Al llegar a la estación de policía, Matías y su compañero entran riendo por las ocurrencias de Booth, porque nada habla en serio y siempre termina metido en problemas con su novia.
-Un día de estos vas a llegar a casa y pasará una de dos: o ella ya se fue o tu maleta en la puerta.
-¡Toco madera! – dice golpeando la puerta -. Puede ser una bruja celosa y descontrolada, pero es la mujer que amo… si se va, yo me voy con ella.
-Si se va, es precisamente porque ya no quiere estar contigo… ¡Bruto! – le dice la oficial Wilson riendo -.
-Oye, Wilson – le dice Booth -. Tú eres mujer.
-Oh… por dios… Llamen al comisionado para que te suba de puesto – le dice ella con sarcasmo, mientras cubre su rostro como si fuera sorpresa -.
-¿Por qué una mujer se molesta cuando un hombre que trabaja todo el día, se queda dormido mientras… ya sabes?
-Booth… - le dice ella riendo -. Eres un tarad0, esa mujer debe amarte demasiado para no dejarte.
-Pero…
-Vamos, hay que hacer el informe del tipo del callejón – le dice Matías, pero Wilson le responde, mientras escribe algunas cosas en un papel -.
-¿El hombre del bolso? Lo dejaron libre – dice ella sin preocuparse -.
-¡¿Qué?! – exclaman los dos al mismo tiempo -.
-Sí, el dueño de la camioneta vino por él y dijo que hubo una confusión, pero que no presentaría cargos.
-Eso no es posible… - dice Booth -.
-¿Y el cargo de apuntar a un oficial con un arma?
-Mira, yo no sé – dice ella con desesperación y arrugando la hoja -. El dueño de la camioneta habló con el jefe y luego sacaron al tipo.
Los dos oficiales se miran, ninguno entiende nada y tal como va la cosa, es mejor no meterse, aunque Matías ya tiene una ligera sospecha.
La cual no está del todo mal.
Desde la ciudad de Nueva York, bastó un llamado a uno de los espías en Nueva Jersey por parte de Díaz, para que fueran a buscar al hombre del bolso.
Uno de sus asociados se hizo pasar por el dueño de aquella camioneta y pidió hablar con el jefe, donde dejó claro que Alfa necesitaba al hombre.
“-Lo que la señorita necesite.”
Es fue toda la respuesta del jefe y dejó que se llevaran al hombre.
Ahora, el hombre del bolso está sentado en una silla dura y fría, con una bolsa en la cabeza y las manos atadas en la espalda. Su cuerpo tembloroso hace sonreír a Alfa, que está sentada tras él, con los pies sobre la mesa y un cuchillo en la mano, cuya punta gira sobre uno de sus dedos índices.
-Díaz – dice con tono seco y el hombre le saca la bolsa de la cabeza -. Bien, señor… ¿cuál es su nombre?
-Sabemos que le dicen Conejo.
-Ok… que apodo más estúpido – se aprieta el puente de la nariz y se pone de pie, sin dejar de mover el cuchillo en la mano -. Señor Conejo… esto parece una mala versión de Alicia en el país de las maravillas.
“Como sea, necesito que me digas ¿quién te dio ese bolso?
-Nadie.
-Ok – le dice ella muy calmada y Díaz sabe que eso solo es un mal augurio para el hombre -. Mira, Conejo, por si no te has dado cuenta, estás en un interrogatorio – se acerca al hombre y le muestra el cuchillo, sin dejar ver su rostro -. Solo puedes decir la verdad o mi amigo cuchillo se pondrá nervioso.
-Nadie me dio ese bolso, lo juro.
-Me estás diciendo que ese bolso con trescientos mil dólares… ¿salió de la nada?
-E-es mío… yo hice ese dinero – un sudor frío recorre la espalda -.
-¿Cómo? – le pregunta ella en tono condescendiente -.
-Tra-trabajando… son mis ahorros… - pero se calla cuando Alfa acerca la punta del cuchillo a su mano -.
Todo lo demás que ocurre en aquella habitación, luego de eso, no se puede describir. Solo se puede decir que Alfa descubrió una nueva dr0ga que se está vendiendo en la ciudad y que puede llegar a ser peligrosa.
