Bastián Leroy:
—Juro que todas sus pizzas son deliciosas. No hay una sola que no haya probado todavía —dice Jane, una cliente que viene solamente los fines de semana en la mañana.
Según las especulaciones de mi señor padre, esta chica viene exclusivamente por mí.
Aunque yo mejor no opino ni me hago ideas. Ella es muy buena y es linda, suele hablar mucho y me distrae con sus ocurrencias, pero cuando pienso en hacer lo que Brandon me dice, me paralizo. No puedo invitarla a salir, no es algo que me nace.
Entonces, le entrego la caja con su pedido dentro y ella me entrega su tarjeta de débito para pagarme el pedido. Sonriente, la tomo y cuando voy a centrarme en pasarla, veo detrás de ella como alguien se detuvo y ahora me mira fijamente.
Pero qué…. Esperen…
Mi sonrisa es inmediata.
—¿Annette? —En cuanto digo su nombre, presencio como su mascota levanta sus orejas y voltea a mirarme, y entonces, corre hacia mí, soltándose del agarre de su dueña y se postra sobre la caja registradora, acostándose sobre ella y girándose sobre sí mismo o mismo para que le sobe su panza. Yo río con fuerzas por su atrevimiento y Annette lleva sus manos a su frente y niega con su cabeza, antes de empezar a caminar.
—¡Disten! —Levanta su voz, y el gato se pone de pie, antes de trepar sobre mi abdomen y hombro. Se queda allí, entre mi hombro y mi cuello y yo lo sujeto para que no caiga, lo cual es la estupidez más grande del mundo porque ellos son los mejores trepadores y en caer. Caen parados.
—Tranquila, está bien —le digo entre risas.
—Ay, Dios, qué vergüenza —murmura, tapando ahora su rostro ruborizado.
—No pasa nada, por alguna razón los animales me aman. Me gustan mucho y los trato bien —acaricio su pelaje mientras hablo —. Dicen que pueden sentir la bondad y maldad de las personas. Por eso siempre van voluntariamente con quienes saben que estarán a salvo —me encojo de hombros al hablar y veo como Annette descubre su rostro poco a poco, para verme con incredulidad y luego darle una mirada de pocos amigos a su gato.
No entiendo nada.
—¿Estás queriendo decir que soy la maldad en persona debido a que mi gato no se viene voluntariamente conmigo? ¿No quieres también denunciarme por maltrato animal? —Se cruza de brazos. Perfecto, ahora está molesta. Esta chica es, en definitiva, bipolar. O algún problema debe de tener.
—¿Acaso maltratas a tu gato? —Le pregunto.
—¡Jamás maltrataría a Disten! —Exclama, ofendida.
—¿Entonces por qué dices que debería denunciarte por maltrato animal? Aquí quien dice cosas sin sentido eres tú. Yo solo quise explicar una teoría con respecto a ellos —me defiendo.
—¡Una teoría donde los gatos no se acercan a las personas a las que creen malas! ¡Y disten no se acerca mucho a mí, pero yo no soy mala! —Suspira profundamente y luego frunce el ceño, mirando hacia otro lado, haciendo una mueca, como si se quedara pensando en una cosa, para luego añadir: —O eso quiero creer.
—¿Por qué te tomas todo tan literal? —Pregunto con curiosidad. Esta chica es exasperante, pero me gusta los temas de conversaciones que llevamos hasta ahora.
De hecho, los tengo contabilizados:
Si el amor es o no un mito.
El horario más común para una persona escribir.
Si los gatos sienten o no la bondad o maldad en las personas.
Son temas interesantes. Ya tengo curiosidad por saber cuáles serán los siguientes.
—¿Por qué no debería tomarme las cosas literalmente? —Pregunta ahora ella, contradiciéndome.
Un paradigma. Eso es ella.
—Deberías soltarte un poco más y no estar tan metida en las cosas. Cuando te centras en un tema, sufres por ese tema y no te das por vencida hasta que ganas aun cuando obviamente, no tienes razón en lo que dices —no puedo evitar contraatacar.
Llegó el momento de admitir una cosa y es que: desde que discutí con ella la primera vez en esa firma de libros, me gustó hacerlo. Por algún motivo quiero seguirlo haciendo.
