-Annabel-
–Pues sí. Eso era.
–¿Por qué soñarías con un perro? –Mi tía estaba igual que yo. Completamente confundida. –¡Ni siquiera te gustan!
–Pero el nombre… Vera… me resulta familiar. Es como si no fuera la primera vez que lo escucho.
–Lo puedes haber escuchado en cualquier parte. Aquí en la academia o en algún viaje.
–Puede ser. –Dije con duda. Haberlo escuchado en la academia era difícil. Ese nombre no sonaba mucho a alguna bruja. Y en los viajes que hacía con mi tía en vacaciones nunca iba a ningún lado sola. Siempre con ella. –Puede ser que lo haya leído en un libro.
–Puede ser. –Aunque se notaba que tampoco creía en eso. –¿Te parece si mañana vamos a la biblioteca después de clase y buscamos información sobre ese nombre?
–Me parece. –La verdad igual me entusiasmaba investigar el tema con ella. Estaba lista para irme cuando una vez más me detuvo.
–Hoy cena conmigo. Pareciera que cada vez pasamos menos tiempo juntas.
Eso era verdad. Cuando era más pequeña siempre terminaba cenando con ella, solo este último año me había mantenido más alejada al tener tanto que estudiar.
–Sí.
Cenamos y nos pusimos al día en todo.
–El tema de todas es que el Alfa Oscuro mandó a matar a la familia Crowley.
– Lo sé. –El odio en la mirada de mi tía era profundo.
–¿Sabes qué pasó? –Indagué. La verdad soy una bruja bastante curiosa y me moria por conocer la historia completa.
–El domingo de madrugada aparecieron esos salvajes hombres lobos en el pueblo donde vivía la familia. Ellos dormían así que los pillaron de sorpresa. Pobre Samantha…estaba embarazada, ¿Sabías?
–No tenía ni idea
A mi tía se le llenaron los ojos de lágrimas.
–Si me hubiese avisado a mí… pero no lo hizo. –La voz se le quebró. –No avisó a nadie. Nos enteramos solo porque ese día la fueron a visitar y encontraron todo destruido.
–¿Entonces iban a por ellos?
–Por supuesto. –Mi tía me miró como si fuera absurdo pensar lo contrario. –Recuerda que esas cosas son unas bestias salvajes. Solo saben destruir.
Es verdad. A lo largo de la historia, los hombres lobos han tenido un comportamiento horrible. Son crueles y ambiciosos. Creen que solo ellos pueden gobernar a todos. Que supuestamente ellos son los más fuertes… ¡Una completa mentira!
–Hay que tratarlos por lo qué son: unos animales. –Suspiró antes de volver a mirarme. –Toma tu té querida. Ya es tarde.
Al mirar por la ventana me di cuenta que ya estaba todo oscuro afuera. Tomé mi té rápido y me despedí.
El viaje a mi cuarto fue corto y en este encontré a Dianna.
–¿Se puede saber por qué le contaste a mi tía sobre mis sueños? –Que a mi tía no le diga nada no quiere decir que a Dianna tampoco. –¿Acaso le cuentas todo lo que hago?
–Solo me pareció que tenía que saberlo. –Dianna estaba sentada en su cama con la mirada perdida.
–Eso lo tenía que decidir yo… ¡No tú!
–¿Qué más da? De todas formas mañana no lo recordarás.
–¿Qué quieres decir con eso?
Dianna se quedó en silencio mientras me miraba.
–¡Dime!
–¡Bien! ¡Estoy cansada! ¡Cansada de siempre vigilante! ¡Cansada de esta academia! ¡Cansada de esta vida! Pero no tengo otra opción más que seguir aquí. Nunca podré escapar. ¡Nunca!
–¿Pero qué estás diciendo? –estaba sorprendida. –¿Qué sucede? ¿Por qué tienes que vigilarme? ¿Por qué no puedes irte? –la verdad es que no entendía nada de lo que decía.
Sin poder evitarlo se me escapó un bostezo. Ya me sentía bastante cansada.
A Dianna se le escapó una carcajada.
