El bus escolar se detiene en la parada y la chica camina animada a su casa, donde su madre y su hermano mayor la esperan.
Su padre llegará más tarde, como cada día. Su trabajo a veces le demanda más tiempo de lo normal y a veces suele perderse por varios días, pero a su familia no le falta nada. Nadie se queja por eso y cuando consigue algún día libre, lo disfrutan en familia con cualquier actividad recreativa.
Saca las llaves de su bolsillo, pero se da cuenta que la puerta de la casa está abierta, arruga el ceño porque eso no es usual. Entra con cierto recelo, escucha el sonido de un cuerpo caer seco al suelo y eso le activa todas las alarmas.
Se esconde en el espacio oscuro que hay bajo la escalera, dirige su mirada a la sala donde se reúnen a ver alguna película cada fin de semana, pero esta vez la escena que allí se desarrolla es mil veces peor que la película de terror más cruda.
Ve a su hermano, tirado en el suelo, con un disparo en el pecho, su padre sobre él, con los brazos abiertos y con tres impactos. El suelo se ha teñido de rojo y ella no puede hacer nada, más que taparse la boca y llorar.
No consigue ver a su madre, puede que ella no haya llegado aún.
Tres hombres salen de la sala, uno de ellos se levanta el pasamontañas y Keylen consigue ver el tatuaje que el hombre lleva en el cuello: una cruz que termina como espada, rodeada de un círculo.
-Avísale al jefe que el trabajo aquí ya está hecho – dice el hombre con el pasamontañas levantado, Keylen cierra los ojos para no olvidar nunca esas voces -.
-Falta la mocosa.
-No, el jefe dijo que la prioridad era acabar con este soplón.
-Pero ¿por qué le disparaste al hijo y a la esposa? – dice el tercero, con la voz afectada -.
-Porque se me dio la gana, porque se cruzaron… elige la opción que más te guste, pero en este trabajo siempre hay daños colaterales. Vámonos.
El hombre se baja el pasamontañas y se dirige a la puerta, se queda unos segundos con la mano en la manilla, pero luego la gira y la abre.
-¿Qué pasa? – pregunta el segundo hombre -.
-Nada… solo creí haber dejado la puerta sin trabar… mejor vámonos de una vez.
Keylen espera lo que le parece una eternidad para asegurarse de que los hombres no volverán. Cuando al fin sus piernas le responden, sale de su escondite, traba la puerta con seguro y corre a la sala.
Su hermano y su padre están muertos, no hay nada que hacer contra eso, pero su madre… Su madre está tirada detrás del sofá, quejándose con la mano en la cabeza, evidentemente desorientada.
-¡Madre…¡- la sacude y ella solo vuelve a quejarse. Le dieron duro en la cabeza y un hilillo de sangre corre desde allí -. ¡Llamaré… llamaré a la policía!
-¡No! – dice ella -. Solo pide una ambulancia… nadie puede saber… a lo que se dedicaba tu padre… nadie…
-Tranquila, no diré nada.
Marca al 911 y quince minutos después se llevan a su madre al hospital, mientras que a su padre y a hermano se los llevan a la morgue.
De ella no sale llanto, lamentos, ni gritos.
Ni mucho menos sale lo que vio. No por proteger la imagen de su padre, sino porque si algo aprendió muy bien de él, es que cuando alguien te friega la vida, eres tú quien se la debe cobrar…
Y ella no sabe cómo cobrar, pero aprenderá.
Solo le pide al oficial a cargo que le diga cuando podrá disponer de sus hombres favoritos para un funeral como se merecen.
-Lo siento, niña, si quieres…
-No soy una niña – le dice ella desafiante, alzando la barbilla y mirando al detective a los ojos -.
-Disculpa. Si quieres, puedo llevarte al hospital, ¿tienes con quién quedarte mientras tu madre está en el hospital?
-Gracias, llamaré a mi tía, para que me encuentre en el hospital.
Sin siquiera haberse sacado la mochila, acompaña al detective al auto y se sube atrás, se mira las manos, manchadas con la sangre de su madre.
Ni siquiera pensó en tocar a su padre, a su hermano… había visto muchas películas de guerra y mafia, donde los muertos se quedaban en la misma posición que ellos.
Con quince años, debe enfrentar la muerte de los proveedores de la familia y ruega porque su madre no quede con secuelas, porque de otra manera, deberá dejar el colegio y trabajar.
-No quiero dejar de estudiar – dice en voz baja, para sí misma, pero el detective le responde -.
-No tienes que hacerlo.
-¿Y si mi madre no puede mantenernos?
-Estoy seguro que tu padre tenía algún seguro, ahorros…
-Mi padre era nadie en este país – ella sabe que la policía se dio cuenta a quién mataron, pero no le dijeron nada a ella, porque seguro creen que su padre no compartía su mayor secreto con su familia -.
