Capítulo 01.

Bastián Leroy:

—No serás uno de esos ricachones con grandes empresas o heredero de una fortuna, como el gran abogado estadounidense Archer Alarcón, pero que de que eres millonario, lo eres —dice mi hermano, sin dejar de fastidiarme.

—No habrá dinero para ti esta vez, Breidy —aseguro, aunque sé que luego me terminará convenciendo, como siempre.

—Pero, Bastián…

—No.

—Esta vez es de vida o muerte. Urgentisísimo.

—¿Por qué?

—He tenido que venir hasta acá, y en taxi, para pedirte ayuda, porque…

—¿En taxi? Espera… —dejo de teclear en mi computadora para voltear a verlo con mis ojos achicados, acusándolo antes de tiempo —. ¡¿En taxi?! ¡¿Dónde está tu auto?!

—Bueno, puede que haya tenido un pequeño accidente…

—Papá te va a matar.

—No me digas eso —suplica, con un tono tan desesperado que casi me hace querer reír. Casi.

—Te regaló ese auto hace dos meses, por tu cumpleaños número dieciocho —le recuerdo —, y ya lo has accidentado dos veces. Dos choques. Serían dos veces que te he ayudado donde yo no recibo nada a cambio.

—Haré lo que me pidas por todo un día —propone.

—Harás lo que te diga siempre. Siempre. Estarás más en casa, pasarás más tiempo con papá, serás más agradecido, ayudarás con los quehaceres, tendrás mejores notas en la universidad y nada de estarte empiernando con una y con otra —prácticamente estoy ordenándoselo y no me importa. Ya podrá tener dieciocho años, pero se comporta como un niño de doce.

—Esas son demasiadas cosas para hacer… —se queja.

—Entonces dile adiós a tu auto —vuelvo a voltearme hacia mi computadora y me dispongo a seguir escribiendo.

—No, no, está bien, pero no te puedo prometer dejar de enrollarme con las chicas, ¿Cómo me resisto si me buscan? No pueden resistirse a esta arrolladora tentación.

Había olvidado lo creído que era. No entiendo a quién salió. A lo mejor así era nuestra madre, a quien nunca conocimos porque nos abandonó meses después de él haber nacido. Tuve la dicha de estar mis primeros cinco años junto con ella, pero luego, cuando nació Breidy, simplemente se fue. Mi padre es un hombre humilde, trabajador y muy sincero. Es un fiel creyente de que las personas que vienen a este mundo lo hacen para experimentar la máxima felicidad posible, para buscarla, encontrarla y vivirla por completo. Creen el amor y la ilusión de enamorarse, aun cuando no ha tenido mucha suerte en el amor, y aquí es donde debo admitir que algo de eso lo heredé yo. Soy un poco romántico y me gustan todas esas cosas cursis, solo que, no en exceso. Mi padre si se excede un poco y creo que por eso lo han dejado en algunas ocasiones…

El punto es que no sabemos a quién salió Breidy, él es todo lo contrario a nosotros: varios líos de faldas, salidas con sus amigos malas conductas —él no lo es, no se mete en ese tipo de problemas, nunca ha ido a la cárcel, se ha peleado con alguien o ha robado, gracias a Dios; pero al estar con ellos, también suelen meterlo en el mismo paquete —, también está bajando sus notas en la universidad, solo le importa llegar y que vean su auto, que tiene dinero y que se da una buena vida sin tener que mover un dedo.

Ya me cansé de su vagancia.

—¿Para esto quieres que todos sepan quién es el famoso periodista anónimo francés? —Le recuerdo —, ¿para qué me asocien con un mocoso mujeriego estúpido?

—Oye, exijo respeto.

—Cuando asientas la cabeza, seas alguien sensato y con los pies sobre la tierra, entonces yo con todo el gusto del mundo voy a decir que soy el periodista francés. Ese que todos buscan saber quién es y que solo tú y mi padre saben.

—Eso sería como ser famoso yo también, me gusta el trato.

—Buenas notas, buen comportamiento y ayudar más a papá en casa.

—Ya entendí, ya entendí… ¿si me ayudarás con el auto? —junta sus manos, en súplica y abre sus ojos, intentando ganarme, como si fuese el descarado gato de Sherk.

—Y esta noche me acompañaras a un seminario.

—No, esos aburridos seminarios tuyos no… por favor…

{-}

Detengo mi Aston Martin en las afueras de la gran feria del libro de parís. Siempre suelo venir a este tipo de eventos, más que nada para ver qué eventos habrá y cuáles me pueden interesar. El primer día de la feria hago un itinerario sobre a cuáles asistiré y a cuáles no, y luego preparo y escribo qué esperar de ellos, qué es lo que más me gustó o disgustó, tocó puntos específicos interesantes que llegaron a sorprenderme. En base a la conclusión que llegue es que decido si recomendar el libro, tema, periódico, o lo que sea que se haya presentado en el día, al público.

Me gradué como periodista hace ya tres años. Tuve pequeños trabajos en algunas revistas y periódicos importantes, pero no me sentía muy a gusto con estar solo en un lugar. Yo quería hacer más, quería hablar de todo, opinar de todo, crear temas variados y con una extensidad global.

Fue así como nació el famoso periodista francés. Así me llamo en redes sociales y así firmo en cada trabajo que hago bajo pedido o que vendo por voluntad propia. Mi trabajo consiste en comunicación escrita, principalmente corporativa e institucional; información de todo tipo en redes sociales, soy guionista y editor y corrector de contenidos.

Fuera de eso ayudo a mi padre por las noches con su restaurante. Es lo único que tiene y por lo que ha trabajado toda su vida. Gracias a ese restaurante nos pudo sacar adelante a mi hermano y a mí.

