Bastián Leroy:
—No serás uno de esos ricachones con grandes empresas o heredero de una fortuna, como el gran abogado estadounidense Archer Alarcón, pero que de que eres millonario, lo eres —dice mi hermano, sin dejar de fastidiarme.
—No habrá dinero para ti esta vez, Breidy —aseguro, aunque sé que luego me terminará convenciendo, como siempre.
—Pero, Bastián…
—No.
—Esta vez es de vida o muerte. Urgentisísimo.
—¿Por qué?
—He tenido que venir hasta acá, y en taxi, para pedirte ayuda, porque…
—¿En taxi? Espera… —dejo de teclear en mi computadora para voltear a verlo con mis ojos achicados, acusándolo antes de tiempo —. ¡¿En taxi?! ¡¿Dónde está tu auto?!
—Bueno, puede que haya tenido un pequeño accidente…
—Papá te va a matar.
—No me digas eso —suplica, con un tono tan desesperado que casi me hace querer reír. Casi.
—Te regaló ese auto hace dos meses, por tu cumpleaños número dieciocho —le recuerdo —, y ya lo has accidentado dos veces. Dos choques. Serían dos veces que te he ayudado donde yo no recibo nada a cambio.
—Haré lo que me pidas por todo un día —propone.
—Harás lo que te diga siempre. Siempre. Estarás más en casa, pasarás más tiempo con papá, serás más agradecido, ayudarás con los quehaceres, tendrás mejores notas en la universidad y nada de estarte empiernando con una y con otra —prácticamente estoy ordenándoselo y no me importa. Ya podrá tener dieciocho años, pero se comporta como un niño de doce.
—Esas son demasiadas cosas para hacer… —se queja.
—Entonces dile adiós a tu auto —vuelvo a voltearme hacia mi computadora y me dispongo a seguir escribiendo.
—No, no, está bien, pero no te puedo prometer dejar de enrollarme con las chicas, ¿Cómo me resisto si me buscan? No pueden resistirse a esta arrolladora tentación.
Había olvidado lo creído que era. No entiendo a quién salió. A lo mejor así era nuestra madre, a quien nunca conocimos porque nos abandonó meses después de él haber nacido. Tuve la dicha de estar mis primeros cinco años junto con ella, pero luego, cuando nació Breidy, simplemente se fue. Mi padre es un hombre humilde, trabajador y muy sincero. Es un fiel creyente de que las personas que vienen a este mundo lo hacen para experimentar la máxima felicidad posible, para buscarla, encontrarla y vivirla por completo. Creen el amor y la ilusión de enamorarse, aun cuando no ha tenido mucha suerte en el amor, y aquí es donde debo admitir que algo de eso lo heredé yo. Soy un poco romántico y me gustan todas esas cosas cursis, solo que, no en exceso. Mi padre si se excede un poco y creo que por eso lo han dejado en algunas ocasiones…
El punto es que no sabemos a quién salió Breidy, él es todo lo contrario a nosotros: varios líos de faldas, salidas con sus amigos malas conductas —él no lo es, no se mete en ese tipo de problemas, nunca ha ido a la cárcel, se ha peleado con alguien o ha robado, gracias a Dios; pero al estar con ellos, también suelen meterlo en el mismo paquete —, también está bajando sus notas en la universidad, solo le importa llegar y que vean su auto, que tiene dinero y que se da una buena vida sin tener que mover un dedo.
Ya me cansé de su vagancia.
—¿Para esto quieres que todos sepan quién es el famoso periodista anónimo francés? —Le recuerdo —, ¿para qué me asocien con un mocoso mujeriego estúpido?
—Oye, exijo respeto.
—Cuando asientas la cabeza, seas alguien sensato y con los pies sobre la tierra, entonces yo con todo el gusto del mundo voy a decir que soy el periodista francés. Ese que todos buscan saber quién es y que solo tú y mi padre saben.
—Eso sería como ser famoso yo también, me gusta el trato.
—Buenas notas, buen comportamiento y ayudar más a papá en casa.
