Annette Martin:
Dejo las manos sobre las teclas de la computadora. Pienso una y otra vez en qué colocar… Llevo nueve capítulos de treinta, y aunque tengo la idea, no sé bien como proseguir.
Normalmente mi método de escritura no es este. Yo suelo hacer un bosquejo de la historia que quiero, escribiéndola en un cuaderno, luego, paso la idea a Word, y expando la historia, creo los personajes, el mundo, la trama, etc… por último comienzo con la idea de lo que quiero que vaya en cada capítulo, así tengo una idea de cuantos serían, y así podría comenzar a escribir bien cada capítulo teniendo ya la certeza de lo que va en cada uno de ellos.
Así tengo completa la historia de principio a fin, y luego no se me olvidan cosas anteriormente quería agregar. Con esta historia ha ocurrido totalmente diferente.
Hace aproximadamente dos meses, cuando el último libro que escribí salió a la luz, me dije que me tomaría un descanso, pero, en definitiva, eso no es algo que mi pequeño cerebro acepte, o, en todo caso, que asuma. Poco a poco comenzó a crear este comienzo de historia en mi cabeza, y sin darme cuenta, ya la estaba escribiendo, y, al mismo tiempo, estaba alterando a todos mis lectores soltando frases o información sobre este libro.
Ahora lo tengo que acabar sí o sí.
La cuestión con este libro es que…
Hago una pausa con mi explicación mental porque me dan ganas de estornudar, y no una, sino tres veces seguidas. El traidor de Disten maúlla desde su casita mirándome directamente. Así ha estado desde anoche. No le he prestado absoluta atención y he aguantado a la tentación de buscar acariciarlo como siempre suelo hacer, y por lo que veo funciona. Ahora no para de aparecer a cada lado que camino, de verme, o de tocar mis pies. Vuelvo a ignorarlo. Es un vil traidor.
Ajá, como les decía: la cosa con este libro es que cada capítulo, aunque han sido pocos, los he ido escribiendo espontáneamente, sin tenerlo por completo planeado de principio a fin como ocurre con los anteriores, y por algún motivo, no quiero intentar hacer eso. Quiero que mis propios giros me sorprendan con sus giros y cosas que ni yo sabía que pasarían.
Lo único que sé es que debe acabar mal. Es lo único que se me da bien hacer en la vida: escribir finales trágicos o tristes.
Solo que… ahora no sé cómo proseguir.
En el capítulo anterior, Matthew, el protagonista, quería verse con Elaine, la protagonista. Él comenzaba a sentir cosas y no sabía cómo invitarla al baile de graduación. Ella era la típica chica popular y él quería adelantarse a hacer el pedido antes de que el jugador guapo de futbol americano, y el ser más deseado del instituto, se le adelantara.
El capítulo ocho terminaba donde ella, con una sonrisa tensa, aceptaba su invitación. Lo que el pobre Matthew no sabía era que Elaine estaba jugando por él porque hacía lo que Ander, el chico popular, se lo había pedido. Era una prueba que ella tendría que pasar para formar parte del circulo de Elite. Que es como el nivel más alto donde te capacitan para salir directamente trabajando para una gran empresa y con un buen puesto. Ander era solución para entrar a ese Círculo Elite, era uno de los coordinadores, quien elegía quien servía o no, y una de esas súper empresas a las que se aspiraban, era la de su padre. Un empresario extremadamente rico.
En la siguiente conversación que estaban teniendo nuestros protagonistas, Elaine y Matthew, ella debía mostrarse muy interesada en él. Matthew tan solo se había acercado a ella para confirmarle que pasaría por ella a las ocho, y él no entendía por qué, con tan solo acercarse, los murmullos comenzaban, y muchas risas burlonas sonaban alrededor, principalmente la risa escandalosa de Ander.
Pero trataba de no prestar atención a nada más que a ella. Elaine era muy hermosa y solo importaba que lo había elegido a él para el baile.
En ese momento, ella debía decirle algún halago a él…
Pero yo sigo con las manos sobre el teclado sin saber que escribir.
Suelto un sonido de frustración y me quejo por no saber cómo proceder. Jalo mi cuero cabelludo y grito. Literalmente grito. Soy un desastre.