Solo que hay una gran diferencia, no me mato pensando en el por qué quiero hacer tal acto, como ella sí lo hace. Para ella es muy importante el saber el porqué de las cosas, y eso no está mal, todo lo contrario, es algo bueno saber de dónde provienen ciertos pensamientos, sentimientos o teorías, lo que está mal es estancarse en eso cuando miles de cosas sobre las que conversar, presenciar o vivir.
Hace poco lo aprendí.
Le agradezco a mi padre por la lección.
—¡Tú no tienes razón en lo que dices! ¡Esa teoría de los gatos es completamente falsa! Y tú, Disten ¡Ven acá! —Descruza sus brazos y mira fijamente a su gato mientras lo señala.
El gato se aferra más a mí y maúlla, acomodándose entre mi cuello. Debo admitir que está más gordo de lo que debería, y por ello pesa un poco, pero es una bola de pelos muy suave.
—Nunca había visto a una mujer ponerte en tu lugar —Brandon se acerca y palmea mi hombro libre sin dejar de mirar a Annette con curiosidad.
Si yo soy curioso, mi padre lo es el triple. Detrás de él se asoma Breidy cargando un jamón gigante.
—Oigan, perdón que interrumpa el teatro, pero necesito que cobres mi pizza para ir a mi casa y comerla estando aún caliente —se queja la chica a la que estaba atendiendo antes de que Annette apareciera con su gato y yo salgo de mi distracción ofreciéndole una disculpa —. Aunque creo que igual ya no está caliente —arrebata la tarjeta de mis manos y toma la caja de la pizza antes de irse sin siquiera despedirse como suele hacerlo siempre.
—Vaya, me parece que ya no tienes pretendiente —dice mi padre aun palmeando mi hombro —. ¿Quién es tu amiga, hijo? Parece un poco molesta… —en definitiva, no es prudente. Ni un poco. Annette ahora nos mira avergonzada.
—Nuestra amiga, papá. Nuestra —mi hermano camina emocionado hacia la escritora y la abraza tan fuerte y con emoción, es como si la conociera de toda la vida. Annette se ve un poco incómoda, pero aun así le da un intento de sonrisa y le corresponde el abrazo.
—Pero... ¿De dónde conocer a esta joven?
—Es escritora, fuimos a la feria del libro y allí estaba firmando uno que sacó hace poco —le explico, sin dejar de mirar como mi hermano deja su brazo sobre los hombros de ella, y ahora tanto ella como él nos miran a mi padre y a mí.
—¿Escritora? —Puedo sentir la emoción en la pregunta de mi padre —. Entonces ella sabe que tú eres… —deja la pregunta en el aire y yo sacudo mi cabeza en negación con rapidez. Volteo a mirar a la chica y nos mira con confusión. Mi hermano se aclara la garganta.
—Ella es Annette Martin y es escritora, pero no te hagas ilusiones, padre. Ella escribe sobre el desamor, porque no cree en el amor. —Annette mira a mi hermano enarcando una ceja cuando escucha su tonito chistoso.
—El amor no lo es todo en esta vida, niña. Yo confirmo que se puede vivir sin él, pero existe. Puedo jurarte que existe.
Ella resopla y trata de guardar su sonrisa mientras quita el brazo de mi hermano que rodeaba su cuello, pero así acercarse al mostrador y por ende, estar más cerca de mi padre y de mí.
En cuanto se acerca, evalúo mejor su aspecto: tiene unas leves ojeras, no tiene ni una gota de maquillaje, su piel es muy blanca, pálida, su cabello largo y negro está suelto y sus ojos marrones me miran con diversión. Está muy abrigada, podría jurar que tiene tres mudas de ropa puestas, y es comprensible porque hace frío, pero no creo que sea como para vestir tan exageradamente.
—Ya veo de donde sacaste tu encanto —no deja de verme cuando dice eso.
—Eso sonó a ofensa, pero lo tomaré como un cumplido —dice mi padre, haciéndonos reír a todos.