El hombre del bolso era uno de los distribuidores, que trató de ir a Nueva Jersey, pero los carteles locales no lo permitieron. Mataron a su socio y le robaron el dinero de una semana, se arriesgó a recuperarlo porque quien está detrás de todo esto no perdona.
-Vamos a ver si a Bowman le gusta la idea de perder trescientos mil dólares y dos distribuidores… - le hace un gesto a Díaz para que le ponga la bolsa al hombre y lo saque de allí -. Cuando te encargues de este, te necesito de regreso, tenemos que armar el plan.
-Como usted diga, señorita.
Díaz jamás la trata de señorita cuando están solos, pero cuando el resto de los hombres de la organización o sus víctimas de interrogatorio están presentes, siempre es señorita.
Ella se ríe, porque esa formalidad la hace sentir casi una santa… y de eso ni siquiera el “casi” lo tiene. Se mete a su oficina, donde tiene un mapa marcado con las zonas donde operan cada uno de los prominentes mafiosos, que juran serán mejor que Caracortada o El Padrino, cuando no les llegan ni a los talones.
Se ajusta la pechera donde mantiene cuatro armas a los costados, sus ojos se clavan en la zona que le corresponde a Bowman y frunce el ceño.
La puerta se abre y sabe que es Díaz, porque es el único con el permiso de entrar allí así.
-¿Ya está?
-Sí, tal como querías – ella se voltea y coloca las piernas sobre la mesa -. Bowman sabrá que fuiste tú… le va a poner precio a tu cabeza.
-Que lo haga – le dice ella con una sonrisa -. Ya sabes lo que pienso… no irán por el primero al que pongan precio, si no al segundo – se pone de pie y mira ese mapa de la ciudad -. Me gusta ser la primera en todo, pero esta vez será mucho más satisfactorio.
Unos días después, a unos kilómetros de allí, Dan mira por la ventana, pensando en las penas que su amigo está pasando, todo por su culpa.Mira el cielo de la ciudad y se le antoja un café.Se mete las manos a los bolsillos y le pide a la señora Dorothy que avise que saldrá un momento. Se va directo a su auto y conduce en dirección a la cafetería donde sirven ese café que le gusta, con un toque de naranja.Por la hora, no hay muchas personas, así que entra sin problemas y encuentra una mesa disponible. Pide su café favorito y un par de donuts. Mira por la ventana del lugar y ve a varias personas pasar por allí, hasta que entra una mujer con una larga cabellera castaña, unas gafas de color azul y una bellísima sonrisa.Ocupa la mesa que está frente a él y por un instante sus ojos se cruzan, cuando se acercan a tomarle el pedido, Dan
-¿Y ahora qué harás? – le pregunta Díaz al ver su expresión sombría, esa que le dice todo lo que su mente está tramando -.-Llamar a Abbot, quiero saber si dejará todo hasta aquí o si puedo contar con él.-¿Le pedirás ayuda para borrar a Bowman?-Díaz… sabes que yo no confío en los abogados y ni de chiste le pediría ayuda a uno, mucho menos a Abbot.-Junto a Finnick, son los mejores abogados de la ciudad.-Puede ser el mejor del mundo, pero un hombre que gusta enredarse con una mujer diferente casa día no me inspira confianza.-Aun así, le dirás lo que encontraste – le dice el hombre y ella lanza un bufido -. No lo harías si no confiaras en él.-No me queda de otra, además, trabaja con Finnick y ese sí que es de confianza, se quedó viudo y nunca más s
Los días han ido pasando y la información que Alfa está consiguiendo acerca de Henry, su familia, sus negocios y su gente es en verdad muy interesante.Pero todo eso se fue por el drenaje cuando Díaz le dijo que Matías había pedido el traslado a Nueva York.Alfa creía que era por ella, para estar más cerca y conquistarla, porque últimamente Matías estaba más insistente que nunca, pero nosotros no sabemos de eso, porque ella no respondió el teléfono ni una sola vez.Lo cierto es que no es del todo correcto, porque en el momento en que Matías supo que sería tío y que las circunstancias en que su hermana quedó embarazada no eran las mejores, sin duda supo que debía estar con ella lo más cerca posible.Y esa cercanía con su hermana, podía ayudar a acercarse a Alfa.No se la podía sacar de la mente, so
