-Annabel-
La oscuridad era muy grande, no podía ver, ni oír nada. ¿Dónde estaba? Traté de avanzar pero unas ramitas se incrustaron en mis pies, ahí me dí cuenta que estaba descalza y el blanco de mi camisón resaltaba en esa oscuridad. Avancé pendiente de todo mi entorno esperando que algo cambiara. Poco a poco fui capaz de distinguir las siluetas de los árboles.
–Estoy en un bosque.
¿Qué hacía ahí? Se notaba que estaba sola, así que seguí avanzando decidida a encontrar una salida de ese lugar.
A lo lejos algo blanco empezó a acercarse.
–Annabel despierta.
Diana, mi compañera de cuarto, me despertó. Todo fue un sueño, pero lo sentí tan real…
Me siento en la cama y me destapo, miro mis pies y están limpios. Siempre estuve en mi dormitorio.
–¿Qué te pasa? –Diana me mira raro, pero no me importa. Ese sueño se sentía tan real… –¡Annabel! ¡Te estoy hablando!
–Nada, nada. –Si no respondía seguirá preguntando hasta que me hiciera hablar. Llevaba 7 años siendo mi compañera de cuarto y ya la conocía como era.
No podía decir que fuéramos amigas, pero por lo menos era tolerable.
–Murmurabas en sueños. –Eso me llamó la atención. Según yo había estado en silencio en todo momento, pero parece ser que no fue así.
–¿Qué decía?
–Ven, ven. Eso fue lo único que decias. Como si estuvieras sufriendo. Fue raro. –Me levanté decidida a dejar ese sueño inconcluso de lado. Ya si volvía a pasar lo investigaría. Como siempre decía la directora, si pasa una vez puede ser casualidad, pero si pasan más veces… ¡investiga!
Estaba empezando los tiempos fríos así que busqué panties para colocarme debajo de la falda azul marino. Estaba cursando mi último año en la academia de brujas de San Lorenzo. Una vez que terminara podría empezar alguna especialidad. Todos querían que siguiera una especialidad de sanación, pero lo que yo quería era adivinación.
Me apasionaba descubrir el pasado y futuro de las personas. Para mí era muy fácil, solo tenía que tocarla y concentrarme en la persona y podía vislumbrar cosas de ella. No necesitaba una bola de cristal o cartas como las demás para saber sobre sus futuros.
–¡Señorita Annabel!
Me giré al escuchar mi nombre y vi a una pequeña de primer año correr hacia mí.
–¿Qué sucede?
–La directora me envió a buscarla. Necesita hablar con usted.
–Gracias.
Dí media vuelta y me interné por otro pasillo para ir al despacho de la directora. Me preparé para la conversación que me esperaba. No tenía que ser una adivina para saber que quería. Toqué la puerta y en cuanto me dieron permiso para entrar me di valor para lo que venía.
Tenía mis propias aspiraciones y quería cumplirlas.
–Annabel.
–Buenos días, tía.
Cualquiera que nos viese juntas no creerían que fuésemos familia. No nos parecíamos en nada. Mientras que mi tia era de una estatura promedio, piel morena, ojos color negro y con unos rizos negros que nunca podía domar. Yo era todo lo contrario, metro ochenta, piel pálida como si nunca hubiese visto la luz solar, unos ojos grises y mi cabello era rubio platino que caía por mi espalda en suaves ondas.
–Como bien sabes, ayer fue el último día para presentar sus solicitudes a quienes serán sus maestros por los siguientes dos años en la especialidad que han elegido. Estaba revisandolas y encontré una sorpresa para nada grata. –Dejó de hablar y me miró con una cara seria, para nada contenta con lo que había encontrado. –¿Te puedes imaginar qué encontré?
Permanecí en la puerta con el corazón latiendo a mil. Estaba nerviosa. Esta era la primera vez que trataba de hacer lo que yo quería.
–¡Responde!
–Mi solicitud para estar bajo la guía de la maestra Lydia. –Mi tía se me acercó con mi solicitud en la mano.
–¿Y ella de que es conocida? –Ahora que la veía de cerca se notaba furiosa.
–Adivinación.
Estaba con retorcijones en el estómago, mis manos me sudaban, pero ya estaba en esto. No había marcha atrás.
–Correcto. Adivinación. –Lo dijo con un tono de repulsión. –Tú serás una sanadora. No vas a ir por ahí adivinando la vida del resto. Tú salvarás vidas. Creí que para eso te estabas preparando todos estos años. Todos tus electivos tienen que ver con la sanación. ¡No con adivinación!
–Pero a mi me gusta… –Mi voz ya era apenas más fuerte que un susurro.
–Una cosa es que te guste y otra que lo practiques. No voy a tener una sobrina que sea solo una adivina. Ese no es el futuro que planee para tí.
Y ahí estaba. Mi vida siempre había sido planeada por mi tía. Estudiaría en su academia, sería la número uno, después estudiaría sanación. Supongo que ya tenía decidido hasta con quien me casaría y cuántos hijos iba a tener.
