Capítulo 09.

Annette Martin:

Dejo las manos sobre las teclas de la computadora. Pienso una y otra vez en qué colocar… Llevo nueve capítulos de treinta, y aunque tengo la idea, no sé bien como proseguir.

Normalmente mi método de escritura no es este. Yo suelo hacer un bosquejo de la historia que quiero, escribiéndola en un cuaderno, luego, paso la idea a Word, y expando la historia, creo los personajes, el mundo, la trama, etc… por último comienzo con la idea de lo que quiero que vaya en cada capítulo, así tengo una idea de cuantos serían, y así podría comenzar a escribir bien cada capítulo teniendo ya la certeza de lo que va en cada uno de ellos.

Así tengo completa la historia de principio a fin, y luego no se me olvidan cosas anteriormente quería agregar. Con esta historia ha ocurrido totalmente diferente.

Hace aproximadamente dos meses, cuando el último libro que escribí salió a la luz, me dije que me tomaría un descanso, pero, en definitiva, eso no es algo que mi pequeño cerebro acepte, o, en todo caso, que asuma. Poco a poco comenzó a crear este comienzo de historia en mi cabeza, y sin darme cuenta, ya la estaba escribiendo, y, al mismo tiempo, estaba alterando a todos mis lectores soltando frases o información sobre este libro.

Ahora lo tengo que acabar sí o sí.

La cuestión con este libro es que…

Hago una pausa con mi explicación mental porque me dan ganas de estornudar, y no una, sino tres veces seguidas. El traidor de Disten maúlla desde su casita mirándome directamente. Así ha estado desde anoche. No le he prestado absoluta atención y he aguantado a la tentación de buscar acariciarlo como siempre suelo hacer, y por lo que veo funciona. Ahora no para de aparecer a cada lado que camino, de verme, o de tocar mis pies. Vuelvo a ignorarlo. Es un vil traidor.

Ajá, como les decía: la cosa con este libro es que cada capítulo, aunque han sido pocos, los he ido escribiendo espontáneamente, sin tenerlo por completo planeado de principio a fin como ocurre con los anteriores, y por algún motivo, no quiero intentar hacer eso. Quiero que mis propios giros me sorprendan con sus giros y cosas que ni yo sabía que pasarían.

Lo único que sé es que debe acabar mal. Es lo único que se me da bien hacer en la vida: escribir finales trágicos o tristes.

Solo que… ahora no sé cómo proseguir.

En el capítulo anterior, Matthew, el protagonista, quería verse con Elaine, la protagonista. Él comenzaba a sentir cosas y no sabía cómo invitarla al baile de graduación. Ella era la típica chica popular y él quería adelantarse a hacer el pedido antes de que el jugador guapo de futbol americano, y el ser más deseado del instituto, se le adelantara.

El capítulo ocho terminaba donde ella, con una sonrisa tensa, aceptaba su invitación. Lo que el pobre Matthew no sabía era que Elaine estaba jugando por él porque hacía lo que Ander, el chico popular, se lo había pedido. Era una prueba que ella tendría que pasar para formar parte del circulo de Elite. Que es como el nivel más alto donde te capacitan para salir directamente trabajando para una gran empresa y con un buen puesto. Ander era solución para entrar a ese Círculo Elite, era uno de los coordinadores, quien elegía quien servía o no, y una de esas súper empresas a las que se aspiraban, era la de su padre. Un empresario extremadamente rico.

En la siguiente conversación que estaban teniendo nuestros protagonistas, Elaine y Matthew, ella debía mostrarse muy interesada en él. Matthew tan solo se había acercado a ella para confirmarle que pasaría por ella a las ocho, y él no entendía por qué, con tan solo acercarse, los murmullos comenzaban, y muchas risas burlonas sonaban alrededor, principalmente la risa escandalosa de Ander.

Pero trataba de no prestar atención a nada más que a ella. Elaine era muy hermosa y solo importaba que lo había elegido a él para el baile.

En ese momento, ella debía decirle algún halago a él…

Pero yo sigo con las manos sobre el teclado sin saber que escribir.

