-Annabel-
En cuanto me levanté empecé a arreglarme para un nuevo día. El día anterior había llegado tan cansada que dormí con mi ropa puesta.
–Buenos días Annabel. –la voz de Dianna sonaba rara.
–Buenos días. –Miré a Dianna que estaba sentada en su cama. Tenía una mirada extraña. –¿Qué pasa?
–Nada. –Su voz sonaba decepcionada.
Tomé mi mochila que estaba en el suelo al lado de mi cama y busqué los libros que necesitaba para ese día y sacar los que ya no necesitaría. Solo que tenía dos libros que no recordaba cómo habían llegado ahí; “Guía de sueños. Adivina tú futuro” y “¿Los sueños dicen el futuro?”.
¿De dónde salieron esos libros? Al revisarlos sabía que pertenecían a la biblioteca, pero no recordaba cuándo fue que yo los tomé de ahí. Tendría que devolverlos después de clases. Aunque igual podría ojearlos.
Con mi mochila lista, terminé de arreglarme. Me peine, me coloqué perfume y arreglé mis pulseras.
Un momento.
¿Por qué tenía una pulsera qué no era mía y no recordaba de dónde la había sacado? ¿Dos cosas que no sabía cómo habían llegado a mí? ¿Qué me sucedió? A lo mejor podría preguntarle a mi tía. Estaba segura que ella me ayudaría a averiguar qué fue lo que sucedió.
–Dianna… –Me callé. Mi instinto me decía que no le preguntara nada. Ni que me acercara a mi tía.
–¿Qué?
–Nada.
Observé la pulsera en mi muñeca, lo único que la diferenciaba de la mía era el color, el resto era idéntica. Me la saqué.
–Ya estoy lista. ¿Vamos juntas?
Cerré mi mano en un puño escondiéndola.
–Adelantate. Yo ya voy.
Dianna solo me miró y se fue.
Cuando volví a estar sola la miré en la palma de mi mano y no me pude resistir. Me concentré en ella.
Este era mi secreto mejor guardado y la razón por la que me encantaba la adivinación. Tenía un don para esto. Cada vez que tocaba algo que pertenecía a alguna persona podía saber sobre el pasado de esa persona, pero solo las partes dónde el artículo estuviera presente. Era más fácil con las personas. Ahí podía saber pasado o futuro y no tenía restricciones. Aunque el futuro era más difícil, siempre cambiaba.
–Recuerden que tienen que poner sus intenciones en las pulseras. Eso es lo más importante. –La maestra Silvana estaba hablándole a la clase. Esto fue en mi segundo año, el día en que hicimos nuestras pulseras. Me encontraba parada al lado de Dianna y vi que ella era la dueña de esta pulsera.
–Por favor ayúdame a ser libre. –La escuché susurrar y puse más atención a lo que decía. –Quiero tener esperanza de que un día esté infierno termine y conozca la libertad. –Había mucho anhelo en sus palabras.
Volví al presente y seguí mirando la pulsera.
Cuando ingresé a la Academia intenté hacerme amiga de Dianna, ya que íbamos a ser compañeras de cuarto, pero era una niña que siempre me esquivaba y no me hablaba nada. Prácticamente estaba asustada de mi. Aunque sí recuerdo que me seguía a todos lados, por eso no entendía por qué no quería ser mi amiga. Parecía mi sombra.
Debería regresarla, pero siempre he sido curiosa y fue esa curiosidad la que me hizo concentrarme otra vez en ella.
–Informa.
Estaba en la oficina de la directora, mi tía estaba sentada en su escritorio y una joven Dianna estaba con ella.
–Después de clases fue a la biblioteca y se quedó leyendo hasta la hora de la cena.
–¿Qué leía?
El rostro de Dianna se notaba alarmado y con dudas.
–¿Un libro? –Había duda y miedo en su voz.
No entendía qué estaba pasando. ¿Por qué estaba Dianna con mi tía? ¿Y de quién hablaban?
La cachetada que siguió me sorprendió. Era la primera vez que veía a mi tía reaccionar así. ¿Primera vez? ¿Por qué sentía que no era así?
–¿Qué libro inútil? –Mi tía le gritó.
–No lo sé. –La voz de Dianna apenas era un susurro. Estaba asustada.
Lo que siguió fueron dos golpes más por parte de mi tía a Dianna. Las lágrimas caían por el rostro de la joven Dianna.
–Lo siento ama.
Estaba respirando con dificultad al volver a la habitación que compartía con Dianna.
¿Ama? Se refería a mi tía como si fuera su esclava. Eso no podía ser. Mi tía odiaba la esclavitud. Sabía de algunas brujas poderosas que tenían “sirvientes”. Según ellas ayudaban a esa gente y les devolvían el favor sirviendoles, así que no eran esclavos y estaban felices con sus vidas. Puras mentiras. Los sirvientes eran todos esclavos y no había cómo ayudarlos. No podían escapar de esa vida.
Miré la hora en mi mesita de noche y ya se me hacía tarde para el desayuno. No quería levantar sospechas así que me levanté y volví a ponerme esa pulsera. Después tendría que seguir. Salí de mi habitación y fui al comedor.