—Miren, yo solo pasaba por aquí, estaba paseando a mi gato, conociendo la zona. Soy nueva en este lugar y el olor de este lugar me atrajo, soy una gran amante de las pizzas. El único amor en el que creo es el que siento por la comida… pero ya me tengo… nos tenemos que ir —hace énfasis en ‘’nos’’ —. ¿Podrías regresarme a mi gato?
—Es él quien no se suelta de mí. Está cómodo durmiendo escondido en mi cuello —me burlo.
—Sí, así de traidor es.
—¿Por qué tienes que irte? Es fin de semana. Quédate un rato —propone mi hermano, colocándose a su lado y juntando sus manos en súplica.
—Estaré muy ocupada —ella entra en el área del mostrador, pidiéndole permiso a mi padre para hacerlo y cuando se detiene frente a mí, nos quedamos mirando por unos segundos.
Son segundos que se sienten como una eternidad. Incluso me incita a mirar sus labios carnosos cuando posa sus ojos en mi labio inferior. Mi piel se eriza. En mi vida tuve solo una novia y duramos muy poco, pero jamás sentí algo igual con el más mínimo acercamiento. Quiero que se quede así, frente a mí, para seguirla admirando. No quiero que se vaya.
Pero apenas la conozco y no me atrevo a decírselo.
Y eso podemos sumarle el hecho de que ella se burlaría. Podría pensar que me interesa ser su amigo, pero también podría creer otras cosas con las que no estaría tan errada.
Ella es ese tipo de chica que, en cuanto la conoces, quieres tener su atención, cambiar su mundo y el tuyo también, y, en este caso, hasta hacerla cambiar de parecer. No quiere romance, no quiere amor, no quiere demostraciones que la hagan tomar rumbos desconocidos porque teme hacerlo y que le guste, teme ir por algo nuevo y que luego venga la decepción y la tristeza; prefiere quedarse en su zona de confort, donde su corazón está a salvo.
Teme arriesgarse y a mí me gustan los riesgos.
Todo eso lo supe con mirarla cuando nos conocimos y lo confirmo ahora que nos hemos vuelto a encontrar.
¿Cómo podría convivir con algo así? ¿Algo tan diferente a mí, pero tan atrayente a la vez?
Siento que es un huracán que me atrae cada vez más.
De momento, solo sé que no quiero que se vaya.
—Vamos, Disten —toma al gato y lo deja contra su pecho. Disten se deja hacer por ella y yo estiro mi mano y acaricio su pelaje una vez más.
—Dices que eres nueva en la zona… ¿No es así?
—Sí, señor. —Ella deja de mirarme para observar a mi padre.
—Dime Brandon, niña.
—Brandon… —Repite ella como un robot, haciendo reír a mi hermano.
—¿Comiste ya de nuestras pizzas?
—No. Es la primera vez que veo este lugar —Ella se encoge de hombros y mi padre la mira indignado.
Oh, no.
—¡¿Ni siquiera en alguna de nuestras otras sedes?!
—Jamás había visto estos restaurantes en mi vida —ella me mira avergonzada y con sus ojos muy abiertos, como si temiera por no haberlo hecho nunca. Y debería estarlo, para mi padre es de mal ver el que no conozcan sus pizzerías, somos muy populares en todo el país.
—Tenemos la excusa perfecta para que te quedes. Vas a almorzar aquí.
—Pero… ni siquiera traje dinero.
Sé que miente, pero entonces mi sonrisa se amplía todavía más.
—Con más razón. Nuestra pizzería tiene una ley: si eres cliente nuevo, la primera pizza es gratis.
Cuando termino de hablar, tomo su brazo y la llevo hacia una de las mesas que están libres.
Pido disculpas por no actualizar esta historia tan seguido, pero ando de parciales finales en la facultad y el estudio es prioritario. De momento, seguiré subiendo de manera lenta tanto esta historia como la segunda de Amores Millonarios y la que actualizaré más de seguido será ''Snape'', porque esa historia ya está muy avanzada y quiero acabarla cuanto antes. Tengan un poquito de paciencia. Lindo día para todos.