Fuera de estas dos cosas en las que se basa mi vida, todo lo demás son pequeñeces: ir al gimnasio, estar pendiente de mi dieta saludable, y los domingos sin falta voy a la pileta de la terraza donde vivo. Cabe aclarar que últimamente estoy durando poco tiempo del normal en mis bronceados porque llegaron dos nuevas huéspedes que ya se saben todos mis horarios y prácticamente me buscan por todos lados. Me traen loco, y yo soy de esas personas que no saben decir ‘’no’’, o que cuando lo incomoda algo primero prefiere huir. No es que sea un cobarde, pero ya ha pasado que he tenido que rechazar a algunas chicas que no me gustan y se ponen verdaderamente mal. Ver llorar a las mujeres no me gusta, por eso trato de no rechazarlas, pero es muy inevitable que eso pase cuando una no me gusta.

El punto es que —según todo el cronograma que hice para los distintos eventos de esta feria del libro—, en veinte minutos estaría comenzando el seminario que me interesa: Atentados en parís los días trece y catorce de noviembre de 2015. Como buen periodista que soy, estuve investigando un poco y vengo con mis apuntes y libreta, más que nada para ver si tengo información importante o correcta y anotar lo que pasé por alto o no tenga.

—Pero mira nada más la preciosura que está en ese stand… —mi hermano me saca de mis pensamientos justamente para mirar cuando él le guiña un ojo a una chica, que encima se ruboriza, al notar lo que él hace. Ruedo mis ojos. Mi Dios, ¿a quién habrá salido este chico?

—Enfócate en lo importante, Breidy. —Le digo. Voltea a mirarme y bufa, quitándome el folleto de las manos y ayudándome a buscar, de entre tantos puestos y áreas, que necesitamos encontrar —. H-156. Ese es el puesto. Estamos en el área verde y debemos ir a la celeste.

—Esto es completamente aburrido, no entiendo cómo puede gustarte tanto —se queja.

—Acuérdate que tengo en mis manos el bien de tu auto y que mi padre no te mate por irresponsable.

—¿Por qué no vamos mejor a esa firma de libros? —Me señala un sitio muy amplio donde hay una mujer hablando por micrófono e indicándole a cada una de las personas que hacen las filas y van avanzando, que se coloquen en algunos asientos y deciden la página donde la autora les firmará el libro.

La valla publicitaria que promociona el libro muestra la imagen de uno con tonalidades oscuras, manos sobresalientes y una mujer en medio protegiendo su cuerpo. La verdad es que se ve interesante, pero el corazón roto en la parte de abajo le quita interés para mí.

Niego con mi cabeza, porque, aunque por un momento me lo plantee al ver a mi hermano interesado en saber de algo que no fuese él, su cabello o su auto, pude notar que la mayoría de las fans de la autora que se presentará son jóvenes hormonadas, por lo tanto, es justo por eso que mi hermano quiere ir hacia allá. Buscar coquetear, no aprender.

—Iremos al seminario. Punto.

Lo llevo arrastras detrás de mí y cuando llegamos al lugar nos encontramos con… nada.

Está completamente vacío. No hay nadie, ni siquiera un alma.

Frunzo el ceño y vuelvo a mirar el folleto. Hemos venido en la fecha y horarios correctos.

Miro que en el puesto de al lado hay una pequeña charla de lectura infantil donde unos niños saltan siguiendo a unos adultos disfrazados de distintos animales y decido acercarme al que, le pusieron un muy acertado disfraz de Jirafa, pues es igual de alto que yo. Mido 1.84cm, al igual que mi padre. Breidy, a pesar de ser el menor, es un poco más alto que nosotros: el mide 1.90cm.

—Disculpa, ¿puedo consultarte algo? —Le pregunto a la jirafa.

—Por supuesto, te ayudaré en lo que esté a mi alcance —dice con una voz infantil que hace reír a mi hermano debido a lo estúpido que suena. Yo tengo que suspirar y casi apretar mis labios con fuerza, no para matar a mi hermano por no haber aguantado las ganas de burlarse, sino porque yo también estuve a punto de carcajearme.

—Verás, se supone que en unos minutos comenzaría el seminario sobre los atentados del año 2015, pero el lugar está vacío…

—Oh, si —esta vez responde con su voz normal, pero mi hermano todavía se encuentra tosiendo, tratando de calmar las ganas de seguirse riendo —. Pasa que tuvieron que adelantar el evento. El orador tuvo un problema y adelantó su vuelo. Lo dieron esta mañana, así que ya acabó. Tengo entendido que a todo el que se inscribió por la pagina les enviaron un mail avisándoles del problema y el adelanto.

—Qué pena —me lamento —. Bueno, muchas gracias. Tengan un buen día.

—Ustedes igual.

—Adiós, señor jirafa —mi hermano saluda con su mano, obviamente burlándose, y creo que al hombre le gustó verlo reír porque le responde nuevamente con voz infantil.

Tomo el brazo de mi hermano y lo hago caminar a mi lado. Él no deja de reírse. Lo hace tan fuerte que incluso yo río y algunas personas voltean a vernos, riéndose también.

—Conste que cumplí con lo que querías.

—No cumpliste porque no hubo evento.

—Pero vine y te acompañé hasta que nos enteramos que ya lo habían hecho. Así que cumplí.

—Está bien. Cumpliste —le concedo —. Mañana mismo tu auto será arreglado. Lo prometo.

—También quiero otra cosa por haber sido un hermano ejemplar…

—Vamos que tanto como hermano ejemplar… —ironizo.

Entonces él señala otro folleto que no sé en qué momento agarró y me lo entrega. Lo analizo y contemplo bien. La verdad es que me dio curiosidad.

—Bien, vamos a eso.

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