Eternidad…
Nunca se sintió así, servir la cena bajo la atenta mirada de Maximiliano fue incómodo, eterno. Marie, por supuesto se encargó de que estuviera más de lo debido, con la intención de humillarme. Las manos me temblaban y fue todo un desafío no derramar una sola gota del vino blanco que servía.-¿Ya conoces a Matthew? -comenzó André echándome una mirada furtiva. Era el más flexible de los dos pero se dejaba convencer por su esposa fácilmente.Y Max me miró inquisitivo. Desde que se sentó en esa silla no sonrió, su rostro era inexpresivo; Estaba conteniéndose.-Lo adoptamos muy chiquito, lo dejaron en un orfanato y pensamos que sería bueno darle una vida mejor a ese niño -continuó ella como si fuese la mujer más buena de la tierra.No era más que una bruja mentirosa y manipuladora. Y si Maximiliano no se daba cuenta sería por ciego.-Quiero que me expliquen por qué Emireth está sirviendo, ¿Qué está pasando? ¡¿Por qué se quedan callados?! -explotó golpeando la mesa con la mano echa puño.Los Copperfield se pusieron como el papel. ¿Acaso no habían pensado en algo tan obvio? O no tuvieron el tiempo de deshacerse de mí antes de su regreso.-No debes hablarnos de grotesca manera, Maximiliano. Somos tus padres -chilló dizque afectada.-No debe pero tiene derecho a saber la verdad Marie. ¿No crees que ya ha sido suficiente? -le dijo André sorprendiendo a los tres.En cualquier momento me desmayaría; de hecho ya empezaba a marearme.-Retírate Emireth -ordenó guiñándome un ojo, como si quisiera decirme que se acabó la farsa, pero era tan cobarde que no se atrevería a decirlo en mi presencia.-Sí señor.-No, no irá a ningún lado -me tomó del brazo, Max, cuando pasé por su lado -Emireth, quédate.Miré a sus padres antes de enfrentarlo a él.-No, ellos deben decirte la verdad y no creo que soporte estar cuando eso suceda -musité con la voz quebrada.Entonces escapé de todo. Al menos lo creí mientras corría bajo la oscuridad que cernía la noche. La adrenalina en mi sistema le dio rapidez a mis piernas; mis pulmones estaban atrofiados.Caí al prado de rodillas y me puse a llorar sin poder contenerme más. Lágrimas y más lágrimas escaparon junto a mis gemidos de dolor.Me dolía el corazón, me dolía el alma.No pasó mucho tiempo después, cuando él volvió.-Sabía que te encontraría aquí -susurró.Lo siento, lo siento tanto Max.Inspiré hondo, incapaz de moverme. Ya estaba al corriente, al tanto de que Matt era su hijo.Él lo sabía todo.Se tumbó a mi lado, suspiró sonoramente y me acercó a él permitiendo que apoyara la cabeza en su hombro.Te necesito…Me abrazó por la cintura estremeciéndome con su tacto. Su calor me envolvió; entrelazó nuestras manos y sentí el aleteo en mi estómago.Miré el adoso nostálgica.Me aferré más a él temblorosa; entonces alzó mi rostro para que lo mirara.-Has sufrido por mi culpa, todo este tiempo cargando con los errores de ambos. Si lo hubiera sabido, habría renunciando a mis sueños, la universidad podía esperar, pero no te iba a dejar a ti sola con una responsabilidad tan enorme -hizo una pausa; sus ojos brillaban, su voz estaba a poco de romperse -. Me siento terrible… El peor hombre de la tierra. ¡Maldición, Emireth! Perdóname, mi ángel.-Matt no es un error, tampoco he sido una madre para él. No puedo, tus padres no me lo permiten, aun así no me fui, preferí quedarme en ésta casa recibiendo humillaciones, malos tratos y avasallamiento, con tal de ver a Matt; por él he resistido cada maldito día infernal en éste lugar -admití, casi fue un débil murmuro.-Lo sé, es nuestro hijo Emireth y ya te dije que lamento que vivieras todo eso, de saberlo jamás lo habría permitido -me besó suavemente, esta vez con toda la calma del mundo. Las yemas de sus dedos acariciaron la comisura de mis labios tornando el tiempo lento, a nosotros eternos -. Nunca me olvidaste, sé que no lo hiciste. ¿Sigues sintiendo algo por mí?Sí, no imaginas cuánto.-¿Crees que no quise olvidarte? Lo intenté pero los recuerdos de antaño se interponían y contra eso resultaba inútil seguir luchando. S-seguía teniéndote en mis sueños, tan cerca y al despertar muy lejos. Cada detalle hizo que no te olvidara; aún tengo el brazalete, parece que se ha encogido con el tiempo -sonreímos -. Definitivamente sigo enamorada de ti, sigo amándote con todo mi corazón. Pero soy una sirvienta, una simple…Puso un dedo en mis labios.