Creí que André diría algo respecto a la noche anterior, pero no, no mencionó la imprudencia de mi parte. Sin embargo, su atención en demasía no pasaba desapercibida. No debí ser entrometida.Aparté la mirada casi con inapetencia. De no ser porque Max estaba en otro planeta, se habría dado cuenta de la atención sin disimulo de su padre sobre mí. Desde las horribles pesadillas en la madrugada estaba un poco absorto. No le pregunté, no quise volver a hincar el dedo en la herida porque quedamos en hablarlo en su momento. Presionarlo solo empeoraría las cosas y yo no quería estar mal con Max. Ya habíamos retrocedido lo suficiente como para volver al punto de inicio. —Te voy a decir abuelito ¿Puedo? —soltó de pronto nuestro hijo. Ya lo había visto indeciso con ponerle un nuevo título a André. Abuelo…Después de todo eso era.—Es que soy tu abuelo, Matt. Creí que nunca me llamarías así —revolvió su cabello con cariño —. Claro que puedes decirme así, pequeño.—De acuerdo pero ya no so
[Recuerdos]La voracidad de un verano cómplice de risas y correteos volvía a acompañarnos. El calor que emana el astro ardiente estaba de regreso, mucho más que antes, dueño del solsticio. Valía la pena cada segundo; resultaba fascinante observar los rayos que atravesaban las nubes, imponiendo con su resplandeciente luz. El año y medio había transcurrido como si se tratase de segundos. Ya tenía ocho años recién cumplidos y mis padres prometieron llevarme a la playa. La playa….Jamás había ido a ese mágico lugar. Cerraba los ojos e imaginaba estar allí, escuchando el tronar de las olas, sintiendo la brisa marítima en mi rostro, la salinidad del mar adhiriéndose a mi pelo y mis pies hundiéndose en la arena. Nada me puso más emocionada, que ponerme el lindo bañador violeta que mamá me compró. Moría por nadar en el mar; desde que Max me enseñó en la piscina, ya me era divertido y emocionante lanzarme al agua. Ya no temía ahogarme.—¡Max! —grité desde la habitación.Necesitaba ayuda con
Varias semanas después hicimos las maletas. Nos íbamos a New York. Sentí un poco de tristeza al dejar nuestro hogar. Pero pensé en Matt; él tendría una vida mejor en los Estados Unidos. En un entorno en el que ya estaba acostumbrado su desempeño académico no se vería afectado. —Deberías descansar —susurró mientras miraba por la ventanilla.Viajamos en el avión familiar. Así que podía estar durmiendo como Matt en la habitación que tenía el yet, pero quería estar ahí con él.Sonreí tomando su mano. —Quiero estar aquí, además no estoy cansada.—Si tú lo dices, ven aquí mi ángel —palmeó su regazo. Obedecí sentándome en sus piernas. Rodeé su cuello y sin decir una sola palabra le di un besito en los labios. —Debo admitir que me da un poco de nervios lo que nos espera en la ciudad. —No te preocupes. Será mucho mejor que París —rozó nuestras narices —. La casa te va a gustar mucho. Lejos de los suburbios, en un lugar de New York que es pacífico, ya sabes sin tanto ajetreo.—No me moles
—Pero para tu cumpleaños solo faltan unos cuantos meses. Me estás dando un plazo muy corto pequeño. —Nuestro hijo es impaciente —recordó soltando una risotada.Rodé los ojos.—Ve a lavarte las manos.Asintió y se fue. Suspiré rotulando en lo que acababa de pasar. ¿Un bebé?No.¿Por qué lo seguía pensando?—No me mires así.—Hice tu platillo favorito. Deja de reírte o no te daré ni un poco de carne de pato —amenacé —Es que… —se aclaró la garganta —. Lo siento, creo que Matt tiene razón. —No es un buen momento. Es decir, no es tiempo aún. Se acercó y agarró mi cadera. Vigilé que no viniera Matthew. —Sabes que no voy a presionarte, mi ángel. Aunque… —hundió su nariz en mi cuello. —Max… Me hacía cosquillas.—Imagínate a una nena corriendo por toda la casa, quizás dos, niña y niño…Más cosquillas y risas de mi parte.¡¿Qué?!—Detente… —me soltó y lo miré a los ojos después de recupérarme —.Los dolores de partos son horribles, no, espantosos. Quedé un poco traumada después de Matthe