“Usted y yo sabemos que no existió cuando estaba vivo y solo quedará registro de su muerte... y luego de eso nada - se cruza con la mirada del hombre unos segundos a través del espejo y luego vuelve la mirada hacia la ventana -. Y yo haré lo mismo.
Pero estas últimas palabras las dice tan silenciosas, que el hombre no la escucha, por lo que no es capaz de advertir lo que la chica quiere para su futuro.
…
Ocho años después…
El saco de arena se mueve de un lado a otro, mientras el hombre jadea con las manos en las rodillas frente a él, sin dejar de mirar a la mujer parada a su lado frente el otro saco, ese especial con un dibujo muy particular en el, como si nada.
-¿Ya estás cansado, niño bonito? – le pregunta ella con una sonrisa burlona -.
-No… no te cansas de decirme así, ¿verdad? Para ti todos son niños bonitos… y no de la forma agradable.
-Ay, Matías, no seas llorón – dice ella sin estar afectada por el ejercicio -. Me buscaste para algo en específico así que habla – se quita los guantes y va por una botella de agua a la pequeña nevera. Le tira una a Matías y se sienta en el ring -. No tengo todo el día.
Él se acerca a ella y se acomoda entre sus piernas, provocando que ella abra la boca con gesto escandalizado, pero evidentemente fingido.
-Quiero saber si es verdad lo que dicen de ti… te conocí hace cuatro años y eras una buena chica.
-Nunca fui una buena chica, Matías. El problema es que todos piensan eso de una mujer cuando se queda callada mientras los demás gritan – bebe de su botella sin dejar de mirarlo y luego se echa un poco de agua sobre la cabeza, mojando su playera -.
“Lo cierto es que cuando las mujeres hace eso, es porque analizan la situación, no porque sean buenas o tontas.
-Ya veo – él trata de apartarse, pero ella lo retiene rodeando su cintura con sus piernas -.
-Mira, tú y yo podemos divertirnos, siempre que no mezclemos nuestros trabajos.
-Ese es el problema, que nuestros trabajos ya están mezclados. Yo soy oficial de policía y tú…
-La mujer líder de la mafia más sanguinaria y temida de Nueva York – le dice con orgullo -.
-Solo tú te puedes enorgullecer de eso – le dice Matías, quitándose las piernas de la mujer y alejándose para tomar sus cosas -.
-Si no te gusta... - pero uno de sus teléfonos especiales la interrumpe y contesta de mala gana -. ¿Quién vive por allá?
-Abbot – le responde esa voz sexi que le encanta -.
-Ok… dame un segundo – mira a Matías y le dice con el tono de jefa que lo vuelve loco -. Tengo trabajo, nos vemos otro día – regresa a la llamada y camina a su oficina -. Habla.
-Necesito toda la información que puedas reunir acerca de dr0gas nuevas en la ciudad…
Dan Abbot para ella era solo un cliente más, pero uno de los que mejor pagaba, así que si el tipo le pedía que saltara en bungee desde la estatua de la libertad, ella estaba más que dispuesta a hacerlo, ya que gracias a trabajos como esos ella podía pagar a su gente.-¡Díaz! – grita en cuando llega a su oficina y un hombre de metro ochenta, corpulento y con cara de pocos amigos se para en la puerta -. Hay trabajo – el hombre asiente y ella sube los pies al escritorio -. Tenemos que averiguar si alguien estuvo pasando droga en el centro Jackson anoche.“Es muy importante que metas a los mejores en esto, porque ya sabes quién está a cargo de la mayor distribución de dr0ga en la ciudad y no quiero meter a los chicos en la boca del lobo.-¿Algún síntoma de esa basura?-Deja a la víctima consciente, pero sin voluntad. No es anestésico, ni a
Al día siguiente que Alfa lo rechazara por… quién sabe, ¿la vaquillonésima vez? Matías está haciendo una ronda preventiva con su compañero, el oficial Booth.-Anoche tenía ganas de irme de fiesta, pero mi novia no me dejó. A veces extraño la soltería.-No te quejes – le dice Matías dando la vuelta por la calle y mirando a todos lados -. Algunos desearíamos tener una mujer que nos controle y seríamos más felices.-Entonces te la regalo, ¡llévatela! – Matías se ríe, pero la actitud sospechosa de un hombre lo hace detenerse -. ¿Ya?-Sí.Booth sabe reconocer cuando Matías encuentra a un sospechoso y muy rara vez se equivoca, es como si tuviera el olfato desarrollado para los criminales. Booth toma la radio y avisa a la central.-Atento central, aquí oficial Booth, tenem