-Shh… No vuelvas a decir eso-exigió besándome las manos; suspiré perdida en su ternura -No voy a seguir perdiendo el tiempo. Matthew, tú y yo debemos estar juntos… -su voz se quebró.Maximiliano hundió su cara en mi cuello y lloró como nunca, hasta secarse. No lo había visto así de destrozado en la vida. Solía ser mi protector, el que me consolaba y ahora me necesitaba.Y yo a él.-Hagamos esto juntos, por favor Emireth, seamos una familia -rogó, sus ojos estaban inundados de tristeza, urgencia y dolor.Acaricié su pelo, paseé mis dedos por su rostro con la intención de borrar sus lágrimas surcando la belleza varonil, que a mí me tenía atontada. Se quedó quieto, silencioso al roce en su piel. Y fui acercándome a su boca; quería besarlo, sentir una vez más el sabor suyo y el mío siendo sólo uno.Lo besé con ansias, olvidando el tiempo, con una maraña de pensamientos en la cabeza y un tornado de emociones. Correspondió con vehemencia, instando a darlo todo. Me tomó por la nuca profundizando el beso, no resistí y subí a horcajadas sobre él. Me acomodó en su regazo, famélico; debíamos detenernos pero ahora mismo la cordura se había ido por un caño.-Max…-*Je te veux Emireth, je veux te faire mienne. (Te deseo, Emireth, quiero hacerte mía)Suspiré contra sus labios, temblé como gelatina en su pecho. Nos detuvimos con la respiración entrecortada; él me observó con una sonrisa juguetona y me sonrojé.-¿Qué?-*Souvenons-nous de ce que nous étions; Changeons le panorama, réparons un peu le passé dans notre présent. Je sais que tu m’aimes toujours. (Recordemos lo que éramos; cambiemos el panorama, arreglemos un poco el pasado en nuestro presente. Sé que aún me amas)¿Podía ser más tierno?Me derretí en sus brazos.-¿A quién se la has robado esa frase, Max? -entrecerré la mirada.-Lo único que me he robado es tu corazón Emireth, y es ése amor que me ha dado la inspiración para decirte esas palabras. ¿Aún no me crees? -inquirió acariciando los costados de mi cintura.¿Cómo podía pensar, siquiera hilar una palabra teniéndolo a mi Merced, así de cerquita?-Siempre Maximiliano-confesé apretándole las mejillas. Antes solía hacerlo, pero ahora fue extraño -. Lo siento y-yo…Acunó mi rostro y me pellizco la punta de la nariz -También hacía esto, no es malo que tú hagas lo mismo conmigo. No porque crecimos vamos a dejar a un lado lo que solíamos hacer cuando niños.-Es verdad, creí que… Ya sabes, no somos los mismos. Tú… Te ves tan distinto -admití e hice el amago de apartarme pero aferró su agarre en mi cadera.-No irás a ningún lado -advirtió -. Y según tú ¿Qué tan diferente estoy?-Más guapo, más perfecto y me encanta que sea así Max.-Tú eres más hermosa que antes y también me encantas mi ángel; no voy a permitir que te pase algo malo, ni a Matthew ¿De acuerdo?.-Sí… -me sujeté a sus palabras -. ¿Qué vamos a hacer Max?.-Yo me encargaré, tendremos la custodia más rápido de lo que imaginas -prometió y nos pusimos en pie -. Volvamos…-No, ustedes no van a llevarse a Máximo ¡No me lo pueden quitar!Mi corazón se detuvo en ese momento que vi a Marie completamente fuera de sí, apuntando con un arma.-¿Mamá que crees que haces? -soltó estupefacto.-Haré lo necesario para que no me arrebaten a mi hijo, no otra vez Maximiliano. ¡Máximo no puede estar con ustedes, porque es mi hijo!Otra vez decía que era su hijo, Máximo… ¿Qué significaba eso? ¿Quién fue el Máximo que tanto la atormentaba?.-M- mamá baja el arma por favor, sabes que Máximo se ha ido hace ya mucho. No quieres hacerlo, te lo suplico madre -imploró desesperado.-¡Ella es una malagradecida, una cualquiera y no voy a permitir que tenga a mi hijo!-Señora Copperfield, el no es su hijo, no es Máximo. ¿Por qué se empecina en confundirlo? -inquirí asustada.Max se había puesto delante de mí, estaba protegiéndome de la sicópata de su madre.-Y tú ¿Por qué sigues acostándote con mi hijo? ¡Aléjate Maximiliano, deja de cuidar a esa zorra! -rugió entre sollozos.Max temblaba, detonando algo que nunca noté en él: tormentos.-No lo voy a hacer, no voy a permitir que se repita lo mismo. Mamá…¿Lo mismo?Lo hice a un lado y me arrodillé frente a ella.