CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 2

Un hermoso obsequio

Eliana

Es increíble cuanto le hablo a este hombre y no me presta atención en absoluto. Pareciera que le estuviera hablando a la pared y eso me enoja muchísimo, hago mofas de desagrado y le volteo los ojos como con odio, cosa que a él parece divertirle demasiado, porque sólo me sonríe y de paso se atreve a lanzarme un guiño.

¿Qué le pasa? ¿A caso se convirtió en un casanova que no respeta ni a las mujeres casadas?

—Señor Ferrara no... No voy a medirme los zapatos —aclaro con voz temblorosa, lo cual odio demasiado porque no me gusta demostrar debilidad ante él, odiaría que pensara que sigue teniendo ese efecto en mí que obviamente ya no tiene, creo—. No los voy a llevar, de verdad tengo unos en casa, ya los había comprado con anticipación.

—Se equivoca señora Brown, si los va a llevar, en definitiva de aquí no puede salir sin ellos, considere esto como mi regalo de aniversario —me dice de nuevo con su sonrisota y se pone de cuclillas para colocarme los zapatos—. Estos le quedan perfectos.

—Gracias n, no. No debió molestarse —tartamudeo—.

—No es molestia para mí; señora Brown, Y a mi también me encanta como se ve usted dentro de ese vestido. ¡Luce preciosa!

Me dice haciéndome sonrojar aun más, sin duda escuchó mi expresión dentro de los vestidores y sentí un poco de vergüenza al oírlo soltar esas palabras.

En un momento nuestras miradas se cruzan y yo me pongo nerviosa ante ese contacto visual totalmente inesperado.

Así que busco de levantarme de prisa de esa silla para ir a cambiarme y me tambaleo un poco debido al desnivel, ya que tenía puesto un solo zapato de tacón alto, mientras tanto Fabio como por reacción me sostiene de la cintura acercándome a su pecho para evitar lo que sería una caída segur.

Sus apetitosos labios quedaron peligrosamente cerca de los míos formando una atmósfera romántica que no se debería crear.

Fue la situación más extraña e incómoda que he tenido en años. Sentí que pude oír su corazón latiendo como si quisiera salirse de su pecho y ni hablar de esas extrañas palpitaciones que esta situación le trajo como reacción a mi cuerpo.

Esto me hizo sentir muy, pero muy incómoda.

Volví al vestidor a colocarme mi ropa y salgo camino a la caja registradora para pagar mi vestido y marcharme de inmediato de esta boutique, pero veo a Fabio cerca de la puerta con unas bolsas de compra en sus manos y esa peculiar sonrisa que lo caracteriza.

«Dios, ¿Por qué mejor no me traga la tierra ahora mismo y me escupe en el Himalaya? Bien lejos de Ferrara. No quiero seguir estando cerca del hombre que mas he evitado en tantos años»

Pensé mientras me dirigía también hacia la salida, luego de que la dependiente que me atendió me informara que él había pagado la totalidad de mis facturas de compra.

—Muchas gracias señor Ferrara, me envía la cuenta por favor y le transfiero el dinero desde casa. Puede también darme sus datos y lo haré ahora mismo desde mi celular, si desea.) —le habló seria y de nuevo nuestras miradas a se encuentran—.

—Sabe bien que jamás aceptaré ese método de pago —Me dice mientras sostiene mi brazo con firmeza e intenta guiarme de camino al estacionamiento—.

—¿Método de pago? —interrogo sorprendida, sin poder dejar de parpadear— ¿A que se refiere exactamente? —paso saliva con dificultad, su erotismo hace que se me seque la boca—.

—Así es, como forma de pago me sería estupendo que me acepte una cena... O almuerzo, como usted prefiera. Oficialmente la estoy invitando a una comida señora Brown, sería descortés si se negara.

Me suelta esa bomba como si nada y sonríe con picardía. ¡Tan caprichoso como siempre!

—Un almuerzo, me parece una buena idea —respondo casi de inmediato, aunque me arrepiento luego—. Estará bien un almuerzo, pero no será hoy mismo, tengo demasiadas cosas que atender.

—Como usted ordene, mi señora —responde esbozando una sonrisa que no puedo seguir viendo o comenzaré a babear como la propia tonta—.

"Esperaré con ansias a que ese momento llegue" soltó Ferrara en un murmullo audible para mí y yo hice como si no hubiera oído nada.

¿Por qué tiene que pasarme esto a mi? ¿A caso el no puede tratar de cortejar a otra persona? Una mujer que sea soltera, por ejemplo.

Cualquier mujer ahora mismo estaría feliz de ser cortejada por el soltero más codiciado de la farándula, pero no yo.

Él se preocupa por molestarme a mí. Yo estoy casadísima y ahora este hombre me está incomodando demasiado solo con su presencia y cercanía.

Nuevamente me sumerjo en mis pensamientos, cuando aquella hermosa chica de la boutique vuelve a acercarse a despedirnos y me saca por completo de mis pensamientos.

—"Feliz aniversario para los dos, hacen una pareja estupenda. Vuelvan pronto"

Nos dice con una sonrisa tierna en su rostro y nos entrega un pequeño estuche como obsequio de la tienda.

"Lo que me faltaba"

—¡Oh, no! No... Él y yo no... No somos...

Tartamudeo tanto que Ferrara termina de hablar por mí.

—Gracias, es usted muy amable —le responde Fabio tomando ese pequeño obsequio en sus manos y yo quería como morirme—. Volveremos tan pronto como podamos.

