-Annabel-
Ya era de noche cuando mi tía volvió y bajó a Dianna, ella cayó al suelo todavía inconsciente. Luego, mi tía le dió una poción y eso hizo que en un par de minutos Dianna despertara.
–Vete. Y recuerda nunca más en tu vida ponerte en mi contra. –Le advirtió. –No ganarás.
–Si ama.
Dianna salió lentamente del lugar llorando. El camino de vuelta fué una tortura. Se cayó varias veces y muchas otras paraba solo para descansar. Cada movimiento le dolía.
Cuando entramos a nuestra habitación yo estaba durmiendo. Dianna no fue para nada silenciosa y aún así no me desperté.
Se desvistió y fue a darse una ducha. Mientras la esperaba me acerqué a verme y no tenía indicios de despertar. Estaba profundamente dormida, lo que se me hacía extraño, porque siempre he tenido un sueño ligero.
–Supongo que estoy drogada.
Cuando salió Dianna del baño fue directo a su mesita de noche a buscar desinfectante para tratar sus heridas. Cómo pudo las limpió mirándose en el espejo.
Luego se acostó y miró esa única pulsera en su muñeca, la misma que yo tenía para ver retos recuerdo y se la saco con un gesto de rabia.
–¡No sirves! ¡Nunca seré libre!
Me tuve que sentar en el inodoro después de ver eso. ¿Como nunca me dí cuenta que Dianna era maltratada? ¿Qué me daba para que yo olvidara todo? ¿Una poción? ¿O es un sello? Ella es especialista en sellado, así que eso tiene que ser. ¿Qué gana mi tía con todo esto? ¡Soy su sobrina! ¡Dianna es un ser humano! No merecemos todo esto.
No podía demorar más. Era mejor no meter en problemas a Dianna, así que salí del baño para dirigirme a la biblioteca. Solo que tenía compañía. Por el espejo me estaba mirando Isabella.
–¿Lloraba la bebé? –dijo con burla.
–Qué te importa.
Me lavé el rostro para tratar de ocultar mis ojos rojos. No quería que alguien más dijera algo.
–¿Ya te vas? Justo cuando estabamos empezando a llevarnos bien. –¿Qué buscaba Isabella? Ya me tenía harta. Esta era la primera vez que nos encontrabamos a solas y ya era hora de decirle algunas verdades.
–¿Qué te pasa? –Le cuestioné. No tenía paciencia para esto. Tenía problemas mucho más serios.
–¿A mí? Nada. Tú eres la que esta llorando. ¿Qué pasó? ¿Tú querida tía no te compró algun capricho? –La burla no dejaba su voz.
–¿De que hablas?
–¿Por cuál otro motivo puedes estar así? –Movió el brazo apuntandome. Su voz sonaba con envidia. –Lo tienes todo.
–¿Todo? –Repetí. –Isabella… eres una idiota.
–¿Idiota? ¿Idiota yo? ¡Tú lo eres! Avanzas por la academia como si fueras mejor que el resto. No dejas que nadie se te acerque, como si tú fueras demasiado perfecta y nadie se encuentra a tu altura. –Empezó practicamente a gritar. Era como si eso lo hubiese tenido guardado por mucho tiempo y recién lo estaba diciendo.
–¿No dejo a nadie o no te dejo a tí? –Le respondo. –Eso es lo que siempre has querido; estar cerca mío. ¿Por qué? ¿Crees que mi tía te ayudaría? ¿Qué así tendrías tu futuro asegurado? Déjame decirte que estás completamente equivocada. ¡No obtendrás nada de ella!
– ¡Tú…! –Ví como Isabella no encontraba palabras para responderme y apretaba sus puños. Terminó por acortar la distancia entre nosotras y darme una cachetada. ¿Qué tenía todo el mundo que le gustaba llegar a los golpes?
–¿Quién te crees que eres para golpearme? –No era de golpes, pero tampoco me iba a dejar. Agarre todo el cabello que pude y tire ayudandome con una zancadilla para tirarla al piso. Ella solo pudo gritar. Pronto estábamos dando vueltas por el piso del baño en medio de rasguños, tirones de pelo y cachetadas. Estábamos haciendo el mayor escándalo y pronto sentí como alguien me tomaba de los hombros y me sacaba de encima de Isabella.
