Siendo sincera, una vez puse en práctica lo que leí de un libro. Dándome cuenta que las novelas te dan conocimientos más allá de una historia. Por eso en este capítulo quise enseñarles a bailar así como lo aprendí yo al investigar cómo se hacía. No te olvides de darle “Me gusta” al capítulo y de compartirlo. También de seguir la historia para la app te avise cuando se sube nuevo capítulo.
Solicitándole que se sentara en el mueble de enfrente, ambas partes intentaron evitar hacer contacto visual previniendo que se repitiera lo antes ocurrido. El silencio en el lugar, hablaba sin duda alguna. El empezó a sentirse incómodo y ansioso, a tal grado en que deseo salir corriendo del lugar, huir lo más rápido posible, no sin antes decir la verdadera razón que lo llevo a ese sitio. –Señorita Mariana –rompió el silencio–. El motivo principal por la que había venido a verla, era para hacerle algunas preguntas –aclaro la garganta con cierta incomodidad–. Primero, deseo que me confirme sobre la información que posee del mundo exterior. Me refiero a lugares del mundo, distintas formas de convivencia, costumbres… –¿A qué viene todo esto? –alzo una ceja curiosa. –Una vez me comento que lo único que conoce fuera de esta mansión, es un pequeño pueblo –de manera expectante, jugueteo con el borde del libro que contenía en las manos. –Verdad. Un pequeño pueblo a unos no sé cuántos kiló
***El ocaso pintaba el cielo que anunciaba la oscuridad de la noche, al mismo tiempo en que el sonido de unas grandes puertas abriéndose junto a la hélice del helicóptero en marcha, complementaban la escena de la partida. Todo estaba listo para darle libertad a la joven. Pero esta no se apresuraba todavía.Observaba el tiempo en el rolex, la impaciencia en aguardar por la joven que abriría las alas fuera de la zona ya conocida, lo hacían cuestionarse sobre cuanto más demoraría para partir. La espera lo estaba torturando.Con el fin de no llevar demasiada carga, solo lo acompañaba una maleta para el viaje, a diferencia de Mariana, quien había equipado exageradamente los maletines, guardando de todo para todo.>>Que niña más exagerada<< deseo tener algo que morder, mientras la espera se volvía infinita y la mente lo aburría. Él era de esos hombres que odiaban tener que esperar. Y, mayormente, cuando el tiempo del vuelo podía llegar a retrasarse por la vanidad de la segunda persona.Al
El viaje de camino al hotel, nunca antes había sido tan emocionante para la joven, si no fuera porque era la primera vez que lo podría guardar en su memoria. La cabalgata a caballo no se comparaba con el vehículo a toda velocidad, con imágenes por la ventana de cosas desconocidas de una nueva ciudad. A diferencia del engreído KOENIGSEGG CCX, un regalo de cumpleaños entregado por el señor Méndez, estrenado en la pista subterránea de la mansión. –Sorprendente ¿verdad? –Esteban miro a Mariana por el retrovisor. Despertando la curiosidad del hombre, quien la miro y luego se dirigió al conductor. –¿Es siempre así? –¿Bromea? –noto la informalidad que uso, aclarándose la garganta–. Es decir. No señor. –Esteban, te solicite que dejaras las formalidades. Parece que puedes hacerlo. –Me disculpo. Es que solo con mi señorita las formalidades no existen. Y de eso no se trata mi trabajo –escucho atento–. Si existe alguien cerca de ella, debo actuar como si estuviera el señor Méndez –titubeo po
*** –¿Puedo comprar eso? –señalo por afuera de la vitrina, un vestido violeta con botines y un chaleco jean. –De acuerdo. Mariana entro de prisa a la tienda, probándose la ropa que quería y agregándola a las diez bolsas que cargaba Marco en compañía de Esteban, embarcados en la travesía por el centro comercial de Plaza Galileo. El mayor, de un minuto a otro, pasó de ser un Tutor a un cajero automático, portador de tarjetas de crédito y cheques a disposición de la joven, quien era complacida en cualquier deseo sin apelación alguna. Después de todo, el dinero resultaba ser del señor Méndez. –¡Oye Marquillo! ¿Y tú no compraras nada para ti? –lo observo. –No. Esto es para que lo disfrute usted. – >>Y su padre sienta el dolor del gasto que le genere en esta salida<< –De acuerdo –sonrió sin