-Annabel-
El viernes en la tarde después de clase me encontraba en mi dormitorio terminando de arreglarme para partir a la comida con el consejo. No era una reunión a la cual yo quisiera ir, pero tenía que hacerlo; lo último que quería era compartir con mi tía. Sentía que sus mentiras eran lo peor que me podía pasar, ella era la única familia que yo tenía. Fue ella la que me cuidó después de que mi madre desapareciera y ahora resultaba que solo quería vigilarme, ¿por qué? A eso todavía no le tenía respuesta. Casi no recordaba a mi mamá, ví a mi tía Morgan unas cuantas veces antes de que me explicara que mi mamá me había dejado con ella, que ahora viviríamos juntas.
Dianna me miraba mientras me arreglaba.
–Por tu cara se nota que no quieres ir. –Me dijo.
–La verdad no. –Le respondí. –Pero tengo que hacerlo.
He estado tan ocupada que ya no había seguido buscando información en la pulsera de Dianna. Además de que no quería seguir mirando y ver cosas peores de las que ya había visto.
–Que te vaya bien. –Se despidió una vez que me vió saliendo del dormitorio con un vestido azul medianoche con manga larga.
–Estoy lista tía. –Le dije en cuanto llegué a la puerta de la academia. Ella me miró para comprobar si estaba bien vestida y cuando pasé su aprobación partimos hacia el consejo. Fue un viaje de una hora que se me hizo eterno. Me quedé en silencio todo el camino.
–Recuerda estar en tu mejor comportamiento. –Me advirtió mi tía en cuanto llegamos.
–Sí tía. –Le respondí. –Eso lo tengo muy claro.
No pude evitar quedarme boquiabierta al ver el magnífico castillo al que habíamos llegado. Nos escoltaron hasta el salón donde nos esperaban las cinco consejeras, cada una de ellas una especialista en su área: sanación, adivinación, pocionista, selladora e invocación.
–Muchas gracias por la invitación. –Mi tía los saludó y yo la imité. Me fueron presentando a cada uno de ellos y los fui saludando.
La consejera Elphaba era una mujer mayor con una mirada dura, en sus ojos solo había amargura. En cuanto la ví sentí que la odiaba, lo mejor para mi sería mantenerme lo más alejada posible de ella. Solo que me fue imposible evitarla. De algún modo quedé al lado de ella.
–Así que tú eres esa chica. –Empezó con frialdad.
¿Esa chica?
–Mi tía me ha hablado mucho de usted. –Trate de ser amable.
–Mmm –Hizo un sonido raro mientras me miraba de pies a cabeza. –No me gustan las inútiles.
–No lo soy. –¿Y esta bruja que se cree?
–Veremos. –Y luego se fue. Me dejó sola. ¿Así iba a ser como mi maestra? ¡Sería un calvario!
Necesitaba unos momentos a solas, así que salí con rumbo al baño. Solo que se me olvidó un pequeño detalle. Era un castillo en el que estaba por primera vez e iba distraída.
Me perdí.
Me paré en medio de un pasillo, buscando algún lugar a donde ir. ¿Devolverme o seguir? Retrocedí hasta el inicio de ese pasillo, pero no sabía a cual lado seguir. ¿Derecha o izquierda? Izquierda. Avancé y al fondo había unas puertas grandes las cuales abrí un poquito para observar qué había adentro. En una de esas podía ser otra entrada al salón en el que estaban todos.
Estaba equivocada.
Adentro estaban diferentes objetos, la curiosidad fue más fuerte y entré por completo. Había un bastón con una pequeña placa que indicaba ser del mago Galadriel. Eran pocos los magos en nuestro mundo y cuando nacía un hombre con magia en su cuerpo se sabía que sería poderoso. Hace más de cien años que no nacía uno. Dí una mirada en general y vi otros objetos y pinturas. Avancé dando una mirada superficial por el lugar hasta llegar al lugar donde estaba una corona, esta no tenía ninguna placa con alguna descripción. Esta corona era de oro con rubíes que se mostraba imponente.
Antes de darme cuenta, mis manos iban hacía ella. Sentía que esa corona me llamaba. No pude evitarlo, tenía que poner mis manos sobre ella.
Estaba oscuro, la corona estaba en manos de una figura que se encontraba con una capa con capucha. Estaba susurrando tan bajo que apenas escuchaba un murmullo y con sus manos iba creando diseños en la corona. Reconocía eso: era una bruja selladora. Cuando terminó volvió a dejar la corona en su sitio y salió del lugar.
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Esta vez aparecí al lado de un hombre que portaba la corona. Miraba a todos con furia.
–¡Si yo digo que los impuestos suben, es porque los impuestos suben!
–Mi señor… las manadas no pueden pagar más. Entienda. –¿Manadas?
–¿Entender que? Todos son unos inútiles. Ellos tienen que pagar para que yo los proteja. ¡Yo soy el rey!
–Cariño… ¿Qué te sucede? Este no eres tú. –Una mujer trataba de apaciguarlo.