–¡Detente Annabel! –Era Dianna.
Estaba respirando con dificultad. Mire el estado de Isabella y me sentí orgullosa que ella estaba peor que yo.
–¿Qué esta pasando aquí? –Todo quedó en silencia. La directora, mi tía, llegó a la escena.
–Directora Alderwood yo…
–¡Silencio! –Mi tía no dejo que Isabella hablara. –¡A mi oficina las tres!
¿Las tres? Dianna no tenía nada que ver en esto. Solo se metió para separarnos. La mire y le dije “perdón” con los labios. Ella solo movió la cabeza.
El camino a la dirección fue en silencio y aún así podíamos sentir que mi tía estaba furiosa.
–Ahora sí. –Empezó a hablar en cuanto ingresamos a su oficina. Las tres seguíamos de pie mientras mi tía se sentaba. –¿Qué pasó?
Las tres estabamos en silencio. Isabella ya no quería hablar. Parece ser que recién se daba cuenta que era tan culpable en lo que había pasado como yo.
–¿Ahora no dicen nada?
–Con Annabel nos dirigiamos a la biblioteca y ella se desvió al baño. –Dianna empezo a contar. –Yo la esperaba cerca, pero cuando escuche los gritos fui a ver que pasaba y las separé.
Isabelle tiene que haber decidido que no seria la última en hablar, porque fue la siguiente.
–Yo llegué al baño y ella estaba recién saliendo. Estaba como loca… llorando y gritando y solo se me fue encima.
La miré sorprendida. ¡Qué mentirosa!
–¡Eso es mentira! En cuanto salí del baño empezaste a burlarte y fuiste la primera en golpear. Yo solo me defendí. –Aclaré.
–Tú eres la que esta mintiendo. Directora tiene que creerme. Siempre he tenido buen comportamiento. –Practicamente estaba rogando.
–¿Así que solo eres grosera cuando no hay un adulto mirando? –No pude resistirme a decirle eso. –Eres una falsa.
–¡Mírela! –Me apuntó con el dedo– ¡Sigue delante de usted!
–¡Basta! –mi tía me miró. –Ese comportamiento no te ayuda en nada Annabel. Este no es un comportamiento aceptable para las alumnas de esta academia. ¡El de ninguna de las dos! ¡Ambas tendrán un castigo! Ayudaran en las cocinas lavando toda la loza por una semana.
–Pero…
–¿O prefieres que avise a tus padres? –Interrumpió mi tía a Isabella. –¿O a sus maestras en la especialización que harán?
Eso la dejó callada.
–Empiezan esta noche. –Despues de eso salimos de la oficina.
–Ese será el único beneficio que obtendrás de la directora. Que no llame a tus padres ni a tu futura maestra.
Isabella no dijo nada mientras se alejaba más rápido.
Con Dianna no nos habíamos alejado tanto cuando escuchamos la puerta volver a abrirse.
–Annabel. –Escuché la voz de mi tía. –Ven.
–Nos vemos en la biblioteca. –Me despedí de Dianna antes de dar media vuelta y volver a la oficina de mi tía.
