5 años después…
—La señora Copperfield ha ordenado que sirvas la cena.—¿Qué? Eso debe hacerlo Emma, ya yo acabé mi turno.En mi boca se formó una perfecta “O”.—Quiere que tú lo hagas —continuó sin mirarme.Fruncí el ceño.—¿Qué sucede Rebeka? ¿Qué, ha enfermado Emma y Ava sigue indispuesta? —quise saber rodando los ojos.No me apetecía verle la cara a esos dos, en realidad nunca. —Emireth…Dos toques secos en la puerta la interrumpieron. —Emireth ¿Estás ahí? —preguntó Emma.Miré mal a Rebeka, aunque no tuviese la culpa de que la bruja hubiera ordenado que sirviera la cena. Los últimos años me había limitado a hacer todo lo que decían, así evitaba problemas y nada en vano. Continué estando con Matthew, pero menos que antes; cuando Marie iba al tonto spa, a las tertulias con sus amigas, entonces aprovechaba de llevarlo al lago. Mi niño estaba creciendo, ya tenía diez años y me alegraba verlo feliz.Era tan travieso a veces. Sin duda la copia de su padre.—¡Sólo quedan veinte minutos! —le grité esa tarde.Sonrió sumergiéndose en el lago. Lo vigilaba desde el columpio; Rebeka o Ava solían cubrirme en mi ausencia. Bueno, Ava sólo hacía lo que me tocaba y yo cuidaba de Matt, que era su trabajo. Ella era la chica recados y la niñera de mi hijo cuando los Copperfield estaban.—¿Sigues aquí, Emireth? —agitó su mano frente a mí.Batí la cabeza, Emma ya había entrado y me miraba con impaciencia.—Sabes como es la señora, date prisa —apremió evitando mirarme.¿Qué sucedía con ellas?—Bien, al menos explícame que m****a sucede. ¿Tan grave que ninguna me mira a los ojos?—Niña, no digas esas palabrotas, y apúrate —insistió evadiendo mi pregunta y terminé saliendo con ella.…Entramos a la cocina, iba a comenzar con mi trabajo cuando tomó mi antebrazo.—Emireth, ve a la habitación de Matt y pregúntale si cenará. Yo serviré y tú llevarás la comida a la mesa —explicó cambiando un poco los planes.La miré confusa pero no objeté. De todas formas Emma podía ser una tumba cuando se lo proponía, no me diría nada.Ascendí las escaleras, peldaño por peldaño, podía demorarme un poco si Emma adelantaba mi trabajo. Continué la marcha aferrándome al barandal barnizado de dorado, ¿Por qué algo me decía que algo ocurría esa noche?.Un mal presagio o quizás todo estaba en mi cabeza. Y vaya que últimamente ese libro de misterio y suspenso que me leía todas las noches me estaba poniendo paranoica.Pero… La ficción se quedó corta de la realidad, al ver su presencia plantada frente a mí, trayendo una oleada de masculinidad arrebatadora. Se me cortó la respiración, mis piernas flaquearon, y sentí turbulencias en mi ser que el corazón me bailó en su caja torácica.No pude evitar sentir la misma atracción de antes; verlo fornido y apuesto echó por la borda mi intento de olvidarlo. Maximiliano estaba de regreso, después de tantos años volvía a mirar esos ojos azules, un mar en calma, a veces embravecido que eché de menos. También su boca que en el pasado me robó el aliento y la cordura.De solo recordar me sonrojé hasta la médula. La luna, el lago, nosotros y los besos…—Emi, creo que al menos merezco un abrazo —su voz grave y profunda aunque excesivamente dulce, esfumó el silencio. Pero no pudo traerme devuelta a la realidad.Él no es real. Pensé consternadaLos recuerdo, todo, volvía a mi de forma bestial. Verlo a él era mirara a mi pequeño e inevitablemente me sacudieron los recuerdos. La viva imagen de mi niño hace días atrás.Soñé tantas veces con su regreso que verlo allí me pareció otro de esos sueños. Tenía la mirada desorbitada y el cuerpo tenso como si había visto un fantasma.Pero Maximiliano era real, lo supe en cuanto se acercó estrechándome entre sus brazos, cuando percibí su esencia magnética, esa extraña virilidad que me absorbió por completo. Él acarició mi cabello, aspiró con ansias el dulzor de mi aroma a flores y vi en su mirada el mismo sentimiento, el palpitar imperioso que nos arrastraba a los dos.—Te extrañé muchísimo Emireth —confesó a mi oído profundamente conmovido.Quise responderle, pero de mis labios sólo salió el llanto y me aferré mucho más a él temiendo perderlo otra vez.Nunca necesité tanto de su cercanía. Jamás demasiado de sus abrazos.