Annette Martin:—Dites-moi, mademoiselle… —Brando se sienta frente a mí, en el otro extremo de la mesa y me mira con fijeza. Sonrío ante su acento francés.Yo en realidad soy española. Mi familia está allá, yo vine por cuestiones laborales y me gustó tanto de la ciudad que terminé quedándome. Anteriormente vivía en otra ciudad de acá, en Toulouse. Me gustaba que era más pequeña y menos poblada, pero París es París. No sabía que aspiraba tanto a vivir aquí hasta que estuve en ciertos lugares muy reconocidos de manera mundial y le dieron la razón a mis pensamientos sobre querer quedarme aquí.Y, aunque sea de no creer, todavía no he visitado la torre Eiffel. Aunque, sinceramente, tampoco es que sea algo que muera por hacer. No me parece súper importante. Menos todavía con el hecho de que sea uno de los más grandes símbolos de romance que existen. Por algún motivo, lo es.—¿Qué desea saber, señor Brandon? —Le pregunto lo más cordial posible.—Comencemos por ti. ¿Estudias?—Sí. Actualment
Bastián Leroy: —Así que lograste caerle bien a mi padre y sin siquiera intentarlo —le digo, a modo de broma, mientras vamos caminando uno al lado del otro, con nuestros hombros casi rozándose, y una sonrisa muy pequeña, pero perceptible, en nuestros labios. No podemos dejar de sonreír. A mí no me molesta, en lo absoluto; pero, se nota que ella no está acostumbrada o está incómoda con el hecho de que no pueda dejar de hacerlo. No puede controlar sus reacciones. —Y tu lograste hacer que mi gato te amara, cosa que no pasa con nadie —me dice, intentando seguirme la conversación y tener algo con lo que distraernos mientras acaba el camino hacia su casa. Apenas llevamos dos cuadras, y son diez, según lo que dijo. Miro a Disten aun echado sobre mi hombro. Ella ni siquiera lo tiene sujeta a su correa, puesto que el gato sigue aferrado a mí. No puedo parar de acariciar su pelaje y él de ronronear. —Esto me hace sentir especial —admito. —Supongo que lo eres. Incluso con tu pequeña fami
Annette Martin:Dejo las manos sobre las teclas de la computadora. Pienso una y otra vez en qué colocar… Llevo nueve capítulos de treinta, y aunque tengo la idea, no sé bien como proseguir.Normalmente mi método de escritura no es este. Yo suelo hacer un bosquejo de la historia que quiero, escribiéndola en un cuaderno, luego, paso la idea a Word, y expando la historia, creo los personajes, el mundo, la trama, etc… por último comienzo con la idea de lo que quiero que vaya en cada capítulo, así tengo una idea de cuantos serían, y así podría comenzar a escribir bien cada capítulo teniendo ya la certeza de lo que va en cada uno de ellos.Así tengo completa la historia de principio a fin, y luego no se me olvidan cosas anteriormente quería agregar. Con esta historia ha ocurrido totalmente diferente.Hace aproximadamente dos meses, cuando el último libro que escribí salió a la luz, me dije que me tomaría un descanso, pero, en definitiva, eso no es algo que mi pequeño cerebro acepte, o, en to
Bastián Leroy:Ha estado muy callada desde que salimos de su edificio. Yo no puedo parar de sonreír. Caminamos un poco hasta llegar a mi auto y nos subimos en él.Sé que lo que hice estuvo mal. Si alguien llegara a revisar mis cosas de la manera en la que yo lo hice con los escritos de ella, probablemente me enojaría mucho. Más todavía teniendo en cuenta que yo tenía un secreto que seguir guardando. No quería que todo reventara de un momento a otro, pues, amaba mi vida tal cual como estaba: sin toda esa atención puesta en mí.Sé lo que conlleva ser el famoso escritor anónimo. El solo hecho de que se llame así, hace que a muchos les cause curiosidad y quieran averiguar quién es a como dé lugar. Lo único de lo que están seguros es que soy hombre, cosa acertada, y nada más. Por ahora.Mientras vamos de camino le hago algunas preguntas sobre Disten que me responde muy por las ramas. Está un poco cerrada y sé que es mi culpa, así que decido ser sincero:—Lo siento. Sé lo desagradable que es
