Amantes bajo la luna

Edwar continuó bajando hasta llegar a su ombligo, bordeó con su lengua el contorno redondo y luego la introdujo en el pequeño orificio; ante aquella inesperada caricia, Selena deja escapar ese gemido que estuvo intentando contener por algunos minutos, cada vez que las manos de él rozaban alguna de sus zonas más vulnerables; ella comenzó a menear sus caderas, con sus movimientos pélvicos buscaba mostrarle a Edwar la ruta que debía seguir.

La pelirroja lo miró a los ojos y con una mirada consintió la entrada de él a su altar sagrado. Elevó un poco su cadera y Edwar bajó hasta el acantilado que se dejaba ver entre sus muslos. Selena acarició sus hombros, él besó la pantie de encajes que cubría su sexo. Al sentir sus labios, la chica se encendió aún más. Su vagina comenzó a lubricarse de inmediato, ansiosa de recibir a aquel inesperado huésped.

Selena nunca imaginó que aquel repentino deseo de huir de su casa esa noche, le deparará tantas cosas maravillosas y sobre todo tantas emociones intensas. Edwar ansiaba besar su vientre y sentir su piel descubierta, bajó su pantie y acarició con sus labios el suave y claro vello púbico que como una alfombra se tendía delicadamente sobre su sexo, explorando con su lengua aquel acogedor lugar. Con sus dedos largos separó sus labios hinchados. Desde allí, podía contemplar el vientre y abdomen de la chica subir y bajar con rapidez, lo cual era evidencia de sus deseos de sentirlo, abrió un poco más sus labios verticales y deslizó su lengua entre ellos.

Buscó hábilmente su clítoris y al igual que con sus pezones jugó por segundos, con su lengua rodeó y movió el trozo de carne rosada que se asomaba entre sus labios y se iba endureciendo con rapidez. Selena estaba excitada, su cuerpo se movía sinuosamente al sentir aquellas caricias. Jadeó con mayor intensidad cuando él introdujo su lengua en su hendidura, aquel placer era único para ella. Edwar también disfrutaba del aroma de su sexo y de sus gemidos y movimientos pélvicos.

La lobezna comenzó a menearse con mayor rapidez incrementando el roce de sus labios vaginales con el mentón y la lengua de Edwar. Estaba tan húmeda que sus fluidos vaginales salían como una gruta de su hendidura pequeña. Él se levantó y emparejó su cuerpo con el de ella, con la dureza de su falo rozó su sexo.

Selena abrió aún más sus piernas para poder disfrutar de aquel roce. Las cartas estaban puesta sobre la mesa y el deseo de poseerse el uno al otro, era inevitable. Nadie mejor que él para tener el honor de tenerla y hacerla mujer; sólo él, aquel recién llegado a su vida, había logrado derribar la muralla que ella misma había construido a su alrededor para protegerse.

La rojiza lamió sus propios labios sedientos sin dejar de moverse y ansiosa de sentirlo. El pelinegro colocó su polla frente a sus labios verticales, buscó su hendidura y con un movimiento firme quiso entrar en su vagina. Mas ella apoyó sus manos sobre su pecho para detenerlo.

—¿No deseas que pase? —la miró él con el entrecejo fruncido.

—No es eso —murmuró ella y volteó su rostro.

—¿Me rechazas por quien soy, verdad?

—No, no tiene que ver contigo, soy yo. —Selena contestó su pregunta y exhaló un suspiro— No he estado con ningún “hombre” antes. —dijo en tono sarcástico pensando en que su primera vez sería con un lycan.

—¿Qué? ¿Es en serio? —ella asintió.— Puedo parar entonces —ella negó con su cabeza y el sonrió— Seré muy cuidadoso. —dijo en un tono de voz tierno y ella asintió. Confiaba en él, en sus palabras. Era una extraña conexión que Selena no sabía como explicarla.

Edwar se acomodó entre sus piernas dejando su sexo próximo al de ella; mas, antes de intentarlo nuevamente, él la besó con pasión. Sus lenguas y labios danzaban en un ritmo armónico, él metía y sacaba su lengua de dentro de su boca, simulando la penetración fálica que deseaba, anhelaba y estaba por suceder. Al sentir aquellos movimientos tan sugerentes, Selena sintió que iba a estallar por dentro.