-Annabel- –¿Me puedes explicar qué sucedió? –Mi tía me interrogó en cuanto estuvimos solas. –Este no es un comportamiento normal en tí.–Estaba en el baño, salí y me encontré a Isabella. Empezó a decir tonterías y después me golpeó y yo me defendí. –Resumí.–Quiero detalles. –Me dijo. Mi mente se vino el recuerdo de cuando le pidió detalles a Dianna. Conmigo no podía hacer eso. –Isabella me odia. –Lo mejor para mí era seguir como si nada. Aunque si fuera por mi me iría de esta oficina lo más rápido posible. –Tiene la loca idea de que yo me creo perfecta y que por eso la rechacé cuando me ofreció su amistad. –¿Es así? –Lo dijo como broma. De verdad no quería ni bromear con ella, pero no podía darme el lujo de que sospechara. Resople.–Eso es absurdo. Ella creía que siendo mi amiga podría tener conexiones contigo. Así que solo me quería usar. Nunca me agradó.–¿Y eso que llorabas?–Otro absurdo. No era así. –Mejor esa respuesta a la real. Quedó un momento en silencio.–Se merece pe
-Annabel- El viernes en la tarde después de clase me encontraba en mi dormitorio terminando de arreglarme para partir a la comida con el consejo. No era una reunión a la cual yo quisiera ir, pero tenía que hacerlo; lo último que quería era compartir con mi tía. Sentía que sus mentiras eran lo peor que me podía pasar, ella era la única familia que yo tenía. Fue ella la que me cuidó después de que mi madre desapareciera y ahora resultaba que solo quería vigilarme, ¿por qué? A eso todavía no le tenía respuesta. Casi no recordaba a mi mamá, ví a mi tía Morgan unas cuantas veces antes de que me explicara que mi mamá me había dejado con ella, que ahora viviríamos juntas.Dianna me miraba mientras me arreglaba.–Por tu cara se nota que no quieres ir. –Me dijo.–La verdad no. –Le respondí. –Pero tengo que hacerlo.He estado tan ocupada que ya no había seguido buscando información en la pulsera de Dianna. Además de que no quería seguir mirando y ver cosas peores de las que ya había visto. –
-Annabel-–Padre, reacciona. Miré a un hombre joven, no más de veinte años, que le hablaba al rey. “Que guapo”, no pude evitar ese pensamiento al verlo.–¿Reaccionar? ¡Todos están en mi contra! –El rey rugió. Con cada visión veía más loco al rey. –¡No es asi! –Su hijo le contradijo. Tenía algo… no sabía explicarlo, pero su cara de desesperación tocaba algo en mí y hacía que sintiera pena por él. Su padre no tenía la culpa, todo era la corona que lo estaba influenciando. –Padre… si sigues asi las manadas se unirán en nuestra contra. ¿Eso quieres? ¿Una guerra? –¡No se atreverían! ¡Son mis subditos! ¡Todos están por debajo de mí! –Gritó. El principe miró a su madre. –Se a vuelto loco. –La desesperación en su mirada lo decía todo. La reina solo lloraba. Se notaba que ella ya había perdido la esperanza de que su marido reaccionara. –¿Loco? –El rey repitió y lo miró, pero su mirada era como si estuviera en trance, no reconocía quien era quien. –¡Tú! ¡Quieres robar mi reino! ¡Quieres
-Annabel-–¿Qué me está queriendo decir? La consejera Sybilla solo negó con la cabeza. –Algún día lo sabrás. –Aquí están. –La voz de mi tía llegó a mis oídos. Dí la vuelta y ahí estaba en la entrada. –Tía.–¿Qué haces aquí Annabel? Desapareciste del salón. –Lo siento tía, me perdí.Después de eso la noche transcurrió con normalidad y ya era de madrugada cuando al fin pude dormir en mi cama. El fin de semana llegó y entre los deberes, visitar el pueblo para que me dieran dinero y mi castigo en la cocina se fue súper rápido.Pronto era el último día de mi castigo y estaba nerviosa. Si todo salía bien esa noche sería libre de todo esto. Podría seguir con mi vida tranquila. El pase de los empleados fue el que me dió la idea. Entonces para refrescar mi memoria había pasado todo mi tiempo libre en la biblioteca. Necesitaba un pase activo para salir, así que no podía robar uno de la oficina de la dirección.Esa noche antes de ir a cumplir mi castigo miré la pulsera de Dianna en mi muñ