preocupación o molestia alguna. Retomando las compras, Mariana tomaba cualquier cosa al antojo. Ropa, joyería, accesorios y demás, alejándose notablemente al maquillaje como si fuera su enemigo, d
–Debería aprender a cerrar la boca –hablo de repente–. No debió hacer eso. Reforzare las clases de modales en vista de que lo necesita. –¿Necesitar? Marquillo, parecías tener babosas resbalosas en el cuerpo. Mejor dicho, tú necesitabas quitarte algunas cosas de encima. –Modere el lenguaje. –Pero es la verdad. Deberías elegir mejor a tus ex novias o lo que sea. –Ella y yo no mantuvimos esa clase de relación. Fue una de mis alumnas. –Y que alumna… –abrió fuerte los ojos, ladeo la vista con sarcasmo–. Tal parece que se pasó un poco de ser alumna. Ya hasta te quería de esposo. Si no mal recuerdo. –Es una señorita caprichosa. Demasiado para ser exacto. –Ni que se diga –lo miro de pies a cabeza, observando como empezaba a caminar hacia otra tienda–. Por cierto ¿que fue eso de Preminger Bonaparte? El día de las presentaciones, si no mal recuerdo, tu apellido era otro. Él detuvo el caminar, dejando caer las dos bolsas de la mano, dándole un vistazo antes de voltearse. –Y si no mal rec
Pesadillas eran las que rodeaban la suite Siqueiros en el piso 40. Algunas vueltas en la cama de la joven no podían ser ignoradas en el ambiente, aun cuando era ella la que no paraba de darlas. Pocos minutos después, como si la desesperación la obligara a levantarse, la imagen de caer en un bucle de sueños infinitos la forzaron a repetir aquella escena una y otra vez. Cuando creía escapar de una, ingresaba a otra. No sabía cómo detenerlo a pesar de estar consciente de saber que era un sueño. Las pesadillas no terminaban y no podía detenerlas. –¡AH! –un grito resonó en la habitación, acompañado de un jadeo incontrolable. La mirada desorientada vacilo por el lugar, recordando donde y con quien estaba. Un entorno desconocido que la mente comenzó a clasificar como amenazante. Extrañada, bajó de la cama en dirección a la otra habitación en donde decidió buscar refugio de las pesadillas. El terror que sentía por lo experimentado, había hecho que sudara frio, por lo que descalza se quedó
*** Terminando de leer un libro sobre el autocontrol y paz interna, Marco decidió prepararse un té de manzanilla, dirigiéndose a la habitación de Mariana con algo extra agregado al líquido tibio, seguro para ser bebido de un solo sorbo por quien sin duda alguna, terminaría por arrebatárselo. Como antes lo había hecho, hablo con ella, esta le arrebato el té de las manos, lo bebió sin vacilar y se burló de él, marchándose del lugar para luego de unos minutos, notar como cayo en brazos del sueño profundo, dándole paso a que escapara de nuevo, cambio de aspecto y abandonando el hotel sin problema alguno. Nuevamente, la vigilancia de Esteban fue burlada, aun cuando se encontrara atento a todo, menos al huésped que se cubría el rostro y salía por las noches. *** –De nuevo, el sueño me ha abandonado. La paz es algo que no me pertenece en este trabajo –bostezando ante el aburrimiento, Esteban no hacía más que vigilar el hotel desde el automóvil. Dentro del edifico, poseía una habitación
*** Quejas y quejas, salían de la chica que estaba sobre la cama. Un estruendoso ruido la había levantado del sueño que aún no había superado todavía. Desorientada, abandono la comodidad de las cobijas, merodeo por el comedor como un fantasma, acercándose en ocasiones por el ventanal para observar las luces de la cuidad, como si a través de estas pudiera borrar el vacío de las emociones sin explicación que poseía. Mirándose las manos, recordó la primera vez que tomo un arma y disparó contra alguien. Deseaba nunca volver hacerlo y evitarlo en el futuro. La subconsciencia la había arrastrado a lo profundo del pasado, al mismo tiempo en que bloqueaba los recuerdos de esos duros años. En un desorden mental, dudosa de la tranquilidad que poseía, terminando parada frente a la puerta del dormitorio del mayor a quien llamo varias veces sin respuesta alguna. Impacientándose al no saber si era prudente ingresar. >>¿Tan pesado tiene el sueño que no me oye?<< abrió la puerta, chocando con la