—¿Por qué te fuiste si prometiste quedarte a mi lado? —solté finalmente adolecida.Aquel invierno…Cuando se fue en ese solsticio.Tuve que mirarlo desde la ventana de mi antigua habitación, el subió al auto y se fue dejando en mí, la horrible sensación de abandono y tristeza. Marie no quiso que me despidiera de él porque temía que notase mi estado, ese día desgraciadamente los síntomas de mi embarazo no pasarían desapercibidos. Seguro le inventaron que estaba en cama, indispuesta y que no quería verlo.Debía admitir que esa última semana estuve evadiéndolo. Fue mi actitud distante, de la que esa mujer seguramente se aprovechó de inventar falacias.—Lo siento, lo siento y no te imaginas cuánto me arrepiento de romper nuestra promesa. Pensé en ti todos los malditos días, quise apresurar las cosas pero surgían inconvenientes, no fue fácil.Iba a besarme y retrocedí.—¡Fueron diez años Max! Y tampoco fue fácil para mí, no sabes cuánto sufrí, lo que viví y sigo viviendo —bajé la cabeza observando mi vestimenta.¿Acaso no era obvio? Entonces me miró de pies a cabeza, sin dar crédito a lo que veía.—¿Por qué vistes así Emireth? —preguntó arrugando el entrecejo.—Quizás porque no soy una Copperfield, sólo una sirvienta. D-deberías preguntárselo a tus padres, Max. Apártate necesito ver a Matthew —escupí con un dolor en mi garganta.Sorbí por la nariz y pasé el dorso de mi mano por mis ojos.—No te dejaré ir así de sencillo. Emi, eres mi ángel… —susurró acorralándome entre su cuerpo y la pared. Su aliento golpeó mi rostro, me sometió el calor que emanaba su fisonomía haciéndome conflátil.No podía respirar, olvidé hacerlo y él fue el culpable. Que me dijera así, revolvió los sentimientos, trajo consigo el pasado y las emociones que todos ésos años oculté.—¿Ahora vas a besarme? ¿Crees que todo estará bien después de un beso y seremos felices por siempre? —ironicé temblando de puro nerviosismo.—No creo que un beso pueda arreglar las cosas, pero sí lo que sentimos. Y ¿Quién es Matthew?Tu hijo…Nuestro hijo.—Pregúntaselo a tus padres. Yo no debo darte explicaciones Maximiliano y ya déjame ir, te lo suplico. No hagas esto más…Estampó su boca en la mía dejando a medias mi respuesta. Esos labios cálidos, cincelados y dulces danzaron junto a los míos, porque no pude resistirme y correspondí con la misma pasión y vehemencia que exigían los suyos. Me aferré con ansias, enredé los dedos entre su cabello marrón. Por último me dio un beso casto y se apartó al igual que yo necesitando oxígeno.Había olvidado sentir y él me lo recordó.Nos quedamos mirando a los ojos, su pecho y el mío subía y bajaba, su labios hinchados, su pelo revuelto, y pensar yo lo había provocado.Me sonrojé.—Sea lo que sea que te hicieron mis padres yo… Lo lamento y no me quedaré de brazos cruzados.¿Otra promesa? Solo no la rompas, Max.—Marie me pidió que sirviera la cena, debo volver o se enfadará —dije escapando de sí.—Espera Emi…Ignoré su suave voz o terminaría soltando sin filtros, toda la verdad.Emma y Rebeka con razón tan extrañas. Matthew ni siquiera estaba en su recámara.Emma me engañó.El corazón me latía muy rápido, las ganas de ponerme a llorar como una Magdalena retornaron casi inevitable. —Emireth…—Estaré bien Emma, éste momento llegaría, pero debiste decirme, ¿No lo crees?.Asintió apenada.—Preguntó por ti y le dije que te esperase allí. Lo ví tan desesperado que no pude negarme.—Entonces, ¿Dónde está Matt? Fui a a su recámara y no lo ví.—Lamento no haberte dicho, el se fue ésta tarde con Ava a una fiesta que surgió de improviso, en casa de un compañero suyo de clase, creo que los Price.—Sé quienes son —suspiré.—Y, ¿Qué pasa con Maximiliano? Digo…—Sigo amándolo, pero no estoy segura de nada, aparece de pronto dando un nuevo giro en mi vida. No se ausentó un día ni tres semanas, sino años, una década exactamente —recordé frustrada, lúgubre, molesta.Era una explosión de emociones todas juntas, que no sabría explicar.—Inténtalo, aprovecha la oportunidad que te da la vida, no todos tienen la misma suerte. Además, debes pensar en Matt, él merece una familia y me refiero a una verdadera, Maximiliano, Matthew y tú son una familia, podrán ser felices al fin. —me dio un beso en la mejilla y una palmadita en el hombro —. Ahora ve y vuelve, todo estará bien.Como si fuese tan fácil.