Suelto un sonido de frustración y me quejo por no saber cómo proceder. Jalo mi cuero cabelludo y grito. Literalmente grito. Soy un desastre.

Creo que hoy no es mi día de inspiración.

Escucho el zumbido de mi celular una vez más. Ya van varias veces que vibra. He intentado no prestarle atención porque luego me distrae y me cuesta retomar el hilo de la escritura, pero esta vez no sirve de mucho porque, de todas maneras, no estoy inspirada.

Resoplo y lo tomo.

Tengo cuatro mensajes de ese ser que últimamente está muy metido en mi vida.

Lo conozco de hace dos días, pero siento como si lo conociera de toda la vida, debido a la gran cantidad de confianza que nos tenemos y la manera en la que conversamos y nos tratamos. Y comienza a preocuparme.

Creo que cancelaré la salida a la que le dije que iría. Es lo mejor.

Reviso sus mensajes. Dos son fotos, me pregunta qué camisa le queda mejor, me muestra una manga corta que arropa sus bíceps de una manera muy… okey, mejor no pensar cosas del pecado, y en la otra está más formal, una camiseta manga larga con corbata, sin saco, color gris. Le hace resaltar sus ojos y sus…

Frunzo el ceño.

Mi mente recrea la imagen de nosotros dos hablando de sus pestañas.

Mis temblorosas manos se sitúan una vez más sobre el teclado y, sin pensarlo mucho, escribo exactamente la escena y conversación que tuvimos Bastián y yo anoche.

Así que Elaine le dice a Matthew que…

‘’ —Tienes mejores pestañas que yo —Susurró. No podían dejar de mirarse.

—Eso me han dicho desde siempre. Aseguran que no es justo que las tenga así por ser hombre, ya que las mujeres son quienes más suelen lucirlas.

—No les hagas caso, resaltan tu mirada y te hacen ver como si…

—¿Como sí…?

—Como si la persona a la que miras fuera tu todo…’’

Trago saliva con fuerza.

Eso no era lo que anoche yo le quería decir a Bastián… ¿verdad?

Dios, no.

Esa no soy yo.

No soy de decir cosas lindas, pero a un hombre.

Entonces, me voy olvidando que debía responderle a Bastián, y, en vez de eso, sigo escribiendo. Ahora no puedo parar.

De un momento a otro la inspiración vuelve a llegar a mi ser arrasando con toda barrera que cubría su camino. Escribo y escribo. Amo cuando el sonido de las teclas se intensifica, me calman y me ayudan a seguir pensando y estar centrada en únicamente la trama que, por cierto, está mejorando.

Comienzo el capítulo once. Están en la fiesta. Falta poco para que Ander se bese con Elaine y que Matthew los descubra. Elaine lo está sobre pensando mucho, pues ya no le parece correcto seguir jugando con Matthew de esa manera, y está por decírselo a Ander, ya no le importa perder el privilegio de entrar al Circulo Élite, en primer lugar, porque sabe que es muy sucio jugar de esa manera con una persona, y, en segundo lugar, porque ha estado conociendo a Matthew durante el baile y el chico comienza a gustarle.

Pero oh, no le da tiempo de actuar rápido, Ander ve a Matthew venir, en la búsqueda de su pareja de baile, y aprovecha la distracción de Elaine, y la besa.

Matthew los ve y….

El timbre de mi casa suena sin parar.

Parpadeo.

Miro mi computadora.

La página está en blanco y anuncia que ya estoy por comenzar el capítulo quince.

Waow. ¿En qué momento hice seis capítulos de seguidos?

El timbre vuelve a sonar, sacándome de mi ensoñación.

—¡Voy! —Grito. Lo cual es estúpido. Nadie va a escucharme, están tocando desde la planta baja.

Tomo el intercomunicador que está en la cocina y respondo.

—¿Sí? ¿Quién me interrumpe?

—Quisiera no tener que interrumpirte, pero tenemos una no cita… ¿Recuerdas?

—Oh, oh…

Mi mirada salta hacia el reloj de pared, el cual marca casi las siete de la tarde, y luego al balcón, donde veo que el sol ya está ocultándose.

