Capítulo 4

-Annabel-

En cuanto me levanté empecé a arreglarme para un nuevo día. El día anterior había llegado tan cansada que dormí con mi ropa puesta. 

–Buenos días Annabel. –la voz de Dianna sonaba rara.

–Buenos días. –Miré a Dianna que estaba sentada en su cama. Tenía una mirada extraña. –¿Qué pasa?

–Nada. –Su voz sonaba decepcionada.

Tomé mi mochila que estaba en el suelo al lado de mi cama y busqué los libros que necesitaba para ese día y sacar los que ya no necesitaría. Solo que tenía dos libros que no recordaba cómo habían llegado ahí; “Guía de sueños. Adivina tú futuro” y “¿Los sueños dicen el futuro?”.

¿De dónde salieron esos libros? Al revisarlos sabía que pertenecían a la biblioteca, pero no recordaba cuándo fue que yo los tomé de ahí. Tendría que devolverlos después de clases. Aunque igual podría ojearlos. 

Con mi mochila lista, terminé de arreglarme. Me peine, me coloqué perfume y arreglé mis pulseras. 

Un momento.

¿Por qué tenía una pulsera qué no era mía y no recordaba de dónde la había sacado? ¿Dos cosas que no sabía cómo habían llegado a mí? ¿Qué me sucedió? A lo mejor podría preguntarle a mi tía. Estaba segura que ella me ayudaría a averiguar qué fue lo que sucedió.

–Dianna… –Me callé. Mi instinto me decía que no le preguntara nada. Ni que me acercara a mi tía.

–¿Qué?

–Nada.

Observé la pulsera en mi muñeca, lo único que la diferenciaba de la mía era el color, el resto era idéntica. Me la saqué.

–Ya estoy lista. ¿Vamos juntas? 

Cerré mi mano en un puño escondiéndola. 

–Adelantate. Yo ya voy. 

Dianna solo me miró y se fue.

Cuando volví a estar sola la miré en la palma de mi mano y no me pude resistir. Me concentré en ella. 

Este era mi secreto mejor guardado y la razón por la que me encantaba la adivinación. Tenía un don para esto. Cada vez que tocaba algo que pertenecía a alguna persona podía saber sobre el pasado de esa persona, pero solo las partes dónde el artículo estuviera presente. Era más fácil con las personas. Ahí podía saber pasado o futuro y no tenía restricciones. Aunque el futuro era más difícil, siempre cambiaba. 

–Recuerden que tienen que poner sus intenciones en las pulseras. Eso es lo más importante. –La maestra Silvana estaba hablándole a la clase. Esto fue en mi segundo año, el día en que hicimos nuestras pulseras. Me encontraba parada al lado de Dianna y vi que ella era la dueña de esta pulsera.

–Por favor ayúdame a ser libre. –La escuché susurrar y puse más atención a lo que decía. –Quiero tener esperanza de que un día esté infierno termine y conozca la libertad. –Había mucho anhelo en sus palabras.

Volví al presente y seguí mirando la pulsera. 

Cuando ingresé a la Academia intenté hacerme amiga de Dianna, ya que íbamos a ser compañeras de cuarto, pero era una niña que siempre me esquivaba y no me hablaba nada. Prácticamente estaba asustada de mi. Aunque sí recuerdo que me seguía a todos lados, por eso no entendía por qué no quería ser mi amiga. Parecía mi sombra. 

Debería regresarla, pero siempre he sido curiosa y fue esa curiosidad la que me hizo concentrarme otra vez en ella.

–Informa.

Estaba en la oficina de la directora, mi tía estaba sentada en su escritorio y una joven Dianna estaba con ella. 

–Después de clases fue a la biblioteca y se quedó leyendo hasta la hora de la cena. 

–¿Qué leía? 

El rostro de Dianna se notaba alarmado y con dudas.

–¿Un libro? –Había duda y miedo en su voz. 

No entendía qué estaba pasando. ¿Por qué estaba Dianna con mi tía? ¿Y de quién hablaban? 

La cachetada que siguió me sorprendió. Era la primera vez que veía a mi tía reaccionar así. ¿Primera vez? ¿Por qué sentía que no era así? 

–¿Qué libro inútil? –Mi tía le gritó.

–No lo sé. –La voz de Dianna apenas era un susurro. Estaba asustada. 

Lo que siguió fueron dos golpes más por parte de mi tía a Dianna. Las lágrimas caían por el rostro de la joven Dianna. 

–Lo siento ama.

Estaba respirando con dificultad al volver a la habitación que compartía con Dianna. 

¿Ama? Se refería a mi tía como si fuera su esclava. Eso no podía ser. Mi tía odiaba la esclavitud. Sabía de algunas brujas poderosas que tenían “sirvientes”. Según ellas ayudaban a esa gente y les devolvían el favor sirviendoles, así que no eran esclavos y estaban felices con sus vidas. Puras mentiras. Los sirvientes eran todos esclavos y no había cómo ayudarlos. No podían escapar de esa vida. 

Miré la hora en mi mesita de noche y ya se me hacía tarde para el desayuno. No quería levantar sospechas así que me levanté y volví a ponerme esa pulsera. Después tendría que seguir. Salí de mi habitación y fui al comedor. 

Definitivamente no podía acercarme a mi tía a preguntar sobre este tema.

–¡Vaya! ¿Al fin decidiste comer con nosotros los plebeyos?

Ahogué un gemido. No tenía ganas de aguantar a Isabella. Está era una de las que intentó ser mi amiga solo para obtener beneficios.

–Lárgate. 

–¿Qué pasa? ¿Interrumpo tu plática con tus amigas? –Miró a mi alrededor y fingió estar sorprendida. –Pero si estás sentada sola. 

–Interrumpes mi desayuno. Ve a molestar a otro lado.

Se sentó en la mesa y me miró con superioridad.

–Este lugar es libre, puedo estar donde yo quiera. Así que no te creas la dueña que no lo eres. 

–Aquí tú eres la única que se cree dueña de algo. ¿Sabes qué? Se me fue el apetito. Gracias. –Me levanté y fui a botar la comida de mi bandeja. En realidad no tenía apetito, pero no por Isabella, sino por lo que ví en los recuerdos de la pulsera. 

Desde qué la conocí la odié. Algo tenía Isabella que hacía que quisiera alejarme de ella. Era bastante amable conmigo, pero aún así quería mantener mi distancia y eso hizo que con el tiempo dejara de intentar ser mi amiga y pasó a intentar hacerme bullying. Solo que eso tampoco le funcionó. Cada vez que se me acerca lo hace sola, porque sus amigas me tienen un poco de miedo. Según ellas puedo hablar con mi tía para expulsarlas.

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