Creo que hoy no es mi día de inspiración.
Escucho el zumbido de mi celular una vez más. Ya van varias veces que vibra. He intentado no prestarle atención porque luego me distrae y me cuesta retomar el hilo de la escritura, pero esta vez no sirve de mucho porque, de todas maneras, no estoy inspirada.
Resoplo y lo tomo.
Tengo cuatro mensajes de ese ser que últimamente está muy metido en mi vida.
Lo conozco de hace dos días, pero siento como si lo conociera de toda la vida, debido a la gran cantidad de confianza que nos tenemos y la manera en la que conversamos y nos tratamos. Y comienza a preocuparme.
Creo que cancelaré la salida a la que le dije que iría. Es lo mejor.
Reviso sus mensajes. Dos son fotos, me pregunta qué camisa le queda mejor, me muestra una manga corta que arropa sus bíceps de una manera muy… okey, mejor no pensar cosas del pecado, y en la otra está más formal, una camiseta manga larga con corbata, sin saco, color gris. Le hace resaltar sus ojos y sus…
Frunzo el ceño.
Mi mente recrea la imagen de nosotros dos hablando de sus pestañas.
Mis temblorosas manos se sitúan una vez más sobre el teclado y, sin pensarlo mucho, escribo exactamente la escena y conversación que tuvimos Bastián y yo anoche.
Así que Elaine le dice a Matthew que…
‘’ —Tienes mejores pestañas que yo —Susurró. No podían dejar de mirarse.
—Eso me han dicho desde siempre. Aseguran que no es justo que las tenga así por ser hombre, ya que las mujeres son quienes más suelen lucirlas.
—No les hagas caso, resaltan tu mirada y te hacen ver como si…
—¿Como sí…?
—Como si la persona a la que miras fuera tu todo…’’
Trago saliva con fuerza.
Eso no era lo que anoche yo le quería decir a Bastián… ¿verdad?
Dios, no.
Esa no soy yo.
No soy de decir cosas lindas, pero a un hombre.
Entonces, me voy olvidando que debía responderle a Bastián, y, en vez de eso, sigo escribiendo. Ahora no puedo parar.
De un momento a otro la inspiración vuelve a llegar a mi ser arrasando con toda barrera que cubría su camino. Escribo y escribo. Amo cuando el sonido de las teclas se intensifica, me calman y me ayudan a seguir pensando y estar centrada en únicamente la trama que, por cierto, está mejorando.
Comienzo el capítulo once. Están en la fiesta. Falta poco para que Ander se bese con Elaine y que Matthew los descubra. Elaine lo está sobre pensando mucho, pues ya no le parece correcto seguir jugando con Matthew de esa manera, y está por decírselo a Ander, ya no le importa perder el privilegio de entrar al Circulo Élite, en primer lugar, porque sabe que es muy sucio jugar de esa manera con una persona, y, en segundo lugar, porque ha estado conociendo a Matthew durante el baile y el chico comienza a gustarle.
Pero oh, no le da tiempo de actuar rápido, Ander ve a Matthew venir, en la búsqueda de su pareja de baile, y aprovecha la distracción de Elaine, y la besa.
Matthew los ve y….
El timbre de mi casa suena sin parar.
Parpadeo.
Miro mi computadora.
La página está en blanco y anuncia que ya estoy por comenzar el capítulo quince.
Waow. ¿En qué momento hice seis capítulos de seguidos?
El timbre vuelve a sonar, sacándome de mi ensoñación.
—¡Voy! —Grito. Lo cual es estúpido. Nadie va a escucharme, están tocando desde la planta baja.
Tomo el intercomunicador que está en la cocina y respondo.
—¿Sí? ¿Quién me interrumpe?
—Quisiera no tener que interrumpirte, pero tenemos una no cita… ¿Recuerdas?
—Oh, oh…
Mi mirada salta hacia el reloj de pared, el cual marca casi las siete de la tarde, y luego al balcón, donde veo que el sol ya está ocultándose.
Me va a matar.
—Si yo, emmm…
—¿Lo olvidaste? Debí suponerlo. No contestaste ninguno de mis mensajes.