–Y empezó a hacer efecto el somnífero. Para mañana no recordarás nada.
–¿De qué hablas? –Por algún motivo sentía que no se estaba burlando de mí.
–Esta no es la primera vez que tenemos está conversación. –Me reveló.– Al principio tenía la esperanza que por algún milagro si recordaras todo lo que te decía y cumplieras tu promesa de ayudarme. Pero ya no. Ya no soy esa niña ilusa. Para mí no hay salvación.
Me mostró un sello que tenía en el pecho. Un sello de atadura.
–¿A quién estás atada?
–¿Aún no te das cuenta? Tú tía no es una santa paloma.
No… no quería creer lo que me decía. Mi tía no podría haberla convertido en su esclava.
–No…
–Si… tú tía me hizo esto.
–Estás mintiendo.
Me negaba a creerlo. Bostecé otra vez. Ya casi no aguantaba el sueño. Dianna no dijo nada y salió de nuestra habitación. Mi corazón latía como loco… ¿y si era verdad?
Solo tenía una forma de saberlo. Fui a su tocador y agarré una de sus pulseras. Eso tendría que servir.
No tenía mucha energía pero tendría que aguantar. Saber si lo que Dianna me dijo era verdad me impulsaba a seguir despierta. Me concentré y sentí mi magia. Necesitaba ver con mis propios ojos si era verdad.
Me encontraba de pie junto a una Dianna más joven en la oficina de mi tía.
–¿Entonces?
–Murmura en sueños. Habla con alguien. Dice el nombre de “Vera”. –El golpe no lo vi venir. Nunca había visto a mi tía golpear a alguien. Se enojaba sí, pero no para llegar a los golpes.
–Dilo con detalles. No un resumen inutil.
–Lo siento ama. En cuanto Annabel se durmió empezó a hablar. Primero no entendía nada y después ya empecé a entender solo ese nombre. “Vera”. Le decía que al fin podía conocerla. Que estarían toda la vida juntas. Annabel le dijo que se alegraba de que ella siempre le hiciera compañía.
Era todo lo que necesitaba. Abrí mis ojos una vez más en la habitación. Mi corazón galopaba. ¿Qué hago ahora?
No podía dar por supuesto que está sería la primera vez que intentaba recordar. Necesitaba un lugar donde esconder la pulsera de Dianna. ¿Y si revisaba todas mis cosas? En mi mochila estaban los libros de sueños. Podría desaparecerlos si le daba por revisarla. Fui a abrir el cajón de mi tocador y ahí lo ví. En mi muñeca estaba la misma pulsera que tenía Dianna. Fue una que hicimos en segundo año en clase cuando aprendíamos sobre pulseras protectoras. Las dos tenían el nudo de bruja y ambas eran una pulsera de siete nudos, lo único que era diferente era el color. Mientras que la mía era amarilla para que me ayudara con mis estudios, la de Dianna era verde que representaba la esperanza.
–Lo mejor es esconderte a simple vista. –Murmuré. No podía perder esa pulsera. Me serviría para recordar, no sería lo mismo que si tocara a su dueña, pero serviría.
Puse mi pulsera en su tocador y la de ella en mi muñeca. Esperaba que funcionara.
Con pequeños pasos fui hasta mi cama y me recosté sin desvestirme. Ya no aguantaba más el sueño.
El bosque.
Ese mismo bosque que por tercera noche me hacía compañia. Ya no esperé a que mis ojos pudieran distinguir detalles, tan solo corrí…
Desperté.
Un nuevo día de clases y sentí que había dormido de maravilla.