¿Familia? ¿Felices?Mi vida no era un cuento de hadas o algo parecido; era una m*****a historia lejos de terminar con el típico final:…y vivieron felices por siempre.***»Debo aprender a sentir otra vez, tú me lo enseñaste pero con el tiempo lo olvidé«Eternidad…Nunca se sintió así, servir la cena bajo la atenta mirada de Maximiliano fue incómodo, eterno. Marie, por supuesto se encargó de que estuviera más de lo debido, con la intención de humillarme. Las manos me temblaban y fue todo un desafío no derramar una sola gota del vino blanco que servía. -¿Ya conoces a Matthew? -comenzó André echándome una mirada furtiva. Era el más flexible de los dos pero se dejaba convencer por su esposa fácilmente.Y Max me miró inquisitivo. Desde que se sentó en esa silla no sonrió, su rostro era inexpresivo; Estaba conteniéndose. -Lo adoptamos muy chiquito, lo dejaron en un orfanato y pensamos que sería bueno darle una vida mejor a ese niño -continuó ella como si fuese la mujer más buena de la tierra.No era más que una bruja mentirosa y manipuladora. Y si Maximiliano no se daba cuenta sería por ciego. -Quiero que me expliquen por qué Emireth está sirviendo, ¿Qué está pasando? ¡¿Por qué se quedan callados?! -explotó golpeando la mesa con la mano
Recorrí la amplia habitación, aturdida, con un dolor punzante en su pecho. Los ojos me ardían, la garganta estaba seca. No reconocí mi entorno, no supe la hora, no dónde rayos estaba postrada. —Max… ¿dónde estás? —susurré, mi voz ahogó el silencio por unos segundos. Nadie emitió respuestas, Max no estaba en la habitación. Intenté deslizarme sobre las almohadas pero en el acto la puerta que se mantuvo cerrada emitió ese estridente chirriar siendo abierta, en cuanto nuestras miradas conectaron yo me estremecí y mi corazón aumentó su ritmo cardíaco. Su mirada me recordó cada minuto antes y después de que Marie, su madre y la que por unos años lo fue para mí también, me disparara. Antes de sumergirme en una oscuridad de la que creí no poder escapar, descubrí que él guardaba secretos torno al tema de Máximo y sé qué no era el momento para exigir explicaciones sin embargo no iba a permitir que continuara mintiéndome en mis narices. Maximiliano tenía el deber de decírmelo todo sin impor
—Regresé a los Estados Unidos, con el anhelo de poder verte, mirarte otra vez y cerciorarme de que estabas bien. No sabía que mis padres te tenían terminantemente prohibido que me contactaras. Yo pensé que no querías saber nada de mí. ¿Sabes cuántas veces le pedí a mamá que te pusiera al teléfono, frente a la pantalla de la Mac y poder sentirte más cerca? Eso nunca sucedió. Necesitaba volver a verte, sentirme vivo —confesó de espaldas. Y un nudo se atascó en mi garganta —. Odio que casi pude perderte, creí que no iba a jalar el gatillo. Somos tan iguales y diferentes a la vez…—¿P-por qué dices eso? —quise saber, sin embargo, Maximiliano Cooperfields me ignoró.—Temí perderte. Y la verdad no soportaría pasar por la misma situación —me miró, clavó sus ojos invadidos de dolor en los míos —. Dos malditas semanas se convirtió en eternidad, el doctor me decía que pronto despertarías, así fue. Mientras papá arreglaba el asunto con las policías, me encargué del papeleo legal para sacarlos de
Tres meses en la ciudad Parisina me ayudó a cerrar heridas y nos dio la oportunidad a Max y a mí de volver a empezar. Al principio quería respuestas, ahora sé que llegaría el momento idóneo para que Maximiliano me confiara su pasado.Él no estaba listo y yo no lo presionaría. Lo importante era nuestro hijo, el bonito amor que me daba y que yo correspondía con la misma intensidad y vehemencia.…La fascinante ciudad de París, era un verdadero espectáculo de luces por la noche; la torre Eiffel se podía mirar desde el balcón de nuestro acogedor piso.Me recogí el cabello en una coleta baja. En este punto de mi vida podía decir que las cosas iban por un buen rumbo, ignorando el hecho que seguían incógnitas. No sabía cuánto lo cambiaría en un futuro, desconocía que tan oscuro era el tema de Máximo Cavalcanti. Su nombre seguía en mi cabeza, los últimos tres meses se clavó en mi mente, como el recordatorio de pendientes o de un misterio sin resolver. —Mamá Emi, papá dice que la cena está l