Aquella muchacha se despide agitando los brazos y se aleja de inmediato. Veo a Fabio abrir ese pequeño estuche, lo que me causa mucha curiosidad y lanzo un vistazo rápido, pero el lo cierra de nuevo y sonríe con arrogancia.

—No debió haber hecho eso, Señor Ferrara. La gente pensará que entre usted y yo sucede algo.

—Y yo estaría encantado de que al menos ese “algo” sucediera en esos furtivos pensamientos —sonríe—. Además, solo fue una broma, señora bonita. Quién se atreva a mencionar algo al respecto se queda sin empleo, créame que cada una de estas personas saben lo que le conviene así que despreocúpese que aquí nadie va a esparcir ningún rumor. Jamás haría algo que sea perjudicial para usted. La muchacha que nos atendió es nueva, claramente no sabe que soy el dueño de este lugar, No se moleste, señora bonita. Fue solo una broma divertida e inofensiva.

¿La llevo a su casa o vino en su vehículo?

—Gracias, pero no. Me voy en taxi, hoy no tengo mi camioneta conmigo, está en el taller y promete demorar un poco allí —tomo aire con desánimo y él levanta mi mentón con su mano y me sonríe hermoso—.

—No mientras yo esté para encargarme de eso. Y de ninguna manera se va a ir usted en un taxi ¿Cómo se le ocurre que voy a dejar que se vaya con un desconocido? La llevaré yo mismo y la dejaré sana y salva en la puerta de su casa.

¿Antes podemos tomarnos un café?

Pregunta en un tonito tan tierno que, me provoca irme de una vez con él, pero recapacito e ignoro el que ahora esté tratando de chantajearme con un puchero y sus manos juntas como en modo de súplica.

—Claro que no —respondo seria un poco enojada y él tan solo sonríe—. Debo ir a casa, estoy demasiado ocupada como para eso.

—Está bien. Seré paciente. Pronto todo será como yo deseo —sonríe ampliamente—.

Me abre la puerta del asiento del copiloto de su coche, un Audi convertible.

Definitivamente este no es mi día. Odiaría los vecinos chismosos me vieran llegar a casa en un vehículo tan lujoso como este y en compañía del jefe de mi esposo.

Esto sería suficiente como para que comiencen a murmurar cosas inapropiadas de mí, esto haría enfadar mucho a Juan David.

Llegamos a casa y el nuevamente me abre la puerta del vehículo, me entrega las bolsas de compra que son muchas más de las que deberían ser y me deja un beso en la mejilla.

Tan cerca de mis labios que me pone a temblar.

Es tan atrevido que me provoca realmente golpearlo en la cabezota con esas mismas bolsas.

—Gracias señor Ferrara —me limito a decir con seriedad y el me sostiene de la muñeca haciéndome girar, quedando tan cerca de mí que aspira mi perfume y me mira sonriente—.

—Que lo disfrute, Eliana, aún no ha elegido su brazalete, Son unas piedras de jade azul y rojo. Ya que no eligió tenga usted el azul y yo me quedo con el rojo, así una parte de mi va a combinar con su vestido de esta noche.

Sus palabras infantiles me hacen reír, pero a su vez estoy tan sorprendida con todo esto que me hace creer que no es una simple casualidad.

—Estos son...

—Si, El jade yin yang. Los auténticos. Una vieja reliquia Coreana, se dice que la pareja que lleve consigo esta reliquia su amor perdurará para siempre —lo coloca en mi mano izquierda con delicadeza y luego la suya en su mano derecha—.

—Pero... Este no es el caso —respondo nerviosa— Usted y yo no...

—Espero volver a verla pronto. Que tenga un buen día.

Me dice con su voz gruesa y varonil que me pone a temblar. Paso y cierro la puerta de mi casa sin responder a eso último que me dijo y me quedo pegada de espalda a esa puerta, siento mi corazón latir a mil por segundos y asumo que todo esto es por el nervio que me da que Juan se entere de que otro hombre me trajo a casa.

Se enojaría muchísimo al saber de quién se trata y la verdad es que no quisiera darle motivos para una discusión sin sentido

La rivalidad entre ellos es algo que me estuvo atormentando por años, y debido a esto acepté salir de la ciudad por tantos años para no tener que lidiar con sus discusiones.

Juan es el reflejo del bien, del amor puro y bonito que se puede tener, pero él, ese hombre despierta en mí pura lujuria y mis más oscuros deseos.

Juro que no sé que estoy sintiendo, pero este sentimiento solo puede llevar su nombre.

¿Pero que estoy diciendo? —golpeo mi frente—. Se supone que ésto no tenía que pasar, no, nada de esto tenía que pasar.

De no ser porque a mi camioneta de repente se le fue la liga de frenos no me hubiera visto en la obligación de aceptar que me trajera a casa y no estaría muerta de miedo pensando en si Juan se entera de que estuve cerca de él.

Espero que el mecánico me haga entrega de mi camioneta hoy mismo. No puedo aceptar que otros hombres estén trayéndome a casa.

Miro ese brazalete en mi mano y sonrío mientras siento latir mi corazón como caballo desbocado y ese sustito en mi pecho que recuerdo haber tenido aquel día, hace ya veintitrés años y su sonrisa, esa sonrisa que no me deja pensar en nada más.

Es por ello que debo alejarme de ese hombre, no puedo estar frente a la tentación sin tener intenciones de pecar, es absurdo pensarlo porque estoy segura de que no me atrevería a intentar nada con él.

Sacudo mi cabeza procurando sacarme esos terribles pensamientos y vuelvo a incorporarme a mis quehaceres ya un poco más calmada

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