Al llegar a la estación de policía, Matías y su compañero entran riendo por las ocurrencias de Booth, porque nada habla en serio y siempre termina metido en problemas con su novia.-Un día de estos vas a llegar a casa y pasará una de dos: o ella ya se fue o tu maleta en la puerta.-¡Toco madera! – dice golpeando la puerta -. Puede ser una bruja celosa y descontrolada, pero es la mujer que amo… si se va, yo me voy con ella.-Si se va, es precisamente porque ya no quiere estar contigo… ¡Bruto! – le dice la oficial Wilson riendo -.-Oye, Wilson – le dice Booth -. Tú eres mujer.-Oh… por dios… Llamen al comisionado para que te suba de puesto – le dice ella con sarcasmo, mientras cubre su rostro como si fuera sorpresa -.-¿Por qué una mujer se molesta cuando un hombre que trabaja todo el día, se queda dormido mient
Unos días después, a unos kilómetros de allí, Dan mira por la ventana, pensando en las penas que su amigo está pasando, todo por su culpa.Mira el cielo de la ciudad y se le antoja un café.Se mete las manos a los bolsillos y le pide a la señora Dorothy que avise que saldrá un momento. Se va directo a su auto y conduce en dirección a la cafetería donde sirven ese café que le gusta, con un toque de naranja.Por la hora, no hay muchas personas, así que entra sin problemas y encuentra una mesa disponible. Pide su café favorito y un par de donuts. Mira por la ventana del lugar y ve a varias personas pasar por allí, hasta que entra una mujer con una larga cabellera castaña, unas gafas de color azul y una bellísima sonrisa.Ocupa la mesa que está frente a él y por un instante sus ojos se cruzan, cuando se acercan a tomarle el pedido, Dan
-¿Y ahora qué harás? – le pregunta Díaz al ver su expresión sombría, esa que le dice todo lo que su mente está tramando -.-Llamar a Abbot, quiero saber si dejará todo hasta aquí o si puedo contar con él.-¿Le pedirás ayuda para borrar a Bowman?-Díaz… sabes que yo no confío en los abogados y ni de chiste le pediría ayuda a uno, mucho menos a Abbot.-Junto a Finnick, son los mejores abogados de la ciudad.-Puede ser el mejor del mundo, pero un hombre que gusta enredarse con una mujer diferente casa día no me inspira confianza.-Aun así, le dirás lo que encontraste – le dice el hombre y ella lanza un bufido -. No lo harías si no confiaras en él.-No me queda de otra, además, trabaja con Finnick y ese sí que es de confianza, se quedó viudo y nunca más s
Los días han ido pasando y la información que Alfa está consiguiendo acerca de Henry, su familia, sus negocios y su gente es en verdad muy interesante.Pero todo eso se fue por el drenaje cuando Díaz le dijo que Matías había pedido el traslado a Nueva York.Alfa creía que era por ella, para estar más cerca y conquistarla, porque últimamente Matías estaba más insistente que nunca, pero nosotros no sabemos de eso, porque ella no respondió el teléfono ni una sola vez.Lo cierto es que no es del todo correcto, porque en el momento en que Matías supo que sería tío y que las circunstancias en que su hermana quedó embarazada no eran las mejores, sin duda supo que debía estar con ella lo más cerca posible.Y esa cercanía con su hermana, podía ayudar a acercarse a Alfa.No se la podía sacar de la mente, so
Decir que no le estaba gustando aquel contacto sería mentira, pero decir que le gustó la manera en que Matías se aprovechó de aquel desafío, era una equivocación.Una que corrigió en cuanto el chico se separó de ella un poco y le estampó una sonora cachetada en el rostro, la misma que le dejó la mano enrojecida y adolorida unos segundos.-Yo no te dije que me besaras… - siseó mirándolo con fiereza -. No tienes mi permiso para hacerlo.-Creí que tu coqueteo constante me lo había dado, en especial aquel del último entrenamiento.-Te equivocas. Soy una mujer que sabe lo que quiere. Si quiero un beso – se pone de pie y se para frente a él -. Te tomaré de la camisa así… - aferra sus manos a la tela y lo acerca a su rostro -. Y luego…Nada.Matías traga en seco cuando Alfa se queda a unos e
Alfa llega a “la cueva”, el nombre clave para su centro de operaciones. Al bajar del auto y caminar hacia su oficina, varios de los hombres se quedan con la boca abierta por la vestimenta de la mujer.-Es solo un vestido, señores, un cuerpo… seguro sus mujeres se ven igual que yo.Pero lo cierto es que nadie se ve como ella.Su estatura es la promedio para cualquier mujer, pero eso no consigue menoscabar su belleza. Su curvas bien pronunciadas y su seguridad al moverse, son dignas de una mujer fatal como ella.Al llegar a su oficina, Díaz la mira y se ríe, mientras ella se dirige a una puerta, que oculta un armario con varias cosas, entre ellas ropa. Es una precaución fundamental, para cuando quedan marcas en la ropa de los enfrentamientos y los interrogatorios, hay ciertos fluidos que no se pueden llevar a una cafetería o centro comercial.-Habla ya… me cortaste la velada con tremendo be