Capítulo 11-Annabel-Sobrevivir por su cuenta era extremadamente difícil. Había pasado un mes desde que escapé de la academia y me encontraba desesperada. Primero había pasado un par de días en ese bosque y aunque de algún modo estar en un bosque se sentía bien para mí, no quería volver por el momento. Después, en el primer pueblo al que me atreví a entrar fue por muy poco tiempo y solo a buscar comida y una carpa pequeña con un saco de dormir. No pensaba pasar otra mala noche en la intemperie. Lo mejor para mí sería esconderme entre los humanos, pero sentía que aún me encontraba muy cerca de la academia. En el siguiente pueblo quería hacer lo mismo, entrar y salir, pero no tuvo tanta suerte. Era bastante pequeño y se sentó un momento en la plaza mientras comía una empanada que le había comprado a una señora de un carrito. –¡Oye muchacha! ¿Quieres saber tu destino? Solo por una moneda leo tu mano. –Una mujer se le acercó, estaba vestida con falda larga y varios collares.–¿Qué? –La
-Annabel-Mi corazón se aceleró, pero después recordé que él no me conocía, así que no tenía por qué preocuparme. Pasó por mi lado y mientras yo esperaba que siguiera de largo no lo hizo. Se detuvo y me miró. Inspiró. Sus ojos se pusieron negros. Estaba embelesada, era muy distinto verlo en persona a ver un recuerdo. En el recuerdo solo me había llamado la atención, ahora en persona era algo que no podía describir. Lo necesitaba más cerca, yo quería que él me tocara. Lo anhelaba. Y lo hizo. Me tomó del brazo y me acercó a él. Solo que de un momento a otro me empujó y se alejó.–¿Qué fue eso? –Susurré para mí.No pensé más en eso y me fui del terminal buscando un lugar donde pasar la noche. Mientras caminaba por las calles oscuras sentía que alguien me seguía, pero no veía a nadie. ¿Mi tía ya me encontró? Solo pensar en eso me asustaba. No estuve tranquila hasta estar resguardada dentro de una habitación. Esa noche soñé con unos ojos negros que me transmitían paz. A la mañana siguie
-Annabel-Corrí a mi habitación lista para tomar mis cosas y salir de ahí. No quería tener nada que ver con ese hombre lobo. Estaba ordenando todo a la carrera cuando escucho que la puerta se abre y veo ingresar a mi supuesto compañero. –¡Vete!–No me voy. –Y para demostrar su punto se sentó en la cama con toda la confianza del mundo. ¿Y este que se creía? Lo fulminé con la mirada y con mi mochila al hombre estaba lista para salir.–¿De quien escapas? –Me llegó la pregunta. Lo ignoré y seguí a la puerta solo que no me esperaba que me tomara del brazo y no me dejara salir. –No niña bonita, de aquí tú no sales hasta que hablemos. –No tengo nada que hablar contigo. –Tú no, pero yo sí. Así que se una buena niña y responde mis preguntas. ¿Buena niña? –¡No me trates así! No soy ninguna niña. –¿No lo eres? –¡No! –Estaba furiosa. Lo que este tipo necesitaba era que le gritara unas cuantas verdades. –Pues por tu forma de actuar, no lo creería. –¡Eres insoportable! –Me removí hasta qu
-Annabel-En cuanto salí del hotel no miré atrás. ¡Necesitaba dinero y lo necesitaba ya! Las palabras de Darius seguÍan en mi mente. ¿Compañera? ¿Era su compañera? ¿Cómo era eso posible? Según yo, eso era imposible. Nuestras especies siempre se han llevado mal, así que él tiene que estar equivocado. No podía volver al terminal, pero busqué lugares transitados y me puse una vez más a leerle el futuro a la gente. Eso era lo más rápido para ganar dinero. Con el paso de las horas me empecé a relajar al no ver aparecer a mi nuevo tormento personal. No lo quería ver. –Alderwood. Un apellido poco común. –Esa voz. Ni siquiera tenía que volverme para saber a quién pertenecía. –¿Me estás siguiendo? –La pregunta me salió entre dientes. –Nop –Pero lo decía de tal forma que era imposible creerle. –Solo pasaba por aquí. –Sí claro. –Eso no se lo creía ni él. –Pero volviendo al asunto. Alderwood. ¿Qué relación tienes con Morgan Alderwood? Lo miré sorprendida. ¿Conocía a mi tía? –¿La conoces?