¿Ninguno? ¿Ni siquiera donde me ponía a elegir por cuál camisa ponerse? Espero que haya elegido la gris.
—Lo siento. Estoy trabajando y se me pasaron las horas, no me di cuenta… —Me excuso.
—No pasa nada. Solo dime cómo hacemos… ¿te espero? ¿vendrás? ¿no vendrás?
—Emmm… claro…
Miro mi computadora con tristeza. Me había inspirado tanto…, pero ya me había comprometido con Bastián y no quiero quedarle mal.
—Bueno, ¿te parece si te espera en la plaza del frente?
—También puedes esperarme aquí… solo si quieres. —Ofrezco.
—Vale. Entonces entraré.
Aprieto desde el comunicador el botón que da el pase para que se abra la puerta y pueda entrar. Una vez lo hago, abro la puerta de mi departamento y salgo al pasillo a esperarlo. Miro fijamente el ascensor.
Él entra. Sonrío sin poderlo evitar al ver que sí tiene la camisa gris.
—Buena elección de camisa —es lo primero que digo.
Bastián se acerca y deja un pequeño beso en mi mejilla.
—La terminó eligiendo mi padre, a quien, por cierto, le tuve que dejar muy en claro que esta salida es una no cita, que es solo de amigos. Ya se estaba ilusionando.
Niego con mi cabeza, mi sonrisa se ensancha más mientras con mi mano le hago entrar al departamento. Una vez dentro, cierro la puerta detrás de mí. Volteo a mirarlo y enarco una ceja al observar como el traidor de Disten corre hasta él y se lanza a sus brazos, maullándole. Suspiro con fuerza.
—Espero que no vayas a nuestra no cita así vestida.
—Por supuesto que no. Estoy un poco retrasada, pero ya me arreglo rápido, no soy de esas mujeres que duran cinco horas arreglándose.
—Me parece bien, porque no lo necesitas.
Sus ojos marrones se posan sobre los míos y puedo jurar que veo sus destellos grises brillar. Froto las palmas de mis manos y mi sonrisa se tensa.
—Iré a… puedes sentarte… esperarme… eso.
Corro a mi habitación rápidamente.
Cierro la puerta detrás de mí y tomo una gran bocanada de aire para calmar mi respiración… pero entonces, observo que mi respiración no es la única acelerada. Mi pecho está a nada de colapsar debido a lo rápido que late mi corazón.
Oh, vamos…
Corro a mi armario y busco algo simple que ponerme. Lo hago rápido y apenas retoco mi rostro con un poco de rímel y labial. No uso nada más.
Salgo y veo que me llevó menos de media hora, y me paralizo en mi lugar cuando veo a Bastián frente a mi computadora, leyendo lo que he escrito.
Algo que nunca me había pasado antes, ocurre: me pongo nerviosa. Siento mis mejillas arder. Gracias a Dios no me puse rubor.
—Bas… Bastián… —Digo en un susurro tembloroso.
Me mira. Puedo notar fascinación en él, sonríe y niega con su cabeza.
—De seguro tus lectores te lo dicen siempre, pero quiero que lo oigas de mí: tienes un gran talento, Annette.
Ignoro el hecho de que ha leído mi escrito sin mi permiso, y me permito disfrutar del halago.
—¿De verdad lo crees?
—Sí… aunque hay una parte que me ha llamado mucho la atención… creo que me ha gustado. Mucho. —enfatiza.
—Ah… ¿sí?
Asiente.
—Esa donde la protagonista admite que él la mira como si ella fuese su todo.
Ay, no.
Que la tierra me trague ya.
¡He vuelto con la chica antiamor y el periodista anónimo! Los había pausado para poder terminar otra novela: SNAPE. Y como ya la terminé, estoy de regreso con esta. Actualizaré seguido. ¡Nos vemos el lunes! Recuerden votar y comentar, porfi.