-Annabel-En cuanto me levanté empecé a arreglarme para un nuevo día. El día anterior había llegado tan cansada que dormí con mi ropa puesta. –Buenos días Annabel. –la voz de Dianna sonaba rara.–Buenos días. –Miré a Dianna que estaba sentada en su cama. Tenía una mirada extraña. –¿Qué pasa?–Nada. –Su voz sonaba decepcionada.Tomé mi mochila que estaba en el suelo al lado de mi cama y busqué los libros que necesitaba para ese día y sacar los que ya no necesitaría. Solo que tenía dos libros que no recordaba cómo habían llegado ahí; “Guía de sueños. Adivina tú futuro” y “¿Los sueños dicen el futuro?”.¿De dónde salieron esos libros? Al revisarlos sabía que pertenecían a la biblioteca, pero no recordaba cuándo fue que yo los tomé de ahí. Tendría que devolverlos después de clases. Aunque igual podría ojearlos. Con mi mochila lista, terminé de arreglarme. Me peine, me coloqué perfume y arreglé mis pulseras. Un momento.¿Por qué tenía una pulsera qué no era mía y no recordaba de dónde l
-Annabel-Pasé todas las clases en trance. Lo único que quería era que estas terminaran para poder seguir investigando la pulsera de Dianna. Si hubiese sido por mí faltaría a clases, pero no quería llamar la atención. En cuanto el timbre sonó, guardé todo y caminé lo más rápido que pude a mi habitación. Tiré mi mochila sin importarme donde quedara, igual que mis zapatos. Me recoste en la cama y volví a sacar la pulsera.Esta vez estaba en la biblioteca. No tenía que levantar la vista para saber que yo estaba al frente de ella. Todos los días Dianna estaba en la biblioteca en el mismo puesto. Solo que ahora sabía que era para vigilar a alguien. Mire alrededor y solo me ví a mi. Era tarde y me veía casi histérica. Tenía libros sobre plantas curativas a mi alrededor. Veo que Dianna tambien tiene libros similares. Recuerdo ese día, habíamos tenido una semana estresante y ambas estábamos metidas en demasiadas actividades y estábamos un poco atrasadas con un informe que teníamos que entre
-Annabel-Ya era de noche cuando mi tía volvió y bajó a Dianna, ella cayó al suelo todavía inconsciente. Luego, mi tía le dió una poción y eso hizo que en un par de minutos Dianna despertara.–Vete. Y recuerda nunca más en tu vida ponerte en mi contra. –Le advirtió. –No ganarás.–Si ama. Dianna salió lentamente del lugar llorando. El camino de vuelta fué una tortura. Se cayó varias veces y muchas otras paraba solo para descansar. Cada movimiento le dolía.Cuando entramos a nuestra habitación yo estaba durmiendo. Dianna no fue para nada silenciosa y aún así no me desperté. Se desvistió y fue a darse una ducha. Mientras la esperaba me acerqué a verme y no tenía indicios de despertar. Estaba profundamente dormida, lo que se me hacía extraño, porque siempre he tenido un sueño ligero. –Supongo que estoy drogada. Cuando salió Dianna del baño fue directo a su mesita de noche a buscar desinfectante para tratar sus heridas. Cómo pudo las limpió mirándose en el espejo. Luego se acostó y mi
-Annabel- –¿Me puedes explicar qué sucedió? –Mi tía me interrogó en cuanto estuvimos solas. –Este no es un comportamiento normal en tí.–Estaba en el baño, salí y me encontré a Isabella. Empezó a decir tonterías y después me golpeó y yo me defendí. –Resumí.–Quiero detalles. –Me dijo. Mi mente se vino el recuerdo de cuando le pidió detalles a Dianna. Conmigo no podía hacer eso. –Isabella me odia. –Lo mejor para mí era seguir como si nada. Aunque si fuera por mi me iría de esta oficina lo más rápido posible. –Tiene la loca idea de que yo me creo perfecta y que por eso la rechacé cuando me ofreció su amistad. –¿Es así? –Lo dijo como broma. De verdad no quería ni bromear con ella, pero no podía darme el lujo de que sospechara. Resople.–Eso es absurdo. Ella creía que siendo mi amiga podría tener conexiones contigo. Así que solo me quería usar. Nunca me agradó.–¿Y eso que llorabas?–Otro absurdo. No era así. –Mejor esa respuesta a la real. Quedó un momento en silencio.–Se merece pe