Me va a matar.

—Si yo, emmm…

—¿Lo olvidaste? Debí suponerlo. No contestaste ninguno de mis mensajes.

¿Ninguno? ¿Ni siquiera donde me ponía a elegir por cuál camisa ponerse? Espero que haya elegido la gris.

—Lo siento. Estoy trabajando y se me pasaron las horas, no me di cuenta… —Me excuso.

—No pasa nada. Solo dime cómo hacemos… ¿te espero? ¿vendrás? ¿no vendrás?

—Emmm… claro…

Miro mi computadora con tristeza. Me había inspirado tanto…, pero ya me había comprometido con Bastián y no quiero quedarle mal.

—Bueno, ¿te parece si te espera en la plaza del frente?

—También puedes esperarme aquí… solo si quieres. —Ofrezco.

—Vale. Entonces entraré.

Aprieto desde el comunicador el botón que da el pase para que se abra la puerta y pueda entrar. Una vez lo hago, abro la puerta de mi departamento y salgo al pasillo a esperarlo. Miro fijamente el ascensor.

Él entra. Sonrío sin poderlo evitar al ver que sí tiene la camisa gris.

—Buena elección de camisa —es lo primero que digo.

Bastián se acerca y deja un pequeño beso en mi mejilla.

—La terminó eligiendo mi padre, a quien, por cierto, le tuve que dejar muy en claro que esta salida es una no cita, que es solo de amigos. Ya se estaba ilusionando.

Niego con mi cabeza, mi sonrisa se ensancha más mientras con mi mano le hago entrar al departamento. Una vez dentro, cierro la puerta detrás de mí. Volteo a mirarlo y enarco una ceja al observar como el traidor de Disten corre hasta él y se lanza a sus brazos, maullándole. Suspiro con fuerza.

—Espero que no vayas a nuestra no cita así vestida.

—Por supuesto que no. Estoy un poco retrasada, pero ya me arreglo rápido, no soy de esas mujeres que duran cinco horas arreglándose.

—Me parece bien, porque no lo necesitas.

Sus ojos marrones se posan sobre los míos y puedo jurar que veo sus destellos grises brillar. Froto las palmas de mis manos y mi sonrisa se tensa.

—Iré a… puedes sentarte… esperarme… eso.

Corro a mi habitación rápidamente.

Cierro la puerta detrás de mí y tomo una gran bocanada de aire para calmar mi respiración… pero entonces, observo que mi respiración no es la única acelerada. Mi pecho está a nada de colapsar debido a lo rápido que late mi corazón.

Oh, vamos…

Corro a mi armario y busco algo simple que ponerme. Lo hago rápido y apenas retoco mi rostro con un poco de rímel y labial. No uso nada más.

Salgo y veo que me llevó menos de media hora, y me paralizo en mi lugar cuando veo a Bastián frente a mi computadora, leyendo lo que he escrito.

Algo que nunca me había pasado antes, ocurre: me pongo nerviosa. Siento mis mejillas arder. Gracias a Dios no me puse rubor.

—Bas… Bastián… —Digo en un susurro tembloroso.

Me mira. Puedo notar fascinación en él, sonríe y niega con su cabeza.

—De seguro tus lectores te lo dicen siempre, pero quiero que lo oigas de mí: tienes un gran talento, Annette.

Ignoro el hecho de que ha leído mi escrito sin mi permiso, y me permito disfrutar del halago.

—¿De verdad lo crees?

—Sí… aunque hay una parte que me ha llamado mucho la atención… creo que me ha gustado. Mucho. —enfatiza.

—Ah… ¿sí?

Asiente.

—Esa donde la protagonista admite que él la mira como si ella fuese su todo.

Ay, no.

Que la tierra me trague ya.

Aiis

¡He vuelto con la chica antiamor y el periodista anónimo! Los había pausado para poder terminar otra novela: SNAPE. Y como ya la terminé, estoy de regreso con esta. Actualizaré seguido. ¡Nos vemos el lunes! Recuerden votar y comentar, porfi.

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