–Pero…
–¡Ya basta Annabel! Creí que te importaba tú futuro, pero veo que no es así. –Vi cómo rompía mi solicitud, para después volver a su escritorio y llenar una con los datos correctos. –Si sigues por este camino terminarás como tu madre y no voy a permitirlo.
Mi madre. Siempre que me salia del camino que había impuesto mi tía me decía que iba a terminar como mi madre.
Casi ni la recordaba, era pequeña cuando se fue y me dejó a cargo de mi tía. En todos estos años nunca había aparecido para darme una explicación. Según mi tía era una loca sin remedio, que había traicinado todas las costumbres de las brujas, era una vergüenza para la familia Alderwood.
–Sí tía.
–Vete a clase.
SalÍ de la oficina viendo que ya casi no tenÍa tiempo para desayunar. Suspire y me diriguí al salón de clase, yo no podía llegar tarde. Después tendría que comer algo.
Poco tiempo despues ingresaron mis compañeras muy animadas poniendose al dia sobre lo que habían hecho el fin de semana. La gran mayoria viajaba a ver a sus familias y si no volvian los domingos en la tarde lo habian los lunes en la mañana.
-Annabel-–Pobre familia Crowley.–Todos muertos. –...Afa Oscuro…Solo me llegaban pedazos de conversaciones. ¿Qué sucedió?La profesora Raven ingresó al aula y todas quedaron en silencio. En el transcurso del día seguí escuchando murmullos con lo que había sucedido el fin de semana y ya tenía más o menos claro que es lo que sucedía.El pueblo donde vivian los Crowley fue atacado por hombres lobos y no dejaron a ningun sobreviviente. Aunque la familia intentó hacerles frente, eran demasiados y mataron a todos. Nadie en el pueblo estaba preparado y los tomaron por sorpresa. ¿Y de qué manada eran los hombres lobos? Pues de Moonblack, la manada principal. Esa era la manada del Alfa de todos los Alfas. Era la manada del Alfa Oscuro, el hombre lobo más cruel de la historia…y el enemigo de todas las brujas. La disputa entre hombres lobos y brujas es tan antigua como el tiempo, nunca han podido llevarse bien y en cuanto se ven pelean hasta la muerte. Algunas dicen que esa es la razón por
-Annabel-–Pues sí. Eso era. –¿Por qué soñarías con un perro? –Mi tía estaba igual que yo. Completamente confundida. –¡Ni siquiera te gustan!–Pero el nombre… Vera… me resulta familiar. Es como si no fuera la primera vez que lo escucho. –Lo puedes haber escuchado en cualquier parte. Aquí en la academia o en algún viaje. –Puede ser. –Dije con duda. Haberlo escuchado en la academia era difícil. Ese nombre no sonaba mucho a alguna bruja. Y en los viajes que hacía con mi tía en vacaciones nunca iba a ningún lado sola. Siempre con ella. –Puede ser que lo haya leído en un libro. –Puede ser. –Aunque se notaba que tampoco creía en eso. –¿Te parece si mañana vamos a la biblioteca después de clase y buscamos información sobre ese nombre? –Me parece. –La verdad igual me entusiasmaba investigar el tema con ella. Estaba lista para irme cuando una vez más me detuvo. –Hoy cena conmigo. Pareciera que cada vez pasamos menos tiempo juntas. Eso era verdad. Cuando era más pequeña siempre terminaba
-Annabel-En cuanto me levanté empecé a arreglarme para un nuevo día. El día anterior había llegado tan cansada que dormí con mi ropa puesta. –Buenos días Annabel. –la voz de Dianna sonaba rara.–Buenos días. –Miré a Dianna que estaba sentada en su cama. Tenía una mirada extraña. –¿Qué pasa?–Nada. –Su voz sonaba decepcionada.Tomé mi mochila que estaba en el suelo al lado de mi cama y busqué los libros que necesitaba para ese día y sacar los que ya no necesitaría. Solo que tenía dos libros que no recordaba cómo habían llegado ahí; “Guía de sueños. Adivina tú futuro” y “¿Los sueños dicen el futuro?”.¿De dónde salieron esos libros? Al revisarlos sabía que pertenecían a la biblioteca, pero no recordaba cuándo fue que yo los tomé de ahí. Tendría que devolverlos después de clases. Aunque igual podría ojearlos. Con mi mochila lista, terminé de arreglarme. Me peine, me coloqué perfume y arreglé mis pulseras. Un momento.¿Por qué tenía una pulsera qué no era mía y no recordaba de dónde l