Decir que no le estaba gustando aquel contacto sería mentira, pero decir que le gustó la manera en que Matías se aprovechó de aquel desafío, era una equivocación.Una que corrigió en cuanto el chico se separó de ella un poco y le estampó una sonora cachetada en el rostro, la misma que le dejó la mano enrojecida y adolorida unos segundos.-Yo no te dije que me besaras… - siseó mirándolo con fiereza -. No tienes mi permiso para hacerlo.-Creí que tu coqueteo constante me lo había dado, en especial aquel del último entrenamiento.-Te equivocas. Soy una mujer que sabe lo que quiere. Si quiero un beso – se pone de pie y se para frente a él -. Te tomaré de la camisa así… - aferra sus manos a la tela y lo acerca a su rostro -. Y luego…Nada.Matías traga en seco cuando Alfa se queda a unos e
Alfa llega a “la cueva”, el nombre clave para su centro de operaciones. Al bajar del auto y caminar hacia su oficina, varios de los hombres se quedan con la boca abierta por la vestimenta de la mujer.-Es solo un vestido, señores, un cuerpo… seguro sus mujeres se ven igual que yo.Pero lo cierto es que nadie se ve como ella.Su estatura es la promedio para cualquier mujer, pero eso no consigue menoscabar su belleza. Su curvas bien pronunciadas y su seguridad al moverse, son dignas de una mujer fatal como ella.Al llegar a su oficina, Díaz la mira y se ríe, mientras ella se dirige a una puerta, que oculta un armario con varias cosas, entre ellas ropa. Es una precaución fundamental, para cuando quedan marcas en la ropa de los enfrentamientos y los interrogatorios, hay ciertos fluidos que no se pueden llevar a una cafetería o centro comercial.-Habla ya… me cortaste la velada con tremendo be
Tres ascensores tiene el edificio y aún así había que hacer cola para poder llegar a la fiesta.Alfa se dedicó a mirar a todos los presentes, era buena memorizando rostros y estos no eran particularmente difíciles.Una conversación le llama la atención y la obliga a mirar a Jake, que tiene cara de limón por los coqueteos de una mujer que va más adelante que ellos.-Escucha – le susurra ella -.“-Rickon nos prometió muestra gratis.-Si eso me sirve para meterle en la bebida a mi novia y c0gérmela de una vez… me apunto.-Lo mejor es que ni se enteran, al final es como si se hubiesen emborrachado…”Decir que Alfa les quería partir la cara, es poco. Bien podría aplicar el método Walton con estos miserables, pero no había venido a eso.Jake le da unos golpecitos en la mano para que no se la estrang
El sol la obliga a abrir los ojos y rezongar, tal como cuando no quería ir al colegio a los diez años porque un niño de su clase le tiraba el cabello. Eso se solucionó con un par de clases de su padre. Ahora, se soluciona con una taza de leche caliente que huele a gloria.-¿Dónde estoy? – pregunta Alfa sentándose en la cama y aceptando la taza que Díaz le extiende -.-En tu refugio – le dice él, tomando asiento un poco más cerca de ella, con una taza de café que huele a extra cargado -.-No me digas que me cuidaste toda la noche – bebe un poco y cierra los ojos para disfrutar ese sabor a chocolate y menta, la navidad en una taza -.-Quería ver con mis propios ojos lo que esa dr0ga hace. No podía irme sin saber que estarías bien.-¿Y qué más pasó?-Bueno, te demoraste al menos dos horas en dormirte de
Dan camina de un lado para otro en su oficina, pensando miles de cosas a la vez, como si fueran adolescentes tratando de entrar por la misma puerta para ver a su artista favorito.Tiene el teléfono de Alfa entre sus manos, pero se resiste a llamarla. No tiene motivos para hacerlo, pero esa voz cada vez se le queda más pegada en la mente.Se la imagina castaña, alta, con un cuerpo de infarto, imponente y con cara de asesina.-Esto es estúpido, no puede ser que solo su voz me tenga así.Pero la solución está literalmente en sus manos, así que hará lo que su… lo que sea, le grita que haga. Marca el número de Alfa y espera que le conteste.-¡Espero por tu vida que sea algo importante! – la escucha jadear y automáticamente Dan se sonroja, no puede ser que la interrumpiera mientras ella… -.-Di-disculpa, creo que estás ocupada…