Definitivamente no podía acercarme a mi tía a preguntar sobre este tema.
–¡Vaya! ¿Al fin decidiste comer con nosotros los plebeyos?
Ahogué un gemido. No tenía ganas de aguantar a Isabella. Está era una de las que intentó ser mi amiga solo para obtener beneficios.
–Lárgate.
–¿Qué pasa? ¿Interrumpo tu plática con tus amigas? –Miró a mi alrededor y fingió estar sorprendida. –Pero si estás sentada sola.
–Interrumpes mi desayuno. Ve a molestar a otro lado.
Se sentó en la mesa y me miró con superioridad.
–Este lugar es libre, puedo estar donde yo quiera. Así que no te creas la dueña que no lo eres.
–Aquí tú eres la única que se cree dueña de algo. ¿Sabes qué? Se me fue el apetito. Gracias. –Me levanté y fui a botar la comida de mi bandeja. En realidad no tenía apetito, pero no por Isabella, sino por lo que ví en los recuerdos de la pulsera.
Desde qué la conocí la odié. Algo tenía Isabella que hacía que quisiera alejarme de ella. Era bastante amable conmigo, pero aún así quería mantener mi distancia y eso hizo que con el tiempo dejara de intentar ser mi amiga y pasó a intentar hacerme bullying. Solo que eso tampoco le funcionó. Cada vez que se me acerca lo hace sola, porque sus amigas me tienen un poco de miedo. Según ellas puedo hablar con mi tía para expulsarlas.
-Annabel-Pasé todas las clases en trance. Lo único que quería era que estas terminaran para poder seguir investigando la pulsera de Dianna. Si hubiese sido por mí faltaría a clases, pero no quería llamar la atención. En cuanto el timbre sonó, guardé todo y caminé lo más rápido que pude a mi habitación. Tiré mi mochila sin importarme donde quedara, igual que mis zapatos. Me recoste en la cama y volví a sacar la pulsera.Esta vez estaba en la biblioteca. No tenía que levantar la vista para saber que yo estaba al frente de ella. Todos los días Dianna estaba en la biblioteca en el mismo puesto. Solo que ahora sabía que era para vigilar a alguien. Mire alrededor y solo me ví a mi. Era tarde y me veía casi histérica. Tenía libros sobre plantas curativas a mi alrededor. Veo que Dianna tambien tiene libros similares. Recuerdo ese día, habíamos tenido una semana estresante y ambas estábamos metidas en demasiadas actividades y estábamos un poco atrasadas con un informe que teníamos que entre
-Annabel-Ya era de noche cuando mi tía volvió y bajó a Dianna, ella cayó al suelo todavía inconsciente. Luego, mi tía le dió una poción y eso hizo que en un par de minutos Dianna despertara.–Vete. Y recuerda nunca más en tu vida ponerte en mi contra. –Le advirtió. –No ganarás.–Si ama. Dianna salió lentamente del lugar llorando. El camino de vuelta fué una tortura. Se cayó varias veces y muchas otras paraba solo para descansar. Cada movimiento le dolía.Cuando entramos a nuestra habitación yo estaba durmiendo. Dianna no fue para nada silenciosa y aún así no me desperté. Se desvistió y fue a darse una ducha. Mientras la esperaba me acerqué a verme y no tenía indicios de despertar. Estaba profundamente dormida, lo que se me hacía extraño, porque siempre he tenido un sueño ligero. –Supongo que estoy drogada. Cuando salió Dianna del baño fue directo a su mesita de noche a buscar desinfectante para tratar sus heridas. Cómo pudo las limpió mirándose en el espejo. Luego se acostó y mi
-Annabel- –¿Me puedes explicar qué sucedió? –Mi tía me interrogó en cuanto estuvimos solas. –Este no es un comportamiento normal en tí.–Estaba en el baño, salí y me encontré a Isabella. Empezó a decir tonterías y después me golpeó y yo me defendí. –Resumí.–Quiero detalles. –Me dijo. Mi mente se vino el recuerdo de cuando le pidió detalles a Dianna. Conmigo no podía hacer eso. –Isabella me odia. –Lo mejor para mí era seguir como si nada. Aunque si fuera por mi me iría de esta oficina lo más rápido posible. –Tiene la loca idea de que yo me creo perfecta y que por eso la rechacé cuando me ofreció su amistad. –¿Es así? –Lo dijo como broma. De verdad no quería ni bromear con ella, pero no podía darme el lujo de que sospechara. Resople.–Eso es absurdo. Ella creía que siendo mi amiga podría tener conexiones contigo. Así que solo me quería usar. Nunca me agradó.–¿Y eso que llorabas?–Otro absurdo. No era así. –Mejor esa respuesta a la real. Quedó un momento en silencio.–Se merece pe