Annette Martin escribió su primera historia de desamor a la edad de dieciséis años, cuando su primer novio la traicionó de la forma más cruel con quien decía ser su mejor amiga. Desde ese momento, Annette ha estado escribiendo muchas historias con finales de superación, trágicos o tristes, pero nunca, en ningún caso, los personajes principales han quedado románticamente con alguien. Siempre terminan solos… o muertos.Su salto a la fama se dio a la edad de diecinueve años al haber sido descubierta por una gran editorial que con suma rapidez le hizo una propuesta laboral.Ahora Annette tiene veintitrés años, seis libros publicados, sin pareja sentimental y un gato perezoso al que trata como si fuese su hijo; Tiene un blog personal donde informa de cada paso que da y mantiene una lista de todas las cosas por hacer, pues, le gusta el orden. Mantener la estabilidad que ha tenido su vida desde hace casi ocho años y seguir escribiendo sobre cuánto odia el amor y por qué no existe, es la únic
Bastián Leroy:—No serás uno de esos ricachones con grandes empresas o heredero de una fortuna, como el gran abogado estadounidense Archer Alarcón, pero que de que eres millonario, lo eres —dice mi hermano, sin dejar de fastidiarme.—No habrá dinero para ti esta vez, Breidy —aseguro, aunque sé que luego me terminará convenciendo, como siempre.—Pero, Bastián…—No.—Esta vez es de vida o muerte. Urgentisísimo.—¿Por qué?—He tenido que venir hasta acá, y en taxi, para pedirte ayuda, porque…—¿En taxi? Espera… —dejo de teclear en mi computadora para voltear a verlo con mis ojos achicados, acusándolo antes de tiempo —. ¡¿En taxi?! ¡¿Dónde está tu auto?!—Bueno, puede que haya tenido un pequeño accidente…—Papá te va a matar.—No me digas eso —suplica, con un tono tan desesperado que casi me hace querer reír. Casi.—Te regaló ese auto hace dos meses, por tu cumpleaños número dieciocho —le recuerdo —, y ya lo has accidentado dos veces. Dos choques. Serían dos veces que te he ayudado donde
Bastián Leroy:—Qué vergüenza llegar tarde a mi propia firma de libros. Espero no haber tardado mucho —la joven toca el brazo derecho del mueble donde pretende sentarse, pero toca mal y casi se va de lado. El público ríe. Ella niega con su cabeza mientras le asegura al vigilante, que se acercaba a ayudarla, que está bien.—No tardaste mucho, solo fueron pocos minutos…—Qué bueno —suspira aliviada.—Unos largos cuarenta minutos…—Oh. —Acomoda su vestido y aprieta sus labios con fuerza, haciendo reír al público con más intensidad —. De verdad lo siento, mi gato estaba enfermo y…—De seguro no tiene un gato, esa es la excusa que siempre usan para que se compadezcan de ella —le susurro a mi hermano, sin dejar de mirar a la autora.—De hecho, sí tiene uno. —Me muestra el libro que compró antes de que entráramos y me muestra la foto que tiene la autora allí: ella besando a un gato que estira sus patas sobre su pecho.—Annette Martin… —saboreo su nombre entre mis labios. Sale con mucha facili
Annette Martin:—¿Quién se supone que eres tú? —Pregunto, colérica. No me esperaba esto. Se supone que todos mis seguidores o al menos quienes me conocen saben perfectamente que odio todo lo relacionado con la palabra ‘’amor’’, y que si alguna vez la he mencionado es para hablar mal de ella o del hecho de que no existe. ¡Porque no existe!—Bastián Leroy —se atreve a responder y con su mano le resta importancia a lo siguiente que dice: —un simple pizzero.Me gustan las pizzas, pero a él ya lo odio.—Pues, Bastián. Me parece perfecto que tú pienses que el amor existe. Respeto tu equivocada opinión, pero no quieras venir a hacerme cambiar de opinión, porque la mía es algo en lo que creo firmemente desde hace mucho tiempo.—¿Mi equivocada opinión? ¿Cómo puede una autora hablar de tal manera? —Frunce el ceño y la verdad me gustaría acercarme a él, verlo más de cerca e intimidarlo. Suelo hacer eso con las personas, mi carácter les hace sentirse de tal manera.—Solo estoy siendo una persona.