–¿No soy yo? –El hombre repitió. –Son estos inútiles que me enfurecen. No saben hacer su trabajo.
–Mi amor… las manadas ya pagan suficiente a la corona. Si pedimos más no tendrán para alimentar a su gente. Por favor, entiende. –Las palabras de ella sí tuvieron efecto en él.
–Tienes razón amor mío.
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–¡Quiero la muerte del Alfa Casper!
–¡Mi señor! –La misma mujer, he de asumir que es la reina, habló. –No puede ordenar eso.
–Puedo y lo haré. Ese Alfa me insultó.
–¿Y su manada? ¿Qué será de ellos?
–No me importa. –Un momento de silencio y después habló el rey. –Matenlos a todos.
–¡No! –Gritó la reina.
–¡Callate! –El rey golpeó a la reina.
Ella llevó su mano a su rostro después de la bofetada completamente sorprendida.
–Este no eres tú.
Ahí vino a reaccionar y la abrazó.
–Lo siento. Lo siento. No se que me pasó. –Pedía disculpas mientras lloraba. –Tú tienes razón, por algo insignificante el Alfa Casper no tiene que morir.
–¿Qué sucede mi compañero?
–No lo sé, amada mía. No lo sé. No puedo evitarlo.
-Annabel-–Padre, reacciona. Miré a un hombre joven, no más de veinte años, que le hablaba al rey. “Que guapo”, no pude evitar ese pensamiento al verlo.–¿Reaccionar? ¡Todos están en mi contra! –El rey rugió. Con cada visión veía más loco al rey. –¡No es asi! –Su hijo le contradijo. Tenía algo… no sabía explicarlo, pero su cara de desesperación tocaba algo en mí y hacía que sintiera pena por él. Su padre no tenía la culpa, todo era la corona que lo estaba influenciando. –Padre… si sigues asi las manadas se unirán en nuestra contra. ¿Eso quieres? ¿Una guerra? –¡No se atreverían! ¡Son mis subditos! ¡Todos están por debajo de mí! –Gritó. El principe miró a su madre. –Se a vuelto loco. –La desesperación en su mirada lo decía todo. La reina solo lloraba. Se notaba que ella ya había perdido la esperanza de que su marido reaccionara. –¿Loco? –El rey repitió y lo miró, pero su mirada era como si estuviera en trance, no reconocía quien era quien. –¡Tú! ¡Quieres robar mi reino! ¡Quieres
-Annabel-–¿Qué me está queriendo decir? La consejera Sybilla solo negó con la cabeza. –Algún día lo sabrás. –Aquí están. –La voz de mi tía llegó a mis oídos. Dí la vuelta y ahí estaba en la entrada. –Tía.–¿Qué haces aquí Annabel? Desapareciste del salón. –Lo siento tía, me perdí.Después de eso la noche transcurrió con normalidad y ya era de madrugada cuando al fin pude dormir en mi cama. El fin de semana llegó y entre los deberes, visitar el pueblo para que me dieran dinero y mi castigo en la cocina se fue súper rápido.Pronto era el último día de mi castigo y estaba nerviosa. Si todo salía bien esa noche sería libre de todo esto. Podría seguir con mi vida tranquila. El pase de los empleados fue el que me dió la idea. Entonces para refrescar mi memoria había pasado todo mi tiempo libre en la biblioteca. Necesitaba un pase activo para salir, así que no podía robar uno de la oficina de la dirección.Esa noche antes de ir a cumplir mi castigo miré la pulsera de Dianna en mi muñ
Capítulo 11-Annabel-Sobrevivir por su cuenta era extremadamente difícil. Había pasado un mes desde que escapé de la academia y me encontraba desesperada. Primero había pasado un par de días en ese bosque y aunque de algún modo estar en un bosque se sentía bien para mí, no quería volver por el momento. Después, en el primer pueblo al que me atreví a entrar fue por muy poco tiempo y solo a buscar comida y una carpa pequeña con un saco de dormir. No pensaba pasar otra mala noche en la intemperie. Lo mejor para mí sería esconderme entre los humanos, pero sentía que aún me encontraba muy cerca de la academia. En el siguiente pueblo quería hacer lo mismo, entrar y salir, pero no tuvo tanta suerte. Era bastante pequeño y se sentó un momento en la plaza mientras comía una empanada que le había comprado a una señora de un carrito. –¡Oye muchacha! ¿Quieres saber tu destino? Solo por una moneda leo tu mano. –Una mujer se le acercó, estaba vestida con falda larga y varios collares.–¿Qué? –La