Sollocé contra sus labios. Entonces dejó de besarme, se apartó y buscó mis ojos. Solo asentí escondiendo el rostro en su pecho.Lo oí suspirar. —*Merde Emireth, comme je déteste que tu reviennes, je sais que je ne peux pas m’en empêcher, j’aimerais bien, mais ne m’en souviens plus, essaie-le. ( *Mierda Emireth, como odio que vuelvas pasado, sé que no puedo evitarlo, quisiera, pero ya no lo recuerdes, tan solo inténtalo)—No hables como si supieras todo, tú también tienes tormentos y sigues recordando —susurré y me alejé. Retrocedí dos pasos, cruzada de brazos. Eran esos momentos que nos alejaban, abriendo una brecha entre los dos. —Tienes razón y no me digas nada, es mejor que no lo hagas si te incomoda. Además no merezco que me cuentes si yo aún no te digo.—Bien, me voy a dormir. —Tienes esa mirada de molestia, lo siento amor no quise hacerte enfadar. Ven aquí preciosa —apremió con dulzura. —Hoy dormiré en el sofá —avisé ignorando sus palabras.No siempre iba a permitir que
—Marie, la torre Eiffel es gigantesca, pude ver toda la ciudad y fue increíble. También fuimos al zoológico —solté enérgico —Oh, hijito, me alegra que la pasaras genial, ¿tienes hambre? —No, he comido mucho, ¿verdad papá? —lo miró. Max sonrió revolviendo su cabello.—Cuatro hog dog, dos salchichas y un helado.Lo miré sorprendida. —Pues ojalá que no te de una indigestión, hijo. Ve a darte un ducha y luego a la cama. —Está bien mami. Te espero para que me leas un cuento ¿si? —juntó sus manitas y le sonreí.—Nunca he dejado de serlo, Matt. Entonces se fue. Me acerqué a Max y le di un beso corto en los labios. —Gracias por hacerlo feliz. Eres un papá grandioso, Max —mencioné sin soltarla. Besó mi coronilla. —Gracias a ti, Matt tiene la mejor mamá del mundo. —Te amo. —Y yo a ti, Emi. Me besó. …Después de contarle dos cuentos, mi niño se quedó dormido. Parecía un angelito plácido sobre la cama. Dejé los libros en la cómoda. —Descansa, cielo. Apagué la lámpara y le di un bes
Todos nos miraban, desde que llegamos al cementerio la atención de muchas personas se posó en nosotros. Max apretó mi mano, sé que le resultaba molesto la curiosidad de terceros. Unas mujeres murmuraban y cuando las miré disimularon. —¿No es Emireth? Entonces es cierto que tuvo un hijo con su hermano —susurró una señora bastante dramática. —Sí, que horror —le respondió la otra en el mismo tono bajo.Luego se alejaron.En vez de guardar silencio y respetar el dolor ajeno, criticaban en un momento tan triste. No tenían vergüenza. Ellos no sabían nada, nada en absoluto de nuestras vidas.—No les prestes atención, Emi —me dijo al oído y asentí sin soltarlo. El padre de Max se acercó. Llevaba unas gafas oscuras. No supe qué hacer en ese momento.—Maximiliano —lo saludó.—Padre —correspondió abrazándolo. Así permanecieron unos segundos. —Mamá no quiero estar aquí —se quejó Matt con lágrimas en los ojos. Mientras Padre e hijo hablaban, me puse a la altura de Matt y acuné su rostro. S
—Maganta —susurró a mi oído y di un respingo.—¿Qué?No comprendía a lo que se refería con emitir esa palabra, es que jamás había escuchado hablar de esa palabra tan extraña, puede que la estuviera inventando en ese momento, o era yo la tonta que no sabía de la existencia, menos del significado. Me le quedé mirando frunciendo el ceño mientras trataba de cierta manera averiguar por mi parte lo que quería decir esa palabra. —Así se le llama a ese camino de luz que deja la luna al reflejarse en el agua —explicó reflexivo. Abrí la boca comprendiendo todo al escucharlo, era bueno aprender nuevas palabras, de algún modo se adquiría más conocimiento y se empleaba el vocabulario que uno normalmente usaba para comunicarse con los demás. Además de que mangata era una palabra rara pero a la vez tenía esa significado bonito, nunca me lo habría imaginado para ser sincera. —¿En qué piensas tanto? —quise saber mirándolo a los ojos y él también hizo contacto visual conmigo, antes de acercar su man