-Le he pedido perdón, he dejado que me humille ¿Qué más debo hacer Marie? -emití aterrada, persiguiendo la esperanza de que diera su brazo a torcer y no acabara jalando el gatillo.-Emireth ¿Qué haces? -su voz salió ahogada.Lo ignoré y Marie quitó el seguro.-Irte al infierno. ¡Vete al infierno Emireth!Entonces todo pasó muy rápido…Un disparo, aquel sonido ensordecedor pitó en mi oído y en un instante se llevó mi último suspiro.Max… Otra vez me has fallado.Recorrí la amplia habitación, aturdida, con un dolor punzante en su pecho. Los ojos me ardían, la garganta estaba seca. No reconocí mi entorno, no supe la hora, no dónde rayos estaba postrada. —Max… ¿dónde estás? —susurré, mi voz ahogó el silencio por unos segundos. Nadie emitió respuestas, Max no estaba en la habitación. Intenté deslizarme sobre las almohadas pero en el acto la puerta que se mantuvo cerrada emitió ese estridente chirriar siendo abierta, en cuanto nuestras miradas conectaron yo me estremecí y mi corazón aumentó su ritmo cardíaco. Su mirada me recordó cada minuto antes y después de que Marie, su madre y la que por unos años lo fue para mí también, me disparara. Antes de sumergirme en una oscuridad de la que creí no poder escapar, descubrí que él guardaba secretos torno al tema de Máximo y sé qué no era el momento para exigir explicaciones sin embargo no iba a permitir que continuara mintiéndome en mis narices. Maximiliano tenía el deber de decírmelo todo sin impor
—Regresé a los Estados Unidos, con el anhelo de poder verte, mirarte otra vez y cerciorarme de que estabas bien. No sabía que mis padres te tenían terminantemente prohibido que me contactaras. Yo pensé que no querías saber nada de mí. ¿Sabes cuántas veces le pedí a mamá que te pusiera al teléfono, frente a la pantalla de la Mac y poder sentirte más cerca? Eso nunca sucedió. Necesitaba volver a verte, sentirme vivo —confesó de espaldas. Y un nudo se atascó en mi garganta —. Odio que casi pude perderte, creí que no iba a jalar el gatillo. Somos tan iguales y diferentes a la vez…—¿P-por qué dices eso? —quise saber, sin embargo, Maximiliano Cooperfields me ignoró.—Temí perderte. Y la verdad no soportaría pasar por la misma situación —me miró, clavó sus ojos invadidos de dolor en los míos —. Dos malditas semanas se convirtió en eternidad, el doctor me decía que pronto despertarías, así fue. Mientras papá arreglaba el asunto con las policías, me encargué del papeleo legal para sacarlos de
Tres meses en la ciudad Parisina me ayudó a cerrar heridas y nos dio la oportunidad a Max y a mí de volver a empezar. Al principio quería respuestas, ahora sé que llegaría el momento idóneo para que Maximiliano me confiara su pasado.Él no estaba listo y yo no lo presionaría. Lo importante era nuestro hijo, el bonito amor que me daba y que yo correspondía con la misma intensidad y vehemencia.…La fascinante ciudad de París, era un verdadero espectáculo de luces por la noche; la torre Eiffel se podía mirar desde el balcón de nuestro acogedor piso.Me recogí el cabello en una coleta baja. En este punto de mi vida podía decir que las cosas iban por un buen rumbo, ignorando el hecho que seguían incógnitas. No sabía cuánto lo cambiaría en un futuro, desconocía que tan oscuro era el tema de Máximo Cavalcanti. Su nombre seguía en mi cabeza, los últimos tres meses se clavó en mi mente, como el recordatorio de pendientes o de un misterio sin resolver. —Mamá Emi, papá dice que la cena está l
Sollocé contra sus labios. Entonces dejó de besarme, se apartó y buscó mis ojos. Solo asentí escondiendo el rostro en su pecho.Lo oí suspirar. —*Merde Emireth, comme je déteste que tu reviennes, je sais que je ne peux pas m’en empêcher, j’aimerais bien, mais ne m’en souviens plus, essaie-le. ( *Mierda Emireth, como odio que vuelvas pasado, sé que no puedo evitarlo, quisiera, pero ya no lo recuerdes, tan solo inténtalo)—No hables como si supieras todo, tú también tienes tormentos y sigues recordando —susurré y me alejé. Retrocedí dos pasos, cruzada de brazos. Eran esos momentos que nos alejaban, abriendo una brecha entre los dos. —Tienes razón y no me digas nada, es mejor que no lo hagas si te incomoda. Además no merezco que me cuentes si yo aún no te digo.—Bien, me voy a dormir. —Tienes esa mirada de molestia, lo siento amor no quise hacerte enfadar. Ven aquí preciosa —apremió con dulzura. —Hoy dormiré en el sofá —avisé ignorando sus palabras.No siempre iba a permitir que
