Capítulo 6

-Annabel-

Ya era de noche cuando mi tía volvió y bajó a Dianna, ella cayó al suelo todavía inconsciente. Luego, mi tía le dió una poción y eso hizo que en un par de minutos Dianna despertara.

–Vete. Y recuerda nunca más en tu vida ponerte en mi contra. –Le advirtió. –No ganarás.

–Si ama. 

Dianna salió lentamente del lugar llorando. El camino de vuelta fué una tortura. Se cayó varias veces y muchas otras paraba solo para descansar. Cada movimiento le dolía.

Cuando entramos a nuestra habitación yo estaba durmiendo. Dianna no fue para nada silenciosa y aún así no me desperté. 

Se desvistió y fue a darse una ducha. Mientras la esperaba me acerqué a verme y no tenía indicios de despertar. Estaba profundamente dormida, lo que se me hacía extraño, porque siempre he tenido un sueño ligero. 

–Supongo que estoy drogada. 

Cuando salió Dianna del baño fue directo a su mesita de noche a buscar desinfectante para tratar sus heridas. Cómo pudo las limpió mirándose en el espejo. 

Luego se acostó y miró esa única pulsera en su muñeca, la misma que yo tenía para ver retos recuerdo y se la saco con un gesto de rabia. 

–¡No sirves! ¡Nunca seré libre! 

Me tuve que sentar en el inodoro después de ver eso. ¿Como nunca me dí cuenta que Dianna era maltratada? ¿Qué me daba para que yo olvidara todo? ¿Una poción? ¿O es un sello? Ella es especialista en sellado, así que eso tiene que ser. ¿Qué gana mi tía con todo esto? ¡Soy su sobrina! ¡Dianna es un ser humano! No merecemos todo esto. 

No podía demorar más. Era mejor no meter en problemas a Dianna, así que salí del baño para dirigirme a la biblioteca. Solo que tenía compañía. Por el espejo me estaba mirando Isabella. 

–¿Lloraba la bebé? –dijo con burla.

–Qué te importa. 

Me lavé el rostro para tratar de ocultar mis ojos rojos. No quería que alguien más dijera algo. 

–¿Ya te vas? Justo cuando estabamos empezando a llevarnos bien. –¿Qué buscaba Isabella? Ya me tenía harta. Esta era la primera vez que nos encontrabamos a solas y ya era hora de decirle algunas verdades. 

–¿Qué te pasa? –Le cuestioné. No tenía paciencia para esto. Tenía problemas mucho más serios. 

–¿A mí? Nada. Tú eres la que esta llorando. ¿Qué pasó? ¿Tú querida tía no te compró algun capricho? –La burla no dejaba su voz.

–¿De que hablas? 

–¿Por cuál otro motivo puedes estar así? –Movió el brazo apuntandome. Su voz sonaba con envidia. –Lo tienes todo. 

–¿Todo? –Repetí. –Isabella… eres una idiota. 

–¿Idiota? ¿Idiota yo? ¡Tú lo eres! Avanzas por la academia como si fueras mejor que el resto. No dejas que nadie se te acerque, como si tú fueras demasiado perfecta y nadie se encuentra a tu altura. –Empezó practicamente a gritar. Era como si eso lo hubiese tenido guardado por mucho tiempo y recién lo estaba diciendo.

–¿No dejo a nadie o no te dejo a tí? –Le respondo. –Eso es lo que siempre has querido; estar cerca mío. ¿Por qué? ¿Crees que mi tía te ayudaría? ¿Qué así tendrías tu futuro asegurado? Déjame decirte que estás completamente equivocada. ¡No obtendrás nada de ella! 

– ¡Tú…! –Ví como Isabella no encontraba palabras para responderme y apretaba sus puños. Terminó por acortar la distancia entre nosotras y darme una cachetada. ¿Qué tenía todo el mundo que le gustaba llegar a los golpes? 

–¿Quién te crees que eres para golpearme? –No era de golpes, pero tampoco me iba a dejar. Agarre todo el cabello que pude y tire ayudandome con una zancadilla para tirarla al piso. Ella solo pudo gritar. Pronto estábamos dando vueltas por el piso del baño en medio de rasguños, tirones de pelo y cachetadas. Estábamos haciendo el mayor escándalo y pronto sentí como alguien me tomaba de los hombros y me sacaba de encima de Isabella. 

–¡Detente Annabel! –Era Dianna. 

Estaba respirando con dificultad. Mire el estado de Isabella y me sentí orgullosa que ella estaba peor que yo. 

–¿Qué esta pasando aquí? –Todo quedó en silencia. La directora, mi tía, llegó a la escena. 

–Directora Alderwood yo…

–¡Silencio! –Mi tía no dejo que Isabella hablara. –¡A mi oficina las tres!

¿Las tres? Dianna no tenía nada que ver en esto. Solo se metió para separarnos. La mire y le dije “perdón” con los labios. Ella solo movió la cabeza. 

El camino a la dirección fue en silencio y aún así podíamos sentir que mi tía estaba furiosa. 

–Ahora sí. –Empezó a hablar en cuanto ingresamos a su oficina. Las tres seguíamos de pie mientras mi tía se sentaba. –¿Qué pasó? 

Las tres estabamos en silencio. Isabella ya no quería hablar. Parece ser que recién se daba cuenta que era tan culpable en lo que había pasado como yo. 

–¿Ahora no dicen nada? 

–Con Annabel nos dirigiamos a la biblioteca y ella se desvió al baño. –Dianna empezo a contar. –Yo la esperaba cerca, pero cuando escuche los gritos fui a ver que pasaba y las separé. 

Isabelle tiene que haber decidido que no seria la última en hablar, porque fue la siguiente.

–Yo llegué al baño y ella estaba recién saliendo. Estaba como loca… llorando y gritando y solo se me fue encima.

La miré sorprendida. ¡Qué mentirosa!

–¡Eso es mentira! En cuanto salí del baño empezaste a burlarte y fuiste la primera en golpear. Yo solo me defendí. –Aclaré. 

–Tú eres la que esta mintiendo. Directora tiene que creerme. Siempre he tenido buen comportamiento. –Practicamente estaba rogando.

–¿Así que solo eres grosera cuando no hay un adulto mirando? –No pude resistirme a decirle eso. –Eres una falsa.

–¡Mírela! –Me apuntó con el dedo– ¡Sigue delante de usted!

–¡Basta! –mi tía me miró. –Ese comportamiento no te ayuda en nada Annabel. Este no es un comportamiento aceptable para las alumnas de esta academia. ¡El de ninguna de las dos! ¡Ambas tendrán un castigo! Ayudaran en las cocinas lavando toda la loza por una semana.

–Pero…

–¿O prefieres que avise a tus padres? –Interrumpió mi tía a Isabella. –¿O a sus maestras en la especialización que harán?

Eso la dejó callada.

–Empiezan esta noche. –Despues de eso salimos de la oficina.

–Ese será el único beneficio que obtendrás de la directora. Que no llame a tus padres ni a tu futura maestra.

Isabella no dijo nada mientras se alejaba más rápido. 

Con Dianna no nos habíamos alejado tanto cuando escuchamos la puerta volver a abrirse. 

–Annabel. –Escuché la voz de mi tía. –Ven. 

–Nos vemos en la biblioteca. –Me despedí de Dianna antes de dar media vuelta y volver a la oficina de mi tía.

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