-Annabel- El viernes en la tarde después de clase me encontraba en mi dormitorio terminando de arreglarme para partir a la comida con el consejo. No era una reunión a la cual yo quisiera ir, pero tenía que hacerlo; lo último que quería era compartir con mi tía. Sentía que sus mentiras eran lo peor que me podía pasar, ella era la única familia que yo tenía. Fue ella la que me cuidó después de que mi madre desapareciera y ahora resultaba que solo quería vigilarme, ¿por qué? A eso todavía no le tenía respuesta. Casi no recordaba a mi mamá, ví a mi tía Morgan unas cuantas veces antes de que me explicara que mi mamá me había dejado con ella, que ahora viviríamos juntas.Dianna me miraba mientras me arreglaba.–Por tu cara se nota que no quieres ir. –Me dijo.–La verdad no. –Le respondí. –Pero tengo que hacerlo.He estado tan ocupada que ya no había seguido buscando información en la pulsera de Dianna. Además de que no quería seguir mirando y ver cosas peores de las que ya había visto. –
-Annabel-–Padre, reacciona. Miré a un hombre joven, no más de veinte años, que le hablaba al rey. “Que guapo”, no pude evitar ese pensamiento al verlo.–¿Reaccionar? ¡Todos están en mi contra! –El rey rugió. Con cada visión veía más loco al rey. –¡No es asi! –Su hijo le contradijo. Tenía algo… no sabía explicarlo, pero su cara de desesperación tocaba algo en mí y hacía que sintiera pena por él. Su padre no tenía la culpa, todo era la corona que lo estaba influenciando. –Padre… si sigues asi las manadas se unirán en nuestra contra. ¿Eso quieres? ¿Una guerra? –¡No se atreverían! ¡Son mis subditos! ¡Todos están por debajo de mí! –Gritó. El principe miró a su madre. –Se a vuelto loco. –La desesperación en su mirada lo decía todo. La reina solo lloraba. Se notaba que ella ya había perdido la esperanza de que su marido reaccionara. –¿Loco? –El rey repitió y lo miró, pero su mirada era como si estuviera en trance, no reconocía quien era quien. –¡Tú! ¡Quieres robar mi reino! ¡Quieres
-Annabel-–¿Qué me está queriendo decir? La consejera Sybilla solo negó con la cabeza. –Algún día lo sabrás. –Aquí están. –La voz de mi tía llegó a mis oídos. Dí la vuelta y ahí estaba en la entrada. –Tía.–¿Qué haces aquí Annabel? Desapareciste del salón. –Lo siento tía, me perdí.Después de eso la noche transcurrió con normalidad y ya era de madrugada cuando al fin pude dormir en mi cama. El fin de semana llegó y entre los deberes, visitar el pueblo para que me dieran dinero y mi castigo en la cocina se fue súper rápido.Pronto era el último día de mi castigo y estaba nerviosa. Si todo salía bien esa noche sería libre de todo esto. Podría seguir con mi vida tranquila. El pase de los empleados fue el que me dió la idea. Entonces para refrescar mi memoria había pasado todo mi tiempo libre en la biblioteca. Necesitaba un pase activo para salir, así que no podía robar uno de la oficina de la dirección.Esa noche antes de ir a cumplir mi castigo miré la pulsera de Dianna en mi muñ
Capítulo 11-Annabel-Sobrevivir por su cuenta era extremadamente difícil. Había pasado un mes desde que escapé de la academia y me encontraba desesperada. Primero había pasado un par de días en ese bosque y aunque de algún modo estar en un bosque se sentía bien para mí, no quería volver por el momento. Después, en el primer pueblo al que me atreví a entrar fue por muy poco tiempo y solo a buscar comida y una carpa pequeña con un saco de dormir. No pensaba pasar otra mala noche en la intemperie. Lo mejor para mí sería esconderme entre los humanos, pero sentía que aún me encontraba muy cerca de la academia. En el siguiente pueblo quería hacer lo mismo, entrar y salir, pero no tuvo tanta suerte. Era bastante pequeño y se sentó un momento en la plaza mientras comía una empanada que le había comprado a una señora de un carrito. –¡Oye muchacha! ¿Quieres saber tu destino? Solo por una moneda leo tu mano. –Una mujer se le acercó, estaba vestida con falda larga y varios collares.–¿Qué? –La