—Lo sigue siendo sólo que… —gemí —. Shh, Matt está arriba. —Entonces no me tortures —gruñí dándome la vuelta. Mala idea, me acorraló, sus dedos ávidos recorrieron mi cuello. Su boca mordisqueó el lóbulo de mi oreja y gemí de nuevo. —Te pongo nerviosa, mejor te ayudo con lo que te falta, ¿si? —me liberó.Lo asesiné con la mirada, era malvado por dejarme así. —Me voy a vengar, no puedes provocarme y dejarme así —reclamé, ¿qué sucedía conmigo? —Antes de que lo hagas, esta noche te daré una sorpresa.—Ya quiero saber —admití ansiosa. No era buena esperando ya empezaba a imaginar muchas cosas seguro nada de lo que cruzaba por mi cabeza se acercaba Pero qué Maximiliano me daría o quizás sí se paciente después dices que mata es el impaciente y encima dices que es por mí bien me resigné y caminé enfadada hasta la estufa el pollo no podía quemarse Y si eso pasaba iba a matar a Max por estar distrayendo se me voy a mi lado para empezar a picar las hortalizas para la ensalada—Te amo, ¿lo
Capítulo especial: Recuerdos 1/2Años Atrás...No pude sostenerle la mirada. —Deberías comer rápido. Se va a enfriar.—N-no tengo hambre —titubeé.—No te estoy preguntado si quieres o no comer, maldita sea —golpeó la mesa.Contuve el llanto.“No debes ser débil, no debes ser débil Emireth”.—Lo siento, pero es que en verdad no puedo más, me ha hecho comer demasiado.—¿Demasiado? Mi bebé debe estar sano y fuerte cuando nazca, no quiero un niño desnutrido por tu culpa —escupió apretando con rudeza mi barbilla. Gemí.—No me haga daño por favor.—Entonces no me lleves la contraria —dijo sin más y se fue cerrando de un portazo.Sostuve la cuchara temblorosa, iba a colapsar si metía otro bocado en mi sistema.Rebeka llegó para cambiar el cobertor y dejar en mi armario la ropa recién lavada.—La señora se ha ido, ya sabes a las tontas tertulias con sus amigas. Si no quieres comer, solo dámela y me la llevaré. —Soy una tonta. —No digas eso, eres una niña encantadora y nadie ha sabido valor
Capítulo especial: Recuerdos 2/2Parpadeé en el presente. Encarcelada de nuevo en la estúpida realidad. Dejé sobre la mesita los audífonos; el portarretrato seguía ahí, obligándome a recordar día y noche que fui feliz.Me hice ovillo sobre la cama y me dormí. Los meses pasaron, la espera acabó. Estaba en el jardín cuando sentí fuertes dolores en mi vientre.Contracciones. Una tras otra.No hubo tiempo de llevarme a un hospital. Nada.Enseguida Emma y Rebeka me auxiliaron. Marie ni el señor André estaban en casa.El sudor perlaba mi frente, mi respiración errática. Estaba quedándome sin energías.—Linda puja con todas tus fuerzas.—Tú puedes —animó Rebeka tomándome la mano y asentí.Fue un arduo trabajo y valió la pena cuando el llanto de un bebé invadió la habitación.Mi bebé.—Oh, mira que criatura tan bonita —dijo Emma cortando el cordón umbilical.Lo tuve entre mis brazos y sentí como una sensación nueva me invadía. Sus ojos estaban abiertos, sus lindos y pequeños ojos azules.
“¿Casarnos?”—¿Estás embarazada? —preguntó perplejo. Se puso de pie.Asentí con una miríada de emociones.Nervios, felicidad, miedo…Mucho miedo.Él no salía de la estupefacción. Ni yo, por su inesperada propuesta. La idea de casarnos me detuvo el corazón. Y a él la noticia lo dejó mudo. Por supuesto que quería ser su esposa.Su esposa…Nunca medité en ello.—¡Amor, estás embarazada! —exclamó lleno de emoción. Entonces tomó mi rostro y me besó con ardor. Cuando se separó de mis labios dejó sus manos sobre mi abdomen. —¿En serio? Mi visión se tornó borrosa debido a las lágrimas.Hincó de nuevo la rodilla en el piso.—Eres el amor de mi vida, la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida y con la que quiero tener otro hijo y los que vengan en un futuro. Soy feliz contigo, tú me das los motivos para serlo. Ahora dime Emireth ¿Te casarías conmigo, mi ángel? —preguntó mostrando un precioso anillo de diamante y oro en su cajita de terciopelo. Tragué grueso. Estaba ansiosa y sen