Capítulo 08.

Bastián Leroy:

—Así que lograste caerle bien a mi padre y sin siquiera intentarlo —le digo, a modo de broma, mientras vamos caminando uno al lado del otro, con nuestros hombros casi rozándose, y una sonrisa muy pequeña, pero perceptible, en nuestros labios.

No podemos dejar de sonreír.

A mí no me molesta, en lo absoluto; pero, se nota que ella no está acostumbrada o está incómoda con el hecho de que no pueda dejar de hacerlo.

No puede controlar sus reacciones.

—Y tu lograste hacer que mi gato te amara, cosa que no pasa con nadie —me dice, intentando seguirme la conversación y tener algo con lo que distraernos mientras acaba el camino hacia su casa.

Apenas llevamos dos cuadras, y son diez, según lo que dijo.

Miro a Disten aun echado sobre mi hombro. Ella ni siquiera lo tiene sujeta a su correa, puesto que el gato sigue aferrado a mí. No puedo parar de acariciar su pelaje y él de ronronear.

—Esto me hace sentir especial —admito.

—Supongo que lo eres. Incluso con tu pequeña familia.

—Solo somos nosotros tres, pero nos apoyamos en todo.

—¿Solo apoyarse? Ustedes tienen una unión, admiración y no temen demostrarse cuanto se quieren. En serio, eso es…

Abre y cierra su boca un par de veces, como si no encontrara la palabra adecuada.

—¿Es...? —La incito a seguir hablando.

El sonido de su voz es suave, reconfortante y muy sólido. Es de esos que te relajan y prácticamente te hipnotizan. Eso es, obviamente, cuando no está discutiendo, porque las veces que discutimos hasta le gana a la villana de El Diablo está a la Moda, y miren que esa mujer sí que no tiene comparación.

—Es deseable.

—¿Deseable?

Qué palabra más rara para definirlo.

—Tienen lo que muchas familias quisieran tener.

—Bueno, en realidad, no somos perfectos. A veces discutimos, y estamos incompletos. Mamá dejó a papá cuando mi hermano nació. Por suerte, él no se acuerda, pero yo sí. Es algo que, aunque estaba pequeño y ya debería haberlo olvidado, como la mayoría de las cosas que mi memoria puede rememorar de esos tiempos, no he podido hacerlo.

—Bueno, pero, hay parejas que no duran para siempre. Lamentablemente hay padres que luego se divorcian, pero siguen al pendiente de sus hijos, compartiendo la custodia.

—Desearía que hubiese sido así, pero mi madre nos abandonó en aquel momento y nunca más volvió. Nos metió en un problema tremendo del que a mi padre le costó salir. Incluso, hasta hace tres años fue que pudo concluir la deuda que nos dejó esa mujer a causa de sus adicciones…

—Vaya… Y yo tachando a mi familia de loca.

—¿Qué hay con ellos? ¿Todo bien?

—Sí, todo bien. Mi familia es muy unida, y a diferencia de la tuya que es pequeña, la mía es… inacabable.

—¿Inacabable? —El tipo de palabras que escoge de verdad que me hace querer reír.

—Es una familia muy extensa e intensa. Sobre todo, intensa. Siempre están sobre ti, hacen todo en grupo, celebran hasta la más mínima cosa. Son buenos, cariñosos, pero cuando discuten, todo el barrio se entera. De hecho, cuando discuten, no hay quien los detenga, es muy… fuerte. Yo siempre me sentí fuera de lugar allí. Los amo, pero soy más cerrada y me gusta mi espacio, en cambio, ellos, si pudieran dormir todos en una sola cama, lo harían. Si pudieran salir de fiesta todos los días de la semana, lo harían. Toman cualquier pretexto para divertirse, y eso está bien, pero dejan de lado otros aspectos importantes y luego discuten por ellos.

—¿Cómo cuáles?

