-Annabel-
–¿Me puedes explicar qué sucedió? –Mi tía me interrogó en cuanto estuvimos solas. –Este no es un comportamiento normal en tí.
–Estaba en el baño, salí y me encontré a Isabella. Empezó a decir tonterías y después me golpeó y yo me defendí. –Resumí.
–Quiero detalles. –Me dijo. Mi mente se vino el recuerdo de cuando le pidió detalles a Dianna. Conmigo no podía hacer eso.
–Isabella me odia. –Lo mejor para mí era seguir como si nada. Aunque si fuera por mi me iría de esta oficina lo más rápido posible. –Tiene la loca idea de que yo me creo perfecta y que por eso la rechacé cuando me ofreció su amistad.
–¿Es así? –Lo dijo como broma. De verdad no quería ni bromear con ella, pero no podía darme el lujo de que sospechara. Resople.
–Eso es absurdo. Ella creía que siendo mi amiga podría tener conexiones contigo. Así que solo me quería usar. Nunca me agradó.
–¿Y eso que llorabas?
–Otro absurdo. No era así. –Mejor esa respuesta a la real.
Quedó un momento en silencio.
–Se merece perder su especialización. Escribiré a su maestra.
–No tía. Por favor deja el asunto pasar. Ya no quiero más problemas. Además ya nos diste un buen castigo. Estaremos lavando platos toda la noche. ¡Una semana! Es mucho.
–Es lo mínimo que se merecen. En este lugar no se pelea.
–No volverá a suceder tía.
–Eso espero o sino la próxima vez el castigo será peor. –Me advirtió. –Y ahora vete.
–Me retiro. Pase una buena tarde directora. –Me di la vuelta para salir.
–Recuerda que el viernes tenemos que visitar al consejo. –Me recordó.
–Si. Nos vemos.
En un pasillo retirado me apoyé en la pared y me deslicé hasta quedar sentada en el suelo. Suspiré.
No sabía qué iba a hacer. Mi tía me mentía, Dianna era su espía y una esclava, parece que tenía recuerdos borrados, iba a seguir una especialidad que no me gustaba, alguien llamada “Vera” vivía dentro de mí. Era demasiado. Y lo peor era que tenía que seguir como si no pasara nada.
Lo mejor para mí sería irme de esta academia. ¿Pero a dónde voy a ir? Tendría que esperar el momento adecuado para hacerlo y por el momento juntar la mayor cantidad de dinero que pueda.
Después de calmarme, me levanté y fuí a la biblioteca. Tenía que seguir con todo igual, no podía dejar que mi tía empezara a sospechar.
Al sentarme en mi lugar habitual saqué los libros de mi mochila y una vez más ví esos dos libros de adivinación. Miré a Dianna, ahora que lo pensaba había algo que no me cuadraba. ¿Por qué estaban esos libros en mi mochila si Dianna le contaba todo a mi tía? Ella me tiene que haber visto sacando esos libros, pero no se lo dijo a mi tía. ¿Por qué? A menos que a propósito dejara pasar ese detalle para ver si yo empezaba a dudar.
dudar. Lo mejor para mí en ese momento era dejar de pensar en esas cosas y concentrarme en mis tareas.
Esa noche, después de la cena me dirigí de mala gana a la cocina. Aunque no me arrepentía de los golpes que le había dado a Isabella, no quería pagar el castigo.
Después de ver la altura de los platos que tenía que lavar casi me arrepentí. Casi. Eran filas más filas. Hice una mueca mientras me arremangaba y empezaba. Ojalá hubiera un hechizo para esto. Pero nuestra magia no era mover una varita y listo, nuestra magia estaba en nuestra sangre y aunque si decíamos hechizos, teníamos que colocar nuestra magia en ellos. Si hacíamos pociones, los ingredientes iban con nuestra magia, si queríamos sanar a alguien por nuestras manos pasábamos nuestra magia a la otra persona, para sellar era lo mismo.
–Gracias por la ayuda chicas. –Una de las chicas de la cocina nos dijo. –Gracias a ustedes hoy nos iremos más temprano.
Todas las que estaban en la cocina nos dieron las gracias.