El pelinegro se sació de sus labios, luego se aventuró a besar el resto de su cuerpo, su lengua subía y bajaba por el contorno de su cuello, la chica jadeante suplicaba inconscientemente “más, un poco más” Edwar aunque deseaba detenerse, tampoco lograba evitar aquel magnetismo que lo atraía de la pelirroja. Era como si su deseo de amarla, de poseerla sobrepasara su propia voluntad. Aquella extraña había llegado a su vida de forma inesperada y ahora le brindaba el honor de ser su primer hombre, el que estrenara su cuerpo, el que la hiciera sentir una mujer por completo.

Mientras la besaba, escuchó sus gemidos, incitándolo a proseguir, entonces Edwar dejó que su miembro entrara suave y lentamente dentro de ella. Al comienzo ella pareció temblar de miedo, pero en la medida que él la penetraba, Selena comenzó a moverse con placer, sentirlo dentro de ella era exquisito. Él, en tanto disfrutaba de su estrechez inicial, de su tibieza y humedad.

Edwar llevaba algún tiempo sin vivenciar algo similar por lo que no dudó, ni se detuvo ni un momento en disfrutar aquel instante de pasión vehemente. Sentía como su falo encajaba perfectamente dentro de ella, y como su vagina parecía un fino estuche de piel que lo recubría por completo. Los gemidos de placer, los jadeos, el roce de las pieles, los fluidos entrando y saliendo de su sexo, sus cuerpos acompasados, sus vientres cabalgando placenteramente invadió aquel lugar, la luna era testigo de aquel encuentro; un encuentro que más que ser el de dos cuerpos, era el de dos almas que finalmente se reencontraban.

Y es que sí, Selena era la mujer destinada a Edwar, su luna, su mate. La mujer que cambiaría para siempre su destino aunque él mismo, no lo aceptara. Su pasado reciente lo atormentaba, no lo dejaba avanzar como debía, se había enamorado de la mujer prohibida y eso le había provocado muchos inconvenientes emocionales. Mas, en ese instante, era como si la vida le brindara la oportunidad de ser feliz nuevamente y en cierta forma, aquello le generaba miedo e inestabilidad emocional. ¡No quería volver a pasar por lo mismo que vivió meses atrás!

Aún así, entre lo que su mente decía y lo que él deseaba, optó por dejarse arrastrar a aquel abismo. Selena estaba allí, era su realidad y debía vivirla. Ambos se amaron, se sintieron y entregaron a sus más profundos instintos. ¿Estaban destinados? Sí, más lo que ocurriría luego, sería un antes y un después para el apasionado lycan y su hermosa amante.

Luego de aquel encuentro amoroso, ambos descansaron abrazados uno al lado del otro, observando a través de la pequeña ventana, como la noche se iba tornando cada vez más oscuras y salpicada del brillo de las estrellas. La luna llena se dejó ver en su máximo esplendor.

—Jamás pensé que esto pasaría —murmuró ella.

—¿Te arrepientes? —dijo él, mirándola fijamente.

—No, no quise decir eso. Es sólo que me sorprende hasta donde hemos llegado. ¿A ti, no? —le devolvió su inquietud, hecha pregunta.

—No me dejo llevar por las expectativas, creo que todo ocurre por una razón. Y por ello estamos aquí. No puedo negar que aún rondan en mi cabeza las dudas, de por qué vine hasta aquí. Pero, debe haber una razón que va más allá del simple hecho de encontrarnos por casualidad —ella se refugió entre sus brazos y besó su pecho.

Al igual que Edwar, Selena tenía infinidad de dudas rondando su cabeza, dudas que aunadas a su reciente realidad terminaban abrumándola por completo. ¿Sería mera casualidad o realmente él había aparecido de la nada por jugarretas del destino? Lo cierto de todo era que aquel extraño y repentino deseo que el lycan le provocaba, nunca antes lo experimentó. Él era un hombre increíblemente atractivo y muy diferente al resto de los pocos hombres que conocía, eso y la manera en que se conocieron era tan extraña, como lo era cada una de las emociones y sensaciones que la estremecían al estar cerca de él.

¿Qué le estaba pasando? Nunca antes se hubiese atrevido a tanto. ¿Cómo podía aquel extraño, arrastrarla de aquella manera?

Leia este capítulo gratuitamente no aplicativo >

Capítulos relacionados

Último capítulo