Emma se dio la vuelta para mirarlo de frente, aunque sabía que era un gran error porque, solo con sentirlo cerca, todas sus terminaciones nerviosas habían enloquecido. Verlo frente a ella, como Dios lo trajo al mundo, otra vez, le provocó un jadeo que poco tenía que ver con el temor.«Si te gusta lo que ves, ¿por qué no lo tomas para ti? No sabía que una nieta mía podía ser tan mojigata», la voz de Endora en su mente la hizo avergonzarse por los caminos que habían tomado sus pensamientos.Asher la miró y esbozó una lenta sonrisa, Emma supuso que él pensaba que la rojez de su rostro era debido a la visión de su cuerpo desnudo, y no estaba equivocado. Pero lo que la avergonzó de verdad fue la intromisión de Endora y esa capacidad para meterse en su cabeza y desvelar sus más sucios pensamientos.—¿Seguro que quieres que me aleje? —dijo Asher y dio un paso al frente para acortar la poca distancia que los separaba. Colocó ambas manos apoyadas en el tocón y la cercó entre sus brazos.Lo que
Emma se alejó y entró en la cabaña, dejó caer la espalda en la puerta y cerró los ojos. Por unos momentos, deseó no haber salido nunca de Pensilvania, vivir distanciada de la sociedad dolía mucho menos que todo lo que estaba descubriendo desde que había llegado allí.«Duele porque es tu compañero y hagas lo que hagas y por más que te empeñes en negarlo, no podrás hacer nada para borrar ese sentimiento si no estás a su lado», pronunció en su mente su tatarabuela e interrumpió su momento de flagelación.—A-ahora no, por favor —balbuceó con la voz entrecortada por aguantar las lágrimas—. Déjame sola.Endora obedeció, silenció sus palabras. Al menos de esa forma no tendría que avergonzarse por ponerse a llorar.El plan de ese día sería morirse de frío, de hambre y, para acabar, de tristeza. Las lágrimas ya comenzaban a caer por sus mejillas cuando el fuego de la chimenea ardió sin previo aviso y la temperatura de la cabaña comenzó a caldearse.—Gracias —pronunció en voz alta, no obtuvo re
—Al parecer sí que soy irresistible —murmuró para sí mismo y si la mujer no estuviera llorando quizá lo habría dicho en voz alta—. ¿Ocurre algo? No es que me moleste que me abraces, puedes hacerlo siempre que quieras, pero es… extraño.Ethan miró a Tala y notó la mirada sorprendida y hasta dolida de su amiga. Astrid se apartó un poco al escucharlo, pero mantuvo sus manos agarradas con firmeza en sus bíceps mientras lo miraba con los ojos llorosos.—Necesito hablar contigo, es urgente —dijo con voz temblorosa y también miró a Tala de reojo—. Por favor, pero no frente a ella, ¿podríamos hablar en un lugar más privado? No quiero que se entere nadie más.Ethan se maldijo por imaginar situaciones privadas con esa mujer y que eso lo emocionara tanto. Era demasiado hermosa, pero no quería defraudar a Tala y su amiga siempre le dijo que Astrid era una mala persona, aunque él se resistía a creerlo.Acabó por asentir, intrigado por aquella petición y le hizo un gesto a Astrid para que lo llevar
—¡Emma! —su hermano entró a la cabaña gritando su nombre con angustia.Ella había estado enfrascada en la lectura del diario de su tatarabuela desde que escapó de Asher. Aquello fue lo único que logró que no volviera a salir de la cabaña y cometiera la locura de acceder a todo lo que él le pidiera.Daba gracias a que no lo hizo porque lo que leyó en esas páginas no era bonito. Podía imaginar el dolor tan profundo que sufrió Endora en manos del hombre que amaba y no quería terminar como ella.El sobresalto provocó que Emma lanzara por el aire el grimorio de su tatarabuela y el libro cayera al suelo con un golpe seco.—¡Dios, qué susto! ¿Planeas matarme de un infarto? —farfulló de malhumor y, casi sin mirarlo, se agachó para levantar el libro.Ethan emitió un sonoro suspiro, tan sonoro que parecía el frenazo de un tren a punto de descarrilar. Su hermano tenía peor aspecto que la última vez que lo vio, estaba pálido, ojeroso y con una barba descuidada que le daba un aspecto de vagabundo.