—Ya entendí, ya entendí… ¿si me ayudarás con el auto? —junta sus manos, en súplica y abre sus ojos, intentando ganarme, como si fuese el descarado gato de Sherk.
—Y esta noche me acompañaras a un seminario.
—No, esos aburridos seminarios tuyos no… por favor…
{-}
Detengo mi Aston Martin en las afueras de la gran feria del libro de parís. Siempre suelo venir a este tipo de eventos, más que nada para ver qué eventos habrá y cuáles me pueden interesar. El primer día de la feria hago un itinerario sobre a cuáles asistiré y a cuáles no, y luego preparo y escribo qué esperar de ellos, qué es lo que más me gustó o disgustó, tocó puntos específicos interesantes que llegaron a sorprenderme. En base a la conclusión que llegue es que decido si recomendar el libro, tema, periódico, o lo que sea que se haya presentado en el día, al público.
Me gradué como periodista hace ya tres años. Tuve pequeños trabajos en algunas revistas y periódicos importantes, pero no me sentía muy a gusto con estar solo en un lugar. Yo quería hacer más, quería hablar de todo, opinar de todo, crear temas variados y con una extensidad global.
Fue así como nació el famoso periodista francés. Así me llamo en redes sociales y así firmo en cada trabajo que hago bajo pedido o que vendo por voluntad propia. Mi trabajo consiste en comunicación escrita, principalmente corporativa e institucional; información de todo tipo en redes sociales, soy guionista y editor y corrector de contenidos.
Fuera de eso ayudo a mi padre por las noches con su restaurante. Es lo único que tiene y por lo que ha trabajado toda su vida. Gracias a ese restaurante nos pudo sacar adelante a mi hermano y a mí.
Fuera de estas dos cosas en las que se basa mi vida, todo lo demás son pequeñeces: ir al gimnasio, estar pendiente de mi dieta saludable, y los domingos sin falta voy a la pileta de la terraza donde vivo. Cabe aclarar que últimamente estoy durando poco tiempo del normal en mis bronceados porque llegaron dos nuevas huéspedes que ya se saben todos mis horarios y prácticamente me buscan por todos lados. Me traen loco, y yo soy de esas personas que no saben decir ‘’no’’, o que cuando lo incomoda algo primero prefiere huir. No es que sea un cobarde, pero ya ha pasado que he tenido que rechazar a algunas chicas que no me gustan y se ponen verdaderamente mal. Ver llorar a las mujeres no me gusta, por eso trato de no rechazarlas, pero es muy inevitable que eso pase cuando una no me gusta.
El punto es que —según todo el cronograma que hice para los distintos eventos de esta feria del libro—, en veinte minutos estaría comenzando el seminario que me interesa: Atentados en parís los días trece y catorce de noviembre de 2015. Como buen periodista que soy, estuve investigando un poco y vengo con mis apuntes y libreta, más que nada para ver si tengo información importante o correcta y anotar lo que pasé por alto o no tenga.
—Pero mira nada más la preciosura que está en ese stand… —mi hermano me saca de mis pensamientos justamente para mirar cuando él le guiña un ojo a una chica, que encima se ruboriza, al notar lo que él hace. Ruedo mis ojos. Mi Dios, ¿a quién habrá salido este chico?
—Enfócate en lo importante, Breidy. —Le digo. Voltea a mirarme y bufa, quitándome el folleto de las manos y ayudándome a buscar, de entre tantos puestos y áreas, que necesitamos encontrar —. H-156. Ese es el puesto. Estamos en el área verde y debemos ir a la celeste.
—Esto es completamente aburrido, no entiendo cómo puede gustarte tanto —se queja.
—Acuérdate que tengo en mis manos el bien de tu auto y que mi padre no te mate por irresponsable.
—¿Por qué no vamos mejor a esa firma de libros? —Me señala un sitio muy amplio donde hay una mujer hablando por micrófono e indicándole a cada una de las personas que hacen las filas y van avanzando, que se coloquen en algunos asientos y deciden la página donde la autora les firmará el libro.
