Capítulo 41

Entonces, cuando nuestras miradas chocaron por accidente, algo en mi interior se contrajo y podía jurar que no tenía nada que ver con el embarazo.

Él pareció no notar mi estremecimiento mientras desayunaba sin apartarme la mirada, solo para beber un poco de café y sonreírme cada que retomaba su tarea de observarme.

Anonadada, le devolví la sonrisa torpemente y no me quedó más remedio que buscar la manera de comenzar una conversación.

—¿Cuántas horas es de vuelo hasta Zermatt? —pregunté cómo quién no quiere la cosa. Barnaby se relamió el labio inferior y le dio un sorbo a su taza con café.

—Como es vuelo directo, aproximadamente siete horas con quince minutos—respondió.

—Siete horas—repetí, estupefacta— ¿Y qué demonios haremos en todo ese tiempo dentro de un avión?

—Mañana compraré los boletos y buscaré un vuelo nocturno para que durmamos todo el trayecto—rio al ver mi expresión horrorizada.

—Tendrás que prestarme una tableta con muchos libros en PDF para que me distraiga las primeras
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