-Annabel- El viernes en la tarde después de clase me encontraba en mi dormitorio terminando de arreglarme para partir a la comida con el consejo. No era una reunión a la cual yo quisiera ir, pero tenía que hacerlo; lo último que quería era compartir con mi tía. Sentía que sus mentiras eran lo peor que me podía pasar, ella era la única familia que yo tenía. Fue ella la que me cuidó después de que mi madre desapareciera y ahora resultaba que solo quería vigilarme, ¿por qué? A eso todavía no le tenía respuesta. Casi no recordaba a mi mamá, ví a mi tía Morgan unas cuantas veces antes de que me explicara que mi mamá me había dejado con ella, que ahora viviríamos juntas.Dianna me miraba mientras me arreglaba.–Por tu cara se nota que no quieres ir. –Me dijo.–La verdad no. –Le respondí. –Pero tengo que hacerlo.He estado tan ocupada que ya no había seguido buscando información en la pulsera de Dianna. Además de que no quería seguir mirando y ver cosas peores de las que ya había visto. –
-Annabel-–Padre, reacciona. Miré a un hombre joven, no más de veinte años, que le hablaba al rey. “Que guapo”, no pude evitar ese pensamiento al verlo.–¿Reaccionar? ¡Todos están en mi contra! –El rey rugió. Con cada visión veía más loco al rey. –¡No es asi! –Su hijo le contradijo. Tenía algo… no sabía explicarlo, pero su cara de desesperación tocaba algo en mí y hacía que sintiera pena por él. Su padre no tenía la culpa, todo era la corona que lo estaba influenciando. –Padre… si sigues asi las manadas se unirán en nuestra contra. ¿Eso quieres? ¿Una guerra? –¡No se atreverían! ¡Son mis subditos! ¡Todos están por debajo de mí! –Gritó. El principe miró a su madre. –Se a vuelto loco. –La desesperación en su mirada lo decía todo. La reina solo lloraba. Se notaba que ella ya había perdido la esperanza de que su marido reaccionara. –¿Loco? –El rey repitió y lo miró, pero su mirada era como si estuviera en trance, no reconocía quien era quien. –¡Tú! ¡Quieres robar mi reino! ¡Quieres
-Annabel-–¿Qué me está queriendo decir? La consejera Sybilla solo negó con la cabeza. –Algún día lo sabrás. –Aquí están. –La voz de mi tía llegó a mis oídos. Dí la vuelta y ahí estaba en la entrada. –Tía.–¿Qué haces aquí Annabel? Desapareciste del salón. –Lo siento tía, me perdí.Después de eso la noche transcurrió con normalidad y ya era de madrugada cuando al fin pude dormir en mi cama. El fin de semana llegó y entre los deberes, visitar el pueblo para que me dieran dinero y mi castigo en la cocina se fue súper rápido.Pronto era el último día de mi castigo y estaba nerviosa. Si todo salía bien esa noche sería libre de todo esto. Podría seguir con mi vida tranquila. El pase de los empleados fue el que me dió la idea. Entonces para refrescar mi memoria había pasado todo mi tiempo libre en la biblioteca. Necesitaba un pase activo para salir, así que no podía robar uno de la oficina de la dirección.Esa noche antes de ir a cumplir mi castigo miré la pulsera de Dianna en mi muñ
Capítulo 11-Annabel-Sobrevivir por su cuenta era extremadamente difícil. Había pasado un mes desde que escapé de la academia y me encontraba desesperada. Primero había pasado un par de días en ese bosque y aunque de algún modo estar en un bosque se sentía bien para mí, no quería volver por el momento. Después, en el primer pueblo al que me atreví a entrar fue por muy poco tiempo y solo a buscar comida y una carpa pequeña con un saco de dormir. No pensaba pasar otra mala noche en la intemperie. Lo mejor para mí sería esconderme entre los humanos, pero sentía que aún me encontraba muy cerca de la academia. En el siguiente pueblo quería hacer lo mismo, entrar y salir, pero no tuvo tanta suerte. Era bastante pequeño y se sentó un momento en la plaza mientras comía una empanada que le había comprado a una señora de un carrito. –¡Oye muchacha! ¿Quieres saber tu destino? Solo por una moneda leo tu mano. –Una mujer se le acercó, estaba vestida con falda larga y varios collares.–¿Qué? –La
-Annabel-La oscuridad era muy grande, no podía ver, ni oír nada. ¿Dónde estaba? Traté de avanzar pero unas ramitas se incrustaron en mis pies, ahí me dí cuenta que estaba descalza y el blanco de mi camisón resaltaba en esa oscuridad. Avancé pendiente de todo mi entorno esperando que algo cambiara. Poco a poco fui capaz de distinguir las siluetas de los árboles. –Estoy en un bosque.¿Qué hacía ahí? Se notaba que estaba sola, así que seguí avanzando decidida a encontrar una salida de ese lugar. A lo lejos algo blanco empezó a acercarse. –Annabel despierta.Diana, mi compañera de cuarto, me despertó. Todo fue un sueño, pero lo sentí tan real…Me siento en la cama y me destapo, miro mis pies y están limpios. Siempre estuve en mi dormitorio. –¿Qué te pasa? –Diana me mira raro, pero no me importa. Ese sueño se sentía tan real… –¡Annabel! ¡Te estoy hablando! –Nada, nada. –Si no respondía seguirá preguntando hasta que me hiciera hablar. Llevaba 7 años siendo mi compañera de cuarto y ya