojos. Mientras Padre e hijo hablaban, me puse a la altura de Matt y acuné su rostro. S
—Maganta —susurró a mi oído y di un respingo.—¿Qué?No comprendía a lo que se refería con emitir esa palabra, es que jamás había escuchado hablar de esa palabra tan extraña, puede que la estuviera inventando en ese momento, o era yo la tonta que no sabía de la existencia, menos del significado. Me le quedé mirando frunciendo el ceño mientras trataba de cierta manera averiguar por mi parte lo que quería decir esa palabra. —Así se le llama a ese camino de luz que deja la luna al reflejarse en el agua —explicó reflexivo. Abrí la boca comprendiendo todo al escucharlo, era bueno aprender nuevas palabras, de algún modo se adquiría más conocimiento y se empleaba el vocabulario que uno normalmente usaba para comunicarse con los demás. Además de que mangata era una palabra rara pero a la vez tenía esa significado bonito, nunca me lo habría imaginado para ser sincera. —¿En qué piensas tanto? —quise saber mirándolo a los ojos y él también hizo contacto visual conmigo, antes de acercar su man
Apreté los párpados y dejé escapar un respiro. Luego empujé la puerta y me adentré. La misma habitación deteriorada por el tiempo. El viejo azul abandonaba su intensidad. Los muebles y las puertas que conducía al balcón, desgastados. Recordé que nunca había abierto las puertas corredizas hacía el balcón. Por primera vez me atreví a caminar hacia ese lugar. Encontré pinceles, pinturas y un caballete delante de un banco pequeño. Tragué grueso, segura de que todo eso perteneció al difunto hermano de Max. Entonces caí en cuenta de que las tantas veces que vi a Marie hablando sola, se trataba de alucinaciones. Ella seguía atada a su hijo, a lo que un día fue. Los Copperfield quisieron llenar el vacío que dejó Máximo, así que me adoptaron. Ahora la pregunta era ¿Por qué murió Máximo? O… ¿Quién mató a Máximo?¿Tendría la culpa de lo que pasó, Marie?—Te lo diré en su momento, Emireth.Las palabras de Max resonaron en mi cabeza.Bufé y abandoné con rapidez la recámara en penumbras. No c
Creí que André diría algo respecto a la noche anterior, pero no, no mencionó la imprudencia de mi parte. Sin embargo, su atención en demasía no pasaba desapercibida. No debí ser entrometida.Aparté la mirada casi con inapetencia. De no ser porque Max estaba en otro planeta, se habría dado cuenta de la atención sin disimulo de su padre sobre mí. Desde las horribles pesadillas en la madrugada estaba un poco absorto. No le pregunté, no quise volver a hincar el dedo en la herida porque quedamos en hablarlo en su momento. Presionarlo solo empeoraría las cosas y yo no quería estar mal con Max. Ya habíamos retrocedido lo suficiente como para volver al punto de inicio. —Te voy a decir abuelito ¿Puedo? —soltó de pronto nuestro hijo. Ya lo había visto indeciso con ponerle un nuevo título a André. Abuelo…Después de todo eso era.—Es que soy tu abuelo, Matt. Creí que nunca me llamarías así —revolvió su cabello con cariño —. Claro que puedes decirme así, pequeño.—De acuerdo pero ya no so