La valla publicitaria que promociona el libro muestra la imagen de uno con tonalidades oscuras, manos sobresalientes y una mujer en medio protegiendo su cuerpo. La verdad es que se ve interesante, pero el corazón roto en la parte de abajo le quita interés para mí.
Niego con mi cabeza, porque, aunque por un momento me lo plantee al ver a mi hermano interesado en saber de algo que no fuese él, su cabello o su auto, pude notar que la mayoría de las fans de la autora que se presentará son jóvenes hormonadas, por lo tanto, es justo por eso que mi hermano quiere ir hacia allá. Buscar coquetear, no aprender.
—Iremos al seminario. Punto.
Lo llevo arrastras detrás de mí y cuando llegamos al lugar nos encontramos con… nada.
Está completamente vacío. No hay nadie, ni siquiera un alma.
Frunzo el ceño y vuelvo a mirar el folleto. Hemos venido en la fecha y horarios correctos.
Miro que en el puesto de al lado hay una pequeña charla de lectura infantil donde unos niños saltan siguiendo a unos adultos disfrazados de distintos animales y decido acercarme al que, le pusieron un muy acertado disfraz de Jirafa, pues es igual de alto que yo. Mido 1.84cm, al igual que mi padre. Breidy, a pesar de ser el menor, es un poco más alto que nosotros: el mide 1.90cm.
—Disculpa, ¿puedo consultarte algo? —Le pregunto a la jirafa.
—Por supuesto, te ayudaré en lo que esté a mi alcance —dice con una voz infantil que hace reír a mi hermano debido a lo estúpido que suena. Yo tengo que suspirar y casi apretar mis labios con fuerza, no para matar a mi hermano por no haber aguantado las ganas de burlarse, sino porque yo también estuve a punto de carcajearme.
—Verás, se supone que en unos minutos comenzaría el seminario sobre los atentados del año 2015, pero el lugar está vacío…
—Oh, si —esta vez responde con su voz normal, pero mi hermano todavía se encuentra tosiendo, tratando de calmar las ganas de seguirse riendo —. Pasa que tuvieron que adelantar el evento. El orador tuvo un problema y adelantó su vuelo. Lo dieron esta mañana, así que ya acabó. Tengo entendido que a todo el que se inscribió por la pagina les enviaron un mail avisándoles del problema y el adelanto.
—Qué pena —me lamento —. Bueno, muchas gracias. Tengan un buen día.
—Ustedes igual.
—Adiós, señor jirafa —mi hermano saluda con su mano, obviamente burlándose, y creo que al hombre le gustó verlo reír porque le responde nuevamente con voz infantil.
Tomo el brazo de mi hermano y lo hago caminar a mi lado. Él no deja de reírse. Lo hace tan fuerte que incluso yo río y algunas personas voltean a vernos, riéndose también.
—Conste que cumplí con lo que querías.
—No cumpliste porque no hubo evento.
—Pero vine y te acompañé hasta que nos enteramos que ya lo habían hecho. Así que cumplí.
—Está bien. Cumpliste —le concedo —. Mañana mismo tu auto será arreglado. Lo prometo.
—También quiero otra cosa por haber sido un hermano ejemplar…
—Vamos que tanto como hermano ejemplar… —ironizo.
Entonces él señala otro folleto que no sé en qué momento agarró y me lo entrega. Lo analizo y contemplo bien. La verdad es que me dio curiosidad.
—Bien, vamos a eso.
