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Capítulo 4: Un café con naranja.

Unos días después, a unos kilómetros de allí, Dan mira por la ventana, pensando en las penas que su amigo está pasando, todo por su culpa.

Mira el cielo de la ciudad y se le antoja un café.

Se mete las manos a los bolsillos y le pide a la señora Dorothy que avise que saldrá un momento. Se va directo a su auto y conduce en dirección a la cafetería donde sirven ese café que le gusta, con un toque de naranja.

Por la hora, no hay muchas personas, así que entra sin problemas y encuentra una mesa disponible. Pide su café favorito y un par de donuts. Mira por la ventana del lugar y ve a varias personas pasar por allí, hasta que entra una mujer con una larga cabellera castaña, unas gafas de color azul y una bellísima sonrisa.

Ocupa la mesa que está frente a él y por un instante sus ojos se cruzan, cuando se acercan a tomarle el pedido, Dan sonríe cuando la chica pide lo mismo.

Unos minutos después, la camarera llega con su pedido y ve que trae lo mismo de la chica de en frente. Se siente tentado a invitarla a compartir con él, pero un llamado de Gerard lo saca de esa burbuja.

-Hermano.

-La audiencia de los Stan es mañana, la cambiaron para mañana. Ya los cité para terminar los detalles del acuerdo y cerrar ese caso de una vez.

-Aleluya, solo quiero deshacerme de esa señora tan pegajosa – escucha la carcajada de Gerard y solo puede reír también, hace años que su amigo no se escucha así -. Estaré allá en unos quince minutos, estoy en el café.

-Ok, nos vemos.

De reojo puede ver que la mujer le da un par de miradas y sabe que podría invitarla, coquetearle y sacarle el número, no hay nada que él no pueda conseguir, en especial con las mujeres, pero ahora no puede, porque el deber lo llama.

Termina, pide la cuenta y deja una propina considerable, le da un último vistazo a la chica y le dedica una sonrisa, de esas que mojan hasta los pensamientos. Sale de allí con la seguridad que lo caracteriza y se va de regreso a la oficina.

Mientras la chica a la que le dejó aquella sonrisa, se queda pensando que aquel abogado es un hombre que vale la pena ayudar un poco más, no tan solo para sacarle dinero, sino porque parece ser decente, no como los otros abogados a los que ayuda.

Para Alfa, ir de esa manera es de todos los días.

Muy pocas veces se arriesga a ir con su apariencia verdadera, porque siempre, donde sea, una mujer rubia, de ojos claros y bella sonrisa va a causar impacto.

En cambio, una castaña, con lentes y ojos oscuros no le llama la atención a nadie.

“Excepto a ese papacito de abogado”.

Si tuviera que elegir entre él y el insistente de Matías… se queda con los dos, pero este momento de su vida no es para andar mirando hombres.

Se termina su café con esencia de naranja, deja una buena propina y se va a su departamento. Al llegar allí toma una de las fotografías de su sala y la acaricia, es una de las últimas que pudieron tomar como familia, su hermano ya estaría casado, porque eso era lo que quería luego de graduarse como veterinario.

Ella sería artista bohemia, una poeta o escritora de novelas de ficción romántica. Estaría terminando literatura, porque se hubiese dado un par de años sabáticos para recorrer el país, por las noches iría a un bar a leer sus malos poemas, esos que deprimen hasta el alma más feliz.

Tendría un novio, con el que haría el amor como conejos y habría experimentado cada una de las posiciones indecentes que se le ocurren cuando está sola.

Pero nada de eso es así.

Ella no ha tenido novio, ni viajes, ni tampoco escribe poemas.

Su vida ahora es buscar a aquellos que le arrebataron sus sueños, que la dejaron sin familia, porque aunque su madre está viva, a penas tiene consciencia que tiene una hija a la que abandonó.

Siempre supo que no era la favorita de su madre, pero verse abandonada de esa manera a los quince años, luchando para que no la llevaran a un hogar, codeándose con los malos más malos del colegio, para que le enseñaran los peores trucos.

Se quita la pechera, la deja sobre la cama y comienza a desnudarse, camina con la seguridad de una mujer que lo ha perdido todo y que ahora solo puede ganar. Deja que el agua le quite todo de encima y luego sale sin cubrirse, solo secando un poco su cabello. Se a su almacén especial y revisa si allí le falta algo.

El teléfono suena y va a contestarlo sin prisa, Díaz le responde algo jadeante.

-Jefa, lo tengo… esa es la droga que le describieron.

-¿Qué pasó? – le pregunta ella con verdadera preocupación, porque ese hombre es lo más cercano a un sustituto de padre -.

-Nada grave, solo me tuve que pelear un poco.

-Estoy en el palacio.

-En veinte.

Se viste con rapidez y se va a la cocina, para esperar a Díaz con unos macarrones con queso. Puede ser un hombre mayor, pero con los gustos y el carácter de un niño, excepto cuando se trata de protegerla a ella.

Unos toques en la puerta le indican que el hombre llegó y se va a abrir. Él entra directo a lo que es la sala, pero no deja de oler y mirarla con los ojos brillantes.

-En veinte minutos, así que habla luego si quieres comer – él asiente, toma asiento y ella se va al refrigerador por un refresco -.

-La dr0ga que te describió el cliente… es nueva y está hecha para vi0ladores – los labios de Alfa se convierten una línea fina y su expresión cambia de una chica dulce a la asesina que es -. Bowman tiene a tres químicos trabajando en ella, por ahora solo está en Nueva York, pero no se descarta que la distribuyan ya en otras ciudades.

-Tenemos que hacer algo, puede que no tengamos el trabajo más honorable del mundo, pero si hay algo que detesto es la distribución de esa p0rquería.

-Lo sé, así que me tomé el atrevimiento de infiltrar a los mejores.

-¿Cuántos? – le pregunta mirando fijamente la lata de coca cola -.

-Cuatro.

-Infiltra más. De todas las edades, están entrenados para sacar información, quiero hombres de la organización en todas partes, que sepan hasta lo que come el desgraciado ese.

-Lo que digas – saca su teléfono, envía unos mensajes y le sonríe a sui jefa -. Ya está… Keylen – le dice con precaución -.

Díaz es el único que la llama por su nombre y solo en las ocasiones que necesita que ponga los pies sobre la tierra y solo cuando están en la seguridad del departamento de Alfa.

-Ya sé lo que me dirás – le dice ella poniéndose de pie -. Pero no voy a perder oportunidades ni tiempo. Meterme con Bowman es una declaración de guerra, pero para cuando ese viejo asqueroso se dé cuenta, ya tendrá la ametralladora en la cabeza.

-¿La tuya o la de la policía? – le pregunta Díaz con la sonrisa en los ojos. Alfa lo mira sonriendo con malicia y le responde saltando del sofá -.

-La que sea, pero ese no seguirá ensuciando mi ciudad con su basur@.

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