Bastián Leroy:Ha estado muy callada desde que salimos de su edificio. Yo no puedo parar de sonreír. Caminamos un poco hasta llegar a mi auto y nos subimos en él.Sé que lo que hice estuvo mal. Si alguien llegara a revisar mis cosas de la manera en la que yo lo hice con los escritos de ella, probablemente me enojaría mucho. Más todavía teniendo en cuenta que yo tenía un secreto que seguir guardando. No quería que todo reventara de un momento a otro, pues, amaba mi vida tal cual como estaba: sin toda esa atención puesta en mí.Sé lo que conlleva ser el famoso escritor anónimo. El solo hecho de que se llame así, hace que a muchos les cause curiosidad y quieran averiguar quién es a como dé lugar. Lo único de lo que están seguros es que soy hombre, cosa acertada, y nada más. Por ahora.Mientras vamos de camino le hago algunas preguntas sobre Disten que me responde muy por las ramas. Está un poco cerrada y sé que es mi culpa, así que decido ser sincero:—Lo siento. Sé lo desagradable que es
Annette Martin escribió su primera historia de desamor a la edad de dieciséis años, cuando su primer novio la traicionó de la forma más cruel con quien decía ser su mejor amiga. Desde ese momento, Annette ha estado escribiendo muchas historias con finales de superación, trágicos o tristes, pero nunca, en ningún caso, los personajes principales han quedado románticamente con alguien. Siempre terminan solos… o muertos.Su salto a la fama se dio a la edad de diecinueve años al haber sido descubierta por una gran editorial que con suma rapidez le hizo una propuesta laboral.Ahora Annette tiene veintitrés años, seis libros publicados, sin pareja sentimental y un gato perezoso al que trata como si fuese su hijo; Tiene un blog personal donde informa de cada paso que da y mantiene una lista de todas las cosas por hacer, pues, le gusta el orden. Mantener la estabilidad que ha tenido su vida desde hace casi ocho años y seguir escribiendo sobre cuánto odia el amor y por qué no existe, es la únic
Bastián Leroy:—No serás uno de esos ricachones con grandes empresas o heredero de una fortuna, como el gran abogado estadounidense Archer Alarcón, pero que de que eres millonario, lo eres —dice mi hermano, sin dejar de fastidiarme.—No habrá dinero para ti esta vez, Breidy —aseguro, aunque sé que luego me terminará convenciendo, como siempre.—Pero, Bastián…—No.—Esta vez es de vida o muerte. Urgentisísimo.—¿Por qué?—He tenido que venir hasta acá, y en taxi, para pedirte ayuda, porque…—¿En taxi? Espera… —dejo de teclear en mi computadora para voltear a verlo con mis ojos achicados, acusándolo antes de tiempo —. ¡¿En taxi?! ¡¿Dónde está tu auto?!—Bueno, puede que haya tenido un pequeño accidente…—Papá te va a matar.—No me digas eso —suplica, con un tono tan desesperado que casi me hace querer reír. Casi.—Te regaló ese auto hace dos meses, por tu cumpleaños número dieciocho —le recuerdo —, y ya lo has accidentado dos veces. Dos choques. Serían dos veces que te he ayudado donde
Bastián Leroy:—Qué vergüenza llegar tarde a mi propia firma de libros. Espero no haber tardado mucho —la joven toca el brazo derecho del mueble donde pretende sentarse, pero toca mal y casi se va de lado. El público ríe. Ella niega con su cabeza mientras le asegura al vigilante, que se acercaba a ayudarla, que está bien.—No tardaste mucho, solo fueron pocos minutos…—Qué bueno —suspira aliviada.—Unos largos cuarenta minutos…—Oh. —Acomoda su vestido y aprieta sus labios con fuerza, haciendo reír al público con más intensidad —. De verdad lo siento, mi gato estaba enfermo y…—De seguro no tiene un gato, esa es la excusa que siempre usan para que se compadezcan de ella —le susurro a mi hermano, sin dejar de mirar a la autora.—De hecho, sí tiene uno. —Me muestra el libro que compró antes de que entráramos y me muestra la foto que tiene la autora allí: ella besando a un gato que estira sus patas sobre su pecho.—Annette Martin… —saboreo su nombre entre mis labios. Sale con mucha facili
Annette Martin:—¿Quién se supone que eres tú? —Pregunto, colérica. No me esperaba esto. Se supone que todos mis seguidores o al menos quienes me conocen saben perfectamente que odio todo lo relacionado con la palabra ‘’amor’’, y que si alguna vez la he mencionado es para hablar mal de ella o del hecho de que no existe. ¡Porque no existe!—Bastián Leroy —se atreve a responder y con su mano le resta importancia a lo siguiente que dice: —un simple pizzero.Me gustan las pizzas, pero a él ya lo odio.—Pues, Bastián. Me parece perfecto que tú pienses que el amor existe. Respeto tu equivocada opinión, pero no quieras venir a hacerme cambiar de opinión, porque la mía es algo en lo que creo firmemente desde hace mucho tiempo.—¿Mi equivocada opinión? ¿Cómo puede una autora hablar de tal manera? —Frunce el ceño y la verdad me gustaría acercarme a él, verlo más de cerca e intimidarlo. Suelo hacer eso con las personas, mi carácter les hace sentirse de tal manera.—Solo estoy siendo una persona.