—Si ya tomaste tu decisión será mejor que te prepares, la manada está esperando y todo está organizado para celebrar el ritual de unión —la voz de Alaric resonó con un tono grave y penetró en la habitación de Asher como un presagio sombrío.El alfa apenas se movía y su habitación se había convertido en su refugio desde el último rechazo de Emma.El día de la luna de apareamiento había llegado y por primera vez podía estar junto a su mate, pero ella no deseaba estar con él. Si hubiera imaginado lo doloroso que era el rechazo de su compañera, habría elegido nunca encontrarla.Al menos, de esa forma, podría ir a esa unión con la misma fortaleza que tenía antes de la llegada de Emma, pero ahora era imposible. Solo pensar en quedar unido a Astrid para siempre, le revolvía el estómago.—Sé bien el día que es, no hace falta que me lo estés recordando a cada minuto que pasa —gruñó y se levantó de la cama con el peso de la derrota sobre su cuerpo. Miró su ropa arrugada y, sin necesidad de ver
A Emma ya no le quedaban lágrimas por derramar. Sentía los ojos irritados pero, en ese momento, ya no le quedaban ni fuerza ni más ganas de autoflagelarse.Llevaba todo el día sentada fuera de su cabaña mirando a la nada y ya el atardecer estaba próximo a llegar a su fin. Había pasado los días intentando buscar a su hermano, pero Ethan no quería ser hallado.Le pidió a Endora que la ayudara a encontrarlo, pero su tatarabuela no había aparecido ni le había hablado de nuevo desde aquella última visita. La preocupación la estaba destrozando y a eso debía incluirle el encuentro con Astrid en una de sus incursiones de búsqueda.La mujer se había acercado a ella exhibiendo su belleza y todas las curvas pronunciadas de las que ella carecía. Emma no podía negar que estaba celosa y no tenía derecho a ello.Esa mujer era la pareja de Asher antes de que ella llegara y su madre se revolcaría en su tumba si supiera que su hija, a la que había educado con valores, era capaz de meterse en medio de u
Cuando ambas se encontraron, Tala la agarró del brazo y comenzó a tirar de ella.—Menos mal que te encuentro, debes acompañarme, ya no hay tiempo —jadeó con la respiración acelerada y lágrimas en los ojos.—Pero ¿qué está ocurriendo? ¡Dime! —preguntó con desesperación, Tala negó con la cabeza, pero la miró como si lo que estaba ocultando fuera horrible. Por unos instantes, creyó que su presencia allí era debida a la unión de Asher con Astrid, Tala pertenecía a la manada y era seguro que asistiría—. ¿Ellos se unieron? —titubeó con el miedo asomando en cada palabra.—No lo sé, Emma, yo no fui a esa celebración, a la manada no le gusta mi presencia y no quiero ver a mi alfa unirse a esa mujer tan odiosa. Estoy aquí por tu hermano, se está muriendo, no sé qué hacer. Yo quise ayudarlo, pero no supe cómo, no creo que le quede mucho tiempo, debes venir a despedirte de él.Cuando Emma escuchó eso, miró al cielo y vio la luna llena con tonos rojizos, el día que Endora les anunció había llegado
Emma escuchaba lejano el llanto desconsolado de Tala, sabía que estaba a su lado, pero ella se había abrazado al torso de su hermano y se aferraba a su cuerpo sin vida como si fuera el único salvavidas en medio del océano.Lo único que consiguió calmar sus propias lágrimas fue el rítmico sonido de un corazón emitiendo sus latidos. Respiró de forma entrecortada y de pronto, abrió los ojos y alzó el rostro para mirar a Ethan.—¡Está vivo! —gritó, y antes de terminar la frase, Tala estaba a su lado mirando a su mellizo con expectación.Un aullido fuerte, profundo y brutal, resonó a través de la garganta de Ethan. Su hermano abrió los ojos, pero en lugar de ser de ese tono plateado que los caracterizaba a los dos, lo que Emma vio, después de muchos años, fueron los ojos marrones de aquel niño de ocho años.Era el color de los ojos de su lobo, lo sabía, sin necesidad de que nadie se lo dijera Emma comprendió todo. Su hermano estaba vivo y de la misma forma en que la magia había llegado a e