[Recuerdos]La voracidad de un verano cómplice de risas y correteos volvía a acompañarnos. El calor que emana el astro ardiente estaba de regreso, mucho más que antes, dueño del solsticio. Valía la pena cada segundo; resultaba fascinante observar los rayos que atravesaban las nubes, imponiendo con su resplandeciente luz. El año y medio había transcurrido como si se tratase de segundos. Ya tenía ocho años recién cumplidos y mis padres prometieron llevarme a la playa. La playa….Jamás había ido a ese mágico lugar. Cerraba los ojos e imaginaba estar allí, escuchando el tronar de las olas, sintiendo la brisa marítima en mi rostro, la salinidad del mar adhiriéndose a mi pelo y mis pies hundiéndose en la arena. Nada me puso más emocionada, que ponerme el lindo bañador violeta que mamá me compró. Moría por nadar en el mar; desde que Max me enseñó en la piscina, ya me era divertido y emocionante lanzarme al agua. Ya no temía ahogarme.—¡Max! —grité desde la habitación.Necesitaba ayuda con
Varias semanas después hicimos las maletas. Nos íbamos a New York. Sentí un poco de tristeza al dejar nuestro hogar. Pero pensé en Matt; él tendría una vida mejor en los Estados Unidos. En un entorno en el que ya estaba acostumbrado su desempeño académico no se vería afectado. —Deberías descansar —susurró mientras miraba por la ventanilla.Viajamos en el avión familiar. Así que podía estar durmiendo como Matt en la habitación que tenía el yet, pero quería estar ahí con él.Sonreí tomando su mano. —Quiero estar aquí, además no estoy cansada.—Si tú lo dices, ven aquí mi ángel —palmeó su regazo. Obedecí sentándome en sus piernas. Rodeé su cuello y sin decir una sola palabra le di un besito en los labios. —Debo admitir que me da un poco de nervios lo que nos espera en la ciudad. —No te preocupes. Será mucho mejor que París —rozó nuestras narices —. La casa te va a gustar mucho. Lejos de los suburbios, en un lugar de New York que es pacífico, ya sabes sin tanto ajetreo.—No me moles
—Pero para tu cumpleaños solo faltan unos cuantos meses. Me estás dando un plazo muy corto pequeño. —Nuestro hijo es impaciente —recordó soltando una risotada.Rodé los ojos.—Ve a lavarte las manos.Asintió y se fue. Suspiré rotulando en lo que acababa de pasar. ¿Un bebé?No.¿Por qué lo seguía pensando?—No me mires así.—Hice tu platillo favorito. Deja de reírte o no te daré ni un poco de carne de pato —amenacé —Es que… —se aclaró la garganta —. Lo siento, creo que Matt tiene razón. —No es un buen momento. Es decir, no es tiempo aún. Se acercó y agarró mi cadera. Vigilé que no viniera Matthew. —Sabes que no voy a presionarte, mi ángel. Aunque… —hundió su nariz en mi cuello. —Max… Me hacía cosquillas.—Imagínate a una nena corriendo por toda la casa, quizás dos, niña y niño…Más cosquillas y risas de mi parte.¡¿Qué?!—Detente… —me soltó y lo miré a los ojos después de recupérarme —.Los dolores de partos son horribles, no, espantosos. Quedé un poco traumada después de Matthe
—Lo sigue siendo sólo que… —gemí —. Shh, Matt está arriba. —Entonces no me tortures —gruñí dándome la vuelta. Mala idea, me acorraló, sus dedos ávidos recorrieron mi cuello. Su boca mordisqueó el lóbulo de mi oreja y gemí de nuevo. —Te pongo nerviosa, mejor te ayudo con lo que te falta, ¿si? —me liberó.Lo asesiné con la mirada, era malvado por dejarme así. —Me voy a vengar, no puedes provocarme y dejarme así —reclamé, ¿qué sucedía conmigo? —Antes de que lo hagas, esta noche te daré una sorpresa.—Ya quiero saber —admití ansiosa. No era buena esperando ya empezaba a imaginar muchas cosas seguro nada de lo que cruzaba por mi cabeza se acercaba Pero qué Maximiliano me daría o quizás sí se paciente después dices que mata es el impaciente y encima dices que es por mí bien me resigné y caminé enfadada hasta la estufa el pollo no podía quemarse Y si eso pasaba iba a matar a Max por estar distrayendo se me voy a mi lado para empezar a picar las hortalizas para la ensalada—Te amo, ¿lo