–Pues de nada. –Les dije. Si me tocaba estar ahí por lo menos que fuera un rato agradable. Isabella permaneció en silencio.
La rutina en la cocina era bastante alegre y el tiempo pasaba super rápido. Mientras conversaba con ellas iba lavando platos.
–¿Entonces no viven en la academia? –Me sorprendí. Yo siempre había creído que ellas también vivían acá.
–No. –Respondió Vivien. Una de las chicas más jóvenes de la cocina, no podía pasar de los veinte años. –Somos del pueblo. Aunque es como si viviéramos aquí. Entramos a las seis de la mañana y nos vamos a las diez de la noche. Aunque estos días hemos podido irnos más temprano gracias a ustedes. –Terminó burlándose.
–¿No tienen ningún día libre?
–Los fines de semana como quedan pocas estudiantes nos turnamos y ahí tenemos un día para descansar.
Terminé los últimos platos de ese día jueves y me estiré.
–¡Al fin termine! –Exclamé mientras me estiraba.
–Hasta mañana Annabel. –Empezaron a despedirse.
–Mañana no vengo. –Les informé. –Vuelvo el sábado.
–¿Y eso? –Se extrañaron.
–Mañana tengo una reunión con mi tía. –Les conté.
–¿Por qué no me extraña? Te libras del castigo fácilmente. –Murmuró Isabella al retirarse sin despedirse de nadie.
–Varias chicas hicieron gestos de desagrado a sus espaldas.
–Es insoportable.
–Si que lo es. –Les dí la razón.
–Debiste golpearla más duro. –Comentó Vivian.
–¡Vivian! ¡Eso no se dice! –La cocinera jefe la reprendió.
–Es verdad, jefa. Estos días se queda en silencio mientras cumple su castigo y se va en cuanto termina. Es como si la pudiéramos contagiar de algo.
–Aún así. Eso no se dice.
–Bueno jefa.
–¡No puede ser! –Escuchamos un grito de Roxana.
–¿Qué sucede? –La cuestionó la jefa.
–¡No encuentro mi pase! –Dijo asustada.
–¿Qué pase? –Pregunté confundida.
–¿Lo buscaste bien? –La jefa preguntó antes de responderme. –Con el pase podemos entrar y salir de la academia.
–¿Cómo? –no entendía. Creía que podían salir sin problemas.
La jefa me miró.
–Las estudiantes solo pueden salir los fines de semana y solo es con un pase, ¿verdad? Cuando confirmé, ella siguió. –En la semana siempre está cerrada, para nosotros poder entrar y salir necesitamos uno de estos –me mostró su propio pase, era un tipo de piedra cuadrada de color verde agua. Ahora notaba la diferencia, el de nosotras era color azul marino.
–¿Y no puede alguien salir con ella?
–No. Esto es solo para una persona, igual que el de ustedes. Si no lo encuentra tiene dos opciones: quedarse a pasar la noche en la academia, lo que ocasionaría que la despidieran, porque eso está prohibido y la segunda opción es que vaya con la directora para que ella la dejé salir… aunque eso también es una mala opción porque sería despedida.
–¿Despedida solo por eso? –Me sorprendí.
–La directora es estricta con estás cosas. Además que si este pase llega a manos de una estudiante podría salir sin que ella se enterara.
–¡Lo encontré! –Las compañeras de Roxana la ayudaron a buscar hasta que lo encontraron. –Gracias chicas. Nos vemos.
–Nos vemos. –me despedí y me fui a mi cuarto.