Bastián Leroy:—Qué vergüenza llegar tarde a mi propia firma de libros. Espero no haber tardado mucho —la joven toca el brazo derecho del mueble donde pretende sentarse, pero toca mal y casi se va de lado. El público ríe. Ella niega con su cabeza mientras le asegura al vigilante, que se acercaba a ayudarla, que está bien.—No tardaste mucho, solo fueron pocos minutos…—Qué bueno —suspira aliviada.—Unos largos cuarenta minutos…—Oh. —Acomoda su vestido y aprieta sus labios con fuerza, haciendo reír al público con más intensidad —. De verdad lo siento, mi gato estaba enfermo y…—De seguro no tiene un gato, esa es la excusa que siempre usan para que se compadezcan de ella —le susurro a mi hermano, sin dejar de mirar a la autora.—De hecho, sí tiene uno. —Me muestra el libro que compró antes de que entráramos y me muestra la foto que tiene la autora allí: ella besando a un gato que estira sus patas sobre su pecho.—Annette Martin… —saboreo su nombre entre mis labios. Sale con mucha facili
Annette Martin:—¿Quién se supone que eres tú? —Pregunto, colérica. No me esperaba esto. Se supone que todos mis seguidores o al menos quienes me conocen saben perfectamente que odio todo lo relacionado con la palabra ‘’amor’’, y que si alguna vez la he mencionado es para hablar mal de ella o del hecho de que no existe. ¡Porque no existe!—Bastián Leroy —se atreve a responder y con su mano le resta importancia a lo siguiente que dice: —un simple pizzero.Me gustan las pizzas, pero a él ya lo odio.—Pues, Bastián. Me parece perfecto que tú pienses que el amor existe. Respeto tu equivocada opinión, pero no quieras venir a hacerme cambiar de opinión, porque la mía es algo en lo que creo firmemente desde hace mucho tiempo.—¿Mi equivocada opinión? ¿Cómo puede una autora hablar de tal manera? —Frunce el ceño y la verdad me gustaría acercarme a él, verlo más de cerca e intimidarlo. Suelo hacer eso con las personas, mi carácter les hace sentirse de tal manera.—Solo estoy siendo una persona.
Bastián Leroy:—Tu hermano me contó de todo el drama que hubo en un seminario al que fueron —menciona mi padre, quien viene cargando unas bolsas enormes de harina.Niego con mi cabeza y me acerco hacia él.—No me sorprende que te haya ido con el chisme, me sorprende que se tardara.—En realidad, me lo contó anoche mismo, por un audio. Aún no me acostumbro a esas nuevas cosas en los celulares. Yo ya le estaba respondiendo como si estuviésemos en una llamada telefónica y luego me acordé que era un audio. Tenía que grabar mi voz. Qué cosa tan espeluznante.—Iba a suplicarle que pasara más tiempo contigo, pero voy que no hace falta.—Es joven, hijo. Es completamente normal que quiera salir y divertirse con sus amigos. Me parece perfecto que haga eso, siempre y cuando no deje de lado sus estudios. Ya se lo dije.—Yo no era tan… así. —Ni siquiera sé cómo llamar a ese tipo de personas.—Eso es cierto, ustedes han sido muy distintos en todos los aspectos. Sin embargo, y aunque tú creas que él
Annette Martin:—¿Cómo se siente el rey del departamento? —Le pregunto a mi perezoso gato. Se ve mucho mejor y ya no está como estaba últimamente. A diferencia de otros gatos que he conocido y son muy cariñosos con sus dueños, el mío es todo lo contrario.Disten, cuando está enfermo es que busca de mis mimos o caricias, pero si se encuentra bien, —que es como normalmente anda casi siempre, gracias Dios —, me ignora. Es un gato muy independiente, regordete y vago. Sobretodo vago.Maúlla y me mira con su característica cara de gato gruñón. Yo río y acaricio su pelaje. Se levanta del mueble y se va hacia su pequeña casa de dos plantas. No me soporta. A veces pienso que no me quiere tanto como yo a él.Admito que muchas veces soy un poco… insoportable. Más que nada cuando tengo problemas o estoy triste. Creo que es porque, como vivo sola, y no tengo a nadie más con quien hablar, me acerco a su casita y le hablo por horas y horas, es a quien le cuento, también, mis planes con mis historias
