El Alfa Oscuro
El Alfa Oscuro
Por: Carla
Capítulo 1

-Annabel-

La oscuridad era muy grande, no podía ver, ni oír nada. ¿Dónde estaba? Traté de avanzar pero unas ramitas se incrustaron en mis pies, ahí me dí cuenta que estaba descalza y el blanco de mi camisón resaltaba en esa oscuridad. Avancé pendiente de todo mi entorno esperando que algo cambiara. Poco a poco fui capaz de distinguir las siluetas de los árboles. 

–Estoy en un bosque.

¿Qué hacía ahí? Se notaba que estaba sola, así que seguí avanzando decidida a encontrar una salida de ese lugar. 

A lo lejos algo blanco empezó a acercarse. 

–Annabel despierta.

Diana, mi compañera de cuarto, me despertó. Todo fue un sueño, pero lo sentí tan real…

Me siento en la cama y me destapo, miro mis pies y están limpios. Siempre estuve en mi dormitorio. 

–¿Qué te pasa? –Diana me mira raro, pero no me importa. Ese sueño se sentía tan real… –¡Annabel! ¡Te estoy hablando! 

–Nada, nada. –Si no respondía seguirá preguntando hasta que me hiciera hablar. Llevaba 7 años siendo mi compañera de cuarto y ya la conocía como era. 

No podía decir que fuéramos amigas, pero por lo menos era tolerable.

–Murmurabas en sueños. –Eso me llamó la atención. Según yo había estado en silencio en todo momento, pero parece ser que no fue así.

–¿Qué decía?

–Ven, ven. Eso fue lo único que decias. Como si estuvieras sufriendo. Fue raro. –Me levanté decidida a dejar ese sueño inconcluso de lado. Ya si volvía a pasar lo investigaría. Como siempre decía la directora, si pasa una vez puede ser casualidad, pero si pasan más veces… ¡investiga! 

Estaba empezando los tiempos fríos así que busqué panties para colocarme debajo de la falda azul marino. Estaba cursando mi último año en la academia de brujas de San Lorenzo.  Una vez que terminara podría empezar alguna especialidad. Todos querían que siguiera una especialidad de sanación, pero lo que yo quería era adivinación. 

Me apasionaba descubrir el pasado y futuro de las personas. Para mí era muy fácil, solo tenía que tocarla y concentrarme en la persona y podía vislumbrar cosas de ella. No necesitaba una bola de cristal o cartas como las demás para saber sobre sus futuros. 

–¡Señorita Annabel!

Me giré al escuchar mi nombre y vi a una pequeña de primer año correr hacia mí. 

–¿Qué sucede?

–La directora me envió a buscarla. Necesita hablar con usted. 

–Gracias. 

Dí media vuelta y me interné por otro pasillo para ir al despacho de la directora. Me preparé para la conversación que me esperaba. No tenía que ser una adivina para saber que quería. Toqué la puerta y en cuanto me dieron permiso para entrar me di valor para lo que venía. 

Tenía mis propias aspiraciones y quería cumplirlas.

–Annabel.

–Buenos días, tía. 

Cualquiera que nos viese juntas no creerían que fuésemos familia. No nos parecíamos en nada. Mientras que mi tia era de una estatura promedio, piel morena, ojos color negro y con unos rizos negros que nunca podía domar. Yo era todo lo contrario, metro ochenta, piel pálida como si nunca hubiese visto la luz solar, unos ojos grises y mi cabello era rubio platino que caía por mi espalda en suaves ondas. 

–Como bien sabes, ayer fue el último día para presentar sus solicitudes a quienes serán sus maestros por los siguientes dos años en la especialidad que han elegido. Estaba revisandolas y encontré una sorpresa para nada grata. –Dejó de hablar y me miró con una cara seria, para nada contenta con lo que había encontrado. –¿Te puedes imaginar qué encontré?

Permanecí en la puerta con el corazón latiendo a mil. Estaba nerviosa. Esta era la primera vez que trataba de hacer lo que yo quería. 

–¡Responde! 

–Mi solicitud para estar bajo la guía de la maestra Lydia. –Mi tía se me acercó con mi solicitud en la mano.

–¿Y ella de que es conocida? –Ahora que la veía de cerca se notaba furiosa.

–Adivinación.

Estaba con retorcijones en el estómago, mis manos me sudaban, pero ya estaba en esto. No había marcha atrás.  

–Correcto. Adivinación. –Lo dijo con un tono de repulsión. –Tú serás una sanadora. No vas a ir por ahí adivinando la vida del resto. Tú salvarás vidas. Creí que para eso te estabas preparando todos estos años. Todos tus electivos tienen que ver con la sanación. ¡No con adivinación!

–Pero a mi me gusta… –Mi voz ya era apenas más fuerte que un susurro. 

–Una cosa es que te guste y otra que lo practiques. No voy a tener una sobrina que sea solo una adivina. Ese no es el futuro que planee para tí.

Y ahí estaba. Mi vida siempre había sido planeada por mi tía. Estudiaría en su academia, sería la número uno, después estudiaría sanación. Supongo que ya tenía decidido hasta con quien me casaría y cuántos hijos iba a tener.

–Pero…

–¡Ya basta Annabel! Creí que te importaba tú futuro, pero veo que no es así. –Vi cómo rompía mi solicitud, para después volver a su escritorio y llenar una con los datos correctos. –Si sigues por este camino terminarás como tu madre y no voy a permitirlo. 

Mi madre. Siempre que me salia del camino que había impuesto mi tía me decía que iba a terminar como mi madre. 

Casi ni la recordaba, era pequeña cuando se fue y me dejó a cargo de mi tía. En todos estos años nunca había aparecido para darme una explicación. Según mi tía era una loca sin remedio, que había traicinado todas las costumbres de las brujas, era una vergüenza para la familia Alderwood.

–Sí tía. 

–Vete a clase. 

SalÍ de la oficina viendo que ya casi no tenÍa tiempo para desayunar. Suspire y me diriguí al salón de clase, yo no podía llegar tarde. Después tendría que comer algo. 

Poco tiempo despues ingresaron mis compañeras muy animadas poniendose al dia sobre lo que habían hecho el fin de semana. La gran mayoria viajaba a ver a sus familias y si no volvian los domingos en la tarde lo habian los lunes en la mañana. 

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