—Marie, la torre Eiffel es gigantesca, pude ver toda la ciudad y fue increíble. También fuimos al zoológico —solté enérgico —Oh, hijito, me alegra que la pasaras genial, ¿tienes hambre? —No, he comido mucho, ¿verdad papá? —lo miró. Max sonrió revolviendo su cabello.—Cuatro hog dog, dos salchichas y un helado.Lo miré sorprendida. —Pues ojalá que no te de una indigestión, hijo. Ve a darte un ducha y luego a la cama. —Está bien mami. Te espero para que me leas un cuento ¿si? —juntó sus manitas y le sonreí.—Nunca he dejado de serlo, Matt. Entonces se fue. Me acerqué a Max y le di un beso corto en los labios. —Gracias por hacerlo feliz. Eres un papá grandioso, Max —mencioné sin soltarla. Besó mi coronilla. —Gracias a ti, Matt tiene la mejor mamá del mundo. —Te amo. —Y yo a ti, Emi. Me besó. …Después de contarle dos cuentos, mi niño se quedó dormido. Parecía un angelito plácido sobre la cama. Dejé los libros en la cómoda. —Descansa, cielo. Apagué la lámpara y le di un bes
Todos nos miraban, desde que llegamos al cementerio la atención de muchas personas se posó en nosotros. Max apretó mi mano, sé que le resultaba molesto la curiosidad de terceros. Unas mujeres murmuraban y cuando las miré disimularon. —¿No es Emireth? Entonces es cierto que tuvo un hijo con su hermano —susurró una señora bastante dramática. —Sí, que horror —le respondió la otra en el mismo tono bajo.Luego se alejaron.En vez de guardar silencio y respetar el dolor ajeno, criticaban en un momento tan triste. No tenían vergüenza. Ellos no sabían nada, nada en absoluto de nuestras vidas.—No les prestes atención, Emi —me dijo al oído y asentí sin soltarlo. El padre de Max se acercó. Llevaba unas gafas oscuras. No supe qué hacer en ese momento.—Maximiliano —lo saludó.—Padre —correspondió abrazándolo. Así permanecieron unos segundos. —Mamá no quiero estar aquí —se quejó Matt con lágrimas en los ojos. Mientras Padre e hijo hablaban, me puse a la altura de Matt y acuné su rostro. S
—Maganta —susurró a mi oído y di un respingo.—¿Qué?No comprendía a lo que se refería con emitir esa palabra, es que jamás había escuchado hablar de esa palabra tan extraña, puede que la estuviera inventando en ese momento, o era yo la tonta que no sabía de la existencia, menos del significado. Me le quedé mirando frunciendo el ceño mientras trataba de cierta manera averiguar por mi parte lo que quería decir esa palabra. —Así se le llama a ese camino de luz que deja la luna al reflejarse en el agua —explicó reflexivo. Abrí la boca comprendiendo todo al escucharlo, era bueno aprender nuevas palabras, de algún modo se adquiría más conocimiento y se empleaba el vocabulario que uno normalmente usaba para comunicarse con los demás. Además de que mangata era una palabra rara pero a la vez tenía esa significado bonito, nunca me lo habría imaginado para ser sincera. —¿En qué piensas tanto? —quise saber mirándolo a los ojos y él también hizo contacto visual conmigo, antes de acercar su man
Apreté los párpados y dejé escapar un respiro. Luego empujé la puerta y me adentré. La misma habitación deteriorada por el tiempo. El viejo azul abandonaba su intensidad. Los muebles y las puertas que conducía al balcón, desgastados. Recordé que nunca había abierto las puertas corredizas hacía el balcón. Por primera vez me atreví a caminar hacia ese lugar. Encontré pinceles, pinturas y un caballete delante de un banco pequeño. Tragué grueso, segura de que todo eso perteneció al difunto hermano de Max. Entonces caí en cuenta de que las tantas veces que vi a Marie hablando sola, se trataba de alucinaciones. Ella seguía atada a su hijo, a lo que un día fue. Los Copperfield quisieron llenar el vacío que dejó Máximo, así que me adoptaron. Ahora la pregunta era ¿Por qué murió Máximo? O… ¿Quién mató a Máximo?¿Tendría la culpa de lo que pasó, Marie?—Te lo diré en su momento, Emireth.Las palabras de Max resonaron en mi cabeza.Bufé y abandoné con rapidez la recámara en penumbras. No c