Bastián Leroy: —Juro que todas sus pizzas son deliciosas. No hay una sola que no haya probado todavía —dice Jane, una cliente que viene solamente los fines de semana en la mañana. Según las especulaciones de mi señor padre, esta chica viene exclusivamente por mí. Aunque yo mejor no opino ni me hago ideas. Ella es muy buena y es linda, suele hablar mucho y me distrae con sus ocurrencias, pero cuando pienso en hacer lo que Brandon me dice, me paralizo. No puedo invitarla a salir, no es algo que me nace. Entonces, le entrego la caja con su pedido dentro y ella me entrega su tarjeta de débito para pagarme el pedido. Sonriente, la tomo y cuando voy a centrarme en pasarla, veo detrás de ella como alguien se detuvo y ahora me mira fijamente. Pero qué…. Esperen… Mi sonrisa es inmediata. —¿Annette? —En cuanto digo su nombre, presencio como su mascota levanta sus orejas y voltea a mirarme, y entonces, corre hacia mí, soltándose del agarre de su dueña y se postra sobre la caja registradora
Annette Martin:—Dites-moi, mademoiselle… —Brando se sienta frente a mí, en el otro extremo de la mesa y me mira con fijeza. Sonrío ante su acento francés.Yo en realidad soy española. Mi familia está allá, yo vine por cuestiones laborales y me gustó tanto de la ciudad que terminé quedándome. Anteriormente vivía en otra ciudad de acá, en Toulouse. Me gustaba que era más pequeña y menos poblada, pero París es París. No sabía que aspiraba tanto a vivir aquí hasta que estuve en ciertos lugares muy reconocidos de manera mundial y le dieron la razón a mis pensamientos sobre querer quedarme aquí.Y, aunque sea de no creer, todavía no he visitado la torre Eiffel. Aunque, sinceramente, tampoco es que sea algo que muera por hacer. No me parece súper importante. Menos todavía con el hecho de que sea uno de los más grandes símbolos de romance que existen. Por algún motivo, lo es.—¿Qué desea saber, señor Brandon? —Le pregunto lo más cordial posible.—Comencemos por ti. ¿Estudias?—Sí. Actualment
Bastián Leroy: —Así que lograste caerle bien a mi padre y sin siquiera intentarlo —le digo, a modo de broma, mientras vamos caminando uno al lado del otro, con nuestros hombros casi rozándose, y una sonrisa muy pequeña, pero perceptible, en nuestros labios. No podemos dejar de sonreír. A mí no me molesta, en lo absoluto; pero, se nota que ella no está acostumbrada o está incómoda con el hecho de que no pueda dejar de hacerlo. No puede controlar sus reacciones. —Y tu lograste hacer que mi gato te amara, cosa que no pasa con nadie —me dice, intentando seguirme la conversación y tener algo con lo que distraernos mientras acaba el camino hacia su casa. Apenas llevamos dos cuadras, y son diez, según lo que dijo. Miro a Disten aun echado sobre mi hombro. Ella ni siquiera lo tiene sujeta a su correa, puesto que el gato sigue aferrado a mí. No puedo parar de acariciar su pelaje y él de ronronear. —Esto me hace sentir especial —admito. —Supongo que lo eres. Incluso con tu pequeña fami
Annette Martin:Dejo las manos sobre las teclas de la computadora. Pienso una y otra vez en qué colocar… Llevo nueve capítulos de treinta, y aunque tengo la idea, no sé bien como proseguir.Normalmente mi método de escritura no es este. Yo suelo hacer un bosquejo de la historia que quiero, escribiéndola en un cuaderno, luego, paso la idea a Word, y expando la historia, creo los personajes, el mundo, la trama, etc… por último comienzo con la idea de lo que quiero que vaya en cada capítulo, así tengo una idea de cuantos serían, y así podría comenzar a escribir bien cada capítulo teniendo ya la certeza de lo que va en cada uno de ellos.Así tengo completa la historia de principio a fin, y luego no se me olvidan cosas anteriormente quería agregar. Con esta historia ha ocurrido totalmente diferente.Hace aproximadamente dos meses, cuando el último libro que escribí salió a la luz, me dije que me tomaría un descanso, pero, en definitiva, eso no es algo que mi pequeño cerebro acepte, o, en to