Bastián Leroy:—Tu hermano me contó de todo el drama que hubo en un seminario al que fueron —menciona mi padre, quien viene cargando unas bolsas enormes de harina.Niego con mi cabeza y me acerco hacia él.—No me sorprende que te haya ido con el chisme, me sorprende que se tardara.—En realidad, me lo contó anoche mismo, por un audio. Aún no me acostumbro a esas nuevas cosas en los celulares. Yo ya le estaba respondiendo como si estuviésemos en una llamada telefónica y luego me acordé que era un audio. Tenía que grabar mi voz. Qué cosa tan espeluznante.—Iba a suplicarle que pasara más tiempo contigo, pero voy que no hace falta.—Es joven, hijo. Es completamente normal que quiera salir y divertirse con sus amigos. Me parece perfecto que haga eso, siempre y cuando no deje de lado sus estudios. Ya se lo dije.—Yo no era tan… así. —Ni siquiera sé cómo llamar a ese tipo de personas.—Eso es cierto, ustedes han sido muy distintos en todos los aspectos. Sin embargo, y aunque tú creas que él
Annette Martin:—¿Cómo se siente el rey del departamento? —Le pregunto a mi perezoso gato. Se ve mucho mejor y ya no está como estaba últimamente. A diferencia de otros gatos que he conocido y son muy cariñosos con sus dueños, el mío es todo lo contrario.Disten, cuando está enfermo es que busca de mis mimos o caricias, pero si se encuentra bien, —que es como normalmente anda casi siempre, gracias Dios —, me ignora. Es un gato muy independiente, regordete y vago. Sobretodo vago.Maúlla y me mira con su característica cara de gato gruñón. Yo río y acaricio su pelaje. Se levanta del mueble y se va hacia su pequeña casa de dos plantas. No me soporta. A veces pienso que no me quiere tanto como yo a él.Admito que muchas veces soy un poco… insoportable. Más que nada cuando tengo problemas o estoy triste. Creo que es porque, como vivo sola, y no tengo a nadie más con quien hablar, me acerco a su casita y le hablo por horas y horas, es a quien le cuento, también, mis planes con mis historias
Bastián Leroy: —Juro que todas sus pizzas son deliciosas. No hay una sola que no haya probado todavía —dice Jane, una cliente que viene solamente los fines de semana en la mañana. Según las especulaciones de mi señor padre, esta chica viene exclusivamente por mí. Aunque yo mejor no opino ni me hago ideas. Ella es muy buena y es linda, suele hablar mucho y me distrae con sus ocurrencias, pero cuando pienso en hacer lo que Brandon me dice, me paralizo. No puedo invitarla a salir, no es algo que me nace. Entonces, le entrego la caja con su pedido dentro y ella me entrega su tarjeta de débito para pagarme el pedido. Sonriente, la tomo y cuando voy a centrarme en pasarla, veo detrás de ella como alguien se detuvo y ahora me mira fijamente. Pero qué…. Esperen… Mi sonrisa es inmediata. —¿Annette? —En cuanto digo su nombre, presencio como su mascota levanta sus orejas y voltea a mirarme, y entonces, corre hacia mí, soltándose del agarre de su dueña y se postra sobre la caja registradora