-Annabel- El viernes en la tarde después de clase me encontraba en mi dormitorio terminando de arreglarme para partir a la comida con el consejo. No era una reunión a la cual yo quisiera ir, pero tenía que hacerlo; lo último que quería era compartir con mi tía. Sentía que sus mentiras eran lo peor que me podía pasar, ella era la única familia que yo tenía. Fue ella la que me cuidó después de que mi madre desapareciera y ahora resultaba que solo quería vigilarme, ¿por qué? A eso todavía no le tenía respuesta. Casi no recordaba a mi mamá, ví a mi tía Morgan unas cuantas veces antes de que me explicara que mi mamá me había dejado con ella, que ahora viviríamos juntas.Dianna me miraba mientras me arreglaba.–Por tu cara se nota que no quieres ir. –Me dijo.–La verdad no. –Le respondí. –Pero tengo que hacerlo.He estado tan ocupada que ya no había seguido buscando información en la pulsera de Dianna. Además de que no quería seguir mirando y ver cosas peores de las que ya había visto. –
-Annabel-–Padre, reacciona. Miré a un hombre joven, no más de veinte años, que le hablaba al rey. “Que guapo”, no pude evitar ese pensamiento al verlo.–¿Reaccionar? ¡Todos están en mi contra! –El rey rugió. Con cada visión veía más loco al rey. –¡No es asi! –Su hijo le contradijo. Tenía algo… no sabía explicarlo, pero su cara de desesperación tocaba algo en mí y hacía que sintiera pena por él. Su padre no tenía la culpa, todo era la corona que lo estaba influenciando. –Padre… si sigues asi las manadas se unirán en nuestra contra. ¿Eso quieres? ¿Una guerra? –¡No se atreverían! ¡Son mis subditos! ¡Todos están por debajo de mí! –Gritó. El principe miró a su madre. –Se a vuelto loco. –La desesperación en su mirada lo decía todo. La reina solo lloraba. Se notaba que ella ya había perdido la esperanza de que su marido reaccionara. –¿Loco? –El rey repitió y lo miró, pero su mirada era como si estuviera en trance, no reconocía quien era quien. –¡Tú! ¡Quieres robar mi reino! ¡Quieres
-Annabel-–¿Qué me está queriendo decir? La consejera Sybilla solo negó con la cabeza. –Algún día lo sabrás. –Aquí están. –La voz de mi tía llegó a mis oídos. Dí la vuelta y ahí estaba en la entrada. –Tía.–¿Qué haces aquí Annabel? Desapareciste del salón. –Lo siento tía, me perdí.Después de eso la noche transcurrió con normalidad y ya era de madrugada cuando al fin pude dormir en mi cama. El fin de semana llegó y entre los deberes, visitar el pueblo para que me dieran dinero y mi castigo en la cocina se fue súper rápido.Pronto era el último día de mi castigo y estaba nerviosa. Si todo salía bien esa noche sería libre de todo esto. Podría seguir con mi vida tranquila. El pase de los empleados fue el que me dió la idea. Entonces para refrescar mi memoria había pasado todo mi tiempo libre en la biblioteca. Necesitaba un pase activo para salir, así que no podía robar uno de la oficina de la dirección.Esa noche antes de ir a cumplir mi castigo miré la pulsera de Dianna en mi muñ
Capítulo 11-Annabel-Sobrevivir por su cuenta era extremadamente difícil. Había pasado un mes desde que escapé de la academia y me encontraba desesperada. Primero había pasado un par de días en ese bosque y aunque de algún modo estar en un bosque se sentía bien para mí, no quería volver por el momento. Después, en el primer pueblo al que me atreví a entrar fue por muy poco tiempo y solo a buscar comida y una carpa pequeña con un saco de dormir. No pensaba pasar otra mala noche en la intemperie. Lo mejor para mí sería esconderme entre los humanos, pero sentía que aún me encontraba muy cerca de la academia. En el siguiente pueblo quería hacer lo mismo, entrar y salir, pero no tuvo tanta suerte. Era bastante pequeño y se sentó un momento en la plaza mientras comía una empanada que le había comprado a una señora de un carrito. –¡Oye muchacha! ¿Quieres saber tu destino? Solo por una moneda leo tu mano. –Una mujer se le acercó, estaba vestida con falda larga y varios collares.–¿Qué? –La
