Capítulo 27

Emma escuchaba lejano el llanto desconsolado de Tala, sabía que estaba a su lado, pero ella se había abrazado al torso de su hermano y se aferraba a su cuerpo sin vida como si fuera el único salvavidas en medio del océano.

Lo único que consiguió calmar sus propias lágrimas fue el rítmico sonido de un corazón emitiendo sus latidos. Respiró de forma entrecortada y de pronto, abrió los ojos y alzó el rostro para mirar a Ethan.

—¡Está vivo! —gritó, y antes de terminar la frase, Tala estaba a su lado mirando a su mellizo con expectación.

Un aullido fuerte, profundo y brutal, resonó a través de la garganta de Ethan. Su hermano abrió los ojos, pero en lugar de ser de ese tono plateado que los caracterizaba a los dos, lo que Emma vio, después de muchos años, fueron los ojos marrones de aquel niño de ocho años.

Era el color de los ojos de su lobo, lo sabía, sin necesidad de que nadie se lo dijera Emma comprendió todo. Su hermano estaba vivo y de la misma forma en que la magia había llegado a e
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