—Siempre discuten porque uno aporta más que otro, porque no se ponen de acuerdo en la limpieza del hogar, porque unos usan el baño y otros los necesitan. Imagínate tres baños para cuarenta personas. Es una casa grande, pero al tener demasiada gente, el espacio se reduce drásticamente. No quieren irse de casa porque odian estar alejados de la familia, pero tampoco piensan en buscarse algo cerca. Son muchos temas, en realidad.

>>Me gusta la hermandad y el apoyo que tienen, pero creo que a veces es muy excesivo y no los deja pensar. Por ejemplo, si alguien se mete con una persona de la familia, el resto de la familia reacciona, y no de manera pacífica. Yo no estoy de acuerdo con la violencia, pero eso es casi todo lo que se vive allá.

—Entiendo, tu eres algo más pacífica.

Ella se ríe ahora si abiertamente, y yo tengo que sujetar al gato con un brazo para tener disponible la otra mano y tomar su cintura, deteniendo su caminata. Casi pasa un semáforo donde debíamos esperar y venían varios autos.

Ambos miramos mi mano en su cintura y la miro contener su respiración antes de levantar la mirada hacia mí. No quito mi mano, y cuando creo que va a exigirme que lo haga, una pequeña sonrisa abarca sus carnosos labios antes de que vuelva a hablar:

—No soy pacífica, me gusta discutir sobre lo que estoy o no estoy de acuerdo, pero, sí me gusta mi tranquilidad y espacio. Sobre todo, mi espacio.

—Entiendo…

—Tienes mejores pestañas que yo —Susurra. No podemos dejar de mirarnos.

—Eso me han dicho desde siempre. Aseguran que no es justo que las tenga así por ser hombre, ya que las mujeres son quienes más suelen lucirlas.

—No les hagas caso, resaltan tu mirada y te hacen ver como si…

—¿Como sí…?

Ella frunce el ceño y se separa un poco. Mira a su alrededor y sonrío cuando noto como trata de ocultar su rostro sonrojado. Me señala el semáforo y, con todo el lamento del mundo, mi mano cae a mi costado antes de llevarla hacia el gato, para volver a sujetarlo bien. 

Que bien se había sentido dejarla en su cintura. No importa que estuviese cubierta por su ropa.

—Ya cambió el semáforo.

Ambos cruzamos la calle sin pronunciar alguna palabra más.

Dios mío. ¿Por qué se supone que siento que me sonrojo yo también? ¿Será está una reacción normal del enamoramiento? No soy un idiota. No he sentido amor por una chica todavía, pero sé cómo se siente, como de bonito es, y como de cautivador puede llegar a darse.

Esta chica, aunque me hizo enloquecer, y no de buena manera, cuando nos conocimos hace poquito, logró despertar en mí una curiosidad y deseo que hasta ahora no había experimentado.

Y quiero seguir explorándolo.

Quisiera invitarla a salir, intentar que se dé algo, ver si ella conecta conmigo de la misma manera en la que yo estoy conectando con ella y que lleguemos a tener algo. Me encantaría eso, pero luego está el hecho de que ella no cree en el amor.

¿Qué persona en su sano juicio no lo hace?

Es normal que se dude, o que incluso se piense que no estamos hechos para eso, o que nunca llegará a nuestra vida por equis motivo, pero, lo que no es normal, es dar por hecho tan rotundamente que no existe.

Esta chica hermosa frente a mí no cambiará de opinión, al menos, no tan fácil.

Pero mi padre me ha enseñado a ser paciente e ir por lo que me interesa sin llegar a ser un pesado o insistir más de la cuenta.

—Hemos llegado.

Annette señala frente a mí, hacia el edificio. Es muy bonito, alto y bien conservado.

—Oye, sí que queda cerca.

—Muy cerca. Por eso le dije a tu padre que iría a fastidiarlo. De verdad que sus pizzas son muy buenas.

—Él ha puesto todo su empeño en este negocio.