-Annabel-La oscuridad era muy grande, no podía ver, ni oír nada. ¿Dónde estaba? Traté de avanzar pero unas ramitas se incrustaron en mis pies, ahí me dí cuenta que estaba descalza y el blanco de mi camisón resaltaba en esa oscuridad. Avancé pendiente de todo mi entorno esperando que algo cambiara. Poco a poco fui capaz de distinguir las siluetas de los árboles. –Estoy en un bosque.¿Qué hacía ahí? Se notaba que estaba sola, así que seguí avanzando decidida a encontrar una salida de ese lugar. A lo lejos algo blanco empezó a acercarse. –Annabel despierta.Diana, mi compañera de cuarto, me despertó. Todo fue un sueño, pero lo sentí tan real…Me siento en la cama y me destapo, miro mis pies y están limpios. Siempre estuve en mi dormitorio. –¿Qué te pasa? –Diana me mira raro, pero no me importa. Ese sueño se sentía tan real… –¡Annabel! ¡Te estoy hablando! –Nada, nada. –Si no respondía seguirá preguntando hasta que me hiciera hablar. Llevaba 7 años siendo mi compañera de cuarto y ya
-Annabel-–Pobre familia Crowley.–Todos muertos. –...Afa Oscuro…Solo me llegaban pedazos de conversaciones. ¿Qué sucedió?La profesora Raven ingresó al aula y todas quedaron en silencio. En el transcurso del día seguí escuchando murmullos con lo que había sucedido el fin de semana y ya tenía más o menos claro que es lo que sucedía.El pueblo donde vivian los Crowley fue atacado por hombres lobos y no dejaron a ningun sobreviviente. Aunque la familia intentó hacerles frente, eran demasiados y mataron a todos. Nadie en el pueblo estaba preparado y los tomaron por sorpresa. ¿Y de qué manada eran los hombres lobos? Pues de Moonblack, la manada principal. Esa era la manada del Alfa de todos los Alfas. Era la manada del Alfa Oscuro, el hombre lobo más cruel de la historia…y el enemigo de todas las brujas. La disputa entre hombres lobos y brujas es tan antigua como el tiempo, nunca han podido llevarse bien y en cuanto se ven pelean hasta la muerte. Algunas dicen que esa es la razón por
-Annabel-–Pues sí. Eso era. –¿Por qué soñarías con un perro? –Mi tía estaba igual que yo. Completamente confundida. –¡Ni siquiera te gustan!–Pero el nombre… Vera… me resulta familiar. Es como si no fuera la primera vez que lo escucho. –Lo puedes haber escuchado en cualquier parte. Aquí en la academia o en algún viaje. –Puede ser. –Dije con duda. Haberlo escuchado en la academia era difícil. Ese nombre no sonaba mucho a alguna bruja. Y en los viajes que hacía con mi tía en vacaciones nunca iba a ningún lado sola. Siempre con ella. –Puede ser que lo haya leído en un libro. –Puede ser. –Aunque se notaba que tampoco creía en eso. –¿Te parece si mañana vamos a la biblioteca después de clase y buscamos información sobre ese nombre? –Me parece. –La verdad igual me entusiasmaba investigar el tema con ella. Estaba lista para irme cuando una vez más me detuvo. –Hoy cena conmigo. Pareciera que cada vez pasamos menos tiempo juntas. Eso era verdad. Cuando era más pequeña siempre terminaba
-Annabel-En cuanto me levanté empecé a arreglarme para un nuevo día. El día anterior había llegado tan cansada que dormí con mi ropa puesta. –Buenos días Annabel. –la voz de Dianna sonaba rara.–Buenos días. –Miré a Dianna que estaba sentada en su cama. Tenía una mirada extraña. –¿Qué pasa?–Nada. –Su voz sonaba decepcionada.Tomé mi mochila que estaba en el suelo al lado de mi cama y busqué los libros que necesitaba para ese día y sacar los que ya no necesitaría. Solo que tenía dos libros que no recordaba cómo habían llegado ahí; “Guía de sueños. Adivina tú futuro” y “¿Los sueños dicen el futuro?”.¿De dónde salieron esos libros? Al revisarlos sabía que pertenecían a la biblioteca, pero no recordaba cuándo fue que yo los tomé de ahí. Tendría que devolverlos después de clases. Aunque igual podría ojearlos. Con mi mochila lista, terminé de arreglarme. Me peine, me coloqué perfume y arreglé mis pulseras. Un momento.¿Por qué tenía una pulsera qué no era mía y no recordaba de dónde l