-Annabel-Mi corazón se aceleró, pero después recordé que él no me conocía, así que no tenía por qué preocuparme. Pasó por mi lado y mientras yo esperaba que siguiera de largo no lo hizo. Se detuvo y me miró. Inspiró. Sus ojos se pusieron negros. Estaba embelesada, era muy distinto verlo en persona a ver un recuerdo. En el recuerdo solo me había llamado la atención, ahora en persona era algo que no podía describir. Lo necesitaba más cerca, yo quería que él me tocara. Lo anhelaba. Y lo hizo. Me tomó del brazo y me acercó a él. Solo que de un momento a otro me empujó y se alejó.–¿Qué fue eso? –Susurré para mí.No pensé más en eso y me fui del terminal buscando un lugar donde pasar la noche. Mientras caminaba por las calles oscuras sentía que alguien me seguía, pero no veía a nadie. ¿Mi tía ya me encontró? Solo pensar en eso me asustaba. No estuve tranquila hasta estar resguardada dentro de una habitación. Esa noche soñé con unos ojos negros que me transmitían paz. A la mañana siguie
-Annabel-Corrí a mi habitación lista para tomar mis cosas y salir de ahí. No quería tener nada que ver con ese hombre lobo. Estaba ordenando todo a la carrera cuando escucho que la puerta se abre y veo ingresar a mi supuesto compañero. –¡Vete!–No me voy. –Y para demostrar su punto se sentó en la cama con toda la confianza del mundo. ¿Y este que se creía? Lo fulminé con la mirada y con mi mochila al hombre estaba lista para salir.–¿De quien escapas? –Me llegó la pregunta. Lo ignoré y seguí a la puerta solo que no me esperaba que me tomara del brazo y no me dejara salir. –No niña bonita, de aquí tú no sales hasta que hablemos. –No tengo nada que hablar contigo. –Tú no, pero yo sí. Así que se una buena niña y responde mis preguntas. ¿Buena niña? –¡No me trates así! No soy ninguna niña. –¿No lo eres? –¡No! –Estaba furiosa. Lo que este tipo necesitaba era que le gritara unas cuantas verdades. –Pues por tu forma de actuar, no lo creería. –¡Eres insoportable! –Me removí hasta qu
-Annabel-En cuanto salí del hotel no miré atrás. ¡Necesitaba dinero y lo necesitaba ya! Las palabras de Darius seguÍan en mi mente. ¿Compañera? ¿Era su compañera? ¿Cómo era eso posible? Según yo, eso era imposible. Nuestras especies siempre se han llevado mal, así que él tiene que estar equivocado. No podía volver al terminal, pero busqué lugares transitados y me puse una vez más a leerle el futuro a la gente. Eso era lo más rápido para ganar dinero. Con el paso de las horas me empecé a relajar al no ver aparecer a mi nuevo tormento personal. No lo quería ver. –Alderwood. Un apellido poco común. –Esa voz. Ni siquiera tenía que volverme para saber a quién pertenecía. –¿Me estás siguiendo? –La pregunta me salió entre dientes. –Nop –Pero lo decía de tal forma que era imposible creerle. –Solo pasaba por aquí. –Sí claro. –Eso no se lo creía ni él. –Pero volviendo al asunto. Alderwood. ¿Qué relación tienes con Morgan Alderwood? Lo miré sorprendida. ¿Conocía a mi tía? –¿La conoces?
-Annabel-Esos besos la estaban volviendo loca. Con cada nuevo beso, mi mente más se intoxicaba con Darius y no me dejaba pensar. Ella tenía que razonar, pero no podía… no quería. De un momento a otro ya no era solo su boca la que la tocaba sino que sus manos también, está empezaron a recorrer mi cuerpo volviéndome loca… aún más de lo que ya estaba. Mi respiración estaba alterada. ¿¡Este hombre que me estaba haciendo!?–Basta, no podemos hacer esto. –Susurré contra sus labios.–¿No podemos? –No… somos diferentes especies. Nos odiamos… sería un desastre. –¿Otra vez con eso? Nosotros no nos odiamos. –Puso énfasis en “nosotros”. –Además, parece que lo dices solo para convencerte. Y volvió a besarme. Y una vez más dejé de pensar. Su boca dejó la mía para deslizarse por mi rostro y llenarlo de besos antes de volver una vez más a mi boca. Era un beso profundo, cargado de una mezcla de deseo y desesperación. -Darius-Lo único que quería era perderme en ese beso. Ya era tiempo de que a
-Darius-Cerré la puerta de la habitación dejando a Annabel dentro. –Habla. –Mi voz de Alfa estaba al mando. No tenía la paciencia para esperar. –Otro asesinato señor.Lo miré fijamente, mientras sentía como la rabia crecía dentro de mí. Y no solo yo era el que estaba enojado. Bat también lo estaba.–¿Otro? ¿Tan pronto? –gruñí, casi más para mí que para él. Apreté los dientes. Esto ya se estaba saliendo de control. –Dejame adivinar… yo lo ordené.–Sí Alfa. –¡Maldición! –Esto ya no era un hecho aislado, ahora era prácticamente todos los días que había un asesinato. –¿A quién esta vez? –En el este, en el territorio del Alfa Casper… fue a uno de sus guardias. Justo lo que necesitaba. Un conflicto con otra manada y tenía que ser justo la del Alfa Casper, apenas podíamos mantener una paz incómoda con ellos por culpa de mi padre. Y ahora con uno de sus hombres muertos… Esto no podía ser peor. Aunque no quisiera involucrarme tendría que hacerlo. Ya no tenía opciones de seguir investigan