—Se merece todo lo que está logrando con él.

—Gracias —le digo de corazón.

—Es un placer.

Ella toma al gato, quien vuelve a ronronear, pero no se opone a ser tomado por su dueña. Se acurruca en el pecho de ella y se queda quieto.

—Pero él sí que te quiere, eh.

—Tiene sus momentos —ironiza ella, acariciando su suave pelaje.

Voy a hacerlo…

O no, mejor no.

Es que, no quiero fastidiarla, pero tampoco quiero decepcionarme a mí mismo.

Podría decepcionarme por no atreverme a hacer lo que quiero, y al mismo tiempo, podría decepcionarme por su respuesta negativa. Ella no cree en el romance y no le voy a hacer cambiar de opinión de un momento para el otro.

Pero entonces una segunda voz se sobrepuso a la primera voz que sonaba en mi mente, reprochándole, diciéndole: ‘’Oye, pero, ¿quién dijo algo sobre creer o no en el romance?, se trata de invitarla a una charla como el buen interés sobre la literatura que ambos tienen…

Y pues, viéndolo de esa manera…

 —Bueno, voy a entrar. Supongo que luego nos veremos.

—Creo que nos hemos visto mucho para el tan poco tiempo que llevamos conociéndonos.

—Solo nos hemos visto dos veces —resopla, haciendo que su flequillo se levante un poco.

—Tres con la salida que tendremos mañana.

Su reacción fue inmediata.

No contuve la risa que brotó de mis labios al ver su piel enrojecer. Ya veo que es de esas personas que se sonrojan por todo, me gusta.

—¿Salida? Ni siquiera sabes si estoy libre —ella trata de contener el temblor de su voz.

—¿Estás libre mañana?

—No lo sé, puede que me entre la inspiración y…

—¿Quieres ir a una charla de redactor de contenidos publicitarios y de guionista de contenidos audiovisuales con fines persuasivos?

—Ese último suena bien.

—¿Eso es un sí?

—Solo quiero saber una cosa para poder decidirme: ¿Se supone que esto es una especie de cita?

—Jamás te pediría una cita, es una simple salida de amigos —mentí.

Annette suspiró con alivio y me miró con más entusiasmo. Vaya. Ella sí que teme a todo lo que tenga que ver con el romance.

—Entonces me parece perfecto.

—Entonces, nos vemos mañana…

—Te espero.

—Te enviaré toda la información del evento a tu I*.

—Vale…

—Adiós.

—Hasta mañana.

Quedamos mirándonos unos segundos más. Habíamos dicho adiós, pero parecía que ninguno de los dos quería ser el primero en voltearse e irse. Sin embargo, Disten ronroneo y maulló, sacándonos de nuestro trance. Observé como ella bajaba su cabeza y se volteaba, dando los tres pasos que faltaban para abrir la puerta del edificio donde vive y adentrarse allí.

No me moví hasta que entró en su ascensor.

Saqué mi celular y le envié un mensaje:

Bastián: ¿Ya estás en tu departamento?

Annette: Estoy colocándole de comer a Disten. ¿Por qué? ¿Se te olvidó algo? ¿Estás bien?

Bastián: Todo bien. Solo quería asegurarme que estabas a salvo para poder marcharme tranquilo.

Annette: Nunca nadie se había preocupado tanto por mí. Gracias.

Bastián: Un placer, chica antiamor.

Annette: que sobrenombre tan feo.

Bastián: Pero muy acertado. Es más, voy a cambiar tu nombre de contacto de ‘’Annette’’ a ‘’Chica antiamor’’

Annette: No te atrevas.

Bastián: Buenas noches.

Chica antiamor: ¡¡¡¡¡No te atrevas!!!!!!

Sonrío como un imbécil y guardo mi celular antes de comenzar a caminar de regreso a la pizzería.

No sé si pueda dormir esta noche debido al hecho de que mañana tengo una –no cita-.

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