-Annabel-Pasé todas las clases en trance. Lo único que quería era que estas terminaran para poder seguir investigando la pulsera de Dianna. Si hubiese sido por mí faltaría a clases, pero no quería llamar la atención. En cuanto el timbre sonó, guardé todo y caminé lo más rápido que pude a mi habitación. Tiré mi mochila sin importarme donde quedara, igual que mis zapatos. Me recoste en la cama y volví a sacar la pulsera.Esta vez estaba en la biblioteca. No tenía que levantar la vista para saber que yo estaba al frente de ella. Todos los días Dianna estaba en la biblioteca en el mismo puesto. Solo que ahora sabía que era para vigilar a alguien. Mire alrededor y solo me ví a mi. Era tarde y me veía casi histérica. Tenía libros sobre plantas curativas a mi alrededor. Veo que Dianna tambien tiene libros similares. Recuerdo ese día, habíamos tenido una semana estresante y ambas estábamos metidas en demasiadas actividades y estábamos un poco atrasadas con un informe que teníamos que entre
-Annabel-Ya era de noche cuando mi tía volvió y bajó a Dianna, ella cayó al suelo todavía inconsciente. Luego, mi tía le dió una poción y eso hizo que en un par de minutos Dianna despertara.–Vete. Y recuerda nunca más en tu vida ponerte en mi contra. –Le advirtió. –No ganarás.–Si ama. Dianna salió lentamente del lugar llorando. El camino de vuelta fué una tortura. Se cayó varias veces y muchas otras paraba solo para descansar. Cada movimiento le dolía.Cuando entramos a nuestra habitación yo estaba durmiendo. Dianna no fue para nada silenciosa y aún así no me desperté. Se desvistió y fue a darse una ducha. Mientras la esperaba me acerqué a verme y no tenía indicios de despertar. Estaba profundamente dormida, lo que se me hacía extraño, porque siempre he tenido un sueño ligero. –Supongo que estoy drogada. Cuando salió Dianna del baño fue directo a su mesita de noche a buscar desinfectante para tratar sus heridas. Cómo pudo las limpió mirándose en el espejo. Luego se acostó y mi
-Annabel- –¿Me puedes explicar qué sucedió? –Mi tía me interrogó en cuanto estuvimos solas. –Este no es un comportamiento normal en tí.–Estaba en el baño, salí y me encontré a Isabella. Empezó a decir tonterías y después me golpeó y yo me defendí. –Resumí.–Quiero detalles. –Me dijo. Mi mente se vino el recuerdo de cuando le pidió detalles a Dianna. Conmigo no podía hacer eso. –Isabella me odia. –Lo mejor para mí era seguir como si nada. Aunque si fuera por mi me iría de esta oficina lo más rápido posible. –Tiene la loca idea de que yo me creo perfecta y que por eso la rechacé cuando me ofreció su amistad. –¿Es así? –Lo dijo como broma. De verdad no quería ni bromear con ella, pero no podía darme el lujo de que sospechara. Resople.–Eso es absurdo. Ella creía que siendo mi amiga podría tener conexiones contigo. Así que solo me quería usar. Nunca me agradó.–¿Y eso que llorabas?–Otro absurdo. No era así. –Mejor esa respuesta a la real. Quedó un momento en silencio.–Se merece pe
-Annabel- El viernes en la tarde después de clase me encontraba en mi dormitorio terminando de arreglarme para partir a la comida con el consejo. No era una reunión a la cual yo quisiera ir, pero tenía que hacerlo; lo último que quería era compartir con mi tía. Sentía que sus mentiras eran lo peor que me podía pasar, ella era la única familia que yo tenía. Fue ella la que me cuidó después de que mi madre desapareciera y ahora resultaba que solo quería vigilarme, ¿por qué? A eso todavía no le tenía respuesta. Casi no recordaba a mi mamá, ví a mi tía Morgan unas cuantas veces antes de que me explicara que mi mamá me había dejado con ella, que ahora viviríamos juntas.Dianna me miraba mientras me arreglaba.–Por tu cara se nota que no quieres ir. –Me dijo.–La verdad no. –Le respondí. –Pero tengo que hacerlo.He estado tan ocupada que ya no había seguido buscando información en la pulsera de Dianna. Además de que no quería seguir mirando y ver cosas peores de las que ya había visto. –
-Annabel-–Padre, reacciona. Miré a un hombre joven, no más de veinte años, que le hablaba al rey. “Que guapo”, no pude evitar ese pensamiento al verlo.–¿Reaccionar? ¡Todos están en mi contra! –El rey rugió. Con cada visión veía más loco al rey. –¡No es asi! –Su hijo le contradijo. Tenía algo… no sabía explicarlo, pero su cara de desesperación tocaba algo en mí y hacía que sintiera pena por él. Su padre no tenía la culpa, todo era la corona que lo estaba influenciando. –Padre… si sigues asi las manadas se unirán en nuestra contra. ¿Eso quieres? ¿Una guerra? –¡No se atreverían! ¡Son mis subditos! ¡Todos están por debajo de mí! –Gritó. El principe miró a su madre. –Se a vuelto loco. –La desesperación en su mirada lo decía todo. La reina solo lloraba. Se notaba que ella ya había perdido la esperanza de que su marido reaccionara. –¿Loco? –El rey repitió y lo miró, pero su mirada era como si estuviera en trance, no reconocía quien era quien. –¡